domingo, 20 de julio de 2008

APOCALIPSIS.. ¿NOW..?

APOCALIPSIS... ¿NOW..?

A lo largo de la historia de la humanidad desde el siglo I, los hombres han creído que su época es la descrita en la Biblia como “el tiempo del fin”, y han abrigado la falsa esperanza de presenciar los acontecimientos descritos en el libro de Apocalipsis (que creen que será un periodo de siete años en la etapa final), hasta culminar en la batalla final de Armagedón.

Líderes religiosos en todas las épocas, han asegurado en sus días que Cristo vendría en ese tiempo, aportando como prueba irrefutable el cumplimiento de los espantosos acontecimientos vaticinados para las postrimerías de la humanidad.

A finales del siglo XX, y principios de este siglo XXI, los vaticinadores profesionales de sucesos se han multiplicado y han alarmado a millones que, buscando escapar de la tragedia inminente, corren a refugiarse bajo el manto de estos mismos hombres que, en la mayoría de los casos, son conscientes de que están engañando a la gente en aras de una ganancia deshonesta.

A usted, estimado lector, tal vez le resulte extraño comprobar que no bien hubo fallecido el último de los apóstoles, Juan, la gran apostasía entró en acción y, tal como lo predijo Jesús, los falsos maestros comenzaron a vaticinar el fin del mundo:

Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. (Mateo 24:4-5, 23-25)

Cristo predijo que muchos falsos maestros llegarían a anunciar que Cristo estaba regresando por segunda vez, y que harían grandes prodigios y señales que extraviarían a muchos. Y el cumplimiento de estas palabras sí que llegaría rápidamente.

Tan pronto como en el año 97, de nuestra era, Tertuliano, uno de los “padres de la iglesia”, uno de estos falsos maestros anunciados por Jesús y sus apóstoles, escribió lo siguiente:

“¡Qué guerras tan terribles tanto aquí como en el extranjero! !Qué pestes, hambres... y terremotos ha tenido la historia!” (Tertuliano en Ad Nationes, escrito en el año 97 A.D)

Años después, en el siglo III, otro “padre de la Iglesia”, Cipriano, dijo:

“Que las guerras continuarán prevaleciendo, que la muerte y el hambre aumentan la ansiedad, que la salud está quebrantada exasperantes por las enfermedades que la raza humana se desvanece por la desolación de las pestilencias, sabe que esto fue predicho; que estos males deben multiplicarse para los últimos tiempos, y que deben variarse los infortunios; y que el día del juicio está ahora cerca”. (Cipriano, Tratado 5, “dirigido a Demetriano”.)

En el siglo VI, el Papa Gregorio el Grande dijo:
“De todas las señales descritas por nuestro Señor pronosticando el fin del mundo algunas hemos visto que ya se han cumplido... Porque vemos ahora que se levanta nación contra nación y que ellos oprimen e importunan en la tierra en nuestros propios tiempos como nunca antes en los anales del pasado. Los terremotos que apesadumbran las ciudades, como lo hemos escuchado a menudo de otras partes del mundo. Las pestilencias nosotros las sobrellevamos sin interrupción.”

Y así ha sucedido en todas las épocas. Charles Taze Russell, fundador de la Sociedad de Biblia & Tratados La Torre del Vigía (Testigos de Jehová), enseñó a sus adeptos que él era “el esclavo fiel y discreto”, escogido por Dios para ser el único intérprete de la Biblia en esos, los últimos días, cuya culminación ocurriría –según él- en 1879, fecha que corrió luego para 1889, luego para 1914 y después para 1918. Obviamente, ninguna de esas fechas se cumplió. Russell había calculado la fecha de 1914 basándose en las medidas de la pirámide de Keops que, decía, había sido construida por Dios y era el “testigo de Jehová de piedra”. Tan evidente satanismo no fue problema para la organización; el segundo presidente de la Watchtower, John F. Rutherford predijo el fin del mundo para 1925 y, para recibir a los resucitados importantes (Abraham, David, Jacob, etc), mandó construir una imponente mansión donde estos patriarcas serían hospedados. Como tal resurrección no sucedió, Rutherford se quedó a vivir allí hasta el día de su muerte. Posteriormente, la Watchtower vendió, sin hacer mucho escándalo, esta prueba de sus profecías fallidas. Para salir del paso, la Watchtower aseguró que estos ‘errores’ no eran profecías falsas –que sí lo eran- sino un proceso de iluminación progresiva de parte de Dios. ¡Y sus fieles lo han creído desde entonces...!

Sin embargo, tales profecías falsas no son exclusivas de los Testigos de Jehová. En realidad, casi todos los grupos religiosos se han atrevido a anunciar el fin del mundo para cierta fecha o cierto periodo de tiempo específico.

Por ejemplo, los llamados grupos neopentecostales, de corte carismático, señalan este tiempo como el tiempo del fin. Y basan sus afirmaciones en los acontecimientos del Oriente Medio, en los cuales están envueltos Israel y sus vecinos. Aseguran estos falsos maestros que esa guerra está específicamente descrita en las Escrituras y añaden a su palabrería, como prueba irrefutable, testimonios de adivinos como Nostradamus, San Malaquías, Juan XXIII, ‘estudios’ de diversos “escatólogos” que dicen haber sido iluminados por Dios, y hasta el famoso “Código de la Biblia”. Pero lo más insólito es que quienes afirman ser cristianos les creen a estos mentirosos. Han desatendido el consejo de nuestro Señor: “Mirad que nadie os engañe...” (Mateo 24:4)

De igual manera, grupos no cristianos han pronosticado el fin del mundo para esta época. Los Mayas lo calcularon –bajo inspiración demoniaca- para el año 2012, mientras que seguidores de la Nueva Era esperan que naves espaciales aterricen y los recojan trasladándolos hacia otras galaxias para salvarlos de la inminente destrucción del planeta Tierra.

Dentro de esta locura colectiva, los libros escritos por estos hombres de venden como pan caliente, mientras que los discos de los cantantes “cristianos” son comprados por millones que corren febrilmente a protegerse escuchando esta música que –dicen- es inspirada directamente por el Espíritu Santo. ¡Qué horror..!

¿Quiénes caen en esta trampa..?
Extrañamente para muchos, quienes son atrapados en el lazo del Apocalipsis, no son solamente personas incultas o fácilmente manipulables. Por el contrario, gente con educación universitaria, y que se considera a sí misma como inteligente, deductiva y difícilmente crédula, han caído como moscas en la miel.

Estas religiones apocalípticas y movimientos Nueva Era tipo Lifespring e Insight, atraen a quienes han perdido su fe en el mundo, en las religiones convencionales, en sus sistemas políticos y en sí mismos. Convencidos de que este sistema jamás traerá verdaderas soluciones a la humanidad, se aferran a cualquier creencia que les asegure que esto cambiará muy pronto, ya sea por mano de Dios, o por acciones propias, como sucede en la Nueva Era y los movimientos políticos ‘ateos’ de izquierda.

Quienes creen que será Dios quien destruya el actual sistema, quieren convencerse también de que Dios lo hará mientras ellos estén vivos. Es supremamente difícil para alguien que desconozca la verdad bíblica, aceptar que no se vaya a presenciar un acontecimiento de tal magnitud ni que no se sea parte del grupo humano protagonista del cambio en la historia, particularmente en lo que concierne al cambio prometido por Dios.

Los cultos religiosos y los movimientos Nueva Era saben aprovechar estos deseos perfectamente humanos. Capitalizando estas tendencias humanas, ellos siguen enrolando y controlando nuevos adeptos que, a su vez, enrolarán otros, y así sucesivamente.

Si usted quiere darle una lectura cuidadosa a los acontecimientos descritos en Mateo 24, se dará cuenta de que, precisamente, estos sucesos no son la señal de la Segunda Venida de Cristo, sino que serán usados por los falsos ungidos como aparente evidencia de la Parousia del Señor. Pero, nuevamente, Jesús dice que no se dejen engañar.

Al contrario, Jesús afirma de su Segunda Venida que ésta no estaría anunciada por acontecimientos excepcionales:

Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. (Mateo 24:36-39)

Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. (Lucas 17:28-29)

Es muy importante recalcar algunos asuntos aquí. Jesús no hizo énfasis en que su Segunda Venida estaría marcada por una exagerada maldad (aunque la había en los tiempos de Noé y de Lot, y la predice el apóstol Pablo). Jesús dice que la gente estaría viviendo normalmente, comiendo, bebiendo y haciendo todas las cosas con normalidad. Solamente Noé y Lot –en cada caso- estaban alertas de las instrucciones de Dios.

Dios le había dicho a Noé que destruiría a la humanidad con un diluvio, y le ordenó que construyera un arca para su salvación y la de su familia. Aunque Noé predicó este juicio en el mundo antiguo, nadie le creyó y, por el contrario, todos se burlaron de él. Solamente cuando Noé fue resguardado en el arca y entonces empezó a llover, la gente se dio cuenta de la verdad.

De igual manera, y aunque Dios no nos ha ordenado construir un arca, ni nos ha dicho que durante nuestra vida vendrá el fin, sí nos ordena predicar el evangelio y advertir que solamente quien se arrepienta y retorne a Dios mediante Cristo, será salvo. La predicación se hará en todo el mundo, para testimonio de todas las naciones y, sólo entonces, vendrá el fin. (Mateo 24:14) Es innegable que la palabra de Dios ha alcanzado a muchas naciones. Si el nivel considerado por Dios como “todas las naciones” ya se ha logrado o no, eso solamente le compete a Él. Por nuestra parte, debemos simplemente obedecerle.

Jesús también compara los últimos días con el tiempo de Lot. Dice que cuando salió de Sodoma, entonces vino destrucción sobre esa ciudad. Pedro también habló de ello:

y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; (2 Pedro 2:6-9)

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. (Lucas 21:18)

Con estos textos, podemos asegurar que Dios protegerá a los justos en el Día del Señor. Así, aunque no podemos saber a ciencia cierta si el arrebatamiento sucederá antes o después de los cataclismos anunciados en Apocalipsis, parece más preciso afirmar que este arrebatamiento durará cierto tiempo que iniciará en el momento en que Cristo se aproxime a la Tierra, cuando los escogidos se encuentren con él en el aire; hasta poco antes de la batalla de Armagedón. La Biblia no nos informa cuánto tiempo durará este arrebatamiento. Juntando todos los textos referentes al tema, es seguro que cuando Cristo llegue por su iglesia, los creyentes muertos serán resucitados y quienes estén vivos serán transformados para, todos juntos, ir al encuentro de Cristo en el aire. Sin embargo, no todos los que afirmen ser cristianos serán arrebatados. Solamente aquellos que estén sin mancha ni arruga, y que hayan sido limpiados por la Palabra y santificados para formar parte de la novia de Cristo. Por eso, como nadie sabe ni el día ni la hora, Jesús advierte:

Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. (Mateo 24:42)

Por otro lado, a quienes piensan que el Día del Señor está muy lejano, Pedro les dice:

Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, (2 Pedro 3:8-15)

La única manera de tener certeza de que nos contaremos entre quienes estemos sin mancha, es obedeciendo la palabra de Dios:

Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (Efesios 5:25-27)

Es importante notar que el apóstol menciona dos procesos: uno de limpieza y otro de santificación. Aunque ambos están estrechamente relacionados, no significan lo mismo.

La diferencia es que lo que está santificado tiene necesariamente que estar ANTES totalmente puro y limpio; pero lo que es puro y limpio no quiere decir obligatoriamente que esté santificado. Es decir, es posible estar puro y limpio sin santificación. Pero no es posible tener santificación sin estar puro o limpio.

Otro asunto importante en este texto es que la razón principal por la que Cristo redimió a la iglesia, es para santificarla, habiéndola purificado.

En otras palabras, el propósito de la muerte de Cristo por la Iglesia en general, y por cada persona individual, no se cumple, no se completa hasta cuando los redimidos por su muerte hayan pasado por un subsecuente proceso de limpieza y santificación.

Solamente los cristianos que hayan pasado por este proceso de limpieza y santificación estarán en la condición necesaria para presentarse finalmente a Cristo como su novia. Solamente quienes hayan pasado por ese proceso de limpieza y santificación tendrán la condición requerida para formar parte de su iglesia sin mancha ni arruga ni cosa semejante... santa y sin mancha (v.27).

Por otro lado, un “cristiano” que no haya pasado por este proceso, no puede formar parte de la novia de Cristo.

Muy importante es anotar que el medio por el cual Cristo se vale para limpiar y santificar su iglesia, es por medio del lavamiento del agua por la palabra (v.26).

La bendita Palabra de Dios –la Biblia- tiene el poder para santificar y limpiar, tal y como se haría con el agua pura. Por eso, incluso antes de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz, él pudo asegurar acerca del poder limpiador de su palabra:

Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. (Juan 15:3)

De modo que únicamente estudiando y aplicando la palabra de Dios en nuestras vidas, obedeciendo solamente a ésta, y no a hombre alguno, es que formamos parte de la iglesia de Cristo.

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. (Mateo 7:24-27)

El asunto es sencillo. No basta con escuchar la Palabra de Dios. Hay que escucharla y obedecerla. Sólo así permaneceremos de pie ante las dificultades, y seremos contados como parte de la novia de Cristo.


Ricardo Puentes M
Julio 18 de 2008

jueves, 17 de julio de 2008

EL ARREBATAMIENTO. PARTE 2

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA
¿Está próximo...?
Parte 2


Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores,
andando según sus propias concupiscencias, y diciendo:
¿Dónde está la promesa de su advenimiento?
Porque desde el día en que los padres durmieron,
todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.

(2 Pedro 3: 3-4)


Arrebatamiento.. ¿antes o después de la gran tribulación...?
La Biblia no da una respuesta contundente a esta pregunta. Muchos teóricos afirman que el “rapto”, como ellos lo llaman, tendrá lugar antes de que sucedan todas las tragedias anunciadas en Apocalipsis. Sin embargo, en Apocalipsis encontramos este pasaje:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. (Apocalipsis 20:4)

Claramente y sin equívoco, aquí se nos está mencionando que habrá muertos, mártires de Jesús, durante la época de la Bestia, su imagen y el Falso profeta, que muchos asocian a lo que se conoce como la “gran tribulación”, pero que la Biblia no afirma que este sea un período especial que ha de producirse en este tiempo. Tampoco lo niega.

Por otro lado, la Biblia sí nos asegura que los últimos días serán como los días de Noé y de Lot, no solamente por la maldad y el desinterés de Dios, sino porque los cristianos serán protegidos, tal y como Noé y Lot lo fueron.

Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste. Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado. Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? El les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas. (Lucas 17:26-30, 34-37)

El asunto es claro. Tanto Lot como Noé fueron protegidos de la ira de Dios sobre los impíos. Ningún justo será destruido por Dios. Sin embargo, tal y como lo señala Apocalipsis 20:4-6, habrá cristianos que sufrirán martirio. Aunque, repito, las Escrituras no especifican que la persecución ocurra hacia el final de los tiempos; y tampoco dice que no ocurrirá.

Primero que todo, es importante entender que la gran tribulación no se refiere solamente a un período de cataclismos naturales, ni ocurrirá en un período de siete años –como mencionan algunos escatólogos, sin ningún soporte bíblico- sino también a un período donde prevalecerá la apostasía dirigida por falsos ungidos que harán milagros y engañarán a muchos:

Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. (Mateo 24: 6-13)

Ni las guerras, ni las hambres, ni las pestes, ni las persecuciones serán la señal inmediata de la venida de Cristo. Todas estas cosas sucederían pero “aún no es el fin”. Ciertamente sería una señal de que el fin se aproxima, pero Jesús asegura que todavía estaría más o menos lejano, que no nos debemos preocupar aún por eso.

La gran apostasía... ¿cuándo..?
Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que la gran apostasía inició su camino hacia el actual auge, en el siglo I de nuestra era.

A la muerte del último de los apóstoles, Juan, se produjo el surgimiento de la apostasía. Muchos de quienes se llamaban a sí mismos “cristianos”, discípulos de los apóstoles, se erigieron entonces como cabezas visibles de la iglesia de Cristo. No estando ya vivo ninguno de quienes sí habían recibido autoridad directa de Cristo –los apóstoles-, estos falsos maestros (que conocemos como los “Padres de la iglesia”) arrastraron tras de sí a multitudes de creyentes; como predijo Pablo, ya no había quien los detuviera. De ser siervos pasaron a ser autoridades y, colocándose en el lugar que solamente le corresponde a Cristo, exigieron obediencia hacia ellos argumentando que tal obediencia absoluta debería ser la misma que se le debía a Cristo, convirtiéndose en anticristos. Decían estos apóstatas y falsos maestros que quienes los desobedecieran a ellos, desobedecían al mismo Cristo. Exactamente igual a como sucede en todas las iglesias de hoy.

Muchos fueron extraviados. Debido a que se dejaron cegar por la pompa y el ropaje de autoridad espiritual de estos apóstatas, negándose a someterse a la autoridad invisible de Cristo y, en cambio, rendirse ante la autoridad visible de estos impostores, la mentira prevaleció sobre la verdad y hasta el día de hoy millones continúan siendo extraviados. Acertadamente, Jesús advirtió que:

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mateo 7:13-14)

Pocos, muy pocos encuentran la puerta –Cristo- que conduce a la vida. La inmensa mayoría prefiere escuchar la voz de los ladrones y salteadores, que la del mismo Cristo. Y también ignoran que Jesús habla a través de su palabra, la Biblia, y no a través de quienes se dicen a sí mismos “profetas”, “maestros”, “pastores” y otros títulos..

Las Escrituras también nos dicen que la Segunda Venida de Cristo sería esperada durante mucho tiempo:

Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. (2 Pedro 3: 3-4)

Muchos incrédulos se burlan de la espera. Y muchos crédulos vaticinan tontamente lo contrario. Alrededor del mundo, cientos de estos falsos maestros predican el fin del mundo basándose en los sucesos del Oriente Medio y acusan de herejes a quienes no creemos su necia palabrería. Estos “pastores” y “escatólogos” han llegado al colmo de asegurar que George Bush Jr., es un hombre de Dios a quien “en estos momentos apocalípticos le toca tomar decisiones nada buenas, ya que las profecías se tienen que cumplir.” (“Una crisis se aproxima..”, Antonio Bolainez. En su página Web)

La Biblia es enfática al asegurar que nadie sabrá la hora, ni siquiera se aproximará a ella.

Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. (Mateo 24:36)

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. (2 Pedro 3:10-13, 17-18)

Si ni el mismo Jesús sabe el día y la hora, ¿lo sabrán estos falsos maestros..? Claro que no. Podemos, eso sí, discernir las señales de los tiempos. Cristo dice que:

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca. También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. (Lucas 21:28-31)

Aunque esperamos con ansia el Día del Señor, no debemos dejarnos arrastrar por falsas expectativas pregonadas por torcidos maestros; la razón es que podemos desilusionarnos al creer cosas que Dios nunca ha dicho. Al contrario, el apóstol nos insta a crecer en gracia y conocimiento de nuestro Señor.

Nuestra fe no debe estar basada en numerología o en predicciones de los llamados “escatólogos”. Nuestra fe debe estar basada únicamente en lo que dice la bendita Palabra de Dios. Y allí no nos dice cuándo será el fin, ni mucho menos afirma que los sucesos del Oriente Medio y la intervención de George Bush en Irak sean sucesos especialmente relacionados con el Apocalipsis.

Igual que hoy, en los tiempos de Jesús la gente sufrió mucha desilusión porque esperaban que el Mesías actuara e hiciera cosas que ellos esperaban que hiciera. Tenían sus esperanzas fijas en el cumplimiento de deseos terrenales, incluyendo la liberación del pueblo judío de manos de las potencias extranjeras y el disfrute de bienestar físico y riquezas materiales. Pero nada de esto sucedió. Debido a ello, muchos no estuvieron en capacidad de apreciar la verdadera liberación y las bendiciones mucho mejores y maravillosas que Jesús estaba ofreciéndoles. Por eso, se desilusionaron.. y asesinaron al Hijo de Dios.

Las iglesias de hoy –y de siempre, a decir verdad- han estado atestadas de personas que esperan excitadas el cumplimiento apocalíptico. Cada vez que sus líderes les aseguran que “el fin está a las puertas”, “pronto vendrá Cristo”, “Cristo se aproxima”, basados en interpretaciones humanas de algo que la Biblia no dice, estos “creyentes” entran en éxtasis que necesita ser renovado día tras día por estos mismo falsos maestros. Cristo, en su misericordia, advirtió explícitamente de estos falsos ungidos que, hablando en nombre de Cristo, afirmarían que el fin estaba a la puerta:

El entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: “Yo soy el Cristo”, y: “El tiempo está cerca”. Mas no vayáis en pos de ellos. (Lucas 21:8)

Jesús fue muy claro: Dijo que muchos falsos ungidos asegurarían que “el tiempo está cerca”. Y dijo que nadie debería seguirlos.

Pero hoy sucede todo lo contrario.

Resulta que la verdadera fe no se basa en un simple deseo, ni siquiera en un anhelo fuerte, sino en la realidad que nos revela la Biblia. Y claramente, la Biblia nos dice que nadie sabe ni la hora ni el día, y quien quiera que afirme que “el fin está cerca”, es un falso maestro que no debe ser seguido.

Debido a estos falsos maestros que han sembrado expectativas sin fundamento, la fe de muchos se ha enfriado. Y es que verdaderamente, lo que tenían no era fe bíblica –basada solamente en la Palabra de Dios-, sino la falsa fe del mundo.

Conozco personalmente los estragos que los falsos maestros han traído sobre las vidas de quienes buscan a Dios. Por ejemplo, muchos Testigos de Jehová han sido convencidos por su Cuerpo Gobernante, que asegura hablar en nombre de Dios, de que el fin está muy próximo (incluso, en un tiempo les dieron fechas), creencia que los ha llevado a tomar decisiones que luego han lamentado. Muchos vendieron sus casas y corrieron tras un espejismo creyendo que estaban entregando sus vidas a Dios, cuando la realidad era totalmente lo contrario. Luego, al comprobar con desilusión que el fin no llegó cuando sus líderes les dijeron, se sintieron frustrados y heridos arrostrando las consecuencias de su error por haber creído a los hombres antes que a Dios. Conozco personas de 70 y 80 años de edad que han visto cómo pasan los años sin que el anhelado fin venga, y veo con dolor su angustia interior al tener que enfrentarse con la realidad. Su fe no es bíblica. Le han creído a un puñado de falsos ungidos y no han escuchado las advertencias de Jesús acerca de no seguirlos.

Estas personas, Testigos de Jehová, no han dudado en descuidar aspectos cotidianos, como prepararse para un trabajo, cuidar de su salud, educar a sus hijos para enfrentarse a la vida, etc. Muchos, al comprobar que el fin no llegó cuando les dijeron que llegaría, entraron en tensiones emocionales profundas, problemas económicos persistentes, desempleo, desprotección social, alcoholismo y suicidio. Si esos sacrificios hubieran sido verdaderamente por Dios, basándose en un conocimiento exacto de Cristo y su evangelio, entonces no sufrirían sino que tendrían gozo y no serían abandonados por Dios. Pero todos esas abnegaciones fueron ocasionadas por una distorsión, una mentira ideada por una organización humana que posteriormente ha intentado encubrirla sin mucho éxito. Pero nuevas generaciones de personas siguen llegando a los Testigos de Jehová, y al resto de organizaciones humanas. Y estas nuevas generaciones también sufrirán desilusión.

De nuevo, es necesario recalcar que tanto Cristo como el apóstol Pablo nos instan a no creer en los anuncios de hombres que hacen predicciones del tiempo del fin, alentando un sentimiento de excitación sin fundamento bíblico. Lo único que buscan estas organizaciones y líderes religiosos, es mantener sus iglesias llenas y sus finanzas boyantes.

Para estos fraudulentos líderes, todo en estos tiempos es señal “inminente de que el fin está cerca”. Si hay guerras o terremotos, se remiten a Mateo 24 para ‘demostrar’ la inmediatez del fin. Si, por el contrario, hay tiempos de paz, citan 1 Tesalonicenses 5:1-3:

Ahora bien, en cuanto a los tiempos y a las sazones, hermanos, no tienen necesidad de que se les escriba nada. Porque ustedes mismos saben bastante bien que el día de Jehová viene exactamente como ladrón en la noche. Cuando [los hombres] estén diciendo: “¡Paz y seguridad!”, entonces destrucción repentina ha de sobrevenirles instantáneamente. (1 Tesalonicenses 5:1-3)

El Día del Señor viene como ladrón en la noche. Nadie lo espera. Eso quiere decir que el que los gobiernos o las personas hablen de paz y seguridad, no quiere decir que esto se constituya en la prueba irrefutable del fin inminente. Por el contrario, la Segunda Venida del Señor encontrará a la gente en un estado “normal”, comiendo, bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, sin percatarse de las escandalosas premoniciones de los líderes espirituales, ni afanados por los terribles cataclismos que sucederían.

El sentido de urgencia que pregonan los falsos maestros, hace que las personas se fijen más en la inminencia del fin, que en el verdadero evangelio de Cristo. Su fe se centra en especulaciones y predicciones, y no en la Palabra de Dios. Por supuesto, la Biblia sí nos habla de un sentido de urgencia frente al mensaje del evangelio, pero no urgencia condicionada al fin del mundo, sino urgencia debido a lo efímero de nuestra existencia. Nadie sabe cuándo morirá. Y debido a que seremos salvos solamente si nos hemos convertido a Cristo, es mejor hacerlo más pronto que tarde. Sin importar si el día del juicio viene hoy, mañana o dentro de 50 años, siempre debemos mantenernos despiertos, alerta, preparados y santificados por el estudio de la palabra de Dios.

Así que la discusión sobre si la Venida Segunda de Cristo y el arrebatamiento ocurrirá antes, durante o después de lo que se ha dado en llamar “la gran Tribulación”, es absolutamente estéril. Lo único cierto de este acontecimientos, son dos cosas: Una, que los verdaderos creyentes seremos librados de la destrucción, tal y como Noé y Lot fueron librados; y Dos, que Cristo vendrá solamente por su iglesia, compuesta de verdaderos creyentes que lo siguen a él y no a los hombres. Eso es lo importante.

Ricardo Puentes M.
Julio 14 de 2008.

martes, 15 de julio de 2008

EL ARREBATAMIENTO

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA
¿Es una doctrina bíblica...?
Parte 1


Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes
para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

(1 Tesalonicenses 4:17)

Entre las doctrinas fundamentales del cristianismo, registradas en Hebreos 6:1-2, la doctrina de la resurrección de los muertos está colocada justo antes de la doctrina de Juicio Eterno, y nos señala qué parte del hombre es la que será resucitada y en qué orden se efectuará esta resurrección. En esta ocasión trataremos el segundo punto mencionado: el orden en que se efectuará la resurrección y, más específicamente, la relación con el llamado “Rapto” o arrebatamiento de la Iglesia.

No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. (Juan 5:28-29)

Jesús menciona aquí varias cosas específicas: Uno, que todos los que están en los sepulcros escucharán su voz y resucitarán. Dos, que los que hicieron lo bueno saldrán de sus sepulcros a resurrección de vida. Y tres, que los que hicieron lo malo saldrán a resurrección de condenación. Esto está de acuerdo con lo que dice Daniel 12:1-2.

Pablo agrega algo y nos dice, bajo inspiración del Espíritu Santo, que esta resurrección tendría lugar en un orden específico:

Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. (1 Corintios 15:22-24)

Note que Pablo nos habla aquí de los resucitados para vida, no de lo que lo harán para condenación. El apóstol es muy claro en afirmar que en Cristo todos serán vivificados, y que esto sucederá en “su debido orden”. Y describe tres fases sucesivas:

Primera fase: Cristo, las primicias.
Segunda fase: Los que son en Cristo en su venida.
Tercera fase: El fin. Cuando la mayoría de los resucitados serán malvados. (Pablo no habla más de eso aquí. Pero se puede ver en Apocalipsis 20)


Primer fase: Cristo, las primicias
Como sucede en casi todo el sistema de leyes, sacrificios, ofrendas, mandamientos, estatutos, ordenanzas y juicios, que se conoce como la Ley, o Ley Mosaica, la ceremonia de las primicias también describía algo que se cumpliría en Cristo. Veamos:

Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá. (Levítico 23:10-11)

Cuando el apóstol Pablo menciona “Cristo, las primicias”, está comparando la resurrección de Cristo con esta ceremonia de presentación de las primicias de las cosechas. Cuando Cristo resucita de entre los muertos, lo hace en representación de los pecadores, y muestra el inicio de un nuevo ciclo. La gavilla de las primicias era el primer fruto completo que resultaba de la semilla que había sido sembrada.

Moisés dijo a los israelitas que habían de mecer la gavilla “para que seáis aceptos”. De igual manera, bajo el Nuevo Pacto, el sacrificio de Cristo se hace necesario para que nosotros seamos aceptados: Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).

Con la resurrección de Cristo, no solamente se reclamó su propia justificación, sino que también la hizo posible para el creyente.

Por otro lado, esta gavilla debía ser mecida ante Dios “el día siguiente del día de reposo”. Como sabemos, el día de reposo era el día séptimo, o último día de la semana, así que el día siguiente a este día de reposo, era el domingo. Y Cristo resucitó el domingo.

Mecer las primicias constituía un acto de adoración y de triunfo, y aseguraba que el resto de la cosecha, durante el tiempo restante, sería muy bueno. Igualmente, cuando Cristo resucita, nos da la seguridad de que el resto de quienes son justificados por su fe en él, también seremos resucitados. Nuestra fe se basa en creer que Cristo resucitó de entre los muertos.

Sin extendernos mucho más en esta primera fase, Pablo nos dice que quien primero resucitó fue Cristo, y que luego siguieron otros que constituyeron las primicias.

¿Ya ocurrió una resurrección...?

Dejemos que la Biblia misma nos responda:

Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. (Mateo 27:50-53)

Después de la resurrección de Cristo, el evangelista nos narra que muchos santos salieron de los sepulcros y se aparecieron a muchos.

Así, Jesús cumplió perfectamente lo tipificado en la Ley de Moisés. Se siembra un solo grano (Jesús sepultado), y se levanta una gavilla de primicias saliendo de la tumba después de él, mecidos ante Dios en señal de triunfo frente a la muerte y a Satanás.

Acerca de esta primera resurrección, ampliaremos la explicación en otra ocasión. Lo que nos interesa en este momento es la segunda fase de la resurrección.

Segunda fase: los que son de Cristo en su venida.
“...luego los que son de Cristo, en su venida” (1 Corintios 15:23).

El término griego vertido para “venida”, es “parousia”, que significa retorno, específicamente de Cristo para desposar a su iglesia y castigar a los malvados.

Pablo habla concretamente de quiénes serán resucitados cuando Cristo retorne: “los que son de Cristo”.

Y, ¿quiénes componen los que ‘son de Cristo’..? Ciertamente no todos los que lo afirmen serán reconocidos por Cristo como parte de su Iglesia:

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7:21-23)

En aquel día, cuando el Señor retorne, muchos creerán que sirven a Cristo porque profetizan en su nombre, echan fuera demonios y hacen milagros. Pero Cristo los desenmascarará como lo que son: “hacedores de maldad”.

De manera que la segunda fase de esta resurrección no incluirá a todos los que dicen o han dicho ser cristianos, sino a los que verdaderamente lo sean. De nada sirve pertenecer a organizaciones humanas, pretendidamente ‘iglesias de Cristo’, ni servirán carnés que los acrediten como cristianos. Todo eso es inválido ante Dios.

¿Y entonces, cómo reconocerá Cristo a estos verdaderos cristianos..?

Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. (2 Timoteo 2:19)

Solamente Cristo conoce a quienes le pertenecen. De igual manera, quienes son de Cristo, lo reconocen a él:

Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. (...) Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, (Juan 10:14-15, 27)

Cristo, el único Pastor, conoce a sus ovejas. Y las ovejas suyas, solamente reconocen y siguen la voz de su Pastor, Cristo. El resto, quienes pretenden colocarse como pastores de las ovejas de Cristo, como si hubieran dado también su vida por ellas, no son más que ladrones y salteadores. Y quienes los siguen a ellos, no siguen a Cristo:

De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. (Juan 10:1)

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas (Juan 10: 11-13).

Los líderes religiosos, de quienes no son propias las ovejas, nunca han dado su vida por ellas y, por eso, no son más que asalariados y ladrones. Ciertamente, las ovejas que siguen a estos asalariados, no son las mismas que siguen al Pastor verdadero: Cristo.

Así que, Cristo viene por su iglesia y es allí cuando ocurre la segunda fase de la resurrección.

En esta resurrección, que ocurrirá en la Segunda Venida de Cristo, Pablo describe los siguientes sucesos:

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. (1 Tesalonicenses 4:13-18)

Pablo se refiere a los muertos que han fallecido “en Cristo”, es decir, las personas que han muerto y que fueron verdaderamente cristianas. El apóstol define dos hechos importantes en esta resurrección ocurrida en la segunda venida: “los muertos en Cristo resucitarán primero” y “luego, nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos para recibir al Señor en el aire..”

Pablo es muy claro al afirmar que los cristianos fallecidos resucitarán y que quienes estén vivos, serán arrebatados juntamente con estos muertos ya resucitados. Y todos recibirán al Señor en el aire. Obviamente, el contingente de arrebatados no ha muerto, no forma parte de quienes yacen en los sepulcros sino que son “los que vivimos, los que hayamos quedado”.

El término griego usado para “arrebatar”, es “arpazö”, que significa “quitar con violencia”, “tomar con precipitación”. Es evidente que Pablo usa esta palabra para describir un acto que sucede con precipitación y violencia. De hecho, esta palabra describe el acto específico de un ladrón, tal y como describe la Biblia que será la Segunda Venida de Cristo:

He aquí, yo vengo como ladrón. (Apocalipsis 16:15). Eso lo dice el Señor.

La segunda venida de Cristo será ciertamente como la de un ladrón: súbita, sin anunciar, y arrebatará a los suyos. Y en eso precisamente difiere de un ladrón, ya que Cristo solamente viene por los suyos, por los cuales ha pagado un precio... por quienes han aceptado ese rescate y le siguen solamente a él.

Otra cosa interesante de observar en 1 Tesalonicenses, es que los creyentes resucitados y los arrebatados “recibiremos” al Cristo. Es decir, Cristo se dirige hacia la Tierra para arreglar los asuntos, pero antes de llegar, es recibido por los creyentes “en el aire”.

La palabra “aire”, viene del griego “aër”, que designa al aire que está en contacto con la tierra, es decir, la atmósfera.. No más allá de ella.

Surge otra pregunta: La Biblia dice que carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios:

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. (1 Corintios 15:50)

Entonces, ¿Cómo será posible que heredemos el reino sin tener que morir y ser resucitados en cuerpo espiritual..?

La Biblia nos da la respuesta:

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (1 Corintios 15:51-52)

Dios le revela a Pablo un misterio que ha mantenido en secreto hasta entonces: Que todos los verdaderos creyentes serán arrebatados juntos; pero que no todos habrán muerto y resucitado.

El arrebatamiento consiste, pues, en la resurrección de los muertos y en la transformación de los cuerpos de quienes estén vivos para, todos juntos, encontrarse con Cristo en el aire.

Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (1 Corintios 15:53)

Así, entonces, queda muy claro que las Escrituras hablan de Arrebatamiento, y describe este acontecimiento como la venida de Cristo por su iglesia, compuesta de muertos a quienes resucitará, y de vivos que serán transformados.

En la próxima entrega analizaremos si el arrebatamiento sucede antes, después o durante los acontecimientos finales descritos en Apocalipsis.


Ricardo Puentes M.
Julio 13 de 2008