domingo, 20 de julio de 2008

APOCALIPSIS.. ¿NOW..?

APOCALIPSIS... ¿NOW..?

A lo largo de la historia de la humanidad desde el siglo I, los hombres han creído que su época es la descrita en la Biblia como “el tiempo del fin”, y han abrigado la falsa esperanza de presenciar los acontecimientos descritos en el libro de Apocalipsis (que creen que será un periodo de siete años en la etapa final), hasta culminar en la batalla final de Armagedón.

Líderes religiosos en todas las épocas, han asegurado en sus días que Cristo vendría en ese tiempo, aportando como prueba irrefutable el cumplimiento de los espantosos acontecimientos vaticinados para las postrimerías de la humanidad.

A finales del siglo XX, y principios de este siglo XXI, los vaticinadores profesionales de sucesos se han multiplicado y han alarmado a millones que, buscando escapar de la tragedia inminente, corren a refugiarse bajo el manto de estos mismos hombres que, en la mayoría de los casos, son conscientes de que están engañando a la gente en aras de una ganancia deshonesta.

A usted, estimado lector, tal vez le resulte extraño comprobar que no bien hubo fallecido el último de los apóstoles, Juan, la gran apostasía entró en acción y, tal como lo predijo Jesús, los falsos maestros comenzaron a vaticinar el fin del mundo:

Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. (Mateo 24:4-5, 23-25)

Cristo predijo que muchos falsos maestros llegarían a anunciar que Cristo estaba regresando por segunda vez, y que harían grandes prodigios y señales que extraviarían a muchos. Y el cumplimiento de estas palabras sí que llegaría rápidamente.

Tan pronto como en el año 97, de nuestra era, Tertuliano, uno de los “padres de la iglesia”, uno de estos falsos maestros anunciados por Jesús y sus apóstoles, escribió lo siguiente:

“¡Qué guerras tan terribles tanto aquí como en el extranjero! !Qué pestes, hambres... y terremotos ha tenido la historia!” (Tertuliano en Ad Nationes, escrito en el año 97 A.D)

Años después, en el siglo III, otro “padre de la Iglesia”, Cipriano, dijo:

“Que las guerras continuarán prevaleciendo, que la muerte y el hambre aumentan la ansiedad, que la salud está quebrantada exasperantes por las enfermedades que la raza humana se desvanece por la desolación de las pestilencias, sabe que esto fue predicho; que estos males deben multiplicarse para los últimos tiempos, y que deben variarse los infortunios; y que el día del juicio está ahora cerca”. (Cipriano, Tratado 5, “dirigido a Demetriano”.)

En el siglo VI, el Papa Gregorio el Grande dijo:
“De todas las señales descritas por nuestro Señor pronosticando el fin del mundo algunas hemos visto que ya se han cumplido... Porque vemos ahora que se levanta nación contra nación y que ellos oprimen e importunan en la tierra en nuestros propios tiempos como nunca antes en los anales del pasado. Los terremotos que apesadumbran las ciudades, como lo hemos escuchado a menudo de otras partes del mundo. Las pestilencias nosotros las sobrellevamos sin interrupción.”

Y así ha sucedido en todas las épocas. Charles Taze Russell, fundador de la Sociedad de Biblia & Tratados La Torre del Vigía (Testigos de Jehová), enseñó a sus adeptos que él era “el esclavo fiel y discreto”, escogido por Dios para ser el único intérprete de la Biblia en esos, los últimos días, cuya culminación ocurriría –según él- en 1879, fecha que corrió luego para 1889, luego para 1914 y después para 1918. Obviamente, ninguna de esas fechas se cumplió. Russell había calculado la fecha de 1914 basándose en las medidas de la pirámide de Keops que, decía, había sido construida por Dios y era el “testigo de Jehová de piedra”. Tan evidente satanismo no fue problema para la organización; el segundo presidente de la Watchtower, John F. Rutherford predijo el fin del mundo para 1925 y, para recibir a los resucitados importantes (Abraham, David, Jacob, etc), mandó construir una imponente mansión donde estos patriarcas serían hospedados. Como tal resurrección no sucedió, Rutherford se quedó a vivir allí hasta el día de su muerte. Posteriormente, la Watchtower vendió, sin hacer mucho escándalo, esta prueba de sus profecías fallidas. Para salir del paso, la Watchtower aseguró que estos ‘errores’ no eran profecías falsas –que sí lo eran- sino un proceso de iluminación progresiva de parte de Dios. ¡Y sus fieles lo han creído desde entonces...!

Sin embargo, tales profecías falsas no son exclusivas de los Testigos de Jehová. En realidad, casi todos los grupos religiosos se han atrevido a anunciar el fin del mundo para cierta fecha o cierto periodo de tiempo específico.

Por ejemplo, los llamados grupos neopentecostales, de corte carismático, señalan este tiempo como el tiempo del fin. Y basan sus afirmaciones en los acontecimientos del Oriente Medio, en los cuales están envueltos Israel y sus vecinos. Aseguran estos falsos maestros que esa guerra está específicamente descrita en las Escrituras y añaden a su palabrería, como prueba irrefutable, testimonios de adivinos como Nostradamus, San Malaquías, Juan XXIII, ‘estudios’ de diversos “escatólogos” que dicen haber sido iluminados por Dios, y hasta el famoso “Código de la Biblia”. Pero lo más insólito es que quienes afirman ser cristianos les creen a estos mentirosos. Han desatendido el consejo de nuestro Señor: “Mirad que nadie os engañe...” (Mateo 24:4)

De igual manera, grupos no cristianos han pronosticado el fin del mundo para esta época. Los Mayas lo calcularon –bajo inspiración demoniaca- para el año 2012, mientras que seguidores de la Nueva Era esperan que naves espaciales aterricen y los recojan trasladándolos hacia otras galaxias para salvarlos de la inminente destrucción del planeta Tierra.

Dentro de esta locura colectiva, los libros escritos por estos hombres de venden como pan caliente, mientras que los discos de los cantantes “cristianos” son comprados por millones que corren febrilmente a protegerse escuchando esta música que –dicen- es inspirada directamente por el Espíritu Santo. ¡Qué horror..!

¿Quiénes caen en esta trampa..?
Extrañamente para muchos, quienes son atrapados en el lazo del Apocalipsis, no son solamente personas incultas o fácilmente manipulables. Por el contrario, gente con educación universitaria, y que se considera a sí misma como inteligente, deductiva y difícilmente crédula, han caído como moscas en la miel.

Estas religiones apocalípticas y movimientos Nueva Era tipo Lifespring e Insight, atraen a quienes han perdido su fe en el mundo, en las religiones convencionales, en sus sistemas políticos y en sí mismos. Convencidos de que este sistema jamás traerá verdaderas soluciones a la humanidad, se aferran a cualquier creencia que les asegure que esto cambiará muy pronto, ya sea por mano de Dios, o por acciones propias, como sucede en la Nueva Era y los movimientos políticos ‘ateos’ de izquierda.

Quienes creen que será Dios quien destruya el actual sistema, quieren convencerse también de que Dios lo hará mientras ellos estén vivos. Es supremamente difícil para alguien que desconozca la verdad bíblica, aceptar que no se vaya a presenciar un acontecimiento de tal magnitud ni que no se sea parte del grupo humano protagonista del cambio en la historia, particularmente en lo que concierne al cambio prometido por Dios.

Los cultos religiosos y los movimientos Nueva Era saben aprovechar estos deseos perfectamente humanos. Capitalizando estas tendencias humanas, ellos siguen enrolando y controlando nuevos adeptos que, a su vez, enrolarán otros, y así sucesivamente.

Si usted quiere darle una lectura cuidadosa a los acontecimientos descritos en Mateo 24, se dará cuenta de que, precisamente, estos sucesos no son la señal de la Segunda Venida de Cristo, sino que serán usados por los falsos ungidos como aparente evidencia de la Parousia del Señor. Pero, nuevamente, Jesús dice que no se dejen engañar.

Al contrario, Jesús afirma de su Segunda Venida que ésta no estaría anunciada por acontecimientos excepcionales:

Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. (Mateo 24:36-39)

Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. (Lucas 17:28-29)

Es muy importante recalcar algunos asuntos aquí. Jesús no hizo énfasis en que su Segunda Venida estaría marcada por una exagerada maldad (aunque la había en los tiempos de Noé y de Lot, y la predice el apóstol Pablo). Jesús dice que la gente estaría viviendo normalmente, comiendo, bebiendo y haciendo todas las cosas con normalidad. Solamente Noé y Lot –en cada caso- estaban alertas de las instrucciones de Dios.

Dios le había dicho a Noé que destruiría a la humanidad con un diluvio, y le ordenó que construyera un arca para su salvación y la de su familia. Aunque Noé predicó este juicio en el mundo antiguo, nadie le creyó y, por el contrario, todos se burlaron de él. Solamente cuando Noé fue resguardado en el arca y entonces empezó a llover, la gente se dio cuenta de la verdad.

De igual manera, y aunque Dios no nos ha ordenado construir un arca, ni nos ha dicho que durante nuestra vida vendrá el fin, sí nos ordena predicar el evangelio y advertir que solamente quien se arrepienta y retorne a Dios mediante Cristo, será salvo. La predicación se hará en todo el mundo, para testimonio de todas las naciones y, sólo entonces, vendrá el fin. (Mateo 24:14) Es innegable que la palabra de Dios ha alcanzado a muchas naciones. Si el nivel considerado por Dios como “todas las naciones” ya se ha logrado o no, eso solamente le compete a Él. Por nuestra parte, debemos simplemente obedecerle.

Jesús también compara los últimos días con el tiempo de Lot. Dice que cuando salió de Sodoma, entonces vino destrucción sobre esa ciudad. Pedro también habló de ello:

y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; (2 Pedro 2:6-9)

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. (Lucas 21:18)

Con estos textos, podemos asegurar que Dios protegerá a los justos en el Día del Señor. Así, aunque no podemos saber a ciencia cierta si el arrebatamiento sucederá antes o después de los cataclismos anunciados en Apocalipsis, parece más preciso afirmar que este arrebatamiento durará cierto tiempo que iniciará en el momento en que Cristo se aproxime a la Tierra, cuando los escogidos se encuentren con él en el aire; hasta poco antes de la batalla de Armagedón. La Biblia no nos informa cuánto tiempo durará este arrebatamiento. Juntando todos los textos referentes al tema, es seguro que cuando Cristo llegue por su iglesia, los creyentes muertos serán resucitados y quienes estén vivos serán transformados para, todos juntos, ir al encuentro de Cristo en el aire. Sin embargo, no todos los que afirmen ser cristianos serán arrebatados. Solamente aquellos que estén sin mancha ni arruga, y que hayan sido limpiados por la Palabra y santificados para formar parte de la novia de Cristo. Por eso, como nadie sabe ni el día ni la hora, Jesús advierte:

Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. (Mateo 24:42)

Por otro lado, a quienes piensan que el Día del Señor está muy lejano, Pedro les dice:

Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, (2 Pedro 3:8-15)

La única manera de tener certeza de que nos contaremos entre quienes estemos sin mancha, es obedeciendo la palabra de Dios:

Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (Efesios 5:25-27)

Es importante notar que el apóstol menciona dos procesos: uno de limpieza y otro de santificación. Aunque ambos están estrechamente relacionados, no significan lo mismo.

La diferencia es que lo que está santificado tiene necesariamente que estar ANTES totalmente puro y limpio; pero lo que es puro y limpio no quiere decir obligatoriamente que esté santificado. Es decir, es posible estar puro y limpio sin santificación. Pero no es posible tener santificación sin estar puro o limpio.

Otro asunto importante en este texto es que la razón principal por la que Cristo redimió a la iglesia, es para santificarla, habiéndola purificado.

En otras palabras, el propósito de la muerte de Cristo por la Iglesia en general, y por cada persona individual, no se cumple, no se completa hasta cuando los redimidos por su muerte hayan pasado por un subsecuente proceso de limpieza y santificación.

Solamente los cristianos que hayan pasado por este proceso de limpieza y santificación estarán en la condición necesaria para presentarse finalmente a Cristo como su novia. Solamente quienes hayan pasado por ese proceso de limpieza y santificación tendrán la condición requerida para formar parte de su iglesia sin mancha ni arruga ni cosa semejante... santa y sin mancha (v.27).

Por otro lado, un “cristiano” que no haya pasado por este proceso, no puede formar parte de la novia de Cristo.

Muy importante es anotar que el medio por el cual Cristo se vale para limpiar y santificar su iglesia, es por medio del lavamiento del agua por la palabra (v.26).

La bendita Palabra de Dios –la Biblia- tiene el poder para santificar y limpiar, tal y como se haría con el agua pura. Por eso, incluso antes de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz, él pudo asegurar acerca del poder limpiador de su palabra:

Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. (Juan 15:3)

De modo que únicamente estudiando y aplicando la palabra de Dios en nuestras vidas, obedeciendo solamente a ésta, y no a hombre alguno, es que formamos parte de la iglesia de Cristo.

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. (Mateo 7:24-27)

El asunto es sencillo. No basta con escuchar la Palabra de Dios. Hay que escucharla y obedecerla. Sólo así permaneceremos de pie ante las dificultades, y seremos contados como parte de la novia de Cristo.


Ricardo Puentes M
Julio 18 de 2008