domingo, 30 de septiembre de 2007

GUERRA ESPIRITUAL

¿Cómo hacerla....?

Pelea la buena batalla de la fe,
echa mano de la vida eterna,
a la cual asimismo fuiste llamado,
habiendo hecho la buena profesión
delante de muchos testigos.

(1 Timoteo 6:12)

Tengo en mi poder un libro de Alfredo Díaz C, “pastor” de una iglesia en Bogotá, y quien asegura que tiene el llamado al “ministerio de la guerra espiritual”. (¡otro ministerio más que imagino que sumarán a los famosos “cinco ministerios”, más el “ministerio de la música”, etc. etc.!). Hubo una época en que yo creía que la guerra espiritual la hacían expertos en el tema, con una especie de “doble unción” o “triple unción”, y que eran válidas ciertas palabras como “!ato y encadeno...!” “hollo y te aplasto..”, “piso y remacho...”, “hollo la cabeza del cachorro”, “me cubro con la sangre de Cristo”, “anulo toda palabra en mi contra..”, y muchas más que aún son utilizadas como una especie de conjuros contra las huestes demoniacas y contra las maldiciones que profieren en nuestra contra algunos seres humanos. Así pues, estando yo convencido de que la guerra espiritual era así, y necesitando a alguien que ejerciera este “ministerio de guerra espiritual”, algunos líderes y pastores de Asambleas de Dios me recomendaron a este hombre que, me dijeron, era experto “guerrero espiritual”. Y me regalaron su libro “Guerra Espiritual, en la tierra y las esferas celestes”.

Aunque el propósito de este artículo no es hacer crítica bíblica del libro mencionado, hay que mencionar que éste contiene afirmaciones que son muy conocidas y aceptadas por todos aquellos que están convencidos de haber sido llamados a lo que han dado en nombrar “ministerio de Guerra Espiritual..”

Dice, por ejemplo, el señor Díaz que “la guerra espiritual es necesario hacerla todas las veces que sea necesario, por el Pastor, Pastora, Evangelista, Profeta, Ministro, Apóstol, para que toda la tierra sea conquistada para el Dios Eterno Adonai, por el pueblo cristiano..” Pág. 98. (énfasis mío)

Como casi todos los que aseguran haber recibido un “ministerio” o nombramiento especial directamente de Dios, Díaz asegura que el Señor le habló audiblemente. El señor Díaz cuenta que, estando gravemente enfermo, en la mesa de operaciones, Dios le habló y le confirmó el punto exacto donde deberían operarlo. Dice que Dios le mandó decir esto a su cirujano y que, gracias a la información, él salvó su vida. Sin embargo, durante la operación, Díaz cuenta que se “salió del cuerpo” y pudo apreciar su operación. Sigue contando Díaz que su estado se complicó y Dios le habló de nuevo para que le diera instrucciones al personal médico. Su estado era tan crítico que –dice Díaz- él hizo un pacto con Dios prometiendo servirle a Él si le salvaba su vida. A partir de ahí, Díaz dice que tuvo muchos encuentros con demonios, con los cuales peleaba porque ellos querían matarlo asfixiándolo por el cuello, además de afectar todos los demás aspectos de su vida. Para resumir el cuento, después de muchas experiencias místicas, Díaz asegura que fue llamado al “ministerio de guerra espiritual” y que desde entonces combate a los demonios ayudado por un “ejército de ángeles guerreros”.

La experiencia del señor Díaz es muy común en todas las personas que aseguran tener este ministerio. Y su técnica también. Están convencidas de que pronunciando ciertas palabras, moviéndose de determinada manera, cantando ciertas canciones de compositores “cristianos”, haciendo ademanes de pisotear o esgrimir la Biblia como si ésta fuera una espada literal, pueden ellas vencer a los demonios y enviarlos “atados y encadenados” al infierno o a un lugar geográfico, como el Desierto del Sahara (me han dicho que los envían allá para que no molesten a ningún ser humano y sufran de calor, hambre y sed). En términos generales, para cada “batalla” las instrucciones son las mismas: 1) Cubrirse con la sangre de Cristo; 2)Colocarse la armadura de Dios (hay que visualizar que uno se coloca una armadura), 3)Pedirle a Dios, en nombre de Jesús, que envíe un ejército de ángeles guerreros (otros simplemente dicen: “activo ángeles guerreros”); 4)Atar a los demonios.. (Hay que decir: “ato los demonios de tal o cual clase..”); 5)Pedirle al Espíritu Santo guía en la batalla en particular, y 6)vivir en Santidad. La batalla hay que darla en voz alta que, según este “ministerio”, demuestra a los demonios y a Satanás que tenemos autoridad. También se aconseja para mayor efectividad a que la guerra la hagan varias personas que deben tomarse de las manos y cerrar un círculo marchando continuamente.

Esta “guerra espiritual” se hace, como ya se dijo, para desterrar a los demonios de territorios geográficos. Se asegura también que a Satanás hay que tenerle “respeto” porque es muy poderoso y la lucha contra él solamente la hará Miguel el Arcángel. El objetivo es “conquistar” territorios para Cristo y su iglesia, aquí y ahora, de tal manera que cuando llegue Jesús encuentre todo el territorio conquistado por la iglesia. Se acostumbra a hacer “guerra espiritual” alrededor de casas o zonas de vicio, en lugares donde ocurren tragedias, en hogares con problemas serios, etc. También se hace “guerra espiritual” para luchar contra ciertos aspectos negativos de nuestra vida, ya sea un problema financiero o alguna tendencia pecaminosa especialmente difícil de vencer. Algunas denominaciones, como las G12, han elaborado los famosos “Encuentros” donde se hacen estas liberaciones a un precio algo elevado que impide que la gente muy pobre pueda ser “liberada” de sus demonios. Otras personas lo hacen gratuitamente y solamente reciben lo que el exorcizado quiera darles, aunque se espera que sean generosos con la dádiva. Otros hacen el rito a distancia y otros no cobran y sinceramente creen que están haciendo bien a la humanidad.

También es increíble la cantidad “cristianos”, que usan contra otras personas ciertos conjuros “bíblicos” como: “te hollo, te ato y te encadeno”, “decreto ruina sobre tu casa por pertinaz y mentiroso”, etc. Pero es mucho más sorprendente la cantidad de creyentes que están convencidos de que las palabras de estos “hombres de Dios” tienen poder sobre los verdaderos hijos de Dios. Cuando reciben estas maldiciones “bíblicas”, estos creyentes sinceros decretan ayuno y se centran en una “guerra espiritual” que –lo creen sinceramente- quitará poder a quien maldice y obtendrán para sí mismos protección especial divina.

Estoy consciente de que una orden de Cristo era “expulsar demonios”, pero esto poco o nada tiene que ver con lo que han llamado “guerra espiritual”; esto lo trataremos en otra ocasión. Por ahora, nos centraremos en lo que se llama “guerra espiritual” y que ha sido tomado de una afirmación de Pablo con base en la cual se han escrito millares y millares de libros.

¿Qué es la guerra espiritual..?
Antes que nada, es importante aclarar que la frase “guerra espiritual” no figura en la Biblia. En el texto de Efesios 6:12, la palabra que aparece es “lucha”, diferente a “guerra”. Veamos el pasaje:

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:12)

Más que una “guerra”, el término utilizado aquí es “paló”, que señala una lucha cuerpo a cuerpo. La diferencia es sutil pero importante; el término “paló” indica una lucha individual, una lucha que es “cuerpo a cuerpo”.

Por otro lado, no hay en el texto nada que nos indique que en esta lucha el objetivo sea enviar a los demonios hacia algún desierto –espiritual o no-, sino que el pasaje nos insta a mantenernos firmes contra las asechanzas del diablo:

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. (Efesios 6:11)

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6:13)

La armadura de Dios tiene como objetivo equiparnos para resistir y seguir firmes hasta cuando todo haya acabado. La armadura debe ser nuestro vestido permanente, no es algo que nos pongamos únicamente para una ocasión.

Una leída al texto completo, nos evidencia que en ningún lugar de este pasaje se menciona que debamos tomarnos de las manos haciendo círculos, ni tampoco que debamos dar cierto número de vueltas o pronunciar ciertos conjuros para esta lucha espiritual. La instrucción es tomar la armadura de Dios para poder resistir los ataques del enemigo. En realidad, es el enemigo el que ataca. Nosotros simplemente contenemos el ataque y lo repelemos aguantando hasta que “haya acabado todo”. La lucha dura lo que dura nuestra vida. Por tanto, no es consecuente asegurar –como aseguran estos falsos maestros- que la lucha espiritual es ocasional, es decir, cuando “atamos” demonios, cuando los “reprendemos” o cuando los expulsamos. Nuestra lucha espiritual es constante, permanente y abarca toda nuestra vida como cristianos, cobijando todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

Veamos en qué consiste la armadura de Dios.

La armadura de Dios
Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, vestidos con la coraza de justicia. (Efesios 6:14)

La primera instrucción es ceñir nuestras caderas (cintura, lomos) con la verdad. La palabra griega usada aquí para “cintura”, es "osfús”, y señala más exactamente la región de las caderas; se usa por extensión para designar el “poder procreativo”. No hay duda alguna de que una de las partes más vulnerables en un combatiente, es su aparato reproductivo. Un ataque directo a esa zona puede sacarlo inmediatamente de combate y dejarlo posiblemente estéril o muerto. En las técnicas marciales, para el combate cuerpo a cuerpo, se dan instrucciones precisas para proteger esta zona debido a su vulnerabilidad.

Cuando el apóstol nos dice que ciñamos nuestras caderas con la verdad, nos muestra que con la verdad podemos evitar caer a la primera agresión, sin posibilidad alguna de regresar al combate. Si no tenemos la verdad, será imposible resistir los ataques del enemigo. Éste podrá dejarnos muertos fácilmente.

¿Y qué es la verdad...? ¿Dónde está..? Jesús nos lo dice:

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. (Juan 17:17)

La verdad está solamente en la bendita Palabra de Dios, no en lo que digan los líderes religiosos. Ceñir nuestra cintura con la verdad, es dedicarnos diariamente al estudio de la Palabra de Dios, pidiendo guía al Espíritu Santo en oración y obedeciéndola. Nadie que conozca las Escrituras y las obedezca fielmente, podrá ser vencido por el enemigo.

Cuando Dios sacó a Israel de Egipto, entre las instrucciones para la cena de Pascua ordenó que cuando comieran la cena deberían estar “ceñidos”, con los pies calzados y con el bastón listo; y que deberían comer apresuradamente (Éxodo 12:11). Es decir, deberían estar listos para la acción. Así, ceñirnos con la verdad significa reconocer la autoridad máxima de la Palabra y la disposición para entrar en acción con esa Palabra, obedeciéndola de inmediato. Quien no reconozca la autoridad suprema de la Palabra de Dios, no podrá ceñir sus lomos con ella.... y caerá rendido al primer embate de Satanás.

Después de ceñirnos con la verdad, Pablo dice que procedamos al siguiente paso:

“vestidos con la coraza de justicia”
(v 14)

En una armadura, la coraza protege la región del pecho. Y aquí se nos dice que debemos proteger nuestro pecho con la coraza de justicia.

¿Cuál justicia...? ¿La humana o la divina...?

La respuesta es obvia. Ningún ser humano puede definir lo que es justo o lo que no. Solamente a Dios le corresponde ese derecho.

¿Será el mortal más justo que Dios? ¿Será el hombre más puro que el que lo hizo?
(Job 4:17)

Y para que no quede duda alguna:

Y todas nuestras justicias (son) como trapo de inmundicia. (Isaías 64:6)

Así, la coraza de justicia se refiere a la justicia de Dios, a la rectitud de Dios. ¿Por qué debemos proteger nuestro pecho con la justicia de Dios...? ¿Por qué no es otra parte la que debemos proteger con la justicia...?

Analicemos otro pasaje donde se nos describe la coraza de justicia protegiendo nuestro pecho:

Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. (1 Tesalonicenses 5:8) Ver Isaías 59:17

En la Biblia, la fe y el amor se encuentran en la región del pecho, el corazón. La fe es una condición del corazón. Creemos con el corazón, no con la mente:

Porque con el corazón se cree para (para entrar en) justicia. (Romanos 10:10)

Alrededor del mundo, existen millones de personas que confiesan su fe en Cristo y en la Biblia, pero sus confesiones quedan en el plano mental. Lo que poseen no es la fe bíblica sino una aceptación mental, intelectual, de ciertos hechos y doctrinas. Aceptan intelectualmente que Cristo existió y que murió por nosotros. Pero esa aceptación intelectual no es fe bíblica. La fe bíblica produce un cambio vital y radical en la vida de quienes la profesan.

La fe del corazón, la fe bíblica, siempre produce un cambio definitivo en quienes la profesan. El verbo creer, cuando se asocia al corazón, siempre muestra una acción. Por eso Pablo dice: “Con el corazón se cree para (entrar en) justicia”. En casi todas las traducciones se evita colocar la frase “entrar en”, que aparece en el original, pero tiene una enorme importancia. Una cosa es creer intelectualmente en la significación de justicia, como un ideal abstracto, una aceptación mental, un concepto que puede aceptarse; y otra muy diferente es creer para entrar en justicia, o sea, creer de tal manera que produzca que toda nuestra vida entre en un ámbito diferente, logrando una transformación de nuestros hábitos, carácter y vida.

No es suficiente con creer intelectualmente o aceptar mentalmente la existencia de Dios; los demonios creen y tiemblan (Santiago 2:19), es decir, los demonios saben perfectamente que Dios existe, pero eso nunca los moverá a cambiar su derrotero.

De igual manera, no es suficiente aceptar intelectualmente a Cristo reconociendo mentalmente los hechos de su vida, sacrificio, muerte y enseñanzas. Tenemos que creer “para entrar en” Cristo; nuestra fe –la verdadera- debe movernos –y seguro que lo hará- hasta sacarnos de nuestra vieja forma de vida para entrarnos a la que guía Cristo. La fe bíblica siempre, SIEMPRE, produce cambios. SIEMPRE se cree para entrar en Cristo y su justicia.

La Palabra dice que “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mateo 12:34)

Esto significa que nosotros hablaremos de lo que esté lleno nuestro corazón. Cuando nuestro corazón no está rebosante de fe bíblica, lo que sale por nuestra boca revelará esto. Por otro lado, cuando nuestro corazón está lleno de fe, lo natural será que lo que confesemos con nuestra boca sea lo mismo que lo ha llenado: la Palabra de Dios.

No hay que olvidar que la fe no es creer en lo que a nosotros nos parezca, sino que ésta se origina únicamente en la Palabra de Dios, y tiene relación directa con ella: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:17)

La única manera de que la fe se produzca en nuestros corazones es con la Palabra de Dios. Por este motivo, colocarnos la coraza de la justicia, significa que debemos proteger nuestros corazones con lo que Dios nos ha dicho en su Palabra.

Cuando uno protege su corazón con la justicia de Dios, está obrando y caminando según las órdenes de Dios, no de hombre alguno. Cuando uno protege su corazón con la coraza de la justicia divina, está siempre alerta para evitar llenar su corazón con instrucciones y preceptos que no estén sustentados escrituralmente. Solamente la justicia de Dios evita que nuestro corazón se corrompa con nuestra propia justicia.

Tristemente, millones de personas que aseguran ser cristianas reemplazan el estudio personal de las Escrituras con lo que les dicen y ordenan sus líderes espirituales. Nunca verifican con la Escritura lo que sus pastores les dicen desde el púlpito, y por esta razón nunca tienen una fe verdadera. Sencillamente, no pueden protegerse del enemigo porque no tienen puesta la coraza de la justicia. Sus corazones están llenos de justicia humana y tratan inútilmente de hacer ver como correcto lo que Dios detesta.

Así que, ya hemos visto la importancia que tiene la Palabra de Dios desde el mismo inicio de nuestra vida de discipulado cristiano. Solamente ella, escuchada y obedecida, nos provee de la protección necesaria para resistir los ataques del maligno. Así como de nada sirve el que la conozcamos y no la obedezcamos, tampoco podremos obedecerla si no la conocemos; la Palabra no puede actuar si jamás la estudiamos personalmente bajo la guía personal e invisible del Espíritu Santo.

Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere. (Juan 16:13)

Fíjense bien: Quien guía a la verdad no es quien se llame pastor, profeta, apóstol, líder, anciano, superintendente, diácono, etc., etc., etc. Jesús mismo nos dice que quien nos guiará de manera personal a la verdad –o sea hacia él mismo- es el Espíritu Santo.

En la segunda parte analizaremos los restantes componentes de la armadura necesaria para la lucha espiritual contra el enemigo.


Dios los bendiga con paz


Ricardo Puentes M.
Septiembre 28 de 2007

martes, 25 de septiembre de 2007

"La única Iglesia de Cristo es la Católica"

afirma Benedicto XVI

"La guerra civil americana nunca hubiera sido posible
sin la siniestra influencia de los Jesuitas"
Abraham Lincoln


Este polémico –y nada novedoso- anuncio del Vaticano, me fue esgrimido por una querida amiga adoradora de María, como prueba irrefutable de la procedencia divina de la Iglesia Católica romana.

Por herencia me han llegado dos diferentes tradiciones respecto a la Iglesia Católica. La de mi madre, perteneciente a una familia fuertemente clerical que ha producido seis obispos, decenas de sacerdotes de todas las órdenes y congregaciones, misioneros, una famosa escritora mística de la época de la Colonia –Francisca Josefa del Castillo-, fundadores y constructores de las más antiguas iglesias (me refiero a las edificaciones) en Tunja y Bogotá, un cura guerrillero –Camilo Torres R.-, y cientos de seminaristas y monjas que a lo largo de los 500 años de la triste historia de este país han contribuido –es necesario reconocerlo- a sumir a nuestro pueblo en el oscurantismo y la pobreza.

Para mi padre, un campesino santandereano liberal, práctico y de abolengo desconocido, la experiencia con la iglesia Católica es bien diferente. Como liberal en tiempos de gobierno conservador, mi padre estuvo a punto de morir en varias ocasiones víctima de la violencia política partidista que los sacerdotes católicos ayudaron a instigar desde los púlpitos y las plazas públicas. Me cuenta mi padre que a su familia no le permitían entrar a misa y que a los liberales difuntos no se les daba entierro en el cementerio del pueblo. Aunque él puede contar con los dedos de sus manos la cantidad de veces que ha ido a misa, hoy él se considera católico por tradición nacional.

Y así existen millones de personas en Colombia y el resto de América Latina. Profesan un catolicismo que les llega como herencia maldita, con toda la carga culposa de la iglesia "cristiana" más asesina, ratera e infame que ha existido jamás sobre la faz de la tierra.

Afirmar que la iglesia Católica es la única iglesia de Cristo, es el mismo pronunciamiento espurio de Hugo Chávez en la posesión de su segundo mandato: "el reino de Cristo ha llegado a Venezuela", afirmación que aplaudió la jerarquía católica presente en la ceremonia; decir que la Católica es la única iglesia de Cristo sería lo mismo que creerle a Fidel Castro, mimado del Vaticano, cuando afirma que su régimen tirano tiene la bendición de Dios a través de los jerarcas católicos que forman parte de la cúpula invisible de su gobierno.

La iglesia Católica nació como respuesta necesaria del politeísmo romano frente al cristianismo que se extendía por el imperio como una verdadera plaga atentando contra la unidad y fortaleza del poderoso imperio romano. Constantino, viendo que el imperio corría peligro ya que estaba sustentado en sí mismo por la creencia de la deidad de los Césares, máxima alrededor de la cual estaba toda su cosmogonía, ideó y llevó a cabo el ecumenismo de más éxito hasta ahora. Unió las creencias religiosas cristianas y paganas y formó ese adefesio que se conoce como Iglesia Católica Romana, que no es más que un paganismo disfrazado de cristiandad. A todos los dioses romanos les cambió sus nombres por los de "santos" cristianos, dejándoles las mismas funciones paganas: San Isidro, el "santo" (o dios) de la lluvia; san Antonio, el que consigue maridos; y así para cada dios que controlaba cada una de las actividades de los romanos. Los dioses se convirtieron en santos y asunto arreglado. El 25 de diciembre, fecha del nacimiento del dios Sol para los romanos, fue "rebautizado" como el del nacimiento de Jesús, y a la "reina del cielo", deidad importantísima para la religión romana, se le cambió el nombre por el de "virgen María". Los ejemplos son muchos más, pero no vamos a ahondar en ellos.

¿Cómo fue posible que los cristianos, que preferían morir en las fauces de leones o a manos de gladiadores, antes que transigir en su fe, cedieran a este burdo engaño...?

Constantino, un hábil político y conocedor de la naturaleza humana, recurrió a la mayor de todas sus debilidades: la vanidad, la egolatría, el ansia de poder.

Para la época, el verdadero espíritu de igualdad del cristianismo estaba diluyéndose y en su lugar se estaba produciendo la división entre las congregaciones debido a que algunos hombres comenzaron a reclamar para sí la misma obediencia y reverencia que se le tendría a Jesucristo. Manipulando las Escrituras desvergonzadamente, estos líderes que alguna vez habían sido cristianos, se levantaron sobre sus hermanos en la fe, invistiéndose de un ropaje de autoridad y espiritualidad que los colocaba muy lejos por encima del resto de creyentes. Estos líderes, esgrimiendo la ley mosaica (derogada por Jesucristo), hicieron renacer el sacerdocio levítico disfrazándolo de cristianismo y subyugaron –como lo había anunciado el apóstol Pablo- al resto de creyentes.

Constantino, conocedor de esto, y previo anuncio de su repentina y milagrosa "conversión"convocó a estos líderes para unificar creencias y repartirse las regiones de influencia pacíficamente. Según Sócrates (380 –450 D.C), un historiador profano, la reunión estuvo cargada de insultos, amenazas e improperios que estos obispos "cristianos"se lanzaban unos a otros. De este concilio salió la Iglesia Católica como soberana religiosa y política del imperio. Todo lo que se acordó allí llegó a ser LEY tanto para el imperio como para la Iglesia.

Según Ecclesiastical History, 1.9, de Sócrates, Constantino escribió a la iglesia de Alejandría (Egipto) que "la terrible gravedad de las blasfemias que algunos estaban descaradamente profiriendo con respecto al poderoso Salvador, nuestra vida y esperanza", ahora había sido condenada y contrarrestada, "pues lo que ha resultado aceptable para el juicio de trescientos obispos no puede ser otra cosa que la doctrina de Dios".

El asunto es que Constantino sentó las bases de la Iglesia Católica Romana declarando que el obispo "cristiano" de Roma tenía supremacía sobre los demás obispos ubicados en otras congregaciones del imperio. Tales hombres, los obispos, ávidos de poder y dinero se habían autonombrado como canales entre Dios y los hombres y cada uno exigía obediencia de los otros "obispos"; pero fue el obispo romano mediante una alianza con el emperador el que ganó el pulso que, finalmente, hacia mediados del siglo V, lo constituiría en el obispo supremo, o Papa, como lo conocemos hoy.

Estando investida de poder imperial, la naciente Iglesia Católica emprendió una persecución a los cristianos que no aceptaron este arreglo poco santo. Los cazó como a animales y los asesinó.

Y así lo siguió haciendo durante más de mil años, lapso de tiempo en el cual instauró la sangrienta Inquisición (1183) que llevó a la hoguera y tortura a millones de personas violando los más mínimos principios cristianos bajo el propio nombre de Cristo. A nombre también de Cristo iniciaron las cruzadas exterminando miriadas de moros y haciendo que muchos ingenuos "cristianos" ofrendaran su vida por el "vicario de Cristo". Utilizando el nombre de Cristo, la Iglesia Católica condenó a escritores y científicos, como Galileo Galilei quien se vio obligado a abjurar ante la Santa Inquisición retractándose de las leyes que descubrió (la de la inercia) y de la defensa que hizo al sistema cósmico de Copérnico. Galileo fue obligado por el "Santo Padre" a negar que la tierra y los demás planetas giraban alrededor del sol, sólo porque el Papa creía lo contrario. Así Galileo pudo salvarse de la hoguera por herejía.

Quien quiera aventurarse en la historia del papado, encontrará los más aberrantes ejemplos de la condición humana. Asesinatos, conjuras, masacres, cadáveres que colocaron como papas, violadores, proxenetas, homosexuales pedofílicos, incestuosos que fornicaban con sus madres y hermanas.... todo eso y mucho más dirigió durante siglos la Iglesia Católica Romana, "la única iglesia de Cristo", según afirma Benedicto XVI quien, entre otras cosas, formó parte activa de las filas del nazismo bajo órdenes de Adolfo Hitler, de quien trataremos más adelante debido a sus estrechos nexos con la "iglesia de Cristo".

Los jerarcas católicos se las arreglaron para impedir sistemáticamente que el laicado, los fieles creyentes, tuvieran acceso a la Biblia. ¿La razón? Es obvia: allí están las bases y razones que desvirtúan a la asesina Iglesia Católica como lo que proclama ser, "la única iglesia de Cristo".

Martín Lutero, monje católico agustino, conoció de cerca la corrupción reinante en Roma, las orgías de León X y toda su corte de obispos y frailes, sus manejos financieros oscuros, etc., y enfrentó directamente la autoridad papal al desmentir la Bula Papal donde se vendían indulgencias (perdones y salidas de las almas de familiares del purgatorio) a cambio de dinero. Tradujo la Biblia al alemán, al idioma del pueblo, y esto causó mucho daño a Roma.

Como resultado del movimiento de la reforma iniciado por Lutero, la Iglesia Católica Romana estuvo al borde de la quiebra financiera. Perdió muchísimos seguidores que antes diezmaban, ofrendaban y compraban las famosas indulgencias. León X murió dejando sumida a la Iglesia Católica en la ruina.

Mientras tanto, un poco antes del papado de Leon X, la Iglesia Católica había descubierto el nuevo continente al que le daría el nombre de "América". Quien suministró los fondos para el viaje de Colón no fue, como dicen los ingenuos románticos, la reina Isabel la Católica, sino el mismísimo papa Inocencio VIII, genovés, y familiar cercano de los poderosos banqueros de Roma. Los italianos -los Medicis y demás- eran en últimas los únicos interesados en romper el cerco de los turcos para buscar una nueva ruta marítima hacia el oriente.

Las cosas resultaron mejor de lo planeado. La Iglesia Católica Romana "conquistó para Cristo" los riquísimos yacimientos de oro y demás minerales preciosos, y de paso colaboró con la masacre de miles –tal vez millones- de indígenas americanos.

La Iglesia Católica era –para la época- defensora de la esclavitud, asunto que formaba parte del derecho romano y que fue incorporado como de obligatorio cumplimiento en las "leyes" de la iglesia Católica. Cristóbal Colón y Fonseca, obispo de Badajoz en Cádiz, vieron que sería un lucrativo negocio llevar indios americanos para ser vendidos en Europa como esclavos. Y el negocio les duró hasta que un fraile, Bartolomé de Las Casas, puso el grito en el cielo y denunció a la jerarquía Católica –la suya- por esta infamia. Aunque la reina Isabel abolió la esclavitud en sus dominios americanos, los jerarcas católicos y los encomenderos se inventaron otra forma de esclavitud un poco más discreta, logrando exterminar casi por completo la población indígena en un lapso menor a 200 años. Entre los maestros de esta nueva forma de esclavitud (encomiendas, haciendas y misiones –reducciones- entre otras) fueron los tristemente célebres Jesuitas, el ejército del Vaticano, los asesinos del Vaticano.

Los Jesuitas, como respuesta a la reforma de Lutero
La solución a la reforma de Lutero, llegó muy pronto para ayudar a la Iglesia Católica a recuperar su poder financiero y, de paso, castigar fuertemente a los "protestantes" como se les llamaba a quienes se apartaron de la Iglesia Católica como consecuencia de los hechos ya mencionados.

Ignacio de Loyola, quien había sido paje en la corte de Fernando el Católico y luego alumno mediocre de la Universidad de Salamanca y otras, fundó la Compañía de Jesús, la orden religiosa conocida como Jesuitas.

Con poder especial conferido por el papa Pablo III, donde los eximía de toda supervisión y tributación, y de tener mujeres en su organización jerárquica, los Jesuitas buscaron dos objetivos principales: Conseguir el poder político Universal para Roma y formar una Iglesia universal, también bajo el mando del Papa.

Con este nuevo ejército de asesinos, la "única iglesia de Cristo", la Iglesia Católica Romana, tuvo una orden religioso-militar que inició el aniquilamiento de protestantes apoyando a los dominicos en la Inquisición y utilizando otra técnica más sutil pero no menos efectiva: la infiltración en todos los sectores posibles de la vida: política, educación, justicia, economía, etc. Su propósito, conseguir el poder total para Roma, lo lograrían por todos los medios. No tuvieron inconvenientes en volverse "protestantes" –falsos obviamente- para infiltrarlos y controlar paulatinamente todas las iglesias "evangélicas". Y casi lo han logrado. Si escuchan a los colombianos César Castellanos, Ricardo Rodríguez y Eduardo Cañas, los más importantes pastores "cristianos", es posible que los hayan oído decir que Juan Pablo II, el Papa comunista, era "un hombre de Dios", o lanzar expresiones como: "nuestros hermanos obispos católicos", y cosas por el estilo. Y lo mismo sucede a nivel mundial con "pastores cristianos" como Benny Hinn, Cash Luna, Ronny Chávez... todos ellos están entregando paulatinamente el control de sus iglesias "protestantes" al Papa. Marcos Witt, un famoso y millonario cantante y pastor "cristiano" se acaba de reunir con la mano derecha del Papa, en cuestiones de doctrina y oratoria, para buscar la fusión del cristianismo protestante y el catolicismo romano.

Por eso es que el anuncio del nazi Benedicto XVI, que "la única Iglesia de Cristo es la Católica", cobra fuerza en este tiempo. Aparte de unas tímidas declaraciones de uno que otro líder religioso, esta afirmación está a punto de ser una realidad. Sin ninguna duda, todas estas grandes denominaciones evangélicas, como Asambleas de Dios, están bajo el control directo del Vaticano mediante sus infiltrados jesuitas. Y no solamente será una realidad la fusión de los protestantes, la reciente visita del Papa al centro del poder del Islam en Turquía, donde Ratzinger oró al estilo musulmán, junto al Mufti de Estambul, Mustafá Cagrici, de cara a La Meca, comprueba que las conversaciones con los musulmanes para concretar el ecumenismo, están bastante adelantadas.

Un estudioso del tema nos dice que:

Los Jesuitas dividieron el mundo en dos partes: I. Los creyentes, II. Los incrédulos.
I. Bajo la primera parte (la iglesia mundial), estarían: católicos, protestantes de todas las denominaciones, ortodoxos, musulmanes, brahamanes, budistas, mormones, Testigos de Jehová, iglesias ocultistas, Nueva Era, religiones orientales, Cienciología, judaísmo, etc. etc.
II. Bajo la segunda parte (gobierno mundial), estarían: comunistas, todas las logias masónicas, anarquistas, sindicatos, gobiernos, diversas sociedades, etc. etc
. (Miguel Rosell, El silencio de los Corderos)

Los jesuitas, expertos en la injuria, el complot y la intriga, no sólo están entregando las iglesias protestantes en manos del Vaticano, en cumplimiento de su propósito de conseguir una sola religión mundial bajo el mando del pontífice romano; sino que también han penetrado las esferas políticas logrando que su accionar en los diferentes países del mundo que han tenido la desgracia de acogerlos haya sido muy efectivo; han establecido dictaduras de izquierda y de derecha y han marchitado democracias. Siembran la anarquía y la rebelión donde quiera que estén porque esto ayuda a sus propósitos. En cualquier lugar donde ellos no tengan el control, no dudarán en manipular guerrillas y terroristas para desestabilizar la nación y traer un gobierno totalitario (de izquierda o de derecha, da igual) que esté a su entera disposición.

Fue espeluznante ver que detrás de Hugo Chávez, en su segunda posesión como presidente, estaban los altos jerarcas católicos, los jesuitas. Estuvieron detrás de Pinochet y de Perón y no es raro que sacerdotes de alto rango estén siendo juzgados por crímenes en esas dictaduras. Detrás de Fidel Castro siempre han estado ellos; el padre de Castro fue nazi y el mismo Fidel estudió con la Compañía de Jesús. Fidel es católico. Su imagen de revolucionario ateo no cuadra con las misas que la iglesia Católica le ofrece y a las que asisten los jerarcas católicos de iberoamérica. En Colombia, vemos que estos jerarcas católicos están por encima de la ley, desobedeciendo impunemente sentencias judiciales, retando a la justicia y arguyendo que los sacerdotes no pueden ser juzgados por la misma ley que el resto de los colombianos porque ellos –dicen- tienen unos acuerdos con el gobierno. Esos acuerdos con el gobierno forman parte del Concordato que aún tiene suscrito el Estado Colombiano con el Vaticano y que mentirosamente nos hicieron creer que se había derogado con la Constitución de 1991. Por eso es que obispos pederastas y pedófilos podrán seguir abusando de niños y niñas sin que los alcance la justicia. Ellos están más allá de la ley.

Alberto Rivera, ex sacerdote jesuita de alto rango, quien rindiera el juramento extremo reservado a los niveles superiores de la Orden, y quien fuera instruido en el Vaticano en lo concerniente a la historia del jesuitismo, sufrió luego una profunda crisis de conciencia y decidió valientemente desenmascarar a la "única Iglesia de Cristo" la perversa iglesia Católica. En una reunión ecuménica de más de cincuenta mil líderes católicos y protestantes, celebrada en Guatemala en 1965, reveló públicamente lo que el Vaticano estaba haciendo.

Contó cómo los jesuitas han logrado obtener el control de todas las instituciones de este planeta. Alberto Rivera aseguró que "el Opus Dei es otro brazo de los Jesuitas, así como los Banksters (banqueros gangsters), masones, los illuminati, el CFR (Council of Foreing Relations, Consejo de Relaciones Exteriores), el movimiento de la Nueva Era, Trilateral Comisión (la Comisión Trilateral), el Club de Roma, los Bildebergers, Skull and Bones, el Bohemian Grove, El Comité de las 300 (así se llaman las familias de élite más ricas) - Rothschilds en Inglaterra y los Rockefellers en América, etc. A través del Opus Dei, manejan los partidos demócratas cristianos, igual que los partidos políticos de centro y centro derecha, así como los poderosos sindicatos entre otros". (Eric Jon Phelps, Los asesinos del Vaticano)

Afirma Rivera también que los jesuitas controlan las mafias internacionales de la droga. Y acaso sea esta la razón de los profundos conflictos que sufrimos en Colombia, Perú y Bolivia, mayores productores y exportadores de droga en el mundo. Si la droga se legalizara, como pretenden algunos políticos de "izquierda", el enorme negocio ya estaría por adelantado en manos de los jesuitas.

Rivera también nos revela el juramento que prestó y al que se someten los jesuitas de alto rango. Contiene cosas como estas:

"Se te han enseñado tus ocupaciones como espía, para acumular estadísticas, hechos e información a tu alcance, a congraciarte y ganar la confianza de los círculos familiares de Protestantes y herejes de toda clase y carácter, tanto la del comerciante, el banquero, el abogado; entre escuelas y universidades, en parlamentos y legislaturas, entre los judiciales y consejeros del Estado; y para ser todas las cosas para todos los hombres, por el bien del papa, cuyos sirvientes somos hasta la muerte.. (....) Yo,_________ ahora en presencia del Altísimo Dios, la bienaventurada Virgen María, el bienaventurado Miguel Arcángel, el bienaventurado San Juan Bautista, los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo y todos los santos y ángeles del cielo... prometo y declaro, que no tendré opinión o voluntad propia, o cualquier reserva mental, aun como un muerto o cadáver, sino que sin vacilar, obedeceré todos y cada uno de los mandatos que pueda recibir de mis superiores en la Milicia del Papa y de Jesucristo... prometo y declaro que cuando la oportunidad se presente, haré guerra sin compasión, secreta o abiertamente, contra los herejes, Protestantes y liberales como se me ha instruido para extirpar y exterminar a todos ellos de la faz de la Tierra y que no dejaré edad, sexo o condición, y que colgaré, quemaré, desolaré, desollaré, estrangularé y enterraré vivos a esos infames herejes; arrancaré sus estómagos y las matrices de sus mujeres; y estrellaré las cabezas de sus infantes contra la pared para aniquilar por siempre su raza execrable. Y cuando ésto no pueda ser hecho abiertamente, secretamente usaré la copa envenenada, la cuerda para estrangular, el acero de la daga, o la bala dirigida, sin prejuicio de honor, rango, dignidad o autoridad de la persona o personas, cual fuera su condición en la vida, ya sea pública o privada, tal como puede ser ordenado para hacerlo, por cualquier agente del Papa o Superior de la Hermandad de la Santa Fe de la Sociedad de Jesús.. (Citado en La Cruz doble, Alberto parte 2, 1981.)

Alberto Rivera fue asesinado. Y ya sabemos por quiénes.

Esto es, queridos amigos, lo que el nazi Ratzinger, Benedicto XVI, llama "la única Iglesia de Cristo". En el próximo artículo veremos cómo la Orden ha afectado el panorama mundial analizando los últimos 100 años de nuestra historia. Veremos qué papel jugaron en la revolución bolchevique, en las dos guerras mundiales; cómo apoyaron a Hitler, Mussolini y Stalin, entre otros, a través de las logias masónicas y los movimientos socialistas nacionales.

Mi deseo está encaminado principalmente a que jóvenes idealistas que hoy conforman el Polo Democrático, socialistas seguidores de Chávez y Castro evalúen los verdaderos propósitos de sus oligarcas dirigentes quienes, bajo la máscara socialista de la igualdad y la compasión por los pobres, no son más que títeres –cuando no más- de los verdaderos dueños de Latinoamérica; para que entiendan por qué la jerarquía católica espolea a Uribe Vélez para que extermine a los guerrilleros mientras que, al mismo tiempo, hospedan a los dirigentes guerrilleros, almuerzan con ellos y los escoltan hasta Cuba, un fortín del Vaticano ciento por ciento. Podrán entender por qué prominentes políticos colombianos, como el recientemente fallecido Alfonso López Michelsen, fueron tan cercanos a Fidel Castro, a la mafia del narcotráfico y a la jerarquía católica mientras pronunciaba un confuso discurso revolucionario y a la vez oligarca. Podrán entender por qué colegios de influencia masona, como el Gimnasio Moderno, cuentan entre sus capellanes a altos jerarcas católicos. ¿Luego la masonería no es anticlerical..?, se asombrarán algunos mientras confirman nombres como monseñor De Brigard oficiando espiritualmente en el colegio masón-liberal.

También, por otro lado, es un compromiso con los cristianos sinceros, afiliados a toda suerte de denominaciones "cristianas"; es un llamado a ellos para que analicen si la jerarquía de sus iglesias concuerda con el espíritu cristiano de hermandad. Finalmente, para los jesuitas, a la hora de entregar las iglesias protestantes bajo control del papa, les resultará mucho más fácil si han colocado "pastores", "ancianos", "superintendentes" y demás rangos, como cabezas espirituales de los creyentes quienes, a una voz de mando de sus líderes espirituales, no dudarán en aceptar la soberanía del papa sobre ellos y sus vidas. No se engañen, no hay intermediarios humanos entre Dios y los hombres. Los líderes espirituales no son más que impostores que usurpan el legítimo papel de Jesús sobre cada creyente. Incluso los líderes sinceros, quienes están convencidos de que deben mantener bajo su égida al resto de fieles, deberían hacerse un examen de conciencia y, a la luz de las Escrituras, determinar si están actuando como siervos de Dios o como jerarcas que se colocan sobre otros hombres, robándolos y manipulándolos para beneficio propio, esgrimiendo como excusa a Jesucristo, usando su nombre para esclavizarlos mientras siguen intentando ocultar que Jesús es sinónimo de libertad.


Ricardo Puentes M.
Julio de 2007.

¿Qué nos salva... la fe o las obras...?

Por esta bondad inmerecida, en verdad,
ustedes han sido salvados mediante fe;
y esto no debido a ustedes: es dádiva de Dios.
No, no es debido a obras,
a fin de que nadie tenga base para jactarse.

Efesios 2:8, 9.

El apóstol es claro: Somos salvos mediante fe, que es dádiva de Dios, no mediante obras para que nadie pueda gloriarse. ¿Significa eso que para ser salvo no necesitamos las obras..?

Para entender el asunto, lo primero que hay que definir, es el significado de "obras"y de "fe". Ya hemos visto que la fe bíblica significa creer en lo que dice la Palabra, así que, dando por sentado esto, podemos afirmar que –básicamente- "fe" es lo que creemos mientras que "obras" es lo que hacemos.

También hemos visto que hay un tipo de obras, las "obras muertas", que no agradan a Dios puesto que no están basadas en la fe. Esto nos lleva a otra pregunta: Si existen obras "muertas", las que conducen a muerte, ¿es posible que existan "obras vivas", aquellas que puedan conducir a vida eterna..?

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras..? ¿Podrá la fe salvarle..? (....)..? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14,26)

Santiago compara el cuerpo con la fe y el espíritu con las obras, y añade que así como un cuerpo sin espíritu está muerto, la fe sin obras también está muerta.

Sabemos por experiencia que un cuerpo sin espíritu, sin vida, es un cadáver que se descompondrá hasta convertirse en polvo. De igual manera, una fe sin obras (de fe) está muerta e inservible. Un cuerpo sin espíritu no es nada; una fe sin obras no es nada.

Lo que el apóstol nos quiere mostrar aquí, es que no puede existir una fe sin obras. Santiago le dice a quienes profesan tener fe pero no tienen obras, que corroboren tal afirmación. Cuando un creyente recibe a Cristo, el Espíritu inicia una operación en él proveyéndole de la fe necesaria para seguir adelante en su perfección. Sin embargo, muchos cristianos dejan apagar ese espíritu de fe haciendo que ésta sea una proclamación vacía e inútil. No tienen obras de fe.

Cuando Cristo murió en la cruz dijo: "Consumado es.", es decir, con su muerte cumplió todo lo que se necesitaba para pagar el castigo de los pecados de los hombres y para comprar la salvación de toda la humanidad, todo quedó consumado por los sufrimientos y la muerte de Cristo en la cruz. El intentar sugerir que un hombre pueda hacer algo más, o necesitar algo más de lo que Cristo ya hizo y proveyó, es repudiar el testimonio de la bendita Palabra de Dios y desacreditar la virtud del sacrificio expiatorio de Cristo. Sugerir, como lo hacen ciertos predicadores, que hay que hacer ciertas obras buenas como diezmar u ofrendar generosamente, u obedecerlos ciegamente para lograr la salvación, es anular el sacrificio de Cristo.

En otras palabras, cualquier intento del hombre por ganar su salvación por medio de sus "buenas obras" es, literalmente, UN ULTRAJE PARA DIOS, un desprecio por el sacrificio de Cristo. Una afirmación de este tipo lleva en sí la implicación de que el sacrificio de Cristo fue incompleto, imperfecto... y que se necesitaría algo más para hacerlo perfecto.

Pablo enseña lo siguiente:

Pero al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. (Romanos 4:4-5)

Pablo afirma que a quien obra se le debe un salario. Y ¿cuál es el salario de todo pecador que pretenda, por sí mismo, conseguir la salvación..?

porque la paga del pecado es muerte, (Rom 6:23)

Todo lo que haga una persona que no haya sido salva mediante la gracia, recibe el pago de la muerte. Ese es el salario merecido.

Así que lo primero que tiene que hacer un hombre, para ganar su salvación, es dejar de obrar. Debe dejar de intentar ganarse la salvación mediante sus obras. La salvación viene únicamente por la fe, sin hacer nada más que creer.

Ir tras la salvación por obras fue el gran error de Israel:

Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué..? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras. (Romanos 9:31-32)

Los israelitas no alcanzaron la salvación que Dios había dispuesto para ellos, debido a que ellos mismos intentaron conseguir esta salvación mediante sus propias obras; intentaron lograr la justicia excluyendo a Dios y, obviamente, no la consiguieron.

Lamentable y terriblemente, ese es el mismo caso de millones de cristianos hoy día. Multitudes de creyentes creen firmemente que deben hacer algo más para ganar su salvación. Se esfuerzan por orar, por ayunar, por hacer obras de misericordia, por obedecer ciegamente a sus líderes religiosos; cantan salmos, lloran, claman, trabajan en lo que les ordenen sus pastores.... Pero todo es en vano. Ellos jamás obtendrán la salvación mientras sigan buscándola por obras y no por fe.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

El escritor inspirado nos dice que ya somos salvos por medio de la fe. No hay necesidad de hacer nada más. Dios nos da ese inmerecido regalo de la salvación a cambio solamente de que creamos; Pablo es enfático en afirmar que no se debe a "obras", para que nadie se gloríe.

Nos salvó, (Dios) no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. (Tito 3:5)

Todas nuestras "obras de justicia" deben quedar excluidas primero, antes de poder recibir la inmerecida salvación por medio de la misericordia de Dios.

Fijémonos que Pablo asegura que la salvación nos llega mediante una regeneración, o nuevo nacimiento, que produce a su vez nuestro lavamiento –la limpieza de nuestros pecados-, y que todo es una obra del Espíritu Santo en nuestra vida.

Entonces, si no necesitamos obras para ser salvos; si, por el contrario, debemos dejar de actuar para poder recibir la salvación, ¿qué papel desempeñan las obras en la vida de un cristiano...?

Las obras de fe
Santiago es enfático al afirmar que la fe sin obras está muerta. ¿Hay alguna contradicción con lo anteriormente expuesto, que no somos salvos por obras sino por fe..?

Empecemos por analizar el texto de Santiago:

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras..? ¿Podrá la fe salvarle..? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha..? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces: También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta..?¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar..? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino..? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14-26)

Como se mencionó al principio de este escrito, tenemos la seguridad de que una persona está viva cuando tiene su espíritu dentro de sí. Cada movimiento o acción es una manifestación visible del espíritu invisible que vive dentro de ella. Cuando el espíritu abandona ese cuerpo, éste deja de actuar y queda inanimado, inerte. La ausencia de actividad, de obras y actos de ese cuerpo, nos asegura que su espíritu ya no está allí.

De igual manera sucede con el espíritu de fe dentro del verdadero cristiano, quien ha nacido de nuevo. Ese espíritu de fe está vivo y activo, y funciona con vida del mismísimo Dios:

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
(1 Juan 3:9)

La semilla incorruptible del Creador permanece en quien ha nacido de nuevo.

Cuando la semilla incorruptible, la vida de Dios entra en el corazón del creyente, inmediatamente toma control –es evidente que el creyente lo permite- de toda la vida de éste, de todos sus deseos, sus actos, sus pensamientos y sus palabras. Debido a esto, el creyente nacido de nuevo empieza a pensar, hablar y actuar de un modo enteramente diferente a como lo hacía antes.

El creyente nacido de nuevo –con el Espíritu de Dios controlando su vida- empieza a vivir de una manera diferente a la que llevaba antes; empieza a hacer "obras" nuevas, obras que son la evidencia de que tiene fe en su corazón; obras que muestran que el Espíritu de Dios vive dentro de él.

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)

Una persona con la simiente de Dios dentro de él, tendrá que manifestar obligatoriamente que en realidad ha nacido de Dios. No solamente se apartará del pecado sino que la semilla de Dios lo moverá a hacer cosas que su Salvador haría. Una persona nacida de nuevo pensará como Cristo pensaría, y actuará como Cristo actuaría. Y es una verdad incuestionable que nuestro Señor no solamente se apartó del pecado, sino que también hizo el bien. Hizo obras de fe.

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)

Un creyente nacido de nuevo, renovado en el espíritu de su mente y vestido del nuevo hombre actuará justicia de ahí en adelante.

Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago 1: 23-25)


Ejemplos de fe
Observemos los ejemplos de fe citados por Santiago.

¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar..? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. (Santiago 2:21-23)

Santiago nos dice que Abraham creyó a Dios y esto le fue contado por justicia. Quienes afirman que la sola fe (sin obras) de Abraham lo salvó, tienen razón. Sin embargo, Abraham manifestó en acciones que tenía fe en su corazón. No se quedó inerme sino que su fe lo impelió a actuar, a ponerse en acción. Su fe lo movió a salir de Ur; su fe lo movió a ofrecer a Isaac en un altar, en obediencia a Dios. Cada paso de obediencia preparaba a Abraham para el siguiente, fortaleciendo así su fe.

La fe de Abraham fue puesta cuando Dios le ordenó sacrificar a su hijo Isaac: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; (...) pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos. (Hebreos 11:17-19)

Para ese momento, Abraham había obedecido en todo a Dios, había ejercitado su fe paso a paso, y ésta se había fortalecido hasta el grado de estar absolutamente convencido de que Dios podía resucitar a su hijo y regresárselo. Por esta razón, Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac y sólo la intervención directa de Dios impidió que lo matara.

Fue la última vez que su fe estuvo sometida a prueba. Después de esto, Dios lo bendijo prometiéndole que en su descendencia serían benditas todas las naciones de la tierra.

El otro caso que menciona Santiago es el de Rahab:

Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino..? (Santiago 2:25)

Rahab era una prostituta cananea que vivía en Jericó, ciudad que Dios había condenado a la destrucción en manos de Josué. Como todos los pueblos vecinos, los habitantes de Jericó habían escuchado acerca de la manera en que Dios libro a Israel de las manos de faraón. Al contrario de los demás habitantes de Jericó, Rahab estaba convencida de que ese Dios Yahvé era el verdadero Dios y tenía la seguridad de que así como había vencido al poderoso faraón, entregaría a Jericó en manos de los hebreos. Pero no solamente creía eso; Rahab también creía que Yahvé era misericordioso y que podría salvarla a ella y su familia de la destrucción. Rahab no ofrecía sacrificios a Dios puesto que no era israelita, no hacia ceremonias, no diezmaba, no guardaba el sábado... pero su fe la llevó a actuar.

Cuando Josué envió sus espías a Jericó, Rahab los hospedó, los escondió y luego los obligó a escapar a riesgo de su vida y la de su familia. Debido a este acto de fe, Rahab y su familia fueron salvos. Rahab no se contentó con saber que había un Dios verdadero, sino que esa fe la movió a realizar obras y así pudo salvarse.

Santiago también nos habla de otros seres que creen en Dios:

Tú crees que Dios es uno; bien haces: También los demonios creen, y tiemblan. (Santiago 2:19

Los demonios creen en Dios. Y tiemblan de terror. Ellos saben que Dios existe pero esa creencia no les trae salvación sino destrucción. No tienen fe, solo tienen la certeza de que Dios existe pero su carencia de fe hace que no sean movidos a obras de fe. De hecho, es imposible que ellos tengan fe, ya que –como hemos visto- la fe la produce Dios en cada corazón arrepentido.

De igual manera que saber que Dios existe no les trae beneficio a los demonios, en los creyentes que creen pero no actúan su confesión de fe es una falsedad. No tienen fe porque la fe siempre produce actos que la evidencian y la perfeccionan.

Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha..? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Santiago 2:15-17)

El "creyente" que ve en necesidad a un hermano y no le provee lo necesario –pudiendo hacerlo- no tiene fe. Sus palabras de "Id en paz, calentaos y saciaos", son una confesión vacía; ellos están en la misma posición de los demonios que saben que Dios existe pero eso no los salva. El "creyente" que no actúa en beneficio de un hermano necesitado está demostrando que no tiene fe. Lo más grave de todo es que si el "cristiano" no se siente impelido a actuar está evidenciando que no ha nacido de nuevo, y por tanto es necesario que acuda a Dios en oración y suplique su misericordia, que lo provea del regalo de la fe.

La fe siempre, siempre, produce el querer y mueve hacia el actuar:

Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12-13)

Si bien es cierto que no recibimos la salvación por las obras, éstas son la prueba de que tenemos fe. Es mediante las obras que nuestra fe se perfecciona.

Si usted no se siente movido a ayudar a su prójimo, eso quiere decir que Dios no está actuando en su corazón. Por tanto, ocúpese de su salvación urgentemente porque no la ha experimentado. Pida a Dios que lo ayude a fortalecer la fe que produce salvación.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto (la fe) no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

La fe es un regalo de Dios; búsquela. Busque a Dios y verá que él no lo rechazará.

"Al que viene a mí, no le echo fuera.." (Juan 6:37)

¡Qué tremenda promesa de misericordia y amor....!

Dios los bendiga abundantemente.


Ricardo Puentes Melo
Julio 2007.

jueves, 13 de septiembre de 2007

PASTORES Y AUTORIDAD. PARTE FINAL

¿TIENEN LOS PASTORES DE LA IGLESIA
AUTORIDAD DELEGADA DE CRISTO SOBRE
EL RESTO DE FIELES..?
Lo que nos muestra la Biblia
CUARTA Y ÚLTIMA PARTE

Consideraciones finales

Es necesario repetir que las diferentes designaciones de pastor, maestro, evangelizador, y así por el estilo, describen servicios que deben rendirse, trabajo que debe hacerse a favor de la comunidad cristiana, no cargos en el sentido de posiciones institucionales en un arreglo estructurado de ningún tipo. Ya vimos que el apóstol menciona "apóstoles, profetas, maestros" en su comparación de la comunidad cristiana con el cuerpo humano; pero antes de eso él describe las dádivas espirituales que capacitan a todos, a cada uno de los miembros (por tanto, incluso a los apóstoles, profetas y maestros) para cuidarse mutuamente unos de otros, y al hacerlo así, él pone la atención, no en cargos o posiciones organizacionales, sino en servicios y trabajo, diciendo:

Hay diferentes maneras de servir, pero es a un mismo Señor a quien servimos Y hay diferentes maneras de hacer las cosas, pero es un mismo Dios el que las hace en todas las personas. Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para el provecho de todos. . . Pero todas estas cosas las hace el único y mismo Espíritu, el cual reparte las diferentes capacidades a cada persona según él mismo quiere. (1 Cor. 12:5-7;11)

En el versículo 28 de la porción antes citada de 1 Corintios 12, junto con nombres tales como "apóstoles", "maestros", "profetas", el apóstol también lista algunos formas verbales como "asistir a los necesitados" y "presidir la asamblea".

Así, en la iglesia, Dios ha encomendado diferentes funciones, poniendo a unos como apóstoles, a otros como profetas y a otros como maestros. También hay los que hacen milagros, los que pueden sanar a otros, los que ayudan, los administradores y los que poseen el don de hablar en lenguas extrañas. (1 Cor. 12:28) (subrayado mío)

Algunas traducciones convierten estas formas verbales en nombres, tales como "ayudantes, administradores" (The Revised Standard Version), "ayudantes, buenos guías" (Biblia de Jerusalén), "ayudantes, consejeros" (Phillips Modern English), "asistentes, administradores" (New American Bible, Edición Revisada), "[los que tienen] habilidad para ayudar a otros o poder para guiarlos", (The New English Bible).

Como afirma el erudito Robert Banks: [Las dos formas verbales griegas] simplemente significan prestar asistencia y dar dirección de un modo menos personalizado. . . . `obras de ayuda' e `iniciativas prácticas' son tan cercanas entre ellas como sea posible. Otra vez, estos términos no son de carácter técnico. Ciertamente, no tienen que ver con posiciones oficiales en la iglesia. Su aplicación a funciones, más bien que a personas envueltas en esas funciones, su rango tan bajo en la lista de dádivas y, quizás, su aparición sólo aquí en el Nuevo Testamento, apoyan esto.

En la obra New International Dictionary of New Testament Theology, Tomo I, página 197, encontramos este comentario:

El presente escritor cree que en la iglesia conocida por Pablo todavía no había cargos institucionalizados o diferenciados con precisión. . . . Esto se confirma por la lista de dádivas en Rom. 12:8, donde el prohistamenos ["dar dirección" o "cuidar de"] se caracteriza por spoude (celo). El prohistamenos se lista junto al didaskon (el que enseña), el parakalon (el que exhorta), el eleon (el que hace obras de caridad). Todas estas palabras son formas verbales, que sugieren una actividad más bien que un cargo.


El asunto de las diferentes formas de traducir una palabra
También en estas consideraciones finales, es necesario aclarar que algunos que llevan la delantera en la obra del Señor, que se han distinguido por su servicio fiel y su celo en dejarse guiar únicamente por la bendita palabra de Dios, como estoy seguro de que es el caso del hermano que me exhorta a no ser "rebelde", tienen sus puntos de vista particulares basados en algunas versiones y traducciones de la Biblia. El caso es que, como se dijo antes, cuando buscamos un entendimiento de algún texto "difícil", siempre debemos tener la visión de la Palabra de Dios como un "todo" coherente.

Si queremos desarrollar un punto de vista exacto en la compresión de la Biblia, debemos tener en cuenta que, a menudo las palabras del lenguaje original permiten una variedad bastante amplia de significados. Por ejemplo, mientras algunos traductores escogen aquellos significados que dan apoyo al concepto de un arreglo estructurado y de considerable autoridad oficial, como los traductores de New American Bible lo hacen cuando emplean en Romanos 12:8 la expresión "el que manda debería ejercer su autoridad con cuidado". Aquí la expresión "el que manda" es una traducción del griego ho proistámenos (literalmente, el [uno] que está de pie delante). De igual manera, otras traducciones que dan un tono autoritario a su traducción emplean términos tales como "el hombre con autoridad" (Phillips Modern English), "líder" (The New English Bible, The New Revised Standard Version) "liderazgo . . . gobierno" (The New International Version).

Por otro lado, la versión Dios Habla Hoy, traduce proistámenos, como "el que ocupa un puesto de responsabilidad"; la Revised Standard Version vierte esta misma expresión simplemente como "el que da ayuda"; igual lo hace la Nueva Biblia de los Hispanos: "el que presta ayuda".

La diferencia de traducciones es debida a que el término del lenguaje original (proistemi) tiene una amplia gama de significados. Igual puede significar: guiar, dirigir, asistir, proteger, representar, cuidar de, apoyar, preocuparse de, aplicarse en.

El contexto debe ser la guía para saber cuál de estos significados es apropiado. Generalmente en los lugares del Nuevo Testamento donde aparece este término, los traductores escogen entre los dos sentidos de "dirigir" y "cuidar de". Los que se sienten inclinados por aportar un tono de autoridad, lo hacen; los que favorecen un sentido de cuidar y de apoyar, lo indican con su traducción. Independientemente de las preferencias personales, la traducción "el que da ayuda" tiene validez plena y armoniza perfectamente bien con el espíritu del Nuevo Testamento como un todo, y particularmente con el ejemplo del Hijo de Dios.

La misma expresión aparece en 1 Tesalonicenses 5:12, donde encontramos esta exhortación según vierte La Biblia de Jerusalén:

Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan.

Encontramos otra vez una categoría similar de traducciones de esta expresión. Algunas leen: "[los que] ejercen autoridad en el Señor" (New American Bible); "[aquéllos] sobre vosotros en el Señor" (The Revised Standard Version); "os gobiernan en el Señor" (EUNSA).

Pero otras traducciones, traducen: "[los] que os conducen en el servicio del Señor" (AT), "[los] que el Señor ha escogido para guiaros" (Today's English Version), "[los] que os dirigen y aconsejan en el Señor" (Versión Popular), "[los que] os presiden en el Señor y os amonestan" (Versión Reina-Valera 1960), "[los que] os presiden y os aconsejan en el nombre del Señor", (Versión Interconfesional). De igual manera, en este versículo, igual que en 1 Corintios 12:28, no se emplean nombres, sino las formas verbales "trabajando", "cuidando (o conduciendo)", y "enseñando (o amonestando)".

Indicando las diferencias que esto produce, Banks comenta:

"Estas tres palabras juntas indican simplemente el esfuerzo invertido por estas personas en llevar a cabo sus tareas, el carácter apoyador de su trabajo y la nota de exhortación y de advertencia apropiada para ello. . . . lo que está en juego aquí no son posiciones oficiales dentro de la comunidad, sino funciones especiales."

Individualmente cada cristiano es libre de juzgar la autenticidad del mensaje. Cada uno de nosotros está obligado (cabe ese término) a juzgar lo genuino de cualquier mensaje que le sea presentado. Cada uno debe tomar su propia decisión en cuanto a su validez, haciéndolo sin importar las pretensiones que acompañen a ese mensaje, sin tener en cuenta el ropaje de autoridad con el que venga investido. Eso se desprende de las palabras del propio Jesús cuando, con respecto a sus verdaderas ovejas, dijo lo siguiente:

... y sus ovejas le siguen [al verdadero Pastor], porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. (Juan 10:4-5)

Jesús ordena que sus ovejas juzguen por sí mismas si es Jesucristo quien les habla a través del mensaje que estén recibiendo. Cuando el mensaje está cargado de exaltación de los hombres mediante habla autoritaria, o está lleno de propuestas dogmáticas y legalistas que anulan totalmente la tolerancia, la compasión, o que desvirtúan la gracia de Dios al asegurar que podemos comprar con billetes de alta denominación su misericordia, necesariamente ese mensaje ha de tener un sonido extraño para las ovejas que conocen la Palabra, sin importar si tal mensaje proviene de personas que alegan representar al gran Pastor. Antes que adherirse al punto de vista que a veces se escucha en cuanto a que "incluso estando equivocados, hay que seguir adelante y no fijar su mirada en hombres que enseñan mal", Jesús dijo que sus ovejas habían de distanciarse lo más lejos posible de quienes, mediante proposiciones tiránicas, se muestran extraños al espíritu del cristianismo. Existen motivos razonables para evitar a esas personas en vista de que los hechos históricos no dejan lugar a dudas de la tendencia innata en los hombres para encontrar la manera de imponer su voluntad y su manera de ver las cosas a los demás, suplantando así de una u otra manera la voluntad de Dios y de su Buen Pastor. Ejemplo de esto es lo mencionado por Alberto Ribera, ex-jesuita convertido a Cristo y asesinado por sus denuncias contra esta orden; él dijo que, como estudioso de la Biblia, había descubierto que los llamados "primeros padres" de la iglesia habían pervertido el mensaje de Cristo y que "con fervor atacaron la Biblia y la corrompieron añadiéndole y quitándole palabras". No sería de extrañar que este fuera el caso.

Lo que significa pertenecer al Cuerpo de Cristo
El unirse a alguna organización o denominación religiosa o iglesia no tiene nada que ver con el ingreso en ese cuerpo al que las que las Escrituras llaman el Cuerpo de Cristo. Nos convertimos en miembros de ese cuerpo de Cristo de una sola y única manera, por nuestra fe. Cualquiera que haya aceptado al Hijo de Dios como su Cabeza, se convierte en parte de ese cuerpo. Es la fe individual, personal de cada uno lo que lo conecta a esa Cabeza, y la jefatura guiadora de Cristo continúa siempre disponible a cada uno como persona.

Aunque un creyente ya forma parte de un cuerpo colectivo debido a una fe compartida mutuamente, nadie depende de la intervención o mediación de otro miembro o grupo de miembros para tener acceso a esa jefatura o para recibir su guía. Pues "Cristo es la cabeza de todo varón" y, a través de Cristo y de parte de Dios "a cada uno [a cada hombre y a cada mujer] le es dada la manifestación del Espíritu para provecho", asignando Sus dones "a cada uno en particular". Hay "diferentes capacidades que una persona puede recibir", "diferentes maneras de servir" y "diferentes maneras de hacer las cosas" pero el "mismo Espíritu", el "mismo Señor" y "el mismo Dios el que las hace en todas las personas".

Como miembros de ese cuerpo, no es menos cierto que somos "miembros que pertenecemos individualmente unos a otros". A los cristianos se nos muestra que debemos ser, no miembros de un sistema religioso, sino miembros de una comunidad religiosa, un cuerpo de personas similar a una familia bajo la jefatura del Hijo de Dios.

Los cristianos del primer siglo no "pertenecían" a una ekklesia, iglesia o congregación local, en el sentido de pertenecer, o de ser miembros formales "carnetizados" de una organización religiosa. Si se reunían con otros, formaban parte, en virtud del propio acto de reunirse, de la "reunión" o "asamblea" local (ekklesia). La "llamada" que los congregaba no provenía de alguna autoridad religiosa. Era la llamada de las buenas nuevas del evangelio de Cristo que los atraía, una llamada no meramente para compartir sus propios pensamientos y opiniones, sino básicamente para oír el mensaje de Dios.

Otro factor que contribuye a nuestro entendimiento es el principio establecido en Efesios 4:11-16, ya citado. Este pasaje afirma que los servicios que rinden las personas en las congregaciones, incluyendo los realizados por los apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y maestros, fueron todos diseñados para llevar a la gente a una meta. Como hemos visto, la meta era, no que permaneciesen siendo niños, necesitando que otros les enseñasen y les pastoreasen, sino que tenían que "crecer en toda forma unidos en Cristo, quien es la cabeza del cuerpo". El paso del tiempo debería reducir su necesidad de que otros les rindiesen tales servicios y debería aumentar su propia habilidad para actuar como personas adultas, maduras, que no son constantemente dependientes de otros. En la carta a los Hebreos el escritor reprende a aquéllos a los que se dirige, diciendo: "Después de tanto tiempo ya debíais ser maestros".

En lugar de continuar en la necesidad constante de un servicio de pastoreo por parte de otros, cada cristiano debe adquirir fuerza para ser capaz de acudir por sí mismo en ayuda de los demás. Pablo escribe, no a los representantes de una iglesia o a los líderes, pastores o ancianos de una organización, sino a los cristianos en Galacia en general y, por supuesto, a todos nosotros:

Hermanos, si alguno incurre en falta, vosotros que sois hombres de espíritu, debéis corregirle con amabilidad. Y manteneos todos sobre aviso, porque nadie está libre de ser puesto a prueba. Ayudaos mutuamente a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo. (Gálatas 6:1-2)

Exhortación a los "líderes" y "gobernantes" de la iglesia
Aunque cada uno –insisto- es libre de creer lo que le parezca y de interpretar las Escrituras como le convenga, no es menos cierto que hay una sola verdad y que esta verdad es la bendita Palabra de Dios, como un todo; esa verdad a la que solamente el Espíritu Santo nos puede conducir. Si abordamos el tema con honestidad y humildad, seguramente que Él nos guiará a esa verdad. Si nos apartamos de esa verdad por intereses egoístas o de cualquier otro tipo, nos causaremos daño a nosotros mismos. Es importante que nos examinemos interiormente para descubrir nuestra motivación, como lo dice el apóstol:

Pónganse a pensar en su manera de vivir, y vean si de verdad siguen confiando en Cristo. Hagan la prueba, y si la pasan, es porque él vive en ustedes. Pero si no confían en Cristo de verdad, es porque él no está en ustedes. (2 Cor. 13:5)

No es mi intención, Dios lo sabe, empujar a nadie para que se separe de su denominación confesional ni para causar "división" en la iglesia de Cristo, tal y como me acusa el pastor de "Vida para las Naciones", de Asambleas de Dios; y también lo hacen varios hermanos a través de internet.

A cada "lider", "pastor", "dirigente", "superintendente" o como quiera que se llame su cargo de autoridad y que, usando el nombre de Cristo se ha colocado como gobernante de sus hermanos cristianos, debería hacérsele la pregunta que formula Pablo en 1 Corintios 1:13 y que se podía parafraear: "¿Acaso usted fue crucificado por otras personas..?" o "¿compró usted con su vida a otras personas para que le deban obediencia..?"

A quienes detentan títulos ostentosos como "escatólogo", "apologista", "teólogo" "doctor" "PhD", "Maestro en Alta Crítica" y demás méritos que se puedan esgrimir a favor de su "autoridad" espiritual, y con los cuales pueden atemorizar a quien pretenda buscar la dirección personal del Espíritu Santo, una advertencia amorosa y una exhortación final:

Oh, Timoteo, guarda lo que se ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. (1 Timoteo 6:20-21)

La "falsamente llamada ciencia" no ha hecho otra cosa que desviar la atención debida hacia la verdad, Jesucristo", para dirigirla hacia los otros miembros del cuerpo educados "seglarmente" en materias aparentemente relacionadas con la fe pero que no son más que parte de esa falsamente llamada "ciencia" que están desviando a los cristianos del Salvador.

Pablo, hombre educado con todo rigor en la ciencia seglar, tuvo toda la experiencia para hacer la siguiente declaración:

¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor. (1 Corintios 1: 26-31)

Dios los bendiga
Ricardo Puentes Melo

PASTORES Y AUTORIDAD. PARTE 3

¿TIENEN LOS PASTORES DE LA IGLESIA
AUTORIDAD DELEGADA DE CRISTO SOBRE
EL RESTO DE FIELES..?
Lo que nos muestra la Biblia
TERCERA PARTE

El ejemplo de los apóstoles
Si fuera cierta la afirmación de Asambleas de Dios, y otras denominaciones, que todo aquel que pretenda tener autoridad, tiene que estar bajo autoridad; es decir, que cada humano que quiera gobernar "espiritualmente" a otros humanos debe estar bajo autoridad "espiritual" de otro ser humano, sería lógico ver esto en el ejemplo de los apóstoles. ¿Dieron los apóstoles ejemplo de esto..? Veamos:

Al comienzo mismo de su carta a los Gálatas, Pablo mostró gran empeño en dejar bien claro que su apostolado y su dirección espiritual no venían de hombres ni mediante hombres, con mención específica de los apóstoles en Jerusalén. Dio énfasis al hecho de que, después de su conversión, no acudió a ninguna fuente de autoridad humana, al decir:

No consulté enseguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco [en Siria]. (Gálatas 1:16-17)

No fue sino tres años más tarde que Pablo viajó a Jerusalén. Y declara específicamente que entonces únicamente vio a Pedro y al discípulo Santiago, pero a ningún otro de entre los apóstoles durante su estancia de quince días. De modo que Pablo no estuvo sujeto a alguna autoridad terrenal. Ninguno de los apóstoles intentó guiarlo hacia lo que debería hacer o en dónde debería permanecer. Pablo siempre se dejó guiar por las instrucciones del Espíritu Santo, autoridad legítima de la iglesia y nadie le cuestionó tal llamado. Tampoco le pasó a Pablo por la cabeza reconocer una "cobertura" de la iglesia de Jerusalén (donde estaba la mayoría de apóstoles), ni una especie de autoridad espiritual de ésta sobre otras iglesias.

Pablo estableció en Antioquía su base, no en Jerusalén. Llevó a cabo viajes misionales, siendo la congregación de Antioquía la que lo enviaba, no la de Jerusalén. Aunque estaba relativamente próximo a Jerusalén (Antioquía se encuentra en la zona costera de Siria), transcurrió un período de tiempo muy largo antes de que Pablo estimara oportuno o encontrara la ocasión para volver a aquella ciudad. Como él dice: "Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. Pero subí según una revelación".

Y es que el Nuevo Testamento no reconoce aristocracia o nobleza espiritual, sino que llama "santos" a todos los creyentes. No existe el reconocimiento de un sacerdocio especial que se distinga entre la gente y sea mediador entre Dios y los legos. Únicamente se reconoce al único gran sacerdote, Jesucristo, y claramente enseña el sacerdocio y el reinado universal común de los creyentes.

Con el transcurrir del tiempo, la relación de hermandad en la iglesia de Cristo, sufrió una degradación hacia las formas de autoridad que conocemos hoy en día y que, sea frontalmente exigida o tenuemente sugerida, son totalmente contrarias a la enseñanza neotestamentaria. ¿Por qué se produjo esto sin la oposición de la mayoría de creyentes..? Por la sencilla razón de que muchas personas, tal vez la mayoría, prefieren delegar en otros la responsabilidad que por derecho les corresponde. Incluso llegan a sentir un cierto orgullo por tener sobre ellos a hombres con poder. Se vanaglorian de estar bajo la "autoridad" de algún hombre especialmente poderoso o carismático. Eso es cierto hoy en día y lo fue entonces. De modo que Pablo escribió lo siguiente a los corintios que se enorgullecían de hombres que a sí mismos se presentaban como una especie de "super apóstoles", falsos apóstoles que no son otra cosa que ministros de Satanás:

"Soportáis que os esclavicen, que os devoren, que os roben, que se engrían, que os abofeteen. Para vergüenza vuestra lo digo; ¡como si nos hubiéramos mostrado débiles!". (2 Cor. 11:20-21)

Sin duda, los falsos maestros ejercieron un señorío sobre sus conciencias; eliminaron la libertad de opinión de estos creyentes y los hicieron esclavos de la voluntad de ellos. De igual manera, los corintios estaban dejando a un lado su libertad cristiana como si hubieran sido esclavos. Como dice un comentarista: "Los falsos maestros les dieron realmente un trato poco respetuoso, como si los estuvieran abofeteando. Se desconoce la forma en que eso sucedió, pero probablemente fue mediante sus métodos de ejercer dominio, y el desprecio que mostraron por las opiniones y los sentimientos de los cristianos de Corinto."

Vemos que incluso durante el ministerio de los apóstoles de Cristo, algunas personas empezaron a considerar que fueran los hombres "nombrados" –por otros hombres- quienes ostentaran gran parte de la responsabilidad que corresponde a la persona individual, y esto fue lo que condenó Pablo. Después, se fue instando con bastante énfasis a los cristianos del período post-apostólico a que creyeran que la manera de permanecer en gracia de Dios era sencillamente permanecer sumiso y en conformidad con el superintendente u obispo y los líderes de la congregación. Estos hombres, que alegaban –y todavía lo hacen- representar a Dios y a Cristo, deberían ser depositarios de la confianza de los demás y deberían ser seguidos al igual que se debía confiar y seguir a los apóstoles, sí, de la misma manera que se debería confiar en el propio Jesucristo y seguirle a él. Cuando estos pastores, ancianos o líderes hablaban, exigían ser escuchados como si hablara el mismo Dios. Volvamos a leer en la Homilías Clementinas, las instrucciones que se dan a un "superintendente" con respecto a los creyentes:

Por tanto, la sumisión habrá de salvarlos, pero la desobediencia les acarreará el castigo del Señor, ya que al presidente [el superintendente presidente] se le ha confiado el lugar de Cristo. Por lo que, en efecto, el honor u honra mostrados al presidente se consideran como dirigidos a Cristo y, mediante Cristo, a Dios. Y lo que he dicho es que esos hermanos no pueden ignorar el peligro en el que incurren al desobedecerle, ya que quien desobedece sus órdenes a Cristo desobedece, y quien desobedece a Cristo ofende a Dios. (Subrayado mío)

Premisas jesuíticas mírense desde donde se miren.

Como dice un comentarista bíblico: La necesidad de comprobar toda enseñanza a fin de llegar a una convicción personal en cuanto a la verdad, el hacer uso de la propia conciencia cristiana y la necesidad de sentir un profundo sentido de la responsabilidad personal hacia Dios por las creencias, actos y manera de vivir fueron reemplazados por el énfasis a la sumisión a la autoridad humana constituida, el "centro visible de la unidad".

Pronto se olvidó la orden expresa de ser libres porque Cristo nos había comprado a un muy alto precio: Su propia vida.

Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues firmes, y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. (Gálatas 5:1)

La autoridad para el servicio y la edificación fue pervertida, derivando hacia la autoridad para subordinar, controlar y dominar, un proceso destructivo no tan sólo de la libertad cristiana, sino del auténtico espíritu del cristianismo y de la hermandad cristiana.

Contrario al trasfondo histórico ya expuesto, al tratar sobre la posición de cualquiera que sirve en alguna capacidad dentro de una congregación, el comentarista Lightfoot observa que, según la Escritura,

"... su cargo es representativo y no vicario. No se interpone entre Dios y el hombre de tal manera que la comunicación directa con Dios sea suplantada por una sola persona, o que su mediación venga a ser indispensable para los demás."

Esto quiere decir es que nunca los hombres pueden reclamar en justicia que: "puesto que somos los subpastores de Cristo se nos debería dar el mismo trato que al propio Pastor; nunca deberían ponerse en cuestión nuestras instrucciones como no se cuestionarían las de El. Es a través nuestro que se tiene una relación con Dios y Cristo y, por tanto, si se desea la aprobación y la bendición de Dios, se debería permanecer en completa sumisión a nuestra dirección. Sean agradecidos para con nosotros por todo, permanezcan tranquilos y no sean rebeldes", porque, "si se desecha al que tiene la autoridad delegada por Cristo, se desecha al mismo Cristo."

Afirmar eso va directamente en contra de los consejos del apóstol Pedro a sus compañeros ancianos, cuando les dice:

No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. (1Pedro 5:3-5)

En realidad, la enseñanza de obedecer a un hombre como si fuera el mismo Cristo, pervirtiendo la instrucción del mismo Jesús, es uno de los axiomas que los `primeros Padres' de la iglesia utilizaron para preparar el camino de la iglesia Católica romana, y también –por supuesto- es utilizado por los jesuitas para su manipulación diabólica de las voluntades de los hombres a favor del Vaticano, haciendo ver a los cristianos que sólo aceptan la autoridad de Cristo como "extraviados", "rebeldes" o, incluso "apóstotatas".

Ancianos en la iglesia de Cristo
El término usado por Pedro en el texto citado atrás, vertido como "anciano", viene del griego "presbíteros", y es la palabra más usada relacionada con la dirección en una iglesia o congregación. En el lenguaje bíblico, la palabra significa simplemente "persona de más edad".

No hay nada, en ningún lugar de la Biblia, que nos indique que el concepto de "anciano" sea algo vinculado inherentemente a la religión. En realidad, es quizás la forma más antigua de dirección de una comunidad que se conoce en la historia. En todas las culturas de la historia, en todo el mundo, desde los grupos étnicos tribales hasta sociedades más complejas, han contado con un grupo de "ancianos" que, por su experiencia y edad pueden aconsejar o dirigir a la comunidad. En tiempos bíblicos, Egipto, Moab, Madián, Gabaón tenían sus ancianos, quienes actuaban en representación de las familias de las comunidades de su lugar de residencia.

Cuando Israel se estableció en Canaán, cada ciudad y cada pueblo tenía sus ancianos que servían de manera similar. En el pueblo de Dios, a los ancianos del Antiguo Testamento no se les describe como una especie de cuerpo de administradores funcionando continuamente de modo oficial, investidos de alguna autoridad política o religiosa. Más bien, eran evidentemente personas respetadas que estaban disponibles siempre que surgía la necesidad, que estaban preparados cuando se les requería para prestar ayuda en el trato con dificultades o problemas, fuese a favor de una persona o de la comunidad como un todo.

No hay nada en la evidencia bíblica que indique que había algún modo de nombramiento de los ancianos israelitas en un sentido organizacional -ningún rey, ningún sacerdote los "nombraba" como ancianos- ni de que se les considerase como que estaban ocupando un "cargo". Todo apunta en este sentido a indicar que un "anciano" era simplemente un hombre estimado por la comunidad como una persona que manifestaba sabiduría y juicio sano, siendo reconocido como tal por los que ya eran considerados ancianos de la comunidad. Sería considerado como anciano básicamente como resultado de lo que era como persona. Todo el asunto reflejaba la actitud de respeto y de deferencia que se mostraba en aquellos tiempos a las personas de edad y de experiencia, tanto en la familia como en la comunidad.

Cuando se formaron las comunidades cristianas, empezó a funcionar un modelo similar de dirección (que es diferente a "autoridad sobre otros"), y de ayuda. Es cierto que en la Biblia dice que Pablo y Bernabé "nombraron ancianos" en varias ciudades que visitaron, y que Pablo dio instrucciones a Tito de "nombrar ancianos" ("establecieses ancianos", Versión Reina-Valera) en diferentes lugares de Creta. No obstante, la obra Theological Dictionary of the New Testament, dice con respecto a Hechos 14:23:

En el griego seglar, presbyteros significaba simplemente `hombre de edad' -por lo menos fuera de Egipto. Posiblemente Lucas lo entendió de este modo en Hechos [14:23]. Si fue así, entonces Pablo nombró a algunos de los `ancianos' para una responsabilidad particular, no a algunas personas a la posición de anciano.

Cualquiera que sea el caso, aquellas eran circunstancias especiales, de dispensación especial, y envolvían la autoridad apostólica, ejercida directamente o a través de un delegado (como en el caso de Tito), una autoridad que ya no existe. Es evidentemente cierto que no todos los ancianos en todos los lugares llegaron a serlo por visita personal de apóstoles o de representantes de apóstoles, y no se dice nada relativo a que la condición de anciano fuese conferida por correspondencia en tiempos cristianos. Por lo tanto, no hay otra explicación que, el que ellos llegasen a ser ancianos, era evidentemente el resultado de que fuesen estimados localmente como personas con sabiduría y juicio sano, resultando en que fuesen reconocidos como hermanos ancianos por aquellos con los que se congregaban. Y, como sugiere la fuente citada, en tales casos cualquier "nombramiento" que recibiesen no era para convertir a una persona en anciano, sino que era un nombramiento de alguien que ya era anciano para rendir algún servicio particular en la congregación.

Así, en cualquier iglesia (no entendida como denominación) o grupo de personas que se reúnan hoy día como cristianos, es posible que existan personas que sean respetadas debido a su sabiduría y sano juicio, a su experiencia y edad, quienes, si la ocasión lo amerita, pueden responder aconsejando sobre las necesidades personales de un individuo, o pueden actuar –como un grupo de ancianos- para deliberar sobre asuntos que preocupen a la comunidad de cristianos. Esto sí tiene base bíblica.

No hay necesidad ni sustento bíblico de que los ancianos deban ser "nombrados" formalmente ni las Escrituras sugieren que este nombramiento formal sea esencial. El mismo arreglo de la comunidad cristiana, como de familia, que se dibuja en las Escrituras parece que va en contra de esta formalidad.

Sin embargo, en ningún sitio las Escrituras inspiradas muestran un lugar de privilegio para los ancianos, reservándoles exclusivamente cosas como animar, reprochar o intentar el restablecimiento de personas que, a juicio de ellos, han emprendido un proceder erróneo. El que ellos puedan tomar la iniciativa en esos asuntos, de ningún modo priva a otros para que puedan llevar a cabo esas cosas también.

Así que no es cierto lo que me dice el querido hermano que me escribe:

Si nos damos cuenta, en la iglesia local los ancianos, comúnmente llamados pastores, tienen la responsabilidad ante Dios de, entre otras cosas: 1) Ser retenedores de la Palabra.2) Con ella exhortar y convencer a los que contradicen.

Más exacta y ampliamente, todos tenemos el derecho y la obligación de ser retenedores de la palabra y exhortar con ella a otros.

La elaboración de reglas al respecto, revela una mentalidad en la que es evidente la diferencia entre clérigos y legos, no la que corresponde a una hermandad cristiana; y, de paso, propone dos normas de actuación, una para los ancianos, y otra para todos los demás. Es indiscutible que la exhortación bíblica a ser "imitadores de Dios, como hijos amados" se dirige a todos los cristianos, no a un número selecto de ellos.

La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (Colosenses 3:16) (Subrayado mío)

Podemos y debemos enseñarnos y exhortarnos unos a otros, en sabiduría guiada por el bendito Espíritu de Dios. No hay necesidad de otra validación para ello que la suministrada por el señorío del Espíritu Santo. No hay necesidad de pertenecer a una organización denominacional ni tener carnets especiales para cumplir las órdenes de nuestro Salvador.

Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. (Gálatas 5:1)

Solamente cuando seamos totalmente libres de los hombres, podremos dar el siguiente paso: hacernos esclavos de ellos.

Porque siendo libre de todos, me hice siervo de todos para ganar a cuantos más pueda. (1 Cor. 9:19)


Los términos "diácono", "superintendente" y "obispo"
Veíamos que el término griego "diákonos" significa literalmente "sirviente", "ayudante" o "ministro". La Biblia también utiliza el término "epískopos", que se traduce como "superintendente" u "obispo"

Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos (epískopos) y diáconos (diákonos) (Filipenses 1:1)

La palabra "diakonos" empleada por los escritores cristianos significa simplemente un "sirviente, ayudante, asistente". El sentido sencillo y humilde que transmite esta palabra puede llevarnos a entender de mejor modo la declaración de Jesús

Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor [diakonos, "ministro"] y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido [del verbo diakoneo, "para que se le ministrara"], sino para servir. (Mateo 20:25-28)

Todos los cristianos, no solamente una o unas pocas personas de un grupo, deberíamos ser "diákonos", "ministros", es decir, personas que nos colocamos al servicio de otros. Así, ser un "ministro" en este sentido es diametralmente opuesto a lo que la mayoría de las iglesias entienden con relación al término.

La misma palabra griega "diákonos" se vierte "diácono", y esto ha llevado a pensar a algunos en términos de un cargo de iglesia, mientras que, es importante recalcarlo, el sentido es simplemente el de un "ayudante" o "asistente", de alguien que sirve de alguna forma necesaria. Las Escrituras no dan ningún detalle ni establecen ninguna función específica ni forma de servicio para los llamados a servir de este modo para beneficio de un grupo.

De igual manera, algunas traducciones vierten frecuentemente el término episkopos como "obispo" y para el lector que no haya profundizado en el estudio de las Escrituras, es prácticamente imposible en este caso no pensar en términos de cargo eclesiástico, en rangos de alguna especie de "autoridad espiritual". Incluso cuando se encuentra la traducción más correcta "superintendente", todavía puede existir la tendencia a pensar en supervisión en sentido oficial y organizacional.

Al respecto, el Theological Dictionary of the New Testament nos muestra que las formas verbales (episkopéo y episképtomai) se usaban básicamente en el sentido extrabíblico de "mirar", "pensar", "tener en cuenta algo o alguien", "velar por", "reflexionar en algo", "examinarlo", "someterlo a investigación", y "visitar", usándose en este último sentido especialmente con referencia a visitar a enfermos, sean estas visitas de amigos para atender al enfermo o del médico mismo. La mencionada obra también dice que la Versión de los Setenta utiliza estos términos en el sentido más profundo de "estar interesado por algo", "cuidar de algo", y lo aplica de esta manera a un pastor y sus ovejas.

Robert Banks dice que "finalmente, los términos episkopos (superintendente) y diákonos (diácono, ministro) deberían liberarse de las connotaciones oficiales eclesiásticas que tienen para nosotros hoy, pues no son esencialmente diferentes de los términos pastorales que Pablo emplea. No existe evidencia real que sugiera que estos términos tuvieran algún significado técnico en ese tiempo. Esto se confirma por el hecho de que en el segundo siglo Ignacio y Policarpo no conocen ningún modelo episcopal en la iglesia de Filipo". (Paul's Idea of Community)

Es cierto que el término (episkopos) puede emplearse para significar supervisar, escrutar e inspeccionar pero, en este orden de ideas, ¿podríamos superponer a las referencias de las Escrituras Cristianas la idea de un superintendente o supervisor organizacional que "supervisa" la actividad de otros, inspeccionándolos y urgiéndoles a su trabajo asignado..? No. Por la sencilla razón de que el término por sí mismo no lo requiere.

Incluso aún siendo aceptable semejante definición, ¿por qué deberíamos apadrinarla preferentemente en lugar del sentido básico e igualmente válido de un interés dedicado, de mirar de visitar a una persona motivados por interés en sus necesidades? No podemos negar que este sentido se ajusta mucho mejor al espíritu de las declaraciones de Cristo a sus discípulos, y está más conforme con los principios de servicio humilde que él difundió.

Aunque no son muchas las fuentes históricas, la evidencia indica que el primer paso en la centralización llegó mediante un cambio en la consideración, una auténtica distorsión, del papel de los cuerpos de ancianos o "presbíteros" En lugar de considerarlos simplemente como hermanos de mayor edad que sirven entre los hermanos (no por encima de ellos), como en una familia, se fue implantando la pretensión de que aquellos ancianos disfrutaban de una relación especial para con Dios y Cristo, distinta a la de los demás fieles cristianos y superior a la de ellos.

Tal pretensión desvirtúa de plano el sacrificio de Cristo que nos permite, a cada cristiano, mantener una relación personal con Dios a través de Jesucristo, el Sumo Sacerdote, sin la intervención de nadie más ni la necesidad de ninguna mediación humana. Cada cristiano es parte integrante de "un sacerdocio real".

La evidencia muestra que, originalmente, los términos "superintendente" (epískopos) y "anciano" (presbyteros) eran intercambiables, describiendo el uno la propia función, y fijando el otro la atención en la cualidad de la madurez de la persona. Es posible y factible que hubiera sido práctica habitual el que uno de los ancianos actuara como presidente en sus reuniones y deliberaciones. Pero, con el tiempo, se decidió que preeminentemente uno de los ancianos asumiera la posición de "superintendente", de manera que ese término llegara a tener aplicación solamente en el caso de esa persona, y no aplicara a todos los ancianos por igual. ¿Por qué sucedió así? Un comentarista nos dice:

La concentración de mayor autoridad en una sola persona evidentemente se consideró como un paso de carácter "práctico" que pudo ser justificado por las circunstancias, teniendo en cuenta la consecución de un buen fin. La introducción de falsas enseñanzas, y quizá también las oleadas de persecución que se experimentaron, fueron la causa de que los ancianos percibieran lo práctico de que hubiera una mayor concentración de autoridad en una sola persona, quien llegó a ser EL superintendente, el único superintendente entre los ancianos. Debido a que el término "obispo" proviene de la palabra griega para "superintendente" (episkopos), ahí tuvo su comienzo el oficio de obispo. Naturalmente afloraron diferentes puntos de vista y enseñanzas erróneas en las congregaciones cristianas. Si quienes llevaban a cabo el servicio de pastoreo hubieran tenido en cuenta la verdad según las Escrituras, incluyendo las enseñanzas de Jesucristo y sus apóstoles, como arma espiritual para combatir aquellas enseñanzas, habrían demostrado tener confianza en el poder de la fe para `derribar razonamientos y toda cosa encumbrada que se levanta contra el conocimiento de Dios', como lo expresó el apóstol Pablo. Pero en cambio, ahora los hombres se habían vuelto a las armas carnales, recurriendo a un encumbramiento de la autoridad humana con la excusa de mantener la unidad cristiana y, supuestamente, la pureza de la fe.

Esos mismos argumentos que anteriormente habían permitido la instauración de un arreglo monárquico, donde uno de los miembros del cuerpo de ancianos vino a ser el único Superintendente (u obispo), alguien en torno a quien la congregación podía unirse como un "centro visible de autoridad" y que más tarde llevó a la formación de sínodos o concilios para una región particular, "condujeron hacia un centro visible para toda la iglesia", ahora a nivel internacional, una práctica absurda que alcanza su máximo exponente en la Iglesia Católica, la Gran Ramera de la que nos habla la Biblia; sino que también fue implementada por iglesias "cristianas" como vemos hoy en Asambleas de Dios, en la mayoría de denominaciones y en otros "concilios" de iglesias.

Inicialmente, los concilios de superintendentes tuvieron influencia tan sólo sobre un área, provincia o región particular. Sin embargo, con la celebración del Concilio de Nicea (325 D.C), se comenzó a universalizar el asunto, abarcando todo aspecto.

El creciente énfasis en la autoridad humana que había comenzado como algo dentro de la congregación y, posteriormente, entre varias congregaciones, al final llegó a internacionalizarse.

El Concilio de Nicea fue convocado por el emperador romano Constantino (un hombre que a pesar de proclamar su conversión no estaba bautizado en ese momento), principalmente para conseguir una posición unificada entre los obispos cristianos (superintendentes) concerniente a la relación existente entre Cristo y Dios, asunto que estaba dividiendo profundamente a muchos. El asunto no se circunscribía a la divinidad de Cristo, un hecho aceptado, sino que se discutía si Cristo debería ser identificado totalmente con la divinidad suprema, el Soberano del cielo y la tierra. Según Sócrates, la reunión estuvo cargada de insultos e improperios entre estos obispos o superintendentes "cristianos". Según Eusebio de Cesarea (aprox 260-339), Constantino ejerció su influencia directa y personalmente para que el Concilio declarara que Jesús "fue engendrado, no creado, el único que comparte existencia con el Padre". Sea cual fuere el nivel de intervención y dominio de este emperador pagano en el concilio, todo lo adoptado allí llegó a ser ley para la iglesia y para el imperio de Constantino.

Según Ecclesiastical History, 1.9, de Sócrates, Constantino escribió a la iglesia de Alejandría (Egipto) que "la terrible gravedad de las blasfemias que algunos estaban descaradamente profiriendo con respecto al poderoso Salvador, nuestra vida y esperanza", ahora había sido condenada y contrarrestada, "pues lo que ha resultado aceptable para el juicio de trescientos obispos no puede ser otra cosa que la doctrina de Dios".

Entre la mentalidad de los cristianos, que ya aceptaban en mayor grado la autoridad humana, aún por encima de su propia consciencia y criterio personal, se creyó que debido a que cierto número grande de líderes religiosos (obispos) habían votado a favor de cierta posición doctrinal, ese mero hecho garantizaba como correcto el asunto, convirtiéndolo en doctrina de Dios. Miremos a nuestro alrededor, a los líderes de iglesias "cristianas" y concilios: nada ha cambiado al respecto. Si un líder "cristiano" lo dice, se asume como cierto; si lo dicen los "superintendentes" de un concilio enorme como el de Asambleas de Dios, con mayor razón.

Transcurrieron algunos siglos para que la falsa enseñanza de la validez de una autoridad humana sobre la iglesia, sustentada pobre y torcidamente en la necesidad de unidad de creencia y criterio, llevara a la ya descarriada iglesia a la creación de un número creciente de puestos de prominencia que correspondían al desarrollo y crecimiento de la "iglesia" y creando áreas adicionales, "ministerios especiales" (alabanza, jóvenes, liberación, etc) y niveles de autoridad. Es decir, una jerarquía religiosa similar a la de la satánica Iglesia Católica.

Así, bajo la excusa de la uniformidad de creencias, se perdió la libertad cristiana. Asuntos referentes a doctrina o comportamiento fueron zanjados no mediante la exhortación o la comprobación escritural, ni mediante la discusión y la prueba bíblica, sino mediante la imposición de la "autoridad" jerárquica que le confería a ciertos hombres el poder para hacerlo..

FIN DE LA TERCERA PARTE

EN LA CUARTA Y ÚLTIMA PARTE, VEREMOS ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES.
Ricardo Puentes Melo