lunes, 18 de agosto de 2008

LA SANIDAD FÍSICA



LA SANIDAD QUE VIENE DE DIOS
¿Es posible ser sano físicamente..?


He aquí que yo les traeré sanidad y medicina;
y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.

(Jeremías 33:6)

Conocí a Bertha Barreto cuando asistía a una denominación de Asambleas de Dios conocida como “Vida para las naciones..” Era una mujer alegre, fuerte y que estaba convencida de que demostraba su fidelidad con Dios asistiendo a esta denominación, diezmando y ofrendando regularmente. Yo sabía que tenía un tipo de cáncer muy peligroso, pero ella continuamente vivía diciendo que “Soy sana en el nombre del Señor..” Pero yo veía totalmente lo contrario… su salud se deterioraba cada día más aunque Bertha se empecinara en decir lo contrario.

Cuando yo ingresé a esa denominación, ya estaba empezando a estudiar la Palabra de Dios y sopesaba con ella todo lo que me decían los pastores, encontrando que estos jerarcas estaban mintiendo.

Recuerdo vívidamente que al pastor de dicha denominación se le ocurrió un día recoger dinero para comprar equipos de sonido nuevos, micrófonos, piano, guitarra batería y otras cosas “para alabar al Señor”. Para esa misma época, yo ya tenía muy claro que este pastor –igual que los demás- no era sino un hombre ambicioso que escudaba su codicia bajo la excusa de “las cosas son para el Señor”; era un haragán que remodeló su casa y la equipó con electrodomésticos costosos, todo con dinero de los fieles, mientras aseguraba con la Biblia en la mano que “Dios me bendice y me prospera..”.

Para la misma fecha, un joven líder de la iglesia se me había acercado manifestándome su inconformidad con las cosas que sucedían allí, bajo la mirada displicente del pastor que solamente quería llenar la iglesia para aumentar los diezmos y las ofrendas, aún a sabiendas de que tales cosas no eran enseñanza neotestamentaria. El joven en cuestión había llegado al límite porque cada día la Palabra de Dios confrontaba los comportamientos del pastor y los suyos propios. Con lágrimas en los ojos, me dijo que quería profundizar en la Palabra de Dios ya que era evidente que sus estudios avanzados en el Seminario de Asambleas no aportaban nada al real entendimiento de la Biblia.

Muy pronto, este joven se dio cuenta de que su cargo de líder –segundo después del pastor- eran “basura”, como dijo Pablo. Me comentó que estaba muy preocupado por Bertha ya que era viuda y le habían embargado su casa. Además, a pesar de su cáncer, estaba saliendo a vender arepas en horas de la noche, soportando el inclemente frío bogotano.

Hablé con el pastor al respecto y le dije que, en cambio de destinar esos dineros para los instrumentos musicales, yo estaba convencido de que a Dios le agradaría mucho más si se le ayudaba a Bertha, ya que era una viuda sin casa, enferma y pobre. El pastor me dijo que si Bertha estaba pasando por esa situación, era problema de ella.. “es la propia lucha de ella.. es el trato de Dios con ella.. ”, me aseguró con indolencia.

Yo me sentí realmente asqueado pensando en todos los muebles y electrodomésticos que el pastor había acabado de comprar, aparte de los instrumentos musicales adquiridos solamente para que él se luciera como “adorador”, cantante con todas las de la ley. Y se lo dije.

El pastor aprovechó el momento y me expulsó –muy amablemente, hay que decirlo- de la iglesia y amenazó al joven con hacer lo mismo si seguía estudiando la Biblia conmigo. No hubo necesidad de esa segunda expulsión ya que el joven jamás regresó.

Al siguiente día visitamos a Bertha y le ofrecí considerar la Biblia y cotejar sus creencias con la Palabra de Dios. Le dijimos que era falso que los milagros se compraran con dinero, tal y como enseñaban allí, y estos eran una dádiva de Dios. Vimos algo por encima y ella quedó muy impactada. Le pedimos que nos dejara ayudarla a vender sus arepas mientras ella cuidaba de su salud. Bertha nos dijo que regresáramos al siguiente día.

Según nos enteramos, el pastor la visitó –nosotros le habíamos advertido a él que la visitaríamos- y le dijo que tuviera mucho cuidado conmigo porque mis enseñanzas eran provenientes de Satanás y no tenían sustento bíblico. También le dijo que no era gratuito que César Castellanos me hubiera lanzado maldiciones ni que me hubieran expulsado de la iglesia de Eduardo Cañas. Le aseguró que ella ya era sana porque así lo había profetizado Hugo Leyton (un timador de esa iglesia que asegura ser profeta y sanador) y en numerosas ocasiones ella había sido “tocada” por el Espíritu Santo, cayendo al piso y convulsionándose mientras él (el pastor) la ministraba.

Bertha nunca más nos recibió. Murió hace unos meses, víctima de una neumonía que le complicó su cáncer. La neumonía la adquirió por exponerse a vender sus comidas soportando el frío de la noche. Murió ante la indolencia de este hombre que decía que “lo de Bertha es un trato entre ella y Dios..” Que Dios le tenga misericordia a este hombre.

Si Bertha estaba tan convencida de que Dios la había sanado, y asistía regularmente a los oficios de su denominación; si había pagado mucho dinero por su milagro y había sido “tocada” por el Espíritu Santo, ¿Qué sucedió…? ¿Por qué murió Bertha..? ¿Qué ocurrió con la fe de Bertha..?

El proceso de sanidad
La Biblia nos asegura que Dios nos provee sanidad espiritual y física, y que esta es completa.

La Biblia nos dice y nos muestra que Dios sí sana. Pero esta sanación interna y externa tiene que ver con la conversión… con la verdadera fe.

Como ya lo hemos expuesto en varias ocasiones, fe no es creer en todo lo que a nosotros nos parezca. Si un católico cree que la virgen María es la mediadora, tal creencia no es verdadera y los milagros provenientes de esta creencia no proceden de Dios. De igual manera, si un devoto de la “santa Muerte” cree en sus poderes, esto no tiene nada que ver con al fe bíblica, independientemente de si ocurren portentos o no, en nombre de estos falsos dioses.

La fe bíblica se relaciona directamente con la Palabra de Dios.

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:17)

La fe se produce únicamente por el escuchar atentamente la Palabra de Dios. Es un proceso que requiere de un tiempo mínimo. La fe siempre está relacionada con la Palabra de Dios, y tiene que ver directamente con ella.

Hágase conmigo conforme a tu palabra. (Lucas 1:38)

Ese es el secreto de la fe bíblica: Conforme a tu palabra. La fe bíblica se forma dentro del alma escuchando la palabra de Dios, y se expresa pidiendo el cumplimiento de lo que Dios ha dicho. Fe es creer que Dios cumplirá lo que ha dicho en su Palabra. Y, para creer, necesitamos escudriñar, escuchar atentamente la Palabra de Dios.


Así, si un pastor nos dice que si damos dinero a Dios, él nos hará milagros, es nuestra obligación investigar esto en la Biblia, mucho más allá de un par de textos sin contexto que ellos citan siempre para engañar a las personas. Es más, si investigáramos la Palabra de Dios, nos daríamos cuenta de que ningún hombre puede colocarse por encima de otros hombres a nivel espiritual, así que ya no habría razón para acudir a las denominaciones donde estos hombres (pastores, profetas, apóstoles, etc) se yerguen sobre los demás asegurando que tienen la autorización de Dios para hacerlo.

Sin embargo, sabiendo que la fe es un proceso que nace y crece por acción de escuchar y obedecer atentamente la palabra de Dios, nuestro estudio personal de las Escrituras debe ser juicioso y regular; debe ser un asunto entre Dios y cada individuo, sin intermediarios humanos que obliguen a creer cualquier cosa que a ellos les parezca.

Así que la fe, nacida de escuchar la Palabra de Dios, es esencial para cualquier transacción positiva entre Dios y el alma humana:

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6)

¿Es posible tener sanidad física aquí y ahora…?
La Biblia nos asegura que sí es posible. La bendita Palabra de Dios es tan completa y perfecta, que no sólo nos provee fe, nuevo nacimiento y alimento espiritual, sino que, además, obra milagrosamente en nuestra salud y fortaleza físicas.

¿Cómo...? ¿De qué manera puede actuar la Palabra para sanidad física..?

Hijo mío, está atento a mis palabras;
Inclina tu oído a mis razones.
No se aparten de tus ojos;
Guárdalas en medio de tu corazón;
Porque son vida a los que las hallan,
Y medicina a todo su cuerpo.
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porque de él mana la vida.
(Proverbios 4:20-23)

La sanidad física es una promesa de sanidad explícita, amplia y sin ningún equívoco. Dios promete sanidad física y espiritual a sus hijos, es decir, a quienes hemos nacido de nuevo, aceptando por fe la sangre salvadora de nuestro Señor Jesús.


Note los pasos que se describen para tener sanidad.


Está atento a mis palabras.Es necesaria una atención detenida y cuidadosa cuando leemos la Palabra de Dios. Muchas veces, mientras leemos la Biblia, nuestra mente está en otra parte. Por eso, Jesús nos aconsejó retirarnos a un lugar privado para dejar las cosas del mundo afuera mientras estamos con Dios. Por otro lado, atender las palabras de Dios, no solamente implica escucharlas. También significa actuar conforme a ellas, obedecerlas.

Inclina tu oído. Inclinar el oído significa tener humildad. Y ser humilde es lo contrario de ser orgulloso y altanero. Debemos ser sumisos ante la enseñanza de la palabra, debemos estar dispuestos a permitir que Dios nos enseñe. Si leemos Salmo 78: 41, el salmista habla de la conducta de los israelitas mientras vagaban por el desierto y les acusa de limitar al Santo de Israel. Hoy, muchos cristianos hacen lo mismo, se acercan a la Palabra de Dios con ideas preconcebidas, inculcadas por filosofías de hombres enseñadas en sectas o denominaciones “cristianas”, y no están dispuestos a aceptar lo que la Palabra de Dios tenga que decirles, si ésta contradice sus preconcepciones, sus propias ideas fijas. Los israelitas, según el salmista, impidieron con esta actitud, que Dios actuara en ellos como él quería. Jesús también acusó a los líderes religiosos de su época de esta actitud: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios, por vuestra tradición (...) pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”. (Mateo 15:6,9) Llegamos a creer cosas absurdas, como eso de que Dios vende sus milagros, o que Dios ha nombrado hombres, intermediarios entre Cristo y los hombres, todo eso sin respaldo bíblico. Cabe preguntarnos si ¿en nuestra iglesia o denominación, se da más importancia a las tradiciones y mandamientos de hombres que a la palabra de Dios..? ¿Estamos honrando en VANO a Dios...? Pablo lo hacía, sin embargo, después de su experiencia en Damasco, pudo escribir en Romanos 3:4: “antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso..”

No se aparten tus ojos. Es necesario mantener los ojos fijos en la Palabra de Dios, en sus promesas sin mirar el caso de otros creyentes que no han obtenido sanidad. Cuando uno quita su vista de la Palabra y la fija en las sanaciones frustradas, la fe vacila y esto hace que no recibamos la nuestra. En Santiago 1:6-8, el escritor nos advierte de la situación y la compara con alguien que es de doble ánimo y, por ende, que no recibirá nada del Señor. ¿Por qué no se sanan algunos...? Por falta de fe y, también, por decisión autónoma de Dios, como el caso de Pablo quien vivía con una “espina en la carne”. Deuteronomio 29:29 nos dice que esas cosas secretas sólo le pertenecen a Dios. Por otro lado, dice que las cosas reveladas les pertenecen a los hombres. La sanidad física ha sido revelada al hombre y por ello nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos PARA SIEMPRE.

Guárdalas en medio de tu corazón porque son vida a los que las hallan y medicina a todo su cuerpo. La palabra usada aquí como “medicina”, se refiere tanto a nivel espiritual como físico. La sanidad es, pues, física y del espíritu. Se nos dice que sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida. Es decir, que lo que está en nuestro corazón es lo que gobierna el curso de nuestra vida. Si le damos entrada regular a la palabra de Dios dentro de nuestro corazón, descubriremos que las palabras de Dios son exactamente como él nos ha prometido: vida para nuestras almas y salud para nuestro cuerpo.

Para el pueblo hebreo, Dios era la fuente de toda vida, de salud y de enfermedad. Por ello, la medicina, como ciencia, tenía poca importancia, así como tampoco la tenía la medicina mágica. Vemos que la medicina estaba en manos de los sacerdotes. Nos dice un comentarista bíblico que:

De igual manera, los conocimientos científicos anatómicos eran rudimentarios porque los cadáveres se consideraban religiosamente impuros y por tanto intocables, lo cual impedía la disección (Nm 19.13-16). Existen, a pesar de todo, unas pocas referencias bíblicas a la medicina. Se acostumbraba aplicar vino, aceite, cataplasmas y vendas a las heridas y llagas (Is 1.6; 38.21; Lc 10.34); hasta se conocía una forma primitiva de curar los huesos fracturados (Ez 30.21); las parteras hebreas eran empíricas (Gn 38.27-30; Éx 1.15-21; Ez 16.4, 5). No se tienen datos acerca de médicos profesionales. Por otra parte, el sentido de "pueblo elegido", con una misión que cumplir, supedita por primera vez en la historia lo individual a los intereses de la colectividad, y da origen a una legislación sanitaria para defensa de la comunidad. Esta es la mayor contribución hebrea a la historia de la medicina. En el Antiguo Testamento, pues, hay poco lugar para los médicos. Dios es el supremo sanador de su pueblo, el que envía el dolor y la enfermedad como castigo por los pecados. Él exhorta: "Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos ... ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador" (Éx 15.26). Si había médicos entre los judíos, brillan por su ausencia en las páginas del Antiguo Testamento (cf. 2 Cr 16.12).

En el Nuevo Testamento no se tiene muy buen concepto de los médicos. Se les consideraba ineficaces (Mc 5.25, 26; Lc 8.43) lo cual engendraba cierto escepticismo entre la gente (Lc 4.23). Sin embargo, se reconoce su actividad positiva y benéfica (Mt 9.12) y Lucas, el único médico cuyo nombre perpetúa la Biblia, es llamado "el médico amado" por San Pablo (Col 4.14).


En la antigüedad, la medicina estaba relacionada con prácticas mágicas. Los egipcios y los griegos fueron médicos de fama en el mundo antiguo. Todos ellos recurrían a los encantamientos y amuletos.


Esto, de ninguna manera significa que un cristiano no puede recurrir a ellos. Pero cifrar su confianza en hombres, aún por encima de Dios es ciertamente un pecado. Recurrir a prácticas “médicas” que contradicen las Escrituras y la voluntad de Dios, fue precisamente el pecado de Asa, quien “en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos” (2Cr._16:21). Una actitud parecida a la que tuvo Ococías (2Reyes_1:2-4).

Colocar más confianza en un médico que en Dios, es un grave error para un cristiano.

Aquí, es necesario aclarar que esto solamente aplica para los verdaderos cristianos, aquellos que han puesto su fe en Cristo y que se dejan guiar por él sin convertirse en esclavos de hombres que los subyugan mintiéndoles al asegurar que son “co-pastores” con Cristo. Una persona así, no sujeta a Cristo, ciertamente no recibirá la sanación procedente de Dios.

Por otro lado, si un creyente busca el consejo de Dios, en humildad y respeto, y luego usa los remedios naturales o químicos producidos por la ciencia médica, no hace mal. La Biblia misma habla de estos ejemplos.

En el libro de Hechos, se nos cuenta de un cojo que fue sanado por un apóstol. Este cojo no tenía fe, pero recibió de Dios la fe necesaria para su sanidad. Así, el cojo pudo creer en Jesucristo, mucho más allá que reconocer su existencia. La fe del cojo significó creer en todas las promesas de Cristo.

Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros. (Hechos 3:16)

Hoy en día, no tenemos a Cristo ni a los apóstoles entre nosotros. Sin embargo, tenemos su bendita Palabra. Cristo nos prometió que quien obedeciera su palabra, él y el Padre vendrían y harían morada con él. No basta con asegurar que se es cristiano. La prueba de que los somos es obedecer su palabra.. ¿y cómo podemos obedecerla si no la conocemos..?


¿Cómo podemos asegurar que conocemos la Palabra de Dios, si ese conocimiento se limita a lo que la jerarquía de iglesias y denominaciones nos obligan a creer..?

Hay que ir a la fuente, a la Palabra de Dios. Jesús nos prometió que quienes lo buscáramos, lo encontraríamos. Y que en esa búsqueda nos guiaría el Espíritu Santo, no hombre alguno.

Probad y ved que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia. (Salmo 34:8)

He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. (Jeremías 33:6)

Dios les bendiga.

Ricardo Puentes M.
Agosto 17 de 2008