lunes, 10 de diciembre de 2007

¿Qué nos salva... la fe o las obras...?

Por esta bondad inmerecida, en verdad,
ustedes han sido salvados mediante fe;
y esto no debido a ustedes: es dádiva de Dios.
No, no es debido a obras,
a fin de que nadie tenga base para jactarse.

Efesios 2:8, 9.

El apóstol es claro: Somos salvos mediante fe, que es dádiva de Dios, no mediante obras para que nadie pueda gloriarse. ¿Significa eso que para ser salvo no necesitamos las obras..?

Para entender el asunto, lo primero que hay que definir, es el significado de "obras"y de "fe". Ya hemos visto que la fe bíblica significa creer en lo que dice la Palabra, así que, dando por sentado esto, podemos afirmar que –básicamente- "fe" es lo que creemos mientras que "obras" es lo que hacemos.

También hemos visto que hay un tipo de obras, las "obras muertas", que no agradan a Dios puesto que no están basadas en la fe. Esto nos lleva a otra pregunta: Si existen obras "muertas", las que conducen a muerte, ¿es posible que existan "obras vivas", aquellas que puedan conducir a vida eterna..?

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras..? ¿Podrá la fe salvarle..? (....)..? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14,26)

Santiago compara el cuerpo con la fe y el espíritu con las obras, y añade que así como un cuerpo sin espíritu está muerto, la fe sin obras también está muerta.

Sabemos por experiencia que un cuerpo sin espíritu, sin vida, es un cadáver que se descompondrá hasta convertirse en polvo. De igual manera, una fe sin obras (de fe) está muerta e inservible. Un cuerpo sin espíritu no es nada; una fe sin obras no es nada.

Lo que el apóstol nos quiere mostrar aquí, es que no puede existir una fe sin obras. Santiago le dice a quienes profesan tener fe pero no tienen obras, que corroboren tal afirmación. Cuando un creyente recibe a Cristo, el Espíritu inicia una operación en él proveyéndole de la fe necesaria para seguir adelante en su perfección. Sin embargo, muchos cristianos dejan apagar ese espíritu de fe haciendo que ésta sea una proclamación vacía e inútil. No tienen obras de fe.

Cuando Cristo murió en la cruz dijo: "Consumado es.", es decir, con su muerte cumplió todo lo que se necesitaba para pagar el castigo de los pecados de los hombres y para comprar la salvación de toda la humanidad, todo quedó consumado por los sufrimientos y la muerte de Cristo en la cruz. El intentar sugerir que un hombre pueda hacer algo más, o necesitar algo más de lo que Cristo ya hizo y proveyó, es repudiar el testimonio de la bendita Palabra de Dios y desacreditar la virtud del sacrificio expiatorio de Cristo. Sugerir, como lo hacen ciertos predicadores, que hay que hacer ciertas obras buenas como diezmar u ofrendar generosamente, u obedecerlos ciegamente para lograr la salvación, es anular el sacrificio de Cristo.

En otras palabras, cualquier intento del hombre por ganar su salvación por medio de sus "buenas obras" es, literalmente, UN ULTRAJE PARA DIOS, un desprecio por el sacrificio de Cristo. Una afirmación de este tipo lleva en sí la implicación de que el sacrificio de Cristo fue incompleto, imperfecto... y que se necesitaría algo más para hacerlo perfecto.

Pablo enseña lo siguiente:

Pero al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. (Romanos 4:4-5)

Pablo afirma que a quien obra se le debe un salario. Y ¿cuál es el salario de todo pecador que pretenda, por sí mismo, conseguir la salvación..?

porque la paga del pecado es muerte, (Rom 6:23)

Todo lo que haga una persona que no haya sido salva mediante la gracia, recibe el pago de la muerte. Ese es el salario merecido.

Así que lo primero que tiene que hacer un hombre, para ganar su salvación, es dejar de obrar. Debe dejar de intentar ganarse la salvación mediante sus obras. La salvación viene únicamente por la fe, sin hacer nada más que creer.

Ir tras la salvación por obras fue el gran error de Israel:

Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué..? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras. (Romanos 9:31-32)

Los israelitas no alcanzaron la salvación que Dios había dispuesto para ellos, debido a que ellos mismos intentaron conseguir esta salvación mediante sus propias obras; intentaron lograr la justicia excluyendo a Dios y, obviamente, no la consiguieron.

Lamentable y terriblemente, ese es el mismo caso de millones de cristianos hoy día. Multitudes de creyentes creen firmemente que deben hacer algo más para ganar su salvación. Se esfuerzan por orar, por ayunar, por hacer obras de misericordia, por obedecer ciegamente a sus líderes religiosos; cantan salmos, lloran, claman, trabajan en lo que les ordenen sus pastores.... Pero todo es en vano. Ellos jamás obtendrán la salvación mientras sigan buscándola por obras y no por fe.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

El escritor inspirado nos dice que ya somos salvos por medio de la fe. No hay necesidad de hacer nada más. Dios nos da ese inmerecido regalo de la salvación a cambio solamente de que creamos; Pablo es enfático en afirmar que no se debe a "obras", para que nadie se gloríe.

Nos salvó, (Dios) no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. (Tito 3:5)

Todas nuestras "obras de justicia" deben quedar excluidas primero, antes de poder recibir la inmerecida salvación por medio de la misericordia de Dios.

Fijémonos que Pablo asegura que la salvación nos llega mediante una regeneración, o nuevo nacimiento, que produce a su vez nuestro lavamiento –la limpieza de nuestros pecados-, y que todo es una obra del Espíritu Santo en nuestra vida.

Entonces, si no necesitamos obras para ser salvos; si, por el contrario, debemos dejar de actuar para poder recibir la salvación, ¿qué papel desempeñan las obras en la vida de un cristiano...?

Las obras de fe
Santiago es enfático al afirmar que la fe sin obras está muerta. ¿Hay alguna contradicción con lo anteriormente expuesto, que no somos salvos por obras sino por fe..?

Empecemos por analizar el texto de Santiago:

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras..? ¿Podrá la fe salvarle..? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha..? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces: También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta..?¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar..? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino..? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14-26)

Como se mencionó al principio de este escrito, tenemos la seguridad de que una persona está viva cuando tiene su espíritu dentro de sí. Cada movimiento o acción es una manifestación visible del espíritu invisible que vive dentro de ella. Cuando el espíritu abandona ese cuerpo, éste deja de actuar y queda inanimado, inerte. La ausencia de actividad, de obras y actos de ese cuerpo, nos asegura que su espíritu ya no está allí.

De igual manera sucede con el espíritu de fe dentro del verdadero cristiano, quien ha nacido de nuevo. Ese espíritu de fe está vivo y activo, y funciona con vida del mismísimo Dios:

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)

La semilla incorruptible del Creador permanece en quien ha nacido de nuevo.

Cuando la semilla incorruptible, la vida de Dios entra en el corazón del creyente, inmediatamente toma control –es evidente que el creyente lo permite- de toda la vida de éste, de todos sus deseos, sus actos, sus pensamientos y sus palabras. Debido a esto, el creyente nacido de nuevo empieza a pensar, hablar y actuar de un modo enteramente diferente a como lo hacía antes.

El creyente nacido de nuevo –con el Espíritu de Dios controlando su vida- empieza a vivir de una manera diferente a la que llevaba antes; empieza a hacer "obras" nuevas, obras que son la evidencia de que tiene fe en su corazón; obras que muestran que el Espíritu de Dios vive dentro de él.

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)

Una persona con la simiente de Dios dentro de él, tendrá que manifestar obligatoriamente que en realidad ha nacido de Dios. No solamente se apartará del pecado sino que la semilla de Dios lo moverá a hacer cosas que su Salvador haría. Una persona nacida de nuevo pensará como Cristo pensaría, y actuará como Cristo actuaría. Y es una verdad incuestionable que nuestro Señor no solamente se apartó del pecado, sino que también hizo el bien. Hizo obras de fe.

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)

Un creyente nacido de nuevo, renovado en el espíritu de su mente y vestido del nuevo hombre actuará justicia de ahí en adelante.

Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago 1: 23-25)


Ejemplos de fe
Observemos los ejemplos de fe citados por Santiago.

¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar..? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. (Santiago 2:21-23)

Santiago nos dice que Abraham creyó a Dios y esto le fue contado por justicia. Quienes afirman que la sola fe (sin obras) de Abraham lo salvó, tienen razón. Sin embargo, Abraham manifestó en acciones que tenía fe en su corazón. No se quedó inerme sino que su fe lo impelió a actuar, a ponerse en acción. Su fe lo movió a salir de Ur; su fe lo movió a ofrecer a Isaac en un altar, en obediencia a Dios. Cada paso de obediencia preparaba a Abraham para el siguiente, fortaleciendo así su fe.

La fe de Abraham fue puesta cuando Dios le ordenó sacrificar a su hijo Isaac: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; (...) pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos. (Hebreos 11:17-19)

Para ese momento, Abraham había obedecido en todo a Dios, había ejercitado su fe paso a paso, y ésta se había fortalecido hasta el grado de estar absolutamente convencido de que Dios podía resucitar a su hijo y regresárselo. Por esta razón, Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac y sólo la intervención directa de Dios impidió que lo matara.

Fue la última vez que su fe estuvo sometida a prueba. Después de esto, Dios lo bendijo prometiéndole que en su descendencia serían benditas todas las naciones de la tierra.

El otro caso que menciona Santiago es el de Rahab:

Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino..? (Santiago 2:25)

Rahab era una prostituta cananea que vivía en Jericó, ciudad que Dios había condenado a la destrucción en manos de Josué. Como todos los pueblos vecinos, los habitantes de Jericó habían escuchado acerca de la manera en que Dios libro a Israel de las manos de faraón. Al contrario de los demás habitantes de Jericó, Rahab estaba convencida de que ese Dios Yahvé era el verdadero Dios y tenía la seguridad de que así como había vencido al poderoso faraón, entregaría a Jericó en manos de los hebreos. Pero no solamente creía eso; Rahab también creía que Yahvé era misericordioso y que podría salvarla a ella y su familia de la destrucción. Rahab no ofrecía sacrificios a Dios puesto que no era israelita, no hacia ceremonias, no diezmaba, no guardaba el sábado... pero su fe la llevó a actuar.

Cuando Josué envió sus espías a Jericó, Rahab los hospedó, los escondió y luego los obligó a escapar a riesgo de su vida y la de su familia. Debido a este acto de fe, Rahab y su familia fueron salvos. Rahab no se contentó con saber que había un Dios verdadero, sino que esa fe la movió a realizar obras y así pudo salvarse.

Santiago también nos habla de otros seres que creen en Dios:

Tú crees que Dios es uno; bien haces: También los demonios creen, y tiemblan. (Santiago 2:19

Los demonios creen en Dios. Y tiemblan de terror. Ellos saben que Dios existe pero esa creencia no les trae salvación sino destrucción. No tienen fe, solo tienen la certeza de que Dios existe pero su carencia de fe hace que no sean movidos a obras de fe. De hecho, es imposible que ellos tengan fe, ya que –como hemos visto- la fe la produce Dios en cada corazón arrepentido.

De igual manera que saber que Dios existe no les trae beneficio a los demonios, en los creyentes que creen pero no actúan su confesión de fe es una falsedad. No tienen fe porque la fe siempre produce actos que la evidencian y la perfeccionan.

Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha..? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Santiago 2:15-17)

El "creyente" que ve en necesidad a un hermano y no le provee lo necesario –pudiendo hacerlo- no tiene fe. Sus palabras de "Id en paz, calentaos y saciaos", son una confesión vacía; ellos están en la misma posición de los demonios que saben que Dios existe pero eso no los salva. El "creyente" que no actúa en beneficio de un hermano necesitado está demostrando que no tiene fe. Lo más grave de todo es que si el "cristiano" no se siente impelido a actuar está evidenciando que no ha nacido de nuevo, y por tanto es necesario que acuda a Dios en oración y suplique su misericordia, que lo provea del regalo de la fe.

La fe siempre, siempre, produce el querer y mueve hacia el actuar:

Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12-13)

Si bien es cierto que no recibimos la salvación por las obras, éstas son la prueba de que tenemos fe. Es mediante las obras que nuestra fe se perfecciona.

Si usted no se siente movido a ayudar a su prójimo, eso quiere decir que Dios no está actuando en su corazón. Por tanto, ocúpese de su salvación urgentemente porque no la ha experimentado. Pida a Dios que lo ayude a fortalecer la fe que produce salvación.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto (la fe) no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

La fe es un regalo de Dios; búsquela. Busque a Dios y verá que él no lo rechazará.

"Al que viene a mí, no le echo fuera.." (Juan 6:37)

¡Qué tremenda promesa de misericordia y amor....!

Dios los bendiga abundantemente.


Ricardo Puentes Melo
Julio 2007.

"HÁGASE TU VOLUNTAD"

¿En realidad deseamos esto...?
(Mateo 6:10)

- Llamo para decirte que de hoy en adelante no puedo volver a hablarte. Eso que estás haciendo es apostasía. Nunca más podremos volver a vernos y espero de todo corazón que regreses a la verdad para que podamos vernos en el Nuevo Orden-. Y colgó el teléfono sin esperar respuesta.

Quien así habló fue una octogenaria tía mía que pertenece a los Testigos de Jehová. Le hizo la llamada a mi madre que por esos días estaba en búsqueda de Cristo en la iglesia de César Castellanos, la Misión Carismática Internacional, y que por obvias razones descubrió que nuestro Salvador no se encontraba en la pirámide del G12. Mi madre no continuó la búsqueda y decidió regresar de cuando en vez a los Salones del Reino de los Testigos de Jehová. Por supuesto, mi tía volvió a hablarle y le quitó el rótulo de "apóstata" que le había colgado antes. De vez en cuando –solo de vez en cuando- mi madre acepta algunas explicaciones bíblicas que refutan sus creencias impuestas por el Cuerpo gobernante de los Testigos de Jehová mediante publicaciones como La Atalaya, Despertad y otros libros y folletos.... pero aún así no actúa conforme a lo que aprende de la Biblia.

Al igual que mi madre, muchos Testigos de Jehová perciben que "algo anda mal" en su religión pero no se atreven a hacer manifiesto esa inquietud por temor a ser tachados de apóstatas y de –sinceramente lo creen- ser rechazados por el mismísimo Creador.

Este temor, sin embargo, no es exclusivo de los Testigos de Jehová; también forma parte de las creencias de los llamados "cristianos evangélicos" pertenecientes a las denominaciones más diversas. Todos ellos se sienten en la obligación de permanecer donde están –en sus denominaciones- porque están convencidos de que Dios los colocó allí y que es la voluntad Suprema que permanezcan en esas iglesias o sectas.

Es conmovedor ver a estos creyentes sinceros luchar contra sus conciencias mientras se aferran angustiosamente a su religiosidad tratando de ocultar la gran verdad: No tienen fe.

Por supuesto, la falta de fe de las personas no se debe a que "no hacen lo suficiente" para desarrollarla. La verdad es exactamente lo contrario: Si una persona quiere tener fe, debe –primeramente- dejar de actuar y permitir que Dios lo haga. Un creyente que se esfuerce por lograr una medida de fe sin haberse arrepentido antes, sin haber tomado la decisión de regresar a Dios, está arando en el mar; sus esfuerzos nunca fructificarán.

¿Qué es la fe..?
Como ya lo hemos visto antes, fuera de las Escrituras la palabra fe tiene varios significados. Pero nos interesa conocerla desde el punto de vista de las Escrituras, la fe bíblica tiene dos características bien definidas: La fe siempre se origina en la palabra de Dios y 2) La fe siempre está relacionada en forma directa con la palabra de Dios.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1)

Muchos cristianos que no conocen bien la Palabra, están convencidos de que fe es la certeza de lo que se espera, cualquier cosa, incluso si lo esperado no tiene nada que ver con la voluntad de Dios registrada en la Biblia. Nada más falso. Esa "certeza de lo que se espera" únicamente está relacionada con la Palabra de Dios, esa "convicción de lo que no se ve" es únicamente lo que se nos ha revelado en las benditas Escrituras.

Esta "falsa fe" que se nos enseña a tener en las diversas denominaciones y sectas, tiene que ver más con nuestras propias expectativas y deseos, que con la voluntad divina. Se nos dice que debemos tener fe en que Jesús le habla audiblemente a César Castellanos ordenándole que le exija a cada creyente ofrendar uno o dos millones de pesos para que él compre un jet o construya un gran complejo de edificios; se nos enseña a comprar milagros con nuestros diezmos y ofrendas, se nos dice que si ofrendamos generosamente, Dios multiplicará por mil nuestra "inversión"; pero esto no sucede para muchos creyentes que se frustran al ver que a otras personas aparentemente sí les funciona esta especie de negocio con Dios. Otros ven cómo personas se sanan físicamente mientras ellos mismos no encuentran remedio para sus propios males y se culpan entonces de su poca fe. Sea cual sea el caso, en la mayoría de las ocasiones, el creyente tiene una falsa idea de lo que es la fe.

Sabiendo que la fe solamente se origina en la Palabra de Dios, y que está relacionada con ella, podremos entender que únicamente lo que está contenido en las benditas Escrituras es susceptible de nuestra fe. Si la Biblia nos dice que por la herida de Cristo hemos sido sanados, hay que creerle a ella, no a nuestra experiencia física; si la Palabra de Dios nos asegura que ningún cristiano será abandonado ni su prole tendrá que mendigar por pan, pues hay que creer firmemente en ello; de igual manera, si la Biblia nos dice que quien busque primeramente el reino y su justicia tendrá por añadidura las otras cosas necesarias, no hay otro camino válido que creerle al Señor; si la bendita Palabra de Dios nos dice que todas las cosas las recibimos de Dios de manera gratuita, sin necesidad de comprarlas con nuestros diezmos y ofrendas, pues esa es la verdad.

Naturalmente, es muy difícil que un recién convertido tenga fe en estas cosas. Un bebé espiritual, que no haya andado en el camino de la fe, jamás podrá experimentar lo que es descansar en las promesas del Señor. Mientras solamente le crea a su pastor o líder religioso, su fe jamás podrá perfeccionarse; solamente será posible hasta que aplique la instrucción bíblica de: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:17). Solamente el mensaje de la Palabra de Dios puede producir la fe. Ningún discurso humano, de ningún líder espiritual, puede lograr producir un céntimo de fe. De esta manera, podemos ver la importancia de cotejar con la Palabra de Dios lo que nos enseñan tales líderes.

Muchos que se llaman a sí mismos "cristianos" consideran que escuchar a un pastor, anciano o líder religioso, es lo mismo que escuchar la Palabra de Dios. Asisten a sus oficios religiosos, escuchan una predicación, leen brevemente algunos textos bíblicos y creen que eso es escuchar la palabra de Dios. Por supuesto, no todos los mensajes predicados desde los púlpitos están alejados de la Biblia; la mayoría de nosotros hemos empezado nuestro camino en la fe gracias a un mensaje escuchado en una denominación, en la calle o a través de un medio de comunicación. Ese primer acercamiento a Dios donde alguien nos ha hablado de su existencia y de algunos de sus propósitos, nos lleva a tener una pequeña medida de fe. Pero tal pequeña medida pronto se extinguirá si no avanzamos en el estudio personal de las Escrituras, cual es la única manera en que el Espíritu Santo entrará en nuestras vidas para guiarnos a "toda verdad".

Tristemente, millones y millones de "cristianos" jamás dejan de ser "bebés espirituales". No importa que lleven años y años asistiendo a una iglesia denominacional, nunca avanzan hacia la perfección en Cristo simplemente porque prefieren ser guiados por pastores, ancianos, líderes religiosos o concilios, que por el Espíritu Santo de manera personal e invisible.

Esta clase de "cristianos" no permite que su fe crezca. Y ésta no puede crecer simplemente porque no avanzan en ella fijando su vista en el Invisible, aceptando la guía del Espíritu de Dios. En cambio, depositan su fe en lo que los líderes religiosos les obligan a creer. A su vez, los pastores y demás líderes no están interesados en que los feligreses conozcan realmente las Escrituras ya que es ese "conocimiento" lo que les da a estos guías espirituales el poder que detentan sobre el resto de fieles. Su "autoridad espiritual" está sustentada en el desconocimiento escritural del resto de los creyentes. Y, hay que decirlo, su sustento económico depende de la sujeción de los fieles a su autoridad humana.

De esta manera, la fe inicial que Dios siembra en el recién convertido, pronto se va extinguiendo hasta que se apaga totalmente para convertirse en una serie de meros servicios religiosos sin ninguna aprobación de Dios. La acción sobrenatural del Espíritu Santo va perdiendo fuerza debido a nuestra comodidad, a nuestro miedo a ser guiados por Él hacia Cristo.

No apaguéis al Espíritu. (1 Tesalonicenses 5:19-21)

¿Qué es la verdad..?
A lo largo de muchos siglos, filósofos, antropólogos y psicólogos han afirmado que el testimonio de nuestros sentidos físicos es variable y subjetivo. Lo que para una persona puede ser de color verde, para otra puede ser azul; lo que para una persona puede ser peligroso, para otra puede ser un juego; lo que para un grupo cultural es pecado, para otra cultura puede ser sagrado. Debido a este "relativismo cultural" es que se han desarrollado sangrientas guerras y asesinatos fraticidas. Simplemente, lo que para uno puede ser verdad, para otra persona no lo es.

Por esto, Pilato le preguntó a Jesús: "¿Qué es la verdad...?" (Juan 18:38)

Jesús no le respondió en esta ocasión puesto que ya lo había dicho: "Tu palabra es verdad..". (Juan 17:17)

Ese es el meollo de todo. Reconocer que solamente la bendita palabra de Dios es la verdad, y actuar conforme a ella, es lo que verdaderamente se define como fe. Creer que solamente la palabra de Dios es la verdad, es lo que nos dará la salvación.

Increíblemente, ni Testigos de Jehová ni cristianos denominacionales, ni católicos, quieren considerar lo que la palabra de Dios dice. Ellos solamente quieren creer en lo que les dice el Cuerpo Gobernante, el Concilio, el pastor, el "profeta" o cualquier otro líder, sin sentarse a considerar personalmente lo que Dios enseña en su Palabra. Y es que esta actitud es mucho más fácil y cómoda.

Tristemente, además de cómoda, esta postura también es sumamente peligrosa.

La clave de la fortaleza espiritual de los primeros cristianos, estaba precisamente en que ellos no daban por sentado ni siquiera lo que los apóstoles les enseñaban. Ellos acudían a las Escrituras para corroborar lo dicho. Tenían la experiencia de la fe, que producía un conocimiento definido de lo que ellos habían creído.

Yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. (2 Timoteo 1:12)

Note que Pablo no dijo: "Yo sé en qué he creído". Dijo: "Yo sé a quién he creído".

Pablo no tenía depositada su fe en ningún humano; el fundamento de su fe no era una iglesia, un credo o una denominación, sino que su fe se centraba en una persona a quien él conocía en una relación personal y directa: Jesucristo. Una relación personal y directa que también se hace posible para nosotros hoy. Cuando le creemos a Cristo, reconocemos que solamente él es la verdad: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". (Juan 14:6)

Alrededor del mundo existen personas que prefieren depositar su fe en lo que les dice un líder espiritual, en las reglas y dogmas dictados por una iglesia o concilio, despreciando de esta manera la personal e invisible guía del Espíritu Santo.

La enseñanza bíblica de la salvación que proviene de la fe en el sacrificio de rescate de Jesucristo ha sido complementada con enseñanzas de hombres que le han añadido detalles que sobrepasan lo que enseña la propia Escritura. Nadie puede ser salvo, aseguran, si no permanece dentro de la iglesia denominacional, sujeto al obispo, anciano, pastor o superintendente. El papel distintivo del Hijo de Dios con respecto a la salvación pierde su exclusividad. Los líderes religiosos involucran dentro de este papel salvador a otros hombres –ellos mismos-, o a los superintendentes, pastores, ancianos y a la propia organización eclesiástica, usurpando el papel dador de vida de Cristo, y auto-convirtiéndose también en algo necesario para la salvación.

Ellos sencillamente no saben explicar el verdadero significado de las palabras inspiradas y resumidas en esta gran verdad:

El justo por su fe vivirá. (Habacuc 2:4)

Esta declaración de Habacuc se cita 3 veces en el Nuevo Testamento: Romanos 1:17; Gálatas 3:11; y en Hebreos 10:38.

Esta corta oración contiene una verdad tan grande e intensa, que ha sido capaz de impactar de una manera sobrenatural la historia de la humanidad.

Esta verdad hizo posible que la iglesia apostólica, siendo una minoría despreciada, haya puesto de rodillas, derrotado, al mismo emperador romano, la cabeza del imperio más poderoso que haya existido jamás. Esta verdad fue la que hizo posible que otro puñado de cristianos, al colocar Lutero la Biblia al alcance de todos, lograra hacer temblar a la poderosa y demoniaca iglesia Católica al verse expuesta y desenmascarada por la misma palabra de Dios.

Cuando el pasaje menciona la palabra "vivirá", lo que nos quiere decir es que el justo depende de la fe para todos los ámbitos concebibles de su existencia. "Vivir" abarca todas las dimensiones de la personalidad y el diario vivir del ser humano. "Vivir", involucra cualquier actividad física, mental y espiritual del hombre. Así que podemos ir dándonos una idea de la grandeza de esta verdad: "El justo por su fe vivirá.."

El justo por su fe vivirá, quiere decir ni más ni menos que todas las facetas de nuestra vida deben estar motivadas y controladas por la fe. Si esto no sucede, la persona no será aceptada por Dios.

Hasta un sencillo acto, como dormir o comer, debe hacerse con fe.

Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado. (Romanos 14:23)

Como ya sabemos que la fe es creer en lo que la palabra de Dios nos dice, podemos entender que "comer con fe" sencillamente significa reconocer que Dios nos provee el alimento (Santiago 1:16,17; Filipenses 4:19; Salmo 136:25; Lucas 12:24); sabiendo que Dios es nuestro proveedor, actuamos conforme a esto y le damos gracias antes de comer (1 Timoteo 4:4,5; Mateo 26:26; 1 Samuel 9:13; Mateo 14:19; Hechos 27:35; 1 Corintios 10:30); también, sabiendo que el alimento viene de Dios, inferimos que la fortaleza y salud que éste provee, debe ser utilizada consecuentemente en el servicio a Dios (1 Corintios 6:13)

Todo lo que no proviene de fe, es pecado. (Romanos 14:23); puede sonar un tanto exagerado pero de ninguna manera lo es. No hay ninguna otra manera de ser acepto a los ojos de nuestro Dios. Toda nuestra existencia debe estar gobernada por el principio supremo de la fe. Toda nuestra existencia debe estar controlada por el Espíritu Santo ya que solamente Dios nos provee la fe necesaria para poder vivir de acuerdo a su santa voluntad;

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

Esta verdad es muy simple. El único camino que nos da vida eterna es Jesucristo, no hombre u organización religiosa alguna. Cuando el hombre busca la dirección y guía divinas en cada acto de su vida, cualquiera que éste sea, experimentará esta verdad tan sencilla como maravillosa de "el justo por su fe vivirá". Esa es la gran respuesta de Dios para todas las dificultades del hombre. Esa es la respuesta de Dios a las oraciones del hombre.

Si las personas aplicaran este principio en sus vidas podrían superar confiadamente cualquier tipo de problema. Lamentablemente ese no es el caso para la mayoría de personas –ni siquiera de creyentes. Incluso quienes ya han recibido a Cristo en sus vidas, han puesto su esperanza en otros hombres desatendiendo el consejo divino y despreciando el don gratuito e inmerecido que Dios ha preparado para ellos.

En "El justo por su fe vivirá", la palabra hebrea traducida por fe incluye al mismo tiempo las ideas de lealtad y firme confianza. ¿Lealtad a quién...? A Dios. ¿Confianza en quién..? En Dios; confianza en que Él hará lo que ha prometido en su palabra.

Y ahora, Señor, que la palabra que tú has hablado acerca de tu siervo y acerca de su casa, sea afirmada para siempre, y haz según has hablado. (1 Crónicas 17:23)

HAZ SEGÚN HAS HABLADO. En esa petición se concreta nuestra fe. Ni más ni menos.

Esta es la misma clase de fe que manifestó la joven virgen María cuando el ángel Gabriel la visitó con un mensaje procedente de Dios. Ella dijo:

Hágase conmigo conforme a tu palabra. (Lucas 1:38)

Ese es el secreto, grande y simple a la vez, de la fe bíblica: Hágase conforme a tu palabra. Una vez que la fe bíblica se ha formado dentro en nuestro corazón escuchando la palabra de Dios, nuestra reacción siguiente producida por el Espíritu Santo, es el rendirnos totalmente a Dios expresándole nuestro deseo de que se haga Su voluntad en nosotros, no la nuestra.

Vosotros, pues, oraréis así: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén". (Mateo 6:9-13)

Y conocer cuál es la voluntad de Dios solamente es posible mediante escudriñar las Escrituras; la voluntad de Dios no se nos revelará acudiendo a falsos profetas o pronosticadores de sucesos, pastores, o cualquier otro tipo de líderes religiosos. Sean o no hombres temerosos de Dios, ningún ser humano puede convertirse en el camino, ningún hombre puede obligar a otros a hacer su voluntad.

La tendencia de los hombres a buscar la imposición de su propia voluntad sobre otros, es una disposición contra la que Jesucristo vio necesario hacer frecuentes y contundentes advertencias a sus discípulos.

Si todos los cristianos nos despojáramos de creencias preestablecidas y nos centráramos en estudiar la Palabra de Dios prescindiendo de la influencia de organizaciones y de la imposición autoritaria de pastores y líderes religiosos, podríamos comprobar la certeza escritural de que el Espíritu Santo nos guiará a toda verdad (Juan 16:13), es decir, a Jesucristo mismo. Podríamos comprobar entonces que la jefatura legítima y única de nuestro Señor es la vía para obtener la verdad, el conocimiento de Dios, y la verdadera unidad cristiana.

Esa es, a mi modo de ver, la fe que nos da vida eterna y que nos permite clamar gozosamente a nuestro Padre celestial: "Hágase tu voluntad".


Ricardo Puentes M.
Junio de 2007

"Si no os arrepentís, pereceréis igualmente"

¿Cómo evitar perecer ...?

Le respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo
que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
(Juan 3:3)

En Juan 3:3, Jesús habla de la necesidad de nacer de nuevo. Como vimos en el estudio anterior, ese "nacer de nuevo" significa literalmente "nacer de lo alto", "nacer de arriba". Y vimos también que este nuevo nacimiento es producido mediante el bendito Espíritu Santo que actúa cuando estudiamos las sagradas Escrituras. O sea, este nuevo nacimiento es un proceso que requiere de un tiempo no especificado. De esto hablaremos en otra ocasión.

Lo importante aquí, referente al tema que tratamos, es que ese nuevo nacimiento jamás será posible sin el arrepentimiento, que significa tomar la decisión de cambiar de opinión y regresar a Dios.

Vimos también que es imposible que uno se arrepienta sin que en este proceso intervenga Dios. Nadie puede arrepentirse si Dios no lo toca para arrepentimiento:

"Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no le atrajere." (Juan 6: 44).

"Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.." (Santiago 1:18)


El arrepentimiento es la primera respuesta del pecador ante la Palabra
Cuando una persona estudia las Escrituras, el Espíritu Santo la "toca" para arrepentimiento. Todos los que hemos leído la Biblia, hemos sentido ese "toque" para arrepentimiento. Si estamos en una denominación y leemos en la Biblia que ciertas cosas que suceden allí no son correctas, no hay que dudarlo, es el Espíritu Santo en acción. Igual es ese sentimiento de descontento que albergan muchos cristianos. Puede que estén asistiendo a una iglesia, que oren más o menos frecuentemente, que canten, que ofrenden; pero ese vacío permanece allí. Es por esto que muchos creyentes asisten religiosamente a los cultos de su denominación buscando llenar ese vacío; y lo logran por un poco de tiempo, pero ese mismo sentimiento regresa haciendo necesario que se acuda de nuevo al templo a cantar y llorar una y otra vez sin encontrar remedio permanente para esta situación. Eso quiere decir que falta verdadero y bíblico arrepentimiento.

Estos sentimientos de descontento y duda internos, les suceden a muchos creyentes sinceros que perciben mucha dicotomía entre lo que se enseña y lo que se hace en sus respectivas religiones. Conozco un hombre, un "líder" de la Misión Carismática Internacional G12 que lleva muchos años experimentando serias dudas sobre la validez de las alegaciones de esta religión. No encuentra sustento bíblico en el despliegue publicitario que hacen los Castellanos de sí mismos y de su familia, ostentando con vanidad lo enormemente que han sido "bendecidos" por Dios en sus riquezas materiales, pasando por alto los principios bíblicos de humildad y mesura:

Los que confían en sus bienes y de sus muchas riquezas se jactan, ninguno de ellos podrá, en manera alguna, redimir al hermano ni pagar a Dios su rescate. (Salmo 49:6,7)

Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. (Filipenses 2:3)

Igual sucede en todas las religiones del mundo. Sin embargo, estas personas que se sienten "incómodas", con las cosas que ven en los líderes religiosos de sus denominaciones, "sienten" que esa iglesia donde están es la iglesia verdadera de Dios y están convencidos de que "Dios se hará cargo de la situación". Casi por unanimidad, estas personas no aceptan que se hable negativamente de sus líderes alegando que si lo permiten, es como si tocaran a "la niña de los ojos de Jehová", y cosas terribles vendrán sobre ellos. Este pensamiento es más común de lo que se cree. Y es notoriamente especial en las organizaciones religiosas tipo "sectas" donde se les enseña a los seguidores a no escuchar a los disidentes ni a leer literatura que ataque a los líderes ya que éste es –aseguran- apóstata.

Como asegura un comentarista bíblico: "La verdad, es que no hace falta ser una persona espiritualmente fuerte para simplemente aceptar sin discutir lo que la iglesia particular enseña y obedecerla estricta y ciegamente. Por el contrario, sí que se requiere fortaleza de personalidad y de espíritu para debatir, investigar, probar, y entonces actuar por convicción propia, sin importar lo que diga la iglesia o cualquier otro."

Cuando el creyente sabe que algo anda mal con su modo de adoración, debe arrepentirse, debe regresar a Dios, debe tomar la decisión de cambiar de rumbo y, entonces, volver a Dios. Y la única manera de volver a Dios es, como ya vimos, mediante Cristo, mediante el estudio de su Palabra.

Como dijo Lutero, "no es prudente ni correcto obrar en contra de la conciencia propia".

Esto significa que si uno no hace caso de su conciencia, puede ser muy peligroso... Puede hasta perder su propia salvación.

"Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente". (Lucas 13:3, 5)
Jesús estaba hablando de unos hombres que murieron cuando estaban realizando un rito religioso. Mientras estaban ofreciendo sus sacrificios en el templo, estos hombres murieron ejecutados por Pilato. Su sangre se mezcló con la sangre de sus sacrificios. Pero Jesús aseguró que estos hombres no habían salvado sus almas porque no se habían arrepentido. Sus sacrificios religiosos no estaban fundados en el verdadero arrepentimiento.

Esa terrible advertencia también nos atañe hoy día. Muchos creyentes practicantes están convencidos de que sus ceremonias religiosas, sus cánticos, sus llantos, sus ayunos, sus diezmos y ofrendas podrán salvarlos, cuando lo cierto es que, si no están basados en el arrepentimiento, perecerán, irán a condenación eterna. De nada valdrá la "sinceridad" del error. Si no se han vuelto de su camino para encontrar a Jesús a través de la Biblia –solamente su Palabra- puede caber la posibilidad de que llegue la hora en que sea demasiado tarde. Hay un punto sin retorno donde el Espíritu Santo deja de actuar para arrepentimiento.

¿Es posible llegar a un punto donde no haya lugar para el arrepentimiento...?
Definitivamente sí.

El ejemplo perfecto de un hombre que, a pesar del intenso dolor y angustia, no haya encontrado arrepentimiento, fue Judas.

Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Más ellos dijeron ¿Qué nos importa a nosotros..? ¡Allá tú..! (Mateo 27:3-4)

Muchas versiones usan la palabra "arrepentido" en este pasaje. Sin embargo, la palabra griega usada en este texto, no es "metanoein", sino "metamelein", que se traduce frecuente y erróneamente como "arrepentimiento", pero que significa exactamente: "remordimiento", "angustia". Vemos que Judas sintió un intenso dolor y una enorme angustia pero no pudo cambiar de idea ni de rumbo. En cambio, tomó la decisión de ahorcarse y eso hizo. Cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.. (Hechos 1:25). Judas no cambió de decisión ni de rumbo. No regresó a Dios.

Fíjese que ese intenso dolor y angustia de Judas no significaban que estaba arrepentido. Tampoco quiere decir que se soslayaba con la muerte de Jesús, no sintió placer por sus actos una vez cometidos. Por el contrario, -es necesario recalcarlo- sintió angustia y dolor. Pero ya no podía arrepentirse. Sus actos lo habían llevado demasiado lejos y el camino de regreso al Padre ya no existía. Sobrepasó el "punto del arrepentimiento" y el Espíritu Santo había dejado de moverlo al arrepentimiento.

Así, vemos que la idea generalizada de que arrepentirse significa sentir angustia y dolor, llorar por el pecado cometido, es totalmente errónea. Los gnósticos aseguran que Judas fue un pobre mártir que no tuvo otra opción que entregar a Jesús porque "alguien debía hacerlo" para que la Escritura se cumpliera. Nada más falso y perverso.

El ejemplo de Judas nos enseña que es posible que un hombre, por su obstinación y maldad, por empecinarse en seguir su propio camino, llegue a un lugar en donde sea imposible volver atrás; es posible que el Espíritu Santo se aleje de él y, así que la puerta del arrepentimiento se cierre para el pecador.

Otro ejemplo fue el de Esaú . Por una sola comida vendió su primogenitura:

Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas. (Hebreos 12:17)

Esaú repudió las bendiciones de Dios relacionadas con la primogenitura. Posteriormente, lo lamentó e intentó recuperar la bendición, pero fue "desechado". "no hubo lugar para el arrepentimiento". No había oportunidad de cambiar lo sucedido.

Muchos creyentes hacen lo mismo hoy que lo que hicieron Esaú o los galileos asesinados por Pilato. Por complacencia carnal o por aferrarse a su religiosidad desprecian las bendiciones de Dios. Luego, cuando entienden su error, se lamentan por esas eternas bendiciones que despreciaron pero ya no es posible el arrepentimiento para ellos. De igual manera, como los galileos asesinados, también es posible que mueran sin saber que despertarán en una eternidad perdida, alejados de Dios.

El mejor ejemplo de arrepentimiento
En el relato del libro de Lucas, capítulo 15, versículos 11 al 32, nos enteramos de un hijo que le dio la espalda a su padre. Pidió su herencia y partió hacia una tierra lejana donde despilfarró todo lo que tenía viviendo en pecado. Tiempo después se encontró hambriento, vestido con harapos, viviendo en medio de los cerdos. Este hijo pródigo, entonces, "volvió en sí" y tomó la decisión de "regresar" a su padre; dijo: Me levantaré e iré a mi padre (v.18). El hijo no solamente tomó la decisión sino que, llevó a cabo esa decisión: Y levantándose vino a su padre. (V.20).

Ese es el verdadero arrepentimiento. El hombre, cuando nace en este mundo, ya ha partido lejos de su hogar y de su Padre celestial; ha nacido en pecado. Todo lo que haga de ahí en adelante es pecado, no importa si a sus propios ojos son justicias (Isaías 64:6). Es entonces cuando el Espíritu Santo lo hace darse cuenta de la terrible realidad en que vive. Todos los hombres, alejados de Dios, hemos estado viviendo entre la inmundicia de los cerdos. Igualmente, todos, por la misericordia de Dios, nos hemos dado cuenta de ello en algún momento de nuestras vidas. Pero la salvación no se gana por uno darse cuenta de su situación. La salvación se consigue solamente si uno lleva a cabo la decisión de "volver al Padre".

En denominaciones alrededor del mundo, las personas se dan cuenta de que sus iglesias y líderes están llenos de inmundicia y pecado. Piensan erróneamente que Dios cambiará la situación de tal iglesia cuando la verdad es que, como en la parábola del hijo pródigo, el Padre no cambia a los cerdos en príncipes, ni cambia la situación de la porqueriza. Uno es el que debe salir de tal situación.

Jamás será cierto lo que aseguran los líderes religiosos cuando dicen que "si Dios te puso en una iglesia, quédate en esa iglesia", culpando a Dios de la situación y aseverando que no importa dónde esté uno congregándose, si se es sincero Dios lo salvará. Parte de esto es cierto: Dios toca al creyente sincero para que se salga de ese lugar y vuelva a Dios. Pero es el creyente el que ejecuta la acción. La Biblia es clara al mencionar que sí interesa en qué religión esté uno y también urge a salirse de ella para no ser partícipe de sus pecados y su castigo:

Y oí otra voz del cielo, que decía: "¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!, (Apocalipsis 18:4 )

"¡Huid de en medio de Babilonia¡!Poneos a salvo, para que no perezcáis a causa de su maldad!, porque es el tiempo de la venganza de Jehová: él va a darle su merecido, ¡Salid de en medio de ella, pueblo mío, y salvad vuestra vida del ardor de la ira de Jehová! (Jeremías 51:6,45)

La decisión es solamente suya. ¿Está dispuesto a escuchar la voz de Dios o, por el contrario, desatenderá su llamado...?

Si decide simplemente sentarse a esperar a que Dios "cambie las cosas en la iglesia", tenga muy presente que el Espíritu Santo extenderá su misericordia tanto como sea posible pero que -es bíblico- llegará un momento en que sea imposible regresar a Dios.

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano (Isa 55:6)

Gracias a Dios, Él sigue llamando a sus escogidos al arrepentimiento:

Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis; (Amós 5:4 )

Nadie podrá decir que ha buscado y no ha encontrado. Nadie podrá decir que está engañado.

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mat 7:7,8)



Dios los bendiga con creces


Ricardo Puentes M.
Junio 2007

Arrepentimiento

¿Sabemos realmente lo que significa...?

Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
(Lucas 13:3, 5)

Todos conocemos el caso de personas cuyas vidas son un rosario interminable de desgracias, enfermedades, frustraciones y verdaderas tragedias que nunca terminan. Nos parece extraño e injusto que junto a esta clase de personas, existan otras con antecedentes similares de crianza y educación cuyas vidas marchan de éxito en éxito, llenos de felicidad y carentes de problemas realmente serios.

Incluso personas que se consideran cristianas, personas que llevan años asistiendo a una iglesia, que oran frecuentemente, que hacen obras de caridad, que sienten en su corazón que realmente aman a Dios, no encuentran el alivio que Jesús prometió traer a quien lo buscara:

"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.." (Mateo 11:28)

Muchos creyentes sinceros sienten que en las iglesias donde asisten no encuentran alivio a sus cargas ni ese descanso prometido sino, por el contrario, cada día se encuentran más cargados y trabajados. Por supuesto, jamás se atreven a exteriorizar sus dudas ni a hablar de cómo realmente se sienten debido al temor de ser señalados como débiles en la fe o, lo que es peor, a ser acusados de pecadores o de ser portadores de una maldición generacional, una cadena de iniquidad que aún no ha sido rota y a la cual se le atribuyen la razón de todos sus males y desdichas.

Aún cuando el creyente no se vea atacado por toda una serie de males y desventuras, es posible que haya un área de su vida donde perciba que no tiene ningún control o que éste es difícil de lograr. También en este caso, la debilidad se atribuye a una maldición generacional que ha generado la potestad demoniaca sobre esta área en particular.

Siendo sinceros, muchos no encuentran razones para creer totalmente en que las palabras de Jesús se pueden cumplir de una manera literal y completa en sus propias vidas.

También existe otro tipo de creyentes que sienten que sus problemas, sus penurias, hambres y necesidades son una especie de castigo autorizado por Dios como expiación por los pecados pasados que se cometieron antes de haber conocido a Cristo.

En cualquiera de estos casos, los creyentes basan sus conclusiones en meras especulaciones basadas en un conocimiento insipiente de la palabra de Dios. Casi sin excepción, quienes creen de esta manera tienen un conocimiento fragmentado de las Escrituras o, por cualquier razón, nunca han profundizado en el estudio de éstas.

¿Por qué sucede esto..?

Básicamente porque una vez que han oído acerca de Cristo, y han creído en él, consideran que con tal acción es más que suficiente para ganar su salvación.

Lamentablemente, esto no es enteramente cierto. La Biblia enseña claramente que una vez que se ha aceptado a Cristo, se debe iniciar una instrucción de las doctrinas fundamentales del cristianismo (Hebreos 5 y 6). Aunque la salvación depende de tener fe en Cristo y su sacrificio expiatorio, tal fe es mucho más que el conocimiento o aceptación mental de este hecho. En realidad, la fe bíblica no tiene nada que ver con el concepto de fe que la gente comúnmente maneja. Cristianos por millares están convencidos de que su fe, por sí sola, sin necesidad de estudiar las Escrituras les ganará la salvación. Pero la misma Biblia contradice tal cosa. La bendita palabra nos asegura que la verdadera fe se produce únicamente por el escuchar atentamente la palabra de Dios.

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:17)

Ignorando esto, algunos usan la palabra "fe" con mucha ligereza. Se habla de tener fe en algo, en una persona o en cualquier cosa que se desee creer. Sin embargo, la fe bíblica no significa creer en cualquier cosa que nos parezca o que deseemos tener, así estemos convencidos en nuestros corazones que Dios nos la dará por el sólo hecho de desearla.

La fe bíblica es creer que Dios significa lo que ha dicho en su Palabra; que Dios hará lo que ha prometido hacer en su palabra. Así, si –por ejemplo, nosotros decimos tener fe en que seremos millonarios y le pedimos a Dios con fervor que ese deseo se cumpla mientras nos autoconvencemos de que así será, estamos alejándonos peligrosamente de Dios permitiendo que deseos engañosos se confundan con la fe. Dios no habla de que nuestro propósito en esta tierra sea el convertirnos en millonarios o dirigentes políticos. Y por más que hagamos esfuerzos mentales por creer esto último, el asunto no tiene nada que ver con la fe.

Esto se puede evitar fácilmente con el conocimiento correcto de la Biblia. Pero cuando se plantea el asunto a muchos creyentes, estos rechazan de plano la idea asegurando que Dios puede actuar en ellos sin necesidad de conocimiento bíblico profundo. Esta clase de creyentes le dan más importancia al "sentir" que al "estudiar" confiando su crecimiento espiritual a lo que le dicte su corazón. Pero un corazón que no haya sido entrenado y ocupado por el bendito Espíritu Santo, será un corazón engañoso que lo conducirá al error donde será presa fácil del enemigo. De igual manera, el Espíritu Santo no ocupará un corazón donde no haya entrado la verdad bíblica.

Otro tipo de cristianos creen sinceramente que con hacer una oración para recibir a Cristo en su corazón y de ahí en adelante mantenerse alejado del pecado y hacer obras buenas, tales cosas le asegurarán su salvación. Nuevamente, y por desgracia para ellos, esto no es cierto.

Si se dedicaran al estudio sistemático de la Palabra, junto a la oración constante, sabrían que este tipo de obras, por más "buenas" que las consideremos, no son para Dios más que "obras muertas", inmundicia; si conocieran la doctrina del arrepentimiento de obras muertas, sabrían que éstas comprenden todos los actos de nuestra vida que no están basados en el arrepentimiento y la fe, y que tales actos incluyen actos religiosos, incluso del cristianismo practicante, si estos no se hacen con base en el arrepentimiento. Si ellos supieran esto, podrían entender las palabras del profeta Isaías:

Y todas nuestras justicias (son) como trapo de inmundicia. (Isaías 64:6)

¿Cuál es la razón por la que no se da al estudio de la Biblia la importancia que ésta misma reclama...?

Básicamente, porque la mayoría de líderes religiosos desvían la atención debida a las Escrituras hacia sí mismos; desvían la fe de los hombres hacia sistemas humanos, hacia personas que se apropian de la autoridad bíblica y se autoproclaman como canales de Dios para los hombres y viceversa. Al hacer esto, descarrían del camino a las personas que andan en busca de Dios, ocultando –intencionalmente o no- que el Espíritu Santo es quien guía a cada persona a la verdad; de esta manera, las personas que andan en busca de Dios no llegan nunca a encontrarlo ni a conocerlo plenamente, tal como Él desea que cada uno de nosotros lo conozca. Por otro lado, para la inmensa mayoría de las personas, es mucho más fácil esperar a que alguien le señale el camino que el investigarlo por cuenta propia guiados por el invisible Espíritu de Dios.

Esa guía personal del Espíritu Santo comienza con una milagrosa operación dentro del corazón de cada creyente a la que la Biblia denomina como "nacer de nuevo" o "nacer del Espíritu". Esta operación milagrosa es el inicio de la vida de todo creyente y conduce al arrepentimiento de obras muertas como primer paso hacia nuestra salvación.

Pero, ¿qué significa exactamente el arrepentimiento...?

Al contrario de lo que muchos creen, arrepentirse –bíblicamente hablando- no es acongojarse por las cosas malas que uno pueda haber hecho. Algunas personas creen que arrepentirse es pedir perdón y derramar muchas lágrimas de dolor por causa de algún pecado cometido. Sin embargo, a la luz de la Biblia, es posible que una persona llore amargamente por su pecado y, con todo, jamás haberse arrepentido. Es posible que una persona haya pasado el umbral donde ya no es posible arrepentirse.

En el Nuevo Testamento, la palabra "arrepentimiento" en griego es metanoein. Este verbo griego significa "cambiar de idea", "reversar la decisión". Así, es muy claro que el "arrepentimiento" tiene que ver más con una decisión que con un sentimiento. El arrepentimiento es un cambio de decisión.

En el Antiguo Testamento, la palabra más comúnmente traducida para arrepentirse, significa "volverse", "retornar", "volver atrás", "retractarse". Un comentarista bíblico dice que: "Esto concuerda con el significado del arrepentimiento del Nuevo Testamento. La palabra en éste significa tomar una decisión interna, un cambio de idea; mientras que en el Antiguo Testamento significa tomar una acción basada en ese cambio de idea. Y tal acción es "volverse", "darse vuelta"."

Así que, resumiendo, podemos decir acertadamente que el arrepentimiento es un cambio de idea; tal cambio de idea genera una acción que nos conduce en una dirección totalmente nueva, diferente al camino que llevábamos; el cambio de idea nos hace "regresar de vuelta".

La pregunta es ¿regresar a dónde...?

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3)

Este "nacer de nuevo" no significa que tengamos que regresar al vientre materno. El término griego traducido aquí como "de nuevo" es (ánodsen), que significa también "desde su origen", o, literalmente: "de arriba".

Así que la frase, "nacer de nuevo" estaría correctamente traducida como "nacer de arriba" e indica la intervención directa y sobrenatural del Espíritu Santo.

Esto nos permite entender que arrepentirse es cambiar de decisión y regresar a Dios, nacer de nuevo. Cuando nacemos, ya lo hacemos totalmente apartados de Dios debido a nuestra herencia de pecado. De esta manera, cualquier cosa que hagamos en esta condición, sea buena o mala ante nuestros ojos, para Dios son obras muertas; cualquier obra de caridad o "amor" que efectuemos sin haber regresado a Dios, sin habernos arrepentido, son meros trapos de inmundicia para el Creador. Pero Dios nos permite en su infinita misericordia que recobremos la condición de Hijos suyos.

Y, ¿cómo sabemos que somos Hijos de Dios...? Mediante la aceptación del sacrificio de Cristo por nuestros pecados, el Espíritu inicia nuestra guía hacia la verdad, hacia Cristo.

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (Romanos 8:14)

Es aquí donde muchas personas se equivocan y creen que el Espíritu Santo provee una guía etérea, sin definir. Creen que la guía del Espíritu Santo es como un "sentir"; otros escuchan voces; otros utilizan la Biblia como una especie de oráculo, abriéndola al azar y colocando su mirada en cualquier versículo creyendo con este procedimiento que es así que el Espíritu Santo nos habla hoy. Otros más acuden a iglesias extrañas donde reciben "palabra profética" que no es otra cosa que burda adivinación demoniaca camuflada bajo el uso apóstata del nombre de Cristo.

La guía del Espíritu Santo

Cuando Jesús estaba a punto de separarse de sus discípulos para ir al cielo, les dijo que aunque no estaría con ellos en presencia física, los acompañaría de otra manera. Los discípulos no entendieron cómo podría ser esto posible. Jesús dijo:

Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis. (Juan 14:19)

Note que Jesús es claro al afirmar que el mundo no lo verá pero que sus discípulos sí lo harán. Muy extrañado, Judas (no el Iscariote, sino el otro, pregunta: "Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo..?" (Juan 14:22). Es decir, "¿Qué clase de comunicación mantendrás con nosotros y no con el mundo..?"

Jesús contesta:

El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amara, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan 14:23)

La clave es: "Mi palabra guardará". La diferencia entre el verdadero discípulo y quien no lo es, es que el discípulo guardará la palabra de Dios. Esta es la manera en que Jesús puede comunicarse con sus discípulos: Guardando su palabra. Pero, ¿cómo guardar su palabra si no se conoce...? Honestamente, ¿sería posible conocer la voluntad de Dios mediante voces de ultratumba o visiones celestiales...? La respuesta es que la única manera segura de conocer la voluntad de Dios es estudiando su bendita palabra, las santas Escrituras.

"Bien, -dirán algunos- pero ¿cómo entra el Espíritu Santo ahí...?"

Como todos sabemos, el Espíritu Santo es el autor de las Escrituras. Aceptar a Cristo significa por tanto, aceptar las Escrituras. No podemos darle mayor importancia a uno que al otro. Jesús es la palabra encarnada de Dios; la Biblia es la palabra escrita de Dios. Tanto Cristo como la Biblia son manifestaciones autorizadas de la divinidad.

Siendo el Espíritu Santo quien nos guía a toda verdad (Juan 16:13), tenemos la certeza de que lo hará infaliblemente mediante las sagradas Escrituras.

Esto no significa que se desechen las manifestaciones o revelaciones personales del Espíritu. Pero no podemos negar que existen espíritus engañosos, que Satanás sigue vistiéndose como ángel de luz y que puede traernos una revelación o una visión y hacer que creamos que procede de Dios.

Afortunadamente, contamos con la Palabra de Dios, la Biblia, que es la autoridad suprema y autorizada mediante la cual Él habla a su pueblo. Cualquier otro tipo de revelación debe ser cuidadosamente examinada a la luz de las Escrituras teniendo presente que si la revelación extrabíblica procede de Dios, ésta jamás podrá contradecir la autoridad suprema: La Biblia. La supuesta revelación o visión extrabíblica deberá guardar plena armonía con las Escrituras.

Por supuesto, la guía personal del Espíritu Santo siempre será una operación milagrosa. Una vez que hayamos decidido "regresar" a Dios, el Espíritu Santo será quien nos guíe a Él a través del discernimiento personal de las Escrituras.

El proceso es simple de entender: Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, sus discípulos no podían reconocerlo. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. (Lucas 24:16)

Hablaban de Jesús solamente como un varón profeta (Lucas 24:19) pero no lo reconocían como el Mesías, el Salvador esperado. Entonces, Jesús les habla de las Escrituras y de lo que éstas dicen de él: "Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían." (Lucas 24:27).

Jesús está diciendo que para conocer al Mesías, a él, es necesario conocer las Escrituras. No hay otra manera. Nótese que los discípulos lo estaban viendo con sus ojos físicos, pero sus sentidos espirituales no estaban alertas. Y, también, estos sentidos espirituales sólo pueden ser abiertos por el Espíritu Santo mediante la palabra de Dios.

Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (Lucas 24:45)

Es muy importante esto. Note que Jesús consideró vital el que sus discípulos comprendieran las Escrituras. No se limitó a que tuvieran suficiente con las manifestaciones milagrosas que él efectuó en su ministerio terrestre; por el contrario, dejó constancia de la enorme importancia de entender las Escrituras.

Otra asunto primordial, es que el verdadero arrepentimiento comienza con Dios y no con el hombre. El verdadero arrepentimiento se origina en la voluntad de Dios y no en la del hombre. El arrepentimiento bíblico nace en la soberana y misericordiosa voluntad de Dios. Y es por esta razón que nadie, ningún ser humano independiente del obrar de la gracia y el mover del Espíritu de Dios, no puede arrepentirse por su propia cuenta.

Oh Dios, restáuranos (...) y seremos salvos.. (Salmo 80:3,7) La palabra "restáuranos" es, literalmente: "haznos volver".

Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos. (Lamentaciones 5:21).

Jeremías usa aquí una palabra que en hebreo significa literalmente, "volver del pecado a Dios" o "arrepentirse".

En ambos textos aprendemos que, a menos que Dios actúe primero, el hombre no puede –por sí solo- volver a Dios para ser salvo. Es Dios quien hace que cada persona reflexione en algún momento de su vida sobre la necesidad de buscar a Dios. Por supuesto, aunque Dios produce esa "necesidad", es cada persona la que toma la decisión de "volver a Dios". Dios inicia el arrepentimiento pero éste debe ser completado por el hombre.

Y ésta es otra prueba del inmenso y bendito amor de Dios por nosotros.

En la segunda parte entenderemos un poco más la razón por la cual uno puede adentrarse tanto en su perdido camino, que ya no hay posibilidad de arrepentimiento.


Ricardo Puentes M.
Junio 2007

EL DIEZMO

¿ESTAMOS LOS CRISTIANOS OBLIGADOS A DIEZMAR..?


Como primera medida, es necesario aclarar qué es el diezmo, bajo qué condiciones fue instituido y en qué consistía ese arreglo.

¿Qué es el diezmo..?
La primera mención que encontramos en las Escrituras acerca del diezmo, está en Génesis 14:20, cuando Abram le entregó a Melquisedec, rey de Salem, la décima parte del botín conseguido en la reciente guerra contra una coalición de varios reyes que habían saqueado a Sodoma y Gomorra y que tenían secuestrado a su sobrino Lot. Es interesante notar que Abram no entregó a Melquisedec la décima parte de todos sus bienes, sino solamente de lo obtenido como botín en esa batalla (Hebreos 7:4); y el 90% restante, descontando las partes que tomaron legalmente Aner, Escol y Mamre, Abram lo devolvió al rey de Sodoma. Los aliados de Abram no dieron diezmo ni fueron obligados a hacerlo.

Más tarde, Jacob, el nieto de Abraham, hace un voto a Dios y le dice que si le ayudare a regresar con bien a su casa paterna, y le supliere comida y vestido, Yavéh será su Dios y le promete que: "de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti".(Génesis 28:22)

El diezmo, pues, fue entregado por Abram a Melquisedec como una forma de agradecer las bendiciones que este rey y sacerdote le proclamó al recibirlo cuando volvía de derrotar a los reyes. Para qué utilizó los diezmos Melquisedec, no se nos revela. De igual forma, no sabemos en qué forma le entregaba Jacob los diezmos a Dios ya que en esa época no estaba instaurado el sacerdocio levítico.

Cuando la ley mosaica fue dada al pueblo de Israel, el diezmo formó parte de ella y debía entregarse a los sacerdotes levitas. En la repartición de tierras, los miembros de la tribu de Levi no tuvieron heredad, así que Yavéh los compensó con el diezmo. A su vez, los levitas debían diezmar al sumo sacerdote.

El diezmo en el Antiguo Testamento, bajo la ley mosaica, consistía en la décima parte de las cosechas que debía entregarse cada tres años; y esta ofrenda debía darse con alegría, no solamente a los levitas, sino al extranjero, al huérfano y a la viuda. Todos los necesitados debían comer de ese diezmo. (Levítico 27:30; Números 18:21; Deuteronomio 14:22; 26:12)

Años después, cuando el profeta Samuel oró a Yavéh comunicándole con desagrado que el pueblo de Israel quería tener un rey, igual que el resto de las naciones paganas, Dios le contestó:

"Escucha la voz del pueblo en todo lo que te diga, porque no es a ti a quien han desechado. Es a mí a quien han desechado, para que no reine sobre ellos. De la misma manera que han hecho conmigo desde el día en que los saqué de Egipto hasta el día de hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así hacen contigo también. Ahora pues, escucha su voz, pero adviérteles solemnemente y declárales cuál será el proceder del rey que ha de reinar sobre ellos.". (1 Samuel 8:7-9)

Al contrario de lo que opinan muchos cristianos que aseguran que Dios se complace en la autoridad del hombre sobre el hombre, es evidente aquí que Dios sintió desagrado por la petición del pueblo para tener un rey ya que, con esta actitud, estaban rechazando el gobierno directo de Dios sobre ellos. Con todo, Yavéh los complació y les dio un rey –Saúl- quien a la postre hizo muchísimo daño al pueblo de Dios, igual que lo hicieron la mayoría de reyes de Israel.

Antes de darles un rey, Yavéh advirtió sobre las funestas consecuencias que traería una medida de esta naturaleza al pueblo elegido. Entre otras, les mencionó que el rey:

"Tomará el diezmo de vuestros granos y viñedos para dárselo a sus funcionarios y servidores. También tomará el diezmo de vuestros rebaños, y vosotros mismos seréis sus siervos.." (1 Samuel 8:15,17)

El diezmo, con esta nueva medida, sería tomado por los reyes para dárselo a quien éste considerara conveniente y las consecuencias finales conducirían a que los israelitas se convirtieran en siervos del rey. Yavéh sigue advirtiendo:

Aquel día clamaréis a causa de vuestro rey que os habréis elegido, pero aquel día Jehovah no os escuchará. (1 Samuel 8:18)

¿Estas advertencias lograron hacer desistir al pueblo de Israel en su torcido deseo de tener un rey para imitar a sus vecino paganos..? No. Al contrario, se empecinaron más tercamente en conseguirlo negándose a escuchar el deseo de Dios de gobernarlos directamente.

Sin embargo, el pueblo rehusó escuchar a Samuel. Y dijeron: -¡No! Más bien, que haya rey sobre nosotros. Entonces nosotros seremos también como todas las naciones. Nuestro rey nos gobernará, saldrá al frente de nosotros y llevará a cabo nuestras batallas. Samuel escuchó todas las palabras del pueblo y las refirió a oídos de Jehovah. Y Jehovah dijo a Samuel: -Escucha su voz y constituye un rey sobre ellos- (1 Samuel 8:19-22)

Aunque a Dios no le agradó esta petición, respetó la decisión de Israel y misericordiosamente pasó por alto su rebeldía de querer sujetarse a otro hombre antes que a Él.

Así, en conclusión, vemos que el diezmo tenía el doble propósito de hacer recordar a los hijos de Israel que todo lo bueno les venía de Dios y, también, cumplía con el objetivo de proveer el sustento para los levitas, sacerdotes del Señor, para alimentar a los necesitados –viudas, extranjeros, huérfanos y demás pobres-, y, bajo los reyes, para pagar el ejército y los funcionarios gubernamentales, incluido el rey.

Evidentemente, el diezmo no era para que Dios lo consumiera, sino que fue un arreglo divino que cumplía ese doble propósito de disponer el corazón de los israelitas para ser agradecidos con Dios por todo lo recibido, y misericordiosos con los necesitados. De manera similar se trataban los sacrificios diarios. Aunque de algunos sacrificios los sacerdotes levitas comían, la mayor parte de la carne era devuelta al ofrendante. Vemos cómo Dios jamás buscó el enriquecimiento de los sacerdotes a costa del pueblo, sino que con estos diezmos, ofrendas y sacrificios (además, por supuesto, de su sagrado significado al prefigurar al Cristo) todos fueran beneficiados.

Cristianos y diezmos
Con mucha frecuencia vemos que en las iglesias de la cristiandad, se insta al feligrés a diezmar y ofrendar (al pastor o líder, claro está) so peligro de verse expuesto a una terrible maldición que se encuentra en Malaquías 3:

Robará el hombre a Dios? ¡Pues vosotros me habéis robado! Pero decís: `¿En qué te hemos robado?' ¡En los diezmos y en las ofrendas! Malditos sois con maldición; porque vosotros, la nación entera, me habéis robado. (Malaquías 3:8-9)

Ante este estridente llamado, los creyentes que desconocen todo lo relacionado con la ley y la gracia, acuden prontamente a quienes consideran representantes y administradores de Dios –los pastores y líderes- y les confían diezmos, ofrendas, primicias y otras categorías contempladas bajo la ley mosaica y hábilmente citadas por los líderes religiosos para aplicarlas al Nuevo Pacto y obligar a las ovejas de Cristo a dar y dar como un rito religioso cuyo principal objetivo es, hay que decirlo, engrosar los bolsillos y las cuentas bancarias de estos pastores y líderes religiosos que mantienen en ignorancia al pueblo de Dios en lo referente al tema porque claramente les conviene.

No es extraño ver a estos pastores que hacen mercadería con la palabra de Dios, viviendo como príncipes en casas por encima del promedio, vistiendo y comiendo por encima del nivel del común de los feligreses. ¿Y saben qué contestan cuando se les confronta con las diferencias entre el nivel de vida de ellos y el del "resto" de las ovejas..? Dicen descaradamente, citando textos bíblicos, que "el obrero es digno de su salario", que "a los que sirven hay que tenerlos en doble honra", y muchos pasajes más que usan torcidamente para justificar su codicia y su avaricia. César Castellanos, pastor general y autoritario del demoniaco G12, se complace ante todos sus seguidores de lo mucho que Dios lo bendice económicamente; habla de sus viajes en primera clase alrededor del mundo, de sus empresas, de sus trajes, propiedades y autos asegurando que los tiene porque Dios se complace en dárselos. Igual hace su esposa, la senadora Claudia Rodríguez de Castellanos hablando de sus perfumes costosos y de sus victorias políticas. David Yonggi Cho, de Asambleas de Dios, le añade al supuesto favor de Dios sus técnicas orientales de visualización "cristianizadas" para explicar su inmensa riqueza. Igual lo hacen Cash Luna, Benny Hinn y otros "apóstoles" de la prosperidad. Y lo mismo ocurre en muchas denominaciones sencillas y menos poderosas en todo el mundo: hombres que se colocan como intermediarios entre Dios y los hombres, exigen el pago de diezmos, ofrendas y primicias (no en especie sino en dinero en efectivo, claro está) arguyendo que son portadores de una especie de sacerdocio cristiano-levítico que ha reemplazado en nombre al del antiguo pacto pero que en sus funciones sigue reclamando la misma vigencia.

En una sencilla y modesta iglesia de Asambleas de Dios a la que yo asistía, el pastor no tenía reparo en afirmar que Dios pronto lo iba a prosperar y que no deberíamos extrañarnos si lo veíamos estrenando carro o comprando una casa lujosa. Pero esa prosperidad no vendría –obviamente- del trabajo que hiciera con sus propias manos, sino de los diezmos y ofrendas de la iglesia. Es decir, veía el crecimiento de la iglesia como una manera de incrementar su economía sin descartar, eso espero, la salvación de estas almas perdidas.

En estas iglesias se da por hecho que el pastor debe administrar y lucrarse según su personal criterio del dinero de diezmos y ofrendas.

Pero esta técnica de enriquecimiento no es nueva. Al contrario del diezmo y las ofrendas bíblicas, que beneficiaban a toda la comunidad, muchos líderes religiosos y emperadores empezaron a ver las ventajas de esta forma de convertirse en multimillonarios de una manera fácil, legal y rápida. La iglesia Católica obligó durante más de mil años a sus fieles a dar el diezmo, y por eso se enriquecieron de esa manera tan exorbitante aún en países pobres donde esos diezmos y ofrendas eran igualmente obligatorios. Las religiones paganas de China también lo usaron para enriquecerse; hasta los reyes –como es el caso de la Corona española- viendo lo lucrativo del negocio, esgrimieron la Biblia (1 Samuel 8:15,17) y obtuvieron del Vaticano esa prerrogativa "divina".

Cuando las amenazas de maldición no funcionan, el pasaje de Malaquías también sirve al propósito:

Pruébenme en esto dice el Señor Todopoderoso, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde. (Malaquías 3:10)

Así, ya no se recurre al miedo sino que se echa mano de la codicia que hay en cada ser humano. Se les dice que diezmar es una especie de negocio que obliga a Dios a bendecir a quien ofrende y diezme. El pastor hispano Dawlin Ureña quien tiene una próspera iglesia en Michigan y un "ministerio" en internet (www.antesdelfin.com) nos dice con descaro:

Si usted da el Diezmo que corresponde al Señor, ¡Él no tiene alternativa que bendecirle! De hecho, esta es la única vez en toda la Biblia donde el Señor nos reta a probarlo. ¿Desea aceptar el reto? (¿Qué es el diezmo...? en su página Web)

Aquí, este próspero pastor, nos dice que cuando alguien diezma, Dios "no tiene alternativa que bendecirle..!". Esta es una herejía de calibre mayor a la que la misma bendita palabra de Dios condena:

Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. (Hechos 8:14-20)

Cuando el diezmo es visto como un instrumento para obtener favores y dones de Dios, se esta menospreciando su gracia:

Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra. ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; (Romanos 11:6-7)

La gracia, los dones, regalos de Dios, no nos vienen por lo que nosotros podamos hacer. Ni diezmando, ni ofrendando ni haciendo cualquier cosa podremos nunca obligar a Dios a que nos bendiga. Él nos bendice por su infinita misericordia, porque se complace en hacerlo, no porque –como dice Ureña- :"no tiene más alternativa.."

Argumentos como éste no son más que excusas ramplonas e infames para exaltar la codicia tanto de los pastores que reciben, como de los feligreses que dan esperando aumentar su "inversión".

Básicamente, esta visión de considerar las bendiciones económicas como una "recompensa" a nuestras ofrendas y diezmos, (sin mencionar que muchos otros pastores auguran maldiciones de enfermedades y muerte a quien no diezme) nos lleva a la conclusión de que la gracia de Dios en realidad no es gracia (algo gratuito e inmerecido) sino que es un pago por nuestra acción. Aquí vale la pena considerar qué nos dice la Biblia al respecto:

Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos 6:23)

El don es un regalo; la recompensa es un pago. Como recompensa, se constituye en el pago por nuestras acciones; y no hay duda de que el único pago que nos merecemos es la muerte. Si no existiera la gracia de Dios, todos estaríamos condenados. Cualquier cosa que el hombre reciba de Dios es por gracia, no por obras, Una cosa excluye a la otra: Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. (Romanos 11:6)

Sigue diciendo el pastor Ureña, que "El Diezmo es una Ley Espiritual que no tiene limitaciones por el paso del tiempo. Aunque se estableció en el Antiguo Testamento, esta ley hoy continua tan efectiva como siempre". (Op.cit)

Aquí el pastor Ureña pretende meter una mentira basándose en una verdad. Es cierto Que el diezmo se estableció en el Antiguo Pacto pero es mentira que continúe vigente. Como casi todas las ordenanzas, leyes y sacrificios de la ley mosaica, el diezmo es un "tipo espiritual" una sombra de otras cosas bajo un nuevo pacto. ¿De qué cosa es el diezmo una sombra..? De la ofrenda con alegría y desinteresada. Antes de explicar el punto, es bueno considerar por qué no estamos obligados a dar el diezmo.


El diezmo y la ley
Algunos dicen que el diezmo era anterior a la ley. Lo cual es cierto. Sin embargo, el guardar el sábado también era anterior a ley mosaica; igual la circuncisión y los sacrificios expiatorios; todas estas cosas eran anteriores a la ley dada por Moisés a Israel pero curiosamente los pastores "cristianos" sólo aplican este principio al diezmo con el obvio propósito de tratar de probar su plena vigencia hoy día. Sea cual sea el caso, el diezmo, al igual que el sábado, la circuncisión y los sacrificios expiatorios fueron incorporados por Yavéh a la ley dándoles así el carácter de obligatorio cumplimiento por parte de su pueblo.

Muchos cristianos sinceramente equivocados nunca disfrutan de una plena relación con Dios simplemente porque se han quedado a la mitad del camino entre la ley y la gracia. Están en una especie de "limbo" religioso sin saber exactamente qué cosas requiere Dios de nosotros, qué tipo de obras son las que Dios aprueba para obtener la salvación y sus numerosas bendiciones.

Sabiendo que nada de lo que hagamos nos puede hacer merecedores de los dones de Dios (y la salvación es un don) es necesario dejar bien claro que una vez que una persona ha confesado a cristo para su salvación, su justicia ya no depende de observar la ley de Moisés, ni total ni parcialmente.

El diezmo, al igual que muchas otras instrucciones, forman parte de lo que llamamos "la ley mosaica", "la ley de Moisés" o, simplemente, "la ley", un conjunto de leyes, mandamientos, estatutos, ordenanzas y juicios que fue dada a Israel por medio de Moisés. Cuando las Escrituras mencionan "la ley" está refiriéndose a todo ese sistema de leyes que incluyen también los conocidos diez mandamientos. Nada podía quitarse a esta ley y tampoco nada podía añadírsele. Así, toda persona que estuviera bajo ley, estaba obligada a observar el sistema de leyes en su totalidad en todo momento. No existía ni existe posibilidad de observar unas partes de la ley y otras no; tampoco hay posibilidad de observar la ley solamente en algunos momentos y dejar de hacerlo en otros. Toda persona que esté bajo ley, está por necesidad, obligada a guardarla toda y en todo momento.

Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: "No cometerás adulterio", también ha dicho: "No matarás". Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. (Santiago 2:10-11)

Así, sabiendo que el diezmo es parte de la ley, quien observe este punto está obligado a guardar el resto de la ley. Es decir, quien observe la ley, como medio de justicia, será juzgado de acuerdo a la ley. Algo espantoso si se acepta la verdad escritural de que nadie –excepto Cristo- ha podido cumplir la ley.

Sabiendo que quien observa un solo punto de la ley, está obligado a observarla toda, llegamos a la pregunta:

¿Estamos los cristianos obligados a guardar la ley...?

Que nos conteste la Escritura

Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. (Romanos 6:14)

Y otra vez declaro a todo hombre que acepta ser circuncidado, que está obligado a cumplir toda la ley. Vosotros que pretendéis ser justificados en la ley, ¡habéis quedado desligados de Cristo y de la gracia habéis caído! (Gálatas 5:3-4)

Aquí se nos revelan tres cosas importantes: Primera, que los cristianos no están bajo ley sino bajo gracia; una cosa excluye a la otra: una persona bajo gracia no puede estar bajo ley, y una persona bajo ley, no puede estar bajo gracia. Nadie puede estar bajo ambas. Segunda, el pecado no tendrá señorío sobre los cristianos porque ellos no están bajo ley. Si una persona permanece bajo ley, el pecado tendrá dominio sobre él, si quiere escapar de éste, tiene que salirse del señorío de la ley. Tercera, que cualquiera que pretenda cumplir una parte de la ley, está obligado a cumplirla toda quedando automáticamente desligados de Cristo.

Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. (Romanos 10:4)

Cuando una persona coloca su fe en Cristo para su salvación, ese es el fin de la ley para esa persona como medio para conseguir justicia. Pablo no dice que la ley se termina como parte de la palabra de Dios. Al revés, asegura que la palabra de Dios "permanece para siempre". Lo que quiere decir es que la ley termina para el creyente en Cristo, como medio de conseguir justicia.

De nuevo, es bueno enfatizar que la justicia del creyente ya no se deriva de guardar la ley, ni en parte ni toda, sino únicamente de la fe en Cristo. Pablo afirma que la ley, como medio de justicia, terminó con la muerte expiatoria de Cristo en la cruz:

Y a vosotros estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz. (Colosenses 2:13-14)

Dios no anuló los pecados. Anuló el acta de decretos, el documento de la deuda, la ley.

Para el cristiano, el pecado ya no tiene señorío sobre él. Cristo ha justificado a quien ejerce fe en él. Pablo afirma que la ley no está hecha para un cristiano, justificado por su fe, y que él ya no está bajo el dominio de la ley.

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (Romanos 8:14)

Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. (Gálatas 5:18)

Esto significa que los verdaderos creyentes, los hijos de Dios, son guiados por el Espíritu de Dios (no por hombre alguno); y que eso los distingue precisamente como hijos de Dios. El hecho de que estén guiados por el Espíritu de Dios, significa que tales personas no están bajo la ley.

En pocas palabras, esto quiere decir que la evidencia de ser un verdadero hijo de Dios por la fe en Jesucristo, es que uno sea guiado por el Espíritu de Dios. Si uno es guiado por el Espíritu de Dios, entonces no está bajo la ley. Por lo tanto, es imposible ser un hijo de Dios y, al mismo tiempo, estar bajo la ley. En otros términos, quienes están bajo ley, no son hijos de Dios. Así de simple.


¿Los cristianos ofrendan...?
Sabiendo que el diezmar y ofrendar no es obligatorio para los cristianos, ¿quiere decir eso que un cristiano no debe hacer ofrendas de ninguna clase..?

Como mencionamos al principio, los mandamientos sobre diezmos y ofrendas eran apenas una sombra de mejores cosas que habrían de venir y que quedaron firmemente establecidas con la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Mediante el sacrificio de Cristo, quedamos bajo lo que la Biblia llama "la ley de la gracia", "ley de la fe" o "la ley de la libertad" que consiste en la aplicación de los grandes principios subyacentes en la ley dada a Israel: "amar a Dios sobre todas las cosas" y "amar a tu prójimo como a ti mismo". Siendo la ley mosaica la aplicación detallada de estos dos principios.

El pueblo de Israel, duro de corazón, nunca entendió esta gran verdad y se extravió del propósito de la ley haciendo de ésta un fin en sí misma.

El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. Algunos, desviándose de esto, se perdieron en vana palabrería. Pretenden ser doctores de la ley, cuando no entienden ni lo que hablan ni lo que afirman. (1 Timoteo 1:5-7)

Tenga presente que El propósito de este mandamiento es el amor. El supremo propósito y objetivo por el cual la ley fue dada fue inculcar el amor; el amor por Dios y amor por el hombre. Pablo también dice que todos los que enseñan o interpretan la ley de Moisés sin comprender este básico propósito, desviándose de esto, se perdieron en vana palabrería (..) no entienden ni lo que hablan ni lo que afirman.

Esto no significa que la ley fuera mala. Aunque ese no es el tema de este estudio, baste decir que la ley no consiguió su finalidad como medio de justicia para el hombre, no porque hubiera algo malo en ella, sino debido a la naturaleza imperfecta del hombre. Tanto bajo la ley como bajo la gracia, el fin es el mismo: El amor. Bajo la ley, el medio usado para este fin es un conjunto externo de leyes, mandamientos y ordenanzas impuestos desde afuera del hombre; bajo la gracia, el medio utilizado es el obrar milagroso y la continua e interna operación del Espíritu Santo desde dentro de nosotros.

Ese obrar del Espíritu Santo dentro de nosotros comienza con una milagrosa operación efectuada por Él dentro del corazón de cada creyente. Eso es lo que la Biblia llama "nacer de nuevo":

Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne. (Eze 36:26)

Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días -declara el Señor-. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. (Jer 31:33) (BLA)

Ese "nuevo pacto" prometido por el Señor, es ese pacto de la gracia mediante la fe en Jesucristo, que hoy llamamos el Nuevo Testamento.

Así que, yendo al punto, un cristiano no diezmará ni ofrendará como medio de conseguir justicia o bendiciones de parte de Dios, sino que actuará generosamente porque su corazón, gobernado por el Espíritu Santo, lo llevará a hacerlo de un modo natural y desinteresado.

"Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2 Corintios 9:7)

Pablo nos insta a dar alegremente, no porque se tenga una necesidad que pretende ser suplida mediante esa "inversión" en que los líderes religiosos han pretendido convertir las ofrendas, haciéndolas ver como un lucrativo negocio donde uno da y Dios le devuelve multiplicado varias veces. El ofrendar no debe ser por necesidad de recibir un milagro ya sea financiero o de cualquier otro tipo. Dios da sus dones y milagros gratuitamente. No hay necesidad de tratar de comprarlos. Eso es necio y aberrante.

El ofrendar a un hermano en necesidad, o el ayudarlo de cualquier otra forma sin esperar nada a cambio, y haciéndolo alegremente, son demostraciones claras de que tenemos fe, de que el Espíritu Santo habita en nosotros. Aunque nadie obtiene la salvación por obras sino por fe, no es menos cierto que la fe sin obras está muerta.

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras..? ¿Podrá la fe salvarle..? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha..? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces: También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta..?¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar..? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino..? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14-26)

Santiago nos habla de un hermano creyente que despide a otro, hambriento y desnudo, con palabras vacías de consuelo y bendición, pero sin proveerle alimento o vestido. Habla de demonios que creen en la existencia de Dios pero que no encuentran alivio en eso sino temor. Y resume: Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Concluyamos brevemente sobre los ejemplos que señala Santiago:

Primero, Santiago habla del creyente que ve a su hermano cristiano en necesidad y le dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no le ofrece ni comida ni vestido.

¿Fueron sinceras estas palabras de esta persona..? Obviamente no.

Si esas palabras hubieran sido sinceras, este hombre le hubiera suministrado comida y vestido al necesitado. Pero era dolorosamente obvio que no le importaba la situación de su hermano necesitado. Sus palabras fueron una confesión vacía sin ninguna verdad interior. Igual a las palabras vacías de tantos pastores que se llenan los bolsillos con los diezmos y ofrendas de los fieles y los utiliza para saciar sus propios y egoístas deseos sin designarlos para lo que fueron destinados por Dios: para los necesitados. Así es cuando un hermano confiesa una fe pero no actúa de acuerdo a ella. Semejante tipo de fe no tiene valor. Está muerta.

Segundo, Santiago habla de que los demonios creen en Dios pero tiemblan. Estos demonios no dudan de la existencia de Dios, pero también saben que son sus impenitentes enemigos. Así que su fe no les trae consuelo sino miedo. Así, no basta con solamente tener fe intelectual sino que es necesario tener esa fe en el corazón que se expresa con sumisión y obediencia a Dios. Una fe testaruda, desobediente y rebelde, es una fe muerta. Una fe que no produce cambios internos que nos transformen desde dentro, es una fe vacía. Y nos muestra que no hemos experimentado nuestra salvación.

Para comprenderlo mejor: Obras, son cualquier cosa que un hombre pueda hacer por sí mismo para ganarse la bendición y el favor de Dios.

Bajo la ley mosaica los hombres pretendían ganarse la bendición de Dios por lo que pudieran hacer por sí mismos. Por medio de Jesucristo se ofrece a todos los hombres los favores y bendiciones de Dios gratuitos e inmerecidos. Los diezmos y ofrendas del Antiguo Pacto contrastan con el Nuevo Pacto donde nada hay que podamos hacer para recibir las bendiciones de Dios, estas son gratuitas, no se pueden comprar. El enseñar que diezmando y ofrendando se reciben bendiciones de Dios, trae el gran peligro de que los diezmos y ofrendas sustituyan a la fe. En vez de ayudar, de esta manera, lo que hace es precisamente impedir las bendiciones.

Por otro lado, aunque no recibimos la salvación por obras, éstas son la prueba de que nuestra fe es real y, también mediante éstas es que nuestra fe se desarrolla. Únicamente la fe viva y verdadera puede constituir un cristiano vivo y verdadero

Lo verdaderamente importante es entender que la fe viene primero, y después las obras. Recibimos la salvación exclusivamente por fe, no por obras.

Así, un cristiano verdadero se sentirá movido interiormente para hacer el bien a otros de manera desinteresada; su motor será siempre el amor, no la espera de una retribución.


Las ofrendas aprobadas por Dios
En la totalidad de iglesias donde los pastores manipulan la fe del creyente para lucrarse obligándolos a diezmar sin detenerse en la importancia de las motivaciones de cada persona, se les instruye para que llenen unos sobres con formatos especiales donde el feligrés deposita su contribución que es catalogada como "diezmo", "ofrenda", "contribución especial" "primicia", y varias añadiduras más. De esta manera, los pastores pueden controlar quiénes están diezmando y quiénes no. Los que diezman abundante y regularmente son recompensados con "ascensos" y privilegios especiales, con trato deferente y hasta con puestos de honor en las sillas de la iglesia. Por el otro lado, quienes no diezman pueden ser monitoreados para exhortarlos a hacerlo o para ser tenidos en cuenta a la hora de una recomendación o carta pastoral. Aunque muchos pastores de estos aseguren desde el púlpito que no es obligatoria diezmar, lo cierto es que con la técnica de los sobres con formato especial, ellos pueden saber quienes son "diezmadores fieles" y quienes no.

Por otro lado, quien ofrenda ampliamente, se sentirá movido a demostrarle al pastor cuán grande es su fidelidad y generosidad.

En cuanto a esto, el mismo Jesús nos advierte:

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, hagas obras de misericordia, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. De cierto os digo que ellos ya tienen su recompensa. Pero cuando tú hagas obras de misericordia, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, de modo que tus obras de misericordia sean en secreto. Y tu padre que ve en secreto te recompensará. (Mateo 6:1-4)

Ciertamente, cualquiera que diezme cuantiosamente se verá tentado a querer ser visto por los hombres.

La manera cristiana de dar, como primera medida, debe ser un arreglo secreto, entre Dios y el creyente, sin la presión ni la fiscalización de ningún hombre.

Sabiendo que la ley prefiguraba cosas mejores que son posibles para nosotros hoy, hay que entender que el dar cristiano no es de ninguna manera una cosa mecánica y carente de todo significado espiritual. En la ley, bajo el antiguo pacto, este proceso era dispendioso y lleno de significado. Esto no ha cambiado. El ofrendar del cristiano es un asunto serio que demanda preparación, principalmente de las actitudes del corazón y secundariamente de los montos y las maneras de ofrendar. Cada uno es libre de ofrendar lo que considere pertinente después de considerar el asunto en oración. Así, igual puede ser el 10% o el 8%, o cualquier cantidad que se haya determinado privadamente en oración. Lo importante es la motivación interior, la actitud del corazón, lo que la fe y el amor nos mueva a hacer.

Teniendo esto claro, viene otra consideración de importancia.


¿A quién dar la ofrenda...?
Muchos cristianos se preguntan sinceramente si pueden usar la ofrenda para dar a personas necesitadas o se debe entregar en su totalidad a la iglesia local donde uno asiste. La respuesta no puede ser de ninguna manera concluyente. Depende de cómo lo guíe el Espíritu Santo.

Si se asiste a una iglesia donde el Espíritu Santo es el Señor, no pastor ni líder alguno, tendremos la seguridad de que se seguirá el modelo de la iglesia apostólica para ofrendar y redistribuir las ofrendas.

Como consecuencia del poder derivado del bautismo en Espíritu Santo, muchos fueron movidos sobrenaturalmente a dar todo lo que tenían, "ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común" (Hechos 4:32). De esta manera no era equivocado afirmar que: "No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles. Y era repartido a cada uno según tenía necesidad." (Hechos 4:34-35)

Note que no había ningún necesitado ya que todo era repartido según la necesidad de cada cual. Al contrario de lo que pasa hoy en día, que los pastores suplen no solo sus necesidades básicas sino que usan esas ofrendas sagradas para vivir de manera ostentosa sin preocuparse de las necesidades de las ovejas que cuida, en la iglesia apostólica todos tenían sus necesidades cubiertas.

Por supuesto, este modelo nos plantea evidentes inconvenientes. En primer lugar, los apóstoles no existen ya y respetuosamente dudo de quien se autoproclama como apóstol alegando un nombramiento directo por Cristo o por medio de la sucesión apostólica. En segundo lugar, en las iglesias "cristianas" de hoy sí se insta a que el creyente dé todo lo que tiene; sin embargo, una vez éste lo hace, el pastor no lo reparte entre todos para que no haya ningún necesitado, sino que dispone de la ofrenda según a él le parece, siendo el destino de ésta, la mayoría de las veces, el cubrir sus propias necesidades o el comprar edificios, instrumentos musicales y otras cosas que, sin importar lo que digan las leyes de cada país, son de administración exclusiva del "representante legal" de la denominación, quien no es otro que el pastor general.

Pablo nos habla claramente de la forma de recoger las ofrendas y del destino que se le daba:

En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la misma manera que ordené a las iglesias de Galacia. El primer día de la semana, cada uno de vosotros guarde algo en su casa, atesorando en proporción a cómo esté prosperando, para que cuando yo llegue no haya entonces que levantar ofrendas. Cuando yo esté allí, enviaré a los que vosotros aprobéis por cartas, para llevar vuestro donativo a Jerusalén. (1 Corintios 16:1-3)

Pablo, quien siempre se glorió de vivir de su trabajo como artesano de carpas, y de no ser una carga para nadie, le escribía a los corintios diciendo que el primer día de la semana guardaran "algo en su casa", de acuerdo a "cómo esté prosperando". Pablo no da una cifra exacta ni tampoco dice que se le entregue a los "ancianos" o "pastores" de las iglesias locales. Y deja muy claro que estas ofrendas están destinadas a los santos pobres de Jerusalén. Los santos no eran los apóstoles solamente, sino que todos los creyentes eran llamados "santos". Es de enfatizar que el destino de tales ofrendas era para suplir las necesidades de los necesitados, no para dar a quien no tuviera necesidad.

Las ofrendas para los santos pobres de Jerusalén cumplían varios objetivos: por un lado obviamente suplía las necesidades de los pobres argumentando que era apropiado que los cristianos gentiles les ministraran con bienes materiales ya que los judíos cristianos habían ministrado con bienes espirituales siendo el conducto de la bendición por Cristo. Por otro lado, Pablo, después de haberles causado tantos males a estos cristianos de Jerusalén, ahora se complacía en recoger limosnas para ellos. También servía para que se ejerciera el amor cristiano entre todos. Pero la razón más importante era que Pablo estaba buscando cerrar la brecha entre cristianos gentiles y judíos. Cuando Pablo llegó por fin a Jerusalén, llevando las ofrendas de los cristianos gentiles, y contando las maravillas que Dios estaba obrando en las naciones, sus hermanos judíos lo recibieron con gozo. (Hechos 21:17.21) En todas sus cartas es notoria la preocupación de Pablo por mostrar transparencia en el manejo de estas ofrendas.


¿La iglesia debe sostener a los "pastores" o "líderes" de la iglesia..?
La pregunta es ¿existe una indicación bíblica para que la iglesia sostenga económicamente a los "pastores" o "líderes" de la iglesia...?

Lamentablemente para muchos, no hay indicio de ello.

Al contrario, la exhortación de Pablo es no convertirse en carga para nadie. A pesar de que algunas veces recibió ayuda, lo hizo de manos de los más pobres para demostrar a los cristianos ricos la actitud con que debería darse. Por otro lado, en 2 Corintios 11:8-12, Pablo contrasta su actitud de predicar el evangelio gratuitamente, con la de los superapóstoles, los falsos maestros, quienes lo hacían esperando retribución económica.

Quienes apoyan una respuesta afirmativa, citan 1 Timoteo 5:17-18

Los presbíteros que presiden bien merecen un doble honor, sobre todo los que se esfuerzan en la predicación y en la enseñanza. Pues dice la Escritura: "No pondrás bozal al buey que trilla", y "el obrero merece su salario".

Con el falso argumento de que "presbiteros" significa "pastores", muchos líderes religiosos reclaman para sí como obligación el que la iglesia los mantenga económicamente.

Como primera medida, la palabra "presbíteros" no significa pastor (que es Poimén), sino "anciano", "hombre mayor edad". Y esto concuerda con el sentido amplio de las Escrituras.

Si observamos bien el pasaje, notamos que Pablo dice que los ancianos sean tenidos en doble honra, y "mayormente los que trabajan en predicar y enseñar", mostrando con esto que pudieron haber ancianos que no trabajaban en predicar y enseñar, asunto que desmonta totalmente la teoría de que los llamados "ancianos" eran los que hoy se conocen como "pastores". Para no alargarnos en este tema, quienes deseen saber quiénes eran y qué hacían los ancianos en la iglesia apostólica pueden ver el estudio de "¿Tienen los pastores autoridad espiritual sobre la grey..?" publicado en este sitio. Allí encontrarán evidencia bíblica de que los "ancianos" (presbíteros) eran precisamente eso: "personas de mayor edad" a quienes acudían los nuevos cristianos en busca de dirección, consejo y guía.

Según vemos en el contexto de 1 Timoteo 5, la iglesia debía mantener a las viudas mayores que no podían trabajar y que no tenían medio de sustento ni familiares que la sostuvieran. También se debía sostener a los ancianos que cumplieran estos requisitos, mayormente si estos trabajaban en predicar y enseñar; esto significaba "doble" honor.

El término griego "Poimén" que significa "pastor", es utilizado muy pocas veces en el Nuevo Testamento. Aparte de las menciones hechas por Jesús a sí mismo, como el Buen Pastor, encontramos esta palabra una vez en Efesios 4:11; una vez en Hebreos 13:20 (refiriéndose a Cristo), En 1 Pedro 2:25 (citando a Isaías en referencia a Cristo) y de nuevo en 1 Pedro 5:4 (archipoimén), texto que también se refiere a nuestro Señor Jesucristo.

Los "pastores" que se autonombran así, o quienes han sido designados por otros "pastores" para erigirse como gobernantes del rebaño de Cristo, usurpando el derecho del Señor, son calificados por Jesús como impostores que de ninguna manera son dueños de las ovejas. El único dueño de las ovejas es Cristo Jesús, nadie más. Otros hombres, como se lo ordenó a Pedro, pueden apacentarlas, pero no son más que meros "asalariados" que pueden huir cuando se aproxima el devorador. Cristo es el único que da la vida por sus ovejas, por eso es el Pastor Supremo:

"De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños." Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. Volvió, pues, Jesús a decirles: "De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre." Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos? Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: "Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre."

No hay duda de que muchos siervos de Dios quieren imitar al Gran Pastor, Jesucristo, ministrando a los nuevos creyentes y discipulándolos amorosamente hasta llevarlos a la altura de Cristo. Pero hay muchísimos más que fueron profetizados por Ezequiel:

Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; (Ezequiel 34:1-4,22)

Aquí, el profeta habla acerca de los "pastores" que se lucran de las ovejas de Cristo sin importarles las necesidades de ellas; antes bien, se han enseñoreado sobre ellas con dureza y con violencia. Dios promete rescatarlas para que nunca más sean rapiña de estos infames. Pero dependerá de cada oveja si quiere seguir siendo objeto de rapiña, esclavizada y débil o, por el contrario, quiere seguir la voz del Buen Pastor, Cristo Jesús.

Alrededor del mundo, están surgiendo personas que abandonan las denominaciones religiosas a las que han estado afiliados, porque no reconocen la voz del Buen Pastor en los lugares donde asisten. No encuentran refrigerio, consuelo ni descanso para sus atribuladas vidas sino que, en cambio, solamente escuchan un ensordecedor llamado a la sumisión a hombres. Claramente esa voz de estos "asalariados", no sintoniza con la instrucción que Jesús dio a sus discípulos cuando dijo:

Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, (Mateo 20: 25-26)

Así que, una pregunta que pondrá en aprietos a cualquier líder religioso, será esta: "¿Con qué autoridad haces estas cosas..?" Fue la pregunta que le hicieron a Jesús quien obviamente sí tenía autoridad para hacer lo que hizo. Dudo muchísimo que los líderes religiosos modernos puedan contestar satisfactoriamente a esta interrogación.

Otro texto en que se apoyan quienes pretenden vivir de la iglesia esgrimiendo su "autoridad pastoral", es el de Lucas 10:4, pasaje donde vemos a Jesús enviando a los setenta a predicar el evangelio (También Mateo 10 contiene instrucciones similares dadas a los 12) y diciéndoles que no lleven provisión ya que Dios los suplirá mediante la hospitalidad de los creyentes. Es cierto que dice: "el obrero es digno de su salario" pero no es menos cierto que Jesús insta a confiar en Dios para que esas necesidades sean suplidas sin que los obreros del evangelio sientan que sea una obligación de los hermanos creyentes el sostenerlos.

Por otro lado, este texto nos habla a todos los cristianos, no a una clase particular sacerdotal. Teniendo en cuenta que todos somos sacerdotes y que todos tenemos la obligación de predicar el evangelio de Cristo, ¿debe la iglesia mantenernos económicamente..? La respuesta es no. El mismo principio que se aplica a lo largo y ancho del Nuevo Testamento, debe ser aplicado aquí: Las ofrendas deben destinarse solamente a quienes realmente tengan necesidad de ellas, no a quien no quiera trabajar bajo pretexto de estar predicando el evangelio.

El mayor ejemplo de esto nos lo da el apóstol Pablo. En su Primera Carta a los Corintios, capítulo 9, vemos que Pablo menciona que su oficio apostólico le daba ciertos privilegios (no por el hecho de tener título de apóstol sino por su trabajo fundando la iglesia de Cristo, lo que por obvias razones le impedía tener un empleo fijo), entre los cuales estaba el que la iglesia le solventara todas sus necesidades.

Con todo el derecho de vivir de la iglesia, Pablo renunció a ese privilegio por el bien de la iglesia misma y del evangelio de Cristo. Aún a pesar de que Pablo podía legítimamente solicitar manutención de las iglesias que él fundo, jamás lo hizo y antes bien prefirió trabajar con sus manos haciendo tiendas "para no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo" (1 Corintios 9:12). Pablo dice correctamente que Cristo ordenó que quienes anuncian el evangelio, vivan del evangelio, refiriéndose a la misión de los doce y de los setenta, pero también dice que él no se ha aprovechado de este privilegio:

Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio. (1 Corintios 9:16,18)

La mayor gratificación para Pablo era predicar gratuitamente el evangelio de Cristo.

Al comparar Jesús a quienes ocupan su tiempo en la evangelización con los jornaleros del campo, se estaba refiriendo a la ley mosaica que obligaba al empleador pagar diariamente el trabajo del jornalero teniendo en cuenta que era pobre y dependía totalmente de su trabajo para sostenerse él y su familia. Era aberrante el que el patrón guardara el pago hasta el día siguiente y se hacía merecedor de un severo castigo si así lo hiciere.

Lo que nos muestra la Escritura al respecto, es que la iglesia reunida debe considerar quiénes están necesitados de apoyo económico. Como vimos, la preponderancia la tienen las viudas ancianas que no tienen a nadie ni medios de sustento, los huérfanos, a los ancianos que tampoco tengan medios de subsistencia y "mayormente los que trabajan en predicar y enseñar", o sea ancianos pobres que además se ocupen en el servicio a los demás miembros de la iglesia; y, en general, la iglesia es exhortada a ayudar económicamente a quien tenga necesidad de ser ayudado, no a quien no quiera trabajar. Pablo es muy claro en esto:

Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más; y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado. (1 Tesalonicenses 4:10-11)

¿Alguna duda...?

Para recalcarlo tenemos un texto clarísimo donde Pablo exhorta a los creyentes que pretenden vivir cómodamente a costa del evangelio:

Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis. Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien. Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence. (2 Tesalonicenses 3:7-14)

En resumen, podemos afirmar lo siguiente:

1. El dar diezmo y ofrendas no pueden obligar a Dios a que nos bendiga. No es posible chantajear a Dios.

2. Los cristianos no estamos obligados a dar diezmos.

3. Los cristianos podemos dar ofrendas, esto es agradable a Dios siempre y cuando consideremos este asunto privadamente con Él, sin pretender gloriarnos ante los hombres y sin esperar "recompensa", sin hacerlo por necesidad ni con tristeza. Dios ama al dador alegre.

4. Nadie puede reclamar en derecho que la iglesia esté obligada a sostenerlo a él y a su familia arguyendo que está ocupado predicando el evangelio.

5. La Biblia apoya el que sostenga a quienes realmente tengan necesidad y carezcan de medios de subsistencia.

6. La Biblia es clara al afirmar que nadie que pueda trabajar debe constituirse en carga para la iglesia. Pablo es enfático en afirmar que "el que no trabaje, que no coma".

7. La Escritura no es tajante sobre a quién debe entregarse la ofrenda. Sin embargo nos da pautas para dejarnos guiar por el Espíritu Santo en oración. No es cierto que las ofrendas deban ser entregadas a los líderes de la iglesia. Sin embargo, cuando una iglesia es sana y permite la dirección del Espíritu Santo, la iglesia –en conjunto-, siguiendo la dirección del Espíritu Santo, bien puede nombrar a algunos hombres probados para que administren bajo su guía el destino de las ofrendas, cuidándose de rendir cuentas claras a la congregación.

Para concluir, con toda la prueba escritural que habla en contra de las personas que pretenden vivir del evangelio convirtiéndose en una carga para la iglesia, los cristianos somos libres de decidir si honramos con nuestras ofrendas a hombres dedicados al evangelio, ejemplo a la grey, que se esfuerzan por rendir un servicio sagrado a la iglesia universal de Cristo. Conozco a muchos siervos dedicados que ministran en denominaciones de Asambleas de Dios, y en la Misión Carismática Internacional, que no reciben ayuda económica alguna porque todavía no son "pastores" y, por tanto, no tienen "derecho" a tal ayuda. Ellos trabajan diariamente barriendo, limpiando baños, arreglando sillas, adecuando el sonido, visitando enfermos, alentando a los nuevos y, en general, haciendo lo que creen correcto, y tristemente no reciben muestras de misericordia ni aprecio por su trabajo. En contraste, los "pastores" que están sobre ellos, "enseñoreándose" de la grey, viven cómodamente sin trabajar, se pasan la mayor parte de su tiempo viendo programas de televisión, durmiendo en sus casas, viajando por otros lugares con el dinero de la iglesia so pretexto de evangelizar, hospedándose en hoteles costosos, divirtiéndose con sus familias y gastándose impropiamente el dinero que debería ser utilizado para ayudar a los necesitados de la iglesia.

Estos "pastores", después de suplir sus propias necesidades, colocan en segundo lugar de prioridades la compra de sillas, la adquisición de equipos, la construcción de templos, los "viajes misionales" y otras cosas superfluas, ignorando que, al igual que con la ley mosaica, el propósito supremo de las ofrendas es mostrar amor y misericordia por el necesitado.

Porque es en esto que probamos amar a Dios.

Dios los bendiga.

Ricardo Puentes M.
Abril de 2007