LOS FALSOS HOMBRES DE DIOS
“Por sus frutos los conoceréis”
"Guardaos de los falsos profetas,
que vienen a vosotros vestidos de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis”
(Mateo 7:16-17)
Un árbol consta de varias partes: raíz, tallo, hojas, flores y frutos. De todos estos, la cadena final, el propósito final de la siembra es el fruto. El fruto es lo que nos muestra qué clase de árbol es; podemos ver un frondoso árbol de naranjas, pero si las naranjas producidas son malas nos está mostrando que la apariencia era falsa. Una zarza no produce uvas ni una vid produce cardos. Un árbol malo no da frutos buenos, ni un árbol bueno produce frutos malos.
La palabra griega utilizada para ‘fruto’, es ‘karpos’, y se usa para designar el fruto de los árboles, de la tierra… ‘Karpos’ es todo aquello que es producido por la energía inherente de un organismo vital. Metafóricamente, ‘karpos’ o ‘frutos’, son los actos que son expresión visible de la energía que obra invisible e internamente; dependiendo de la semilla, la tierra donde es sembrada, y el cuidado que se le preste a la planta, así será el fruto que produce. Muy importante entender que los frutos siempre se ofrecen a los demás, siempre se proyectan hacia los demás… los frutos se producen para que afecten a otro ser vivo diferente al que produce tales frutos. Los frutos –sean buenos o malos, se ofrecen a los demás.
Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz. (Santiago 3:18)
Quienes hacen la paz, producen una cosecha de justicia; una semilla o fruto al ser sembrado en buena tierra, producirá a su vez más fruto bueno para ser sembrado, y así sucesivamente.
El cristiano que ha vuelto a nacer (sólo los verdaderos cristianos experimentan el nuevo nacimiento) posee un nuevo género de vida espiritual, que es engendrada dentro de él por la Palabra de Dios, recibida por fe en su alma.
Pedro describe a los cristianos como “siendo nacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre..” (1 Pedro 1:23)
Pedro describe a los cristianos como nacidos de una semilla incorruptible. Como todos sabemos, es un principio de la naturaleza y de la Escritura, que el tipo de semilla determinará el tipo de vida que nacerá de ésta. La semilla incorruptible y eterna de la Palabra de Dios, hará que produzca en nosotros vida divina, incorruptible y eterna.
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)
Juan está relacionando directamente la vida victoriosa del cristiano vencedor con la naturaleza de la semilla que produce esa vida dentro de él: es la mismísima simiente de Dios. Como la simiente es incorruptible, la vida que genera también lo es; también es “pura y santa”.
Dentro de cada cristiano nacido de nuevo surge una naturaleza completamente nueva a la cual Pablo llama ‘el nuevo hombre’, y la compara con la vieja naturaleza, ‘el viejo hombre’, que es la vieja naturaleza corrupta, depravada y caída que domina a toda persona que NUNCA ha nacido de nuevo.
La palabra de Dios, implantada como semilla en un corazón dispuesto, producirá fruto de vida eterna. Cuando el Espíritu Santo entra en la vida de los nacidos de nuevo, también produce un fruto que es la evidencia del actuar divino. Ese fruto (uno solo) tiene las siguientes manifestaciones:
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (Gal 5:22-23)
Este y otros pasajes presentan con absoluta claridad que la primera manifestación del fruto del Espíritu, del que se derivan los otros componentes, es el amor.
Nadie podría negar que el fruto espiritual en general, y el amor en particular, son de suprema importancia en la vida de todo cristiano. Note que entre las manifestaciones del fruto no se mencionan los milagros, la posición social, el dinero ni el prestigio. Tampoco ‘fruto’ es hablar en lenguas ni otras manifestaciones extrañas como caerse al piso, levitar, tener ataques de risa o llanto, etc.
Fruto es, también hay que aclararlo, diferente a ‘don’. El fruto, por su propia naturaleza es diferente de un don. El don se recibe en un solo acto de fe; el fruto se produce por un proceso gradual y lento que incluye plantar, atender y cultivar. Uno puede recibir un don de inmediato, pero ese don de poco sirve si no produce fruto. Esto es muy importante para tenerlo en cuenta.
No hay ninguna manera de falsificar los frutos. Los frutos siempre nos mostrarán qué clase de árbol los produce. Es así de simple.
Ahora bien, la advertencia de Jesús: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20), no se refería a que uno debería distinguir a los verdaderos cristianos por sus frutos… Jesús se estaba refiriendo a los FALSOS PROFETAS, aquellos que tendrían apariencia de cristianos pero que serían en realidad hombres malvados que extraviarían a muchos. Jesús nos dice que uno debe cuidarse de los falsos profetas, y que la manera de reconocerlos, es por sus frutos. Miremos el texto completo:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Entonces les declararé: ‘Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!” (Mateo 7:15-23)
Jesús nos advierte del peligro que encarnan los falsos profetas para quien desee seguir a Cristo. Y es tan evidente el peligro, y tan fatal ser engañado, que el Señor nos dice que tengamos especial cuidado para mirar los frutos de estos perversos hombres y así apartarnos de ellos.
Jesús nos dice primeramente que estos falsos profetas tendrán apariencia de piedad (ovejas) pero que realmente son lobos rapaces. Estos lobos rapaces que parecen cristianos, también hacen milagros y hablan y enseñan acerca de Jesús y la Biblia. Sin embargo, cuando ellos pretendan maquillar su maldad y codicia en milagros y predicaciones, Jesús les está diciendo: “Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!”.
Vital entender esto: Estos falsos profetas hacen milagros y portentos, echan demonios y hablan en nombre de Jesús. Pero el Señor les dice: “Hacedores de maldad”. Esto significa que ni los milagros, ni los portentos, ni el echar fuera demonios, ni el hablar en nombre de Jesús, son prueba de ser seguidor de Cristo.
¿Y cuál es la prueba, entonces, de ser discípulo de Cristo..? Él mismo lo dice ese pasaje: “el que hace la voluntad de mi padre que está en los cielos”. ¿Y cuál es la voluntad del Padre..? ¿Cómo podemos saber cuál es la voluntad de Dios..?
La prueba de quién es discípulo verdadero de Cristo
En el mismo pasaje, Jesús dice que quien lo escuche y lo obedezca es prudente, mientras que quien no lo haga es insensato. La voluntad de Dios, pues, es transmitida a cada uno de nosotros por un solo hombre: Jesús. Es Jesús el camino, la verdad y la vida. Y por ello nuestra vida depende de obedecerlo a él.
Muchos hombres se han tomado abusivamente la autoridad de Cristo y se han autonombrado como “mediadores” entre Jesús y sus ovejas; como co-pastores con Cristo Jesús. Pero Jesús nunca dijo que la vida eterna dependiera de obedecer a otros hombres; dijo que la vida dependería de obedecerlo a él, a Jesús, no a hombre alguno. Él –Jesús mismo- es quien pastorea de manera personal, directa e invisible a cada una de sus ovejas y al rebaño en general. El único pastor es Cristo, el resto son “ladrones y salteadores”, como lo dice el mismo Señor.
En el capítulo 14 de Juan, Jesús advierte a sus discípulos que él está a punto de separarse de ellos físicamente, pero que desde ese momento en adelante establecerá una nueva forma de relación. Los discípulos, confundidos, no entienden cómo podrán ver y tener comunión con Cristo, si él está a punto de irse. ‘Es una locura’, debieron pensar.
Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis. (Juan 14:19)
Jesús es claro al afirmar que el mundo no lo verá pero que sus discípulos sí lo harán. Con extrañeza, Judas (no el Iscariote, sino el otro, pregunta: “Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo..?” (Juan 14:22). Es decir, “¿Señor, cómo es posible que te manifiestes a nosotros, tus discípulos, y al resto, quienes no lo son, no te manifiestes..?” “¿Qué clase de comunicación mantendrás con nosotros y no con el mundo..?” “Cómo te veremos nosotros, y no el mundo..?”
Jesús contesta:
El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amara, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan 14:23)
La clave es: “Mi palabra guardará”. La diferencia entre el verdadero discípulo y quien no lo es, es que el discípulo guardará la palabra de Dios. El discípulo escucha y obedece la palabra de Dios.
¿Cuál es la palabra de Dios..? La respuesta es sencilla: La Biblia.
Sin embargo, los falsos profetas, esos malos hombres que se hacen pasar como cristianos haciendo milagros y predicando acerca de Jesús, engañan a las personas haciéndoles creer que obedecer lo que ellos dicen es lo mismo que obedecer la Biblia.
Sólo basta que un falso profeta de estos diga que Dios le habló y le dijo esto y lo otro, para que cientos y hasta miles de incautos corran tras ellos y obedezcan ciegamente todo lo que estos malos hombres les ordenen. Enseñan doctrinas de hombres como si fueran mandamientos de Dios.
“Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mateo 15:9)
Estos mandamientos de hombres –que los falsos profetas hacen pasar como doctrina de Dios- se refieren a asuntos como el diezmo, la jerarquía eclesiástica, la intermediación humana, los ayunos, y muchas más cosas de las cuales ya hemos hablado en varias oportunidades. Estos hombres no hablan de parte de Dios, sino que sirven a Satanás y a sí mismos.
Son tan peligrosos estos falsos profetas –al extraviar de la verdad a quienes buscan a Dios- que Jesús dijo que estuviéramos pendientes y aprendiéramos a reconocerlos. De nuevo, ¿cómo reconocer a los falsos profetas..? “Por sus frutos le reconoceréis”, dijo Jesús.
Los frutos de los falsos profetas
Sabiendo ya qué son frutos, y sabiendo que ni los milagros ni los aparentes ‘dones’, ni siquiera el expulsar demonios o predicar de Jesús son pruebas fehacientes de ser un verdadero cristiano o no, remitámonos a la orden de nuestro Señor, de mirar los frutos de estos perversos hombres.
Estos falsos profetas que hacen grandes milagros y señales, hablando como si Dios los hubiera enviado, son fáciles de reconocer porque sus vidas no se ajustan a la bendita palabra de Dios. Son ambiciosos, codician las riquezas del mundo, adoran el poder, viven como millonarios mientras sus seguidores pasan necesidades; honran de palabra a Jesús pero sus obras muestran que sus corazones están muy alejados de él.
Así, llegamos a la conclusión de que la autoridad suprema y autorizada por Dios mediante la cual Él habla a su pueblo, es su sagrada palabra.
Los falsos profetas dicen que Dios les ha dado revelaciones exclusivas a ellos; dicen que son los ungidos, los escogidos por Dios para guiar a su pueblo, contrariando abiertamente las Escrituras que nunca muestran esto. Al contrario, las Escrituras nos muestran que Jesús es el único Pastor y que él guía de manera personal, directa e invisible a cada discípulo suyo, sin intermediarios de ninguna clase.
Tomemos un ejemplo conocido por muchos. César Castellanos, dueño y pastor de la Misión Carismática Internacional, dice que Cristo le habló personalmente y le dio la visión del G12 exclusivamente a él y que le dio también autorización para que esa visión del G12 la vendiera a otros pastores que quisieran implementarla en sus organizaciones religiosas. Cuando uno observa esta famosa “visión” a la luz de la Biblia ve fácilmente que es espuria y perversa. Y si se investiga un poco más, cualquiera podrá enterarse de que esta visión que supuestamente Dios le dio a Castellanos de manera exclusiva, también la proclamaron como tal Ignacio de Loyola –fundador de los jesuitas-, y Escrivá de Balaguer –fundador del Opus Dei. La mentira de Castellanos es evidente para quienes conocen las Escrituras. Pero quienes no conocen las Escrituras aceptan –de buena fe o por pereza- todo lo que dice este falso profeta, y lo siguen poniendo en riesgo su salvación.
La única forma de revelación confiable y segura, es la Biblia. Toda otra forma de revelación tiene que ser probada muy cuidadosamente, remitiéndose a la Escritura. Sólo se pueden aceptar las revelaciones mientras estén de acuerdo con las doctrinas, preceptos, prácticas y ejemplos mostrados en la Biblia:
No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. (1 Tesalonicenses 5:19-21)
Igual sucede con su esposa Claudia de Castellanos, pastora de la MCI y senadora de Colombia e investigada por sus relaciones con el narcotráfico. Ella asegura que Cristo le dio a ella “la revelación de la cruz”, nada más ni nada menos que los célebres “estigmas” de los místicos católicos. Dice ella que Cristo le ‘concedió’ experimentar los dolores que él experimentó en la cruz. ¡Y los que dicen llamarse ‘cristianos’ le creen..!
El lujo escandaloso en que viven estos ‘pastores’, el desprecio que sienten por los necesitados y los pobres (así ellos muestren aparente piedad en sus sermones), la codicia por el poder y el dinero, el engaño, el fraude y los delitos que cometen son los frutos que producen. Son árboles malos que producen frutos malos.
César y Claudia Castellanos son apenas dos de cientos de falsos profetas que aparentemente muestran ser cristianos pero que son lobos disfrazados cuyo propósito es engañar para su propio lucro destruyendo y matando la fe de quienes llegan a ellos buscando el consuelo de Cristo. En esa misma línea de riqueza desvergonzada a costa de diezmos y ofrendas de sus seguidores, tenemos a Marcos Witt, Cash Luna, Benny Hinn y muchos más que arrastran tras de sí a millones de sus víctimas que terminarán como ellos: en la condenación.
Pero los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. (2 Ti 3:13)
Engañadores y engañados son malos hombres, e irán de mal en peor.
Los falsos profetas profesan ser discípulos de Cristo y se presentan como aquellos que pertenecen al grupo (están vestidos de ovejas), sin embargo, su intención es destruir (lobos rapaces). Por ello es que toda supuesta profecía no puede aceptarse según su apariencia; debe ser probada. La prueba no es lo que dice el profeta sino su fruto.
Personas como los Castellanos, cuando son pillados en sus trampas y profecías no cumplidas, dirán que hacen todo lo que pueden y que si las cosas andan mal no es culpa de ellos, que hay cosas fuera de su control que los superan, ‘designios de Dios’ que nadie puede entender.
El discurso de estos malos hombres es muchas de las veces seductor. Suena bastante bien que alguien nos diga que Dios quiere que nosotros seamos multimillonarios y dueños del poder político y religioso. Estos falsos profetas, servidores de Satanás, dicen a la gente lo que quieren escuchar, y por ello ganan tantos y tantos adeptos.
Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido. (Santiago 1:13-14)
Los falsos profetas dicen a las personas que la prueba de ser verdadero cristiano está en llevar una vida de éxito, fama y dinero en todos los aspectos (familiar, afectiva, laboral, social, política, etc), pero si observamos la vida del mismo Jesús, nada de esto aplica a él. En realidad, estos falsos profetas están descalificando la forma de vida que llevó Jesús.
Estos pastores multimillonarios (aunque hay pastores pobres y siguen siendo falsos maestros) dicen que Jesús quiere que nosotros poseamos poder y riquezas en este mundo, contradiciendo abiertamente el mensaje del evangelio. Obviamente, Jesús no quiere que seamos mendigos… pero es mentira eso de que una muestra de que somos cristianos es el éxito en este mundo. Es decir, si Jesús volviera a nacer y vivir en las mismas circunstancias en que nació y murió hace más de 2.000 años, estos falsos profetas asegurarían que él no es el Mesías y lo volverían a crucificar, como lo hicieron en esa ocasión los hipócritas y millonarios fariseos.
Las ‘buenas obras’ como dar limosnas, visitar a los necesitados, expulsar demonios, etc., tampoco son la prueba de ser uno discípulo de Cristo. El mafioso Al Capone hacía muchas obras de caridad y tenía una Recomendación Papal. Y casi lo canonizan. El sanguinario narcotraficante Pablo Escobar hacía obras de caridad, daba dinero a los pobres y tenía la bendición de la jerarquía religiosa católica colombiana. Hoy, la tumba de este perverso hombre es visitada por muchos fieles que le atribuyen milagros y sanaciones. Tanto Pablo Escobar como Al Capone iban a misa los domingos y entre semana asesinaban personas inocentes.
La sociedad de hoy rinde adoración al dinero. En su altar se sacrifica al prójimo, ofrendando su sangre y sufrimiento a cambio de recompensas materiales. Los ricos, famosos y poderosos son reverenciados.
Existen muchísimos pastores mafiosos, con nexos fuertes con narcotraficantes y asesinos. Existen también pastores que realizan pactos con la oscuridad solamente para tener multitudes de seguidores llenando estadios e iglesias mientras ellos realizan sus “milagros”.
Estos falsos profetas se parecen mucho a Balaam. Pedro hizo un buen retrato de ellos:
Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad y fue reprendido por su iniquidad, pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. Esos hombres son fuentes sin agua y nubes empujadas por la tormenta, para quienes la más densa oscuridad está reservada para siempre. Hablando palabras infladas y vanas, seducen con pasiones de la carne y vicios a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción, pues el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su último estado viene a ser peor que el primero. Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia que, después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo que con verdad dice el proverbio: “El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno. (2 Pedro 2:14-22)
Para quienes han llegado hasta aquí en la lectura, es posible que se pregunten “Si estoy siendo engañado, ¿Cómo puedo saberlo..?
La respuesta es sencilla: Compare todo lo que le enseñan con su Biblia; no mediante la lectura aislada de algunos textos, sino mediante el estudio personal y juicioso de las Escrituras. La Biblia nos muestra que nadie es engañado inocentemente, sino que cada uno es tentado usando los propios deseos internos.
El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que lo envió, este es verdadero y no hay en él injusticia. (Juan 7:17-18)
No hay excusas. Quien realmente busca a Dios, lo encontrará. Esa es una promesa de mismísimo Creador.
Ricardo Puentes M.
Abril 27 de 2009.