domingo, 30 de septiembre de 2007

GUERRA ESPIRITUAL

¿Cómo hacerla....?

Pelea la buena batalla de la fe,
echa mano de la vida eterna,
a la cual asimismo fuiste llamado,
habiendo hecho la buena profesión
delante de muchos testigos.

(1 Timoteo 6:12)

Tengo en mi poder un libro de Alfredo Díaz C, “pastor” de una iglesia en Bogotá, y quien asegura que tiene el llamado al “ministerio de la guerra espiritual”. (¡otro ministerio más que imagino que sumarán a los famosos “cinco ministerios”, más el “ministerio de la música”, etc. etc.!). Hubo una época en que yo creía que la guerra espiritual la hacían expertos en el tema, con una especie de “doble unción” o “triple unción”, y que eran válidas ciertas palabras como “!ato y encadeno...!” “hollo y te aplasto..”, “piso y remacho...”, “hollo la cabeza del cachorro”, “me cubro con la sangre de Cristo”, “anulo toda palabra en mi contra..”, y muchas más que aún son utilizadas como una especie de conjuros contra las huestes demoniacas y contra las maldiciones que profieren en nuestra contra algunos seres humanos. Así pues, estando yo convencido de que la guerra espiritual era así, y necesitando a alguien que ejerciera este “ministerio de guerra espiritual”, algunos líderes y pastores de Asambleas de Dios me recomendaron a este hombre que, me dijeron, era experto “guerrero espiritual”. Y me regalaron su libro “Guerra Espiritual, en la tierra y las esferas celestes”.

Aunque el propósito de este artículo no es hacer crítica bíblica del libro mencionado, hay que mencionar que éste contiene afirmaciones que son muy conocidas y aceptadas por todos aquellos que están convencidos de haber sido llamados a lo que han dado en nombrar “ministerio de Guerra Espiritual..”

Dice, por ejemplo, el señor Díaz que “la guerra espiritual es necesario hacerla todas las veces que sea necesario, por el Pastor, Pastora, Evangelista, Profeta, Ministro, Apóstol, para que toda la tierra sea conquistada para el Dios Eterno Adonai, por el pueblo cristiano..” Pág. 98. (énfasis mío)

Como casi todos los que aseguran haber recibido un “ministerio” o nombramiento especial directamente de Dios, Díaz asegura que el Señor le habló audiblemente. El señor Díaz cuenta que, estando gravemente enfermo, en la mesa de operaciones, Dios le habló y le confirmó el punto exacto donde deberían operarlo. Dice que Dios le mandó decir esto a su cirujano y que, gracias a la información, él salvó su vida. Sin embargo, durante la operación, Díaz cuenta que se “salió del cuerpo” y pudo apreciar su operación. Sigue contando Díaz que su estado se complicó y Dios le habló de nuevo para que le diera instrucciones al personal médico. Su estado era tan crítico que –dice Díaz- él hizo un pacto con Dios prometiendo servirle a Él si le salvaba su vida. A partir de ahí, Díaz dice que tuvo muchos encuentros con demonios, con los cuales peleaba porque ellos querían matarlo asfixiándolo por el cuello, además de afectar todos los demás aspectos de su vida. Para resumir el cuento, después de muchas experiencias místicas, Díaz asegura que fue llamado al “ministerio de guerra espiritual” y que desde entonces combate a los demonios ayudado por un “ejército de ángeles guerreros”.

La experiencia del señor Díaz es muy común en todas las personas que aseguran tener este ministerio. Y su técnica también. Están convencidas de que pronunciando ciertas palabras, moviéndose de determinada manera, cantando ciertas canciones de compositores “cristianos”, haciendo ademanes de pisotear o esgrimir la Biblia como si ésta fuera una espada literal, pueden ellas vencer a los demonios y enviarlos “atados y encadenados” al infierno o a un lugar geográfico, como el Desierto del Sahara (me han dicho que los envían allá para que no molesten a ningún ser humano y sufran de calor, hambre y sed). En términos generales, para cada “batalla” las instrucciones son las mismas: 1) Cubrirse con la sangre de Cristo; 2)Colocarse la armadura de Dios (hay que visualizar que uno se coloca una armadura), 3)Pedirle a Dios, en nombre de Jesús, que envíe un ejército de ángeles guerreros (otros simplemente dicen: “activo ángeles guerreros”); 4)Atar a los demonios.. (Hay que decir: “ato los demonios de tal o cual clase..”); 5)Pedirle al Espíritu Santo guía en la batalla en particular, y 6)vivir en Santidad. La batalla hay que darla en voz alta que, según este “ministerio”, demuestra a los demonios y a Satanás que tenemos autoridad. También se aconseja para mayor efectividad a que la guerra la hagan varias personas que deben tomarse de las manos y cerrar un círculo marchando continuamente.

Esta “guerra espiritual” se hace, como ya se dijo, para desterrar a los demonios de territorios geográficos. Se asegura también que a Satanás hay que tenerle “respeto” porque es muy poderoso y la lucha contra él solamente la hará Miguel el Arcángel. El objetivo es “conquistar” territorios para Cristo y su iglesia, aquí y ahora, de tal manera que cuando llegue Jesús encuentre todo el territorio conquistado por la iglesia. Se acostumbra a hacer “guerra espiritual” alrededor de casas o zonas de vicio, en lugares donde ocurren tragedias, en hogares con problemas serios, etc. También se hace “guerra espiritual” para luchar contra ciertos aspectos negativos de nuestra vida, ya sea un problema financiero o alguna tendencia pecaminosa especialmente difícil de vencer. Algunas denominaciones, como las G12, han elaborado los famosos “Encuentros” donde se hacen estas liberaciones a un precio algo elevado que impide que la gente muy pobre pueda ser “liberada” de sus demonios. Otras personas lo hacen gratuitamente y solamente reciben lo que el exorcizado quiera darles, aunque se espera que sean generosos con la dádiva. Otros hacen el rito a distancia y otros no cobran y sinceramente creen que están haciendo bien a la humanidad.

También es increíble la cantidad “cristianos”, que usan contra otras personas ciertos conjuros “bíblicos” como: “te hollo, te ato y te encadeno”, “decreto ruina sobre tu casa por pertinaz y mentiroso”, etc. Pero es mucho más sorprendente la cantidad de creyentes que están convencidos de que las palabras de estos “hombres de Dios” tienen poder sobre los verdaderos hijos de Dios. Cuando reciben estas maldiciones “bíblicas”, estos creyentes sinceros decretan ayuno y se centran en una “guerra espiritual” que –lo creen sinceramente- quitará poder a quien maldice y obtendrán para sí mismos protección especial divina.

Estoy consciente de que una orden de Cristo era “expulsar demonios”, pero esto poco o nada tiene que ver con lo que han llamado “guerra espiritual”; esto lo trataremos en otra ocasión. Por ahora, nos centraremos en lo que se llama “guerra espiritual” y que ha sido tomado de una afirmación de Pablo con base en la cual se han escrito millares y millares de libros.

¿Qué es la guerra espiritual..?
Antes que nada, es importante aclarar que la frase “guerra espiritual” no figura en la Biblia. En el texto de Efesios 6:12, la palabra que aparece es “lucha”, diferente a “guerra”. Veamos el pasaje:

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:12)

Más que una “guerra”, el término utilizado aquí es “paló”, que señala una lucha cuerpo a cuerpo. La diferencia es sutil pero importante; el término “paló” indica una lucha individual, una lucha que es “cuerpo a cuerpo”.

Por otro lado, no hay en el texto nada que nos indique que en esta lucha el objetivo sea enviar a los demonios hacia algún desierto –espiritual o no-, sino que el pasaje nos insta a mantenernos firmes contra las asechanzas del diablo:

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. (Efesios 6:11)

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6:13)

La armadura de Dios tiene como objetivo equiparnos para resistir y seguir firmes hasta cuando todo haya acabado. La armadura debe ser nuestro vestido permanente, no es algo que nos pongamos únicamente para una ocasión.

Una leída al texto completo, nos evidencia que en ningún lugar de este pasaje se menciona que debamos tomarnos de las manos haciendo círculos, ni tampoco que debamos dar cierto número de vueltas o pronunciar ciertos conjuros para esta lucha espiritual. La instrucción es tomar la armadura de Dios para poder resistir los ataques del enemigo. En realidad, es el enemigo el que ataca. Nosotros simplemente contenemos el ataque y lo repelemos aguantando hasta que “haya acabado todo”. La lucha dura lo que dura nuestra vida. Por tanto, no es consecuente asegurar –como aseguran estos falsos maestros- que la lucha espiritual es ocasional, es decir, cuando “atamos” demonios, cuando los “reprendemos” o cuando los expulsamos. Nuestra lucha espiritual es constante, permanente y abarca toda nuestra vida como cristianos, cobijando todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

Veamos en qué consiste la armadura de Dios.

La armadura de Dios
Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, vestidos con la coraza de justicia. (Efesios 6:14)

La primera instrucción es ceñir nuestras caderas (cintura, lomos) con la verdad. La palabra griega usada aquí para “cintura”, es "osfús”, y señala más exactamente la región de las caderas; se usa por extensión para designar el “poder procreativo”. No hay duda alguna de que una de las partes más vulnerables en un combatiente, es su aparato reproductivo. Un ataque directo a esa zona puede sacarlo inmediatamente de combate y dejarlo posiblemente estéril o muerto. En las técnicas marciales, para el combate cuerpo a cuerpo, se dan instrucciones precisas para proteger esta zona debido a su vulnerabilidad.

Cuando el apóstol nos dice que ciñamos nuestras caderas con la verdad, nos muestra que con la verdad podemos evitar caer a la primera agresión, sin posibilidad alguna de regresar al combate. Si no tenemos la verdad, será imposible resistir los ataques del enemigo. Éste podrá dejarnos muertos fácilmente.

¿Y qué es la verdad...? ¿Dónde está..? Jesús nos lo dice:

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. (Juan 17:17)

La verdad está solamente en la bendita Palabra de Dios, no en lo que digan los líderes religiosos. Ceñir nuestra cintura con la verdad, es dedicarnos diariamente al estudio de la Palabra de Dios, pidiendo guía al Espíritu Santo en oración y obedeciéndola. Nadie que conozca las Escrituras y las obedezca fielmente, podrá ser vencido por el enemigo.

Cuando Dios sacó a Israel de Egipto, entre las instrucciones para la cena de Pascua ordenó que cuando comieran la cena deberían estar “ceñidos”, con los pies calzados y con el bastón listo; y que deberían comer apresuradamente (Éxodo 12:11). Es decir, deberían estar listos para la acción. Así, ceñirnos con la verdad significa reconocer la autoridad máxima de la Palabra y la disposición para entrar en acción con esa Palabra, obedeciéndola de inmediato. Quien no reconozca la autoridad suprema de la Palabra de Dios, no podrá ceñir sus lomos con ella.... y caerá rendido al primer embate de Satanás.

Después de ceñirnos con la verdad, Pablo dice que procedamos al siguiente paso:

“vestidos con la coraza de justicia”
(v 14)

En una armadura, la coraza protege la región del pecho. Y aquí se nos dice que debemos proteger nuestro pecho con la coraza de justicia.

¿Cuál justicia...? ¿La humana o la divina...?

La respuesta es obvia. Ningún ser humano puede definir lo que es justo o lo que no. Solamente a Dios le corresponde ese derecho.

¿Será el mortal más justo que Dios? ¿Será el hombre más puro que el que lo hizo?
(Job 4:17)

Y para que no quede duda alguna:

Y todas nuestras justicias (son) como trapo de inmundicia. (Isaías 64:6)

Así, la coraza de justicia se refiere a la justicia de Dios, a la rectitud de Dios. ¿Por qué debemos proteger nuestro pecho con la justicia de Dios...? ¿Por qué no es otra parte la que debemos proteger con la justicia...?

Analicemos otro pasaje donde se nos describe la coraza de justicia protegiendo nuestro pecho:

Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. (1 Tesalonicenses 5:8) Ver Isaías 59:17

En la Biblia, la fe y el amor se encuentran en la región del pecho, el corazón. La fe es una condición del corazón. Creemos con el corazón, no con la mente:

Porque con el corazón se cree para (para entrar en) justicia. (Romanos 10:10)

Alrededor del mundo, existen millones de personas que confiesan su fe en Cristo y en la Biblia, pero sus confesiones quedan en el plano mental. Lo que poseen no es la fe bíblica sino una aceptación mental, intelectual, de ciertos hechos y doctrinas. Aceptan intelectualmente que Cristo existió y que murió por nosotros. Pero esa aceptación intelectual no es fe bíblica. La fe bíblica produce un cambio vital y radical en la vida de quienes la profesan.

La fe del corazón, la fe bíblica, siempre produce un cambio definitivo en quienes la profesan. El verbo creer, cuando se asocia al corazón, siempre muestra una acción. Por eso Pablo dice: “Con el corazón se cree para (entrar en) justicia”. En casi todas las traducciones se evita colocar la frase “entrar en”, que aparece en el original, pero tiene una enorme importancia. Una cosa es creer intelectualmente en la significación de justicia, como un ideal abstracto, una aceptación mental, un concepto que puede aceptarse; y otra muy diferente es creer para entrar en justicia, o sea, creer de tal manera que produzca que toda nuestra vida entre en un ámbito diferente, logrando una transformación de nuestros hábitos, carácter y vida.

No es suficiente con creer intelectualmente o aceptar mentalmente la existencia de Dios; los demonios creen y tiemblan (Santiago 2:19), es decir, los demonios saben perfectamente que Dios existe, pero eso nunca los moverá a cambiar su derrotero.

De igual manera, no es suficiente aceptar intelectualmente a Cristo reconociendo mentalmente los hechos de su vida, sacrificio, muerte y enseñanzas. Tenemos que creer “para entrar en” Cristo; nuestra fe –la verdadera- debe movernos –y seguro que lo hará- hasta sacarnos de nuestra vieja forma de vida para entrarnos a la que guía Cristo. La fe bíblica siempre, SIEMPRE, produce cambios. SIEMPRE se cree para entrar en Cristo y su justicia.

La Palabra dice que “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mateo 12:34)

Esto significa que nosotros hablaremos de lo que esté lleno nuestro corazón. Cuando nuestro corazón no está rebosante de fe bíblica, lo que sale por nuestra boca revelará esto. Por otro lado, cuando nuestro corazón está lleno de fe, lo natural será que lo que confesemos con nuestra boca sea lo mismo que lo ha llenado: la Palabra de Dios.

No hay que olvidar que la fe no es creer en lo que a nosotros nos parezca, sino que ésta se origina únicamente en la Palabra de Dios, y tiene relación directa con ella: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:17)

La única manera de que la fe se produzca en nuestros corazones es con la Palabra de Dios. Por este motivo, colocarnos la coraza de la justicia, significa que debemos proteger nuestros corazones con lo que Dios nos ha dicho en su Palabra.

Cuando uno protege su corazón con la justicia de Dios, está obrando y caminando según las órdenes de Dios, no de hombre alguno. Cuando uno protege su corazón con la coraza de la justicia divina, está siempre alerta para evitar llenar su corazón con instrucciones y preceptos que no estén sustentados escrituralmente. Solamente la justicia de Dios evita que nuestro corazón se corrompa con nuestra propia justicia.

Tristemente, millones de personas que aseguran ser cristianas reemplazan el estudio personal de las Escrituras con lo que les dicen y ordenan sus líderes espirituales. Nunca verifican con la Escritura lo que sus pastores les dicen desde el púlpito, y por esta razón nunca tienen una fe verdadera. Sencillamente, no pueden protegerse del enemigo porque no tienen puesta la coraza de la justicia. Sus corazones están llenos de justicia humana y tratan inútilmente de hacer ver como correcto lo que Dios detesta.

Así que, ya hemos visto la importancia que tiene la Palabra de Dios desde el mismo inicio de nuestra vida de discipulado cristiano. Solamente ella, escuchada y obedecida, nos provee de la protección necesaria para resistir los ataques del maligno. Así como de nada sirve el que la conozcamos y no la obedezcamos, tampoco podremos obedecerla si no la conocemos; la Palabra no puede actuar si jamás la estudiamos personalmente bajo la guía personal e invisible del Espíritu Santo.

Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere. (Juan 16:13)

Fíjense bien: Quien guía a la verdad no es quien se llame pastor, profeta, apóstol, líder, anciano, superintendente, diácono, etc., etc., etc. Jesús mismo nos dice que quien nos guiará de manera personal a la verdad –o sea hacia él mismo- es el Espíritu Santo.

En la segunda parte analizaremos los restantes componentes de la armadura necesaria para la lucha espiritual contra el enemigo.


Dios los bendiga con paz


Ricardo Puentes M.
Septiembre 28 de 2007