sábado, 19 de enero de 2008

VATICANO, IDOLATRÍA Y GUERRAS, PARTE IV

VATICANO, IDOLATRÍA Y GUERRAS
Parte IV


Sergio Arboleda, conservador e intelectual perteneciente a una familia católica prestante, declaró en 1867 que la República atravesaba una difícil situación y denunció, entre varios asuntos, la explotación que sufrían “las razas inferiores”, es decir, todos aquellos que no pertenecían a la raza blanca europea. Dijo también –cómo no- que para conjurar esta ‘terrible situación’ era necesario adelantar una moralización del país, y que esta misión debía encargársele a la Iglesia Católica a través de la educación. Como muestra para nosotros hoy, Arboleda apoyó su idea aduciendo que los miembros de la institución –la iglesia- “toman al niño en la cama, le dan su nombre, lo dirigen en la infancia, lo aconsejan en la juventud, le consuelan en la vejez, le asisten en el lecho de muerte, y su poder se extiende hasta más allá del sepulcro..(...) El clero puede salvarnos y nadie puede salvarnos sino el clero

Este terrible cuadro nos da una idea clara de la profunda influencia y control que tenía la iglesia –aún la tiene- sobre la vida de las personas en nuestros países latinoamericanos. Cuando dice Arboleda que “su poder se extiende más allá del sepulcro”, se refiere a la creencia de que los sacerdotes tienen poder para sacar las almas de los difuntos del purgatorio o condenarlas a los más profundos infiernos. El destino de las almas dependerá –claro que sí- de si los familiares sobrevivientes están en capacidad de pagar o no las correspondientes misas y donaciones a la ‘santa’ madre iglesia.

Pocos años antes, en 1857, Napoleón III, cómplice y aliado del Vaticano, había desatado la guerra de Crimea, con la excusa de brindar protección a los lugares sagrados y colocar su custodia bajo la influencia de los jesuitas. Francia puso 100.000 muertos en esta absurda guerra (¿cuál guerra no lo es...?) que pronto fueron declarados como “mártires de la fe” por monseñor Sibour, obispo de París. Este mismo personaje declaró que: “la guerra de Crimea entre Francia y Rusia no es política, sino una guerra santa. No se trata de un Estado que lucha contra otro Estado; personas que pelean contra otras personas, sino una guerra religiosa, una Cruzada”.

En 1863 Francia realiza una expedición a México con el objetivo de transformar la república seglar en imperio y ofrecérselo entonces a Maximiliano, archiduque de Austria. Como todos sabemos, Austria era el principal sostén del papado, así que había otro objetivo importante en la expedición a México: levantar una fuerte barrera que impidiera la influencia de las ideas protestantes de Estados Unidos sobre los países latinoamericanos, que estaban en poder del papado. Además, el Vaticano quería vengarse de las medidas en contra de los bienes de la Iglesia (incluida la desamortización) que se habían decretado en 1856.

Así que Maximiliano I de Habsburgo, hermano del emperador de Austria Francisco José I, fue emperador de México desde 1864 hasta 1867, fecha en que fue capturado y fusilado por el liberal republicano Benito Juárez. La Revolución Francesa le estaba saliendo muy cara a Francia. Debido al apoyo del Vaticano al trono imperial, los franceses fueron llevados a pelear en muchas partes del mundo, defendiendo intereses ajenos. Entretanto, la Prusia protestante ganó la guerra contra Austria asestando un terrible golpe al Vaticano y los Habsburgo. No obstante, el Vaticano ya tenía la mano vengadora, “el dedo de Dios”, “el hombre enviado por la Providencia” para combatir a la nación ‘hereje’: Napoleón III. Aunque el emperador sabía que Francia no estaba lista para una confrontación con la poderosa Prusia, el Vaticano lo empujó a la guerra. Así que Francia declaró la guerra a Prusia. Gastón Bally dijo que “esa guerra de 1870, como la historia lo demostró, fue obra de Jesuitas”. (En: Les Jesuites)

Bismark falsificó el famoso “telegrama de Ems” y los franceses católicos, instigados por los jesuitas, no se detuvieron a confirmar el contenido del mensaje. Los jesuitas tenían mucha prisa para encontrar un pretexto para la guerra y así ocurrió. Las consecuencias, todos las conocemos: Francia colapsó y los acontecimientos le dieron una gran justificación para el contragolpe papal.

Así, Francia fue conquistada y los jesuitas obtuvieron su victoria. ¿Por qué ganan los jesuitas si estaban también del lado de los derrotados..? Por la misma razón que buscaban al instigar a Napoleón a la guerra con Prusia a sabiendas de su segura derrota. El Vaticano siempre gana en cualquier confrontación. Actúa como lo hacen los buitres sobre la carne de los muertos. Se nutre de la carroña.

Años antes, en 1789, cuando ocurrió la Revolución Francesa, el sacerdote Marquigny anunció que los principios de libertad que inspiraron la revolución, serían sepultados para siempre. Cosa que celebrarían en la iglesia en Montmartre, París, levantada por ellos, donde consagrarían arbitrariamente a Francia al Sagrado Corazón. Después de tres años, cuando los prusianos abandonaron Francia, los jesuitas salieron de sus escondites para aprovecharse de la desesperanza del pueblo, de sus muertes y miserias. Las personas, buscando consuelo en algún lugar, lo hallaron fácilmente en las prácticas místicas de los jesuitas quienes se fortalecieron, como lo han hecho en las guerras del siglo XX.

Aseguraban los clérigos católicos después de la guerra, que ésta había llegado como consecuencia del castigo de Dios debido al terrible pecado del pueblo francés. ¿Cuál era ese abominable pecado contra el Creador..? “La revolución de 1789, ese es el crimen que debemos expiar”. Aseguraban los jesuitas que la revolución Francesa, aquella que enarboló la bandera de la lucha por los Derechos Humanos, había causado la ira de Dios, engaño que, en los años de la posguerra Franco-prusiana, logró que los jesuitas reforzaran su poder controlando escaños políticos y manejando a su antojo y conveniencia el sistema educativo francés.

Así, mientras México era invadido por Austria y el Vaticano, instaurando el imperio de Maximiliano, en Colombia Tomás Cipriano de Mosquera ganaba la guerra contra el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez; guerra que había sido instigada por los jesuitas que convencieron a Ospina Rodríguez de su conveniencia. Así lo reconoció el cónsul norteamericano George W. Jones, quien escribió a su gobierno que los jesuitas habían ejercido presión sobre Ospina “para inducirlo a preparar la revolución, facilitándole dinero para llevar a cabo la guerra civil y rehusando la absolución de los católicos que no estuvieran del lado de los conservadores”.

Esta declaración se filtró a la prensa de la época y el clero pronto salió a desmentirla. Pero era tan fuerte la evidencia, que la Iglesia se justificó diciendo que la guerra había ocurrido porque había un complot para apoderarse de los bienes eclesiásticos.

Mosquera, pues, aún en medio de la guerra inconclusa, ordenó la disolución y la expulsión de los jesuitas y decretó la desamortización de los bienes de la Iglesia. Con esa desamortización, Mosquera esperaba cubrir gran parte de la deuda externa y el déficit fiscal interno.

Mediante estas medidas en contra del clero, Mosquera pretendía confirmar de una vez por todas la superioridad del Estado sobre la Iglesia; Mosquera sabía que la dominación real del imperio español tenía su sustento en el Vaticano. Se decretó la tuición de cultos y el arzobispo de Bogotá protesto enérgica e inútilmente. Ante la solicitud de revocatoria del decreto, por parte del arzobispo, el gobierno de Mosquera respondió negativamente aduciendo que tal medida era necesaria debido “a las agresiones (...) de vuestro clero, que por medio (...) de palabra y de obra ha perturbado el orden sacudiendo la sociedad..”.

Cuando se hicieron las cuentas, se llegó a la conclusión de que los bienes y riquezas del clero ascendían a cerca de 12 millones de pesos, es decir, tres veces el presupuesto de ingresos de la Nación de entonces. La cifra hubiera sido muchísimo más alta. Pero los astutos curas, durante la administración de Santander en la Gran Colombia, habían vendido la mayor parte de sus tierras, joyas, oro, plata, obras de arte y otros tesoros, y habían guardado el dinero en el exterior.

Contra la medida de Mosquera, la Iglesia contraatacó instigando a los fieles católicos a que se alzaran violentamente contra las autoridades civiles. Entonces, el papa Pío IX, el mismo que patrocinó la expedición a México para instalar el imperio de Maximiliano I, y el mismo que promulgara el dogma jesuítico de la “infabilidad papal” aceptando la declaración de los jesuitas de que el papa era el “rey del mundo” y que todo debería quedar sujeto a los pies del pontífice; este papa Pío IX, que también redactaría el famoso “Syllabus errorum” condenando todos los principios democráticos de las naciones, escribió una carta pastoral al arzobispo y a todos los obispos del país condenando “todos los gravísimos daños y ultrajes que la Iglesia, sus individuos y sus cosas y esta misma Santa Sede han sufrido de parte del gobierno neogranadino, y reprobamos y condenamos con toda nuestra autoridad Apostólica, todas y cada una de las cosas decretadas, efectuadas o de cualquier manera intentadas por dicho gobierno..” (En El Conservador, Bogotá, diciembre 5 de 1863)

Mosquera le respondió que protestaba contra “la conducta hostil del pontífice romano, que no es dueño de Colombia..” Naturalmente, el presidente Mosquera fue excomulgado pero a él poco le importó ya que contaba con el apoyo del ejército. Entonces, el cura Vicente Bernal, párroco de la Ermita de Monserrate, le escribió al papa asegurando que Mosquera pretendía introducir el protestantismo en el país.

Mosquera apresuró la venta de los bienes desamortizados y estos fueron adquiridos por especuladores y terratenientes. Sucedió todo lo contrario a lo que supuestamente buscaba Mosquera. El presidente propugnaba públicamente por una reforma agraria que beneficiara a los campesinos, pero lo que resultó fue que hubo una mayor concentración de la propiedad de la tierra, aumentando enormemente las riquezas de las oligarquías. En Antioquia la desamortización no se pudo hacer a cabalidad debido a la oposición feroz de los fieles católicos, mientras que en Bogotá el proceso transcurrió con cierta normalidad. Entre los mayores compradores de los bienes de la Iglesia estuvieron Medardo Rivas, notable historiador y oligarca bogotano que se apropió de inmensas propiedades a lo largo de la ribera del río Magdalena, despojando a los moradores –junto con otros miembros de la oligarquía bogotana- e importando campesinos desde otros lugares para talar los bosques y sembrar las tabacaleras que aumentaron muchísimo más las riquezas de la clase dominante y explotadora. De ahí derivan sus fortunas los Rivas, los Montoya, los descendientes de Sergio Arboleda y otras familias del Cauca, Valle y Bogotá. También se beneficiaron con la venta de los bienes en Bogotá: Jesús María Gutiérrez, Meliton Escovar, Juan de Dios Muñoz, José Borda, Fernando Párraga y Dámaso Gaviria. En Boyacá se beneficiaron los Montejo, antepasados de los Santos, dueños de El Tiempo. El asunto es que los bienes eclesiásticos, todos, fueron adjudicados a las personas más influyentes y adineradas de la sociedad. Y el presidente Mosquera era uno de ellos. Por supuesto, también se beneficiaron los comerciantes que aprovecharon el momento y amasaron sus fortunas, entre estos, los López (poderosa familia de presidentes, empresarios y dueños de medios), y los Samper, otra poderosa familia que ha controlado –junto a otros apellidos- todas las instancias de la vida en Colombia: industria, comercio, educación, finanzas, legislación, poder ejecutivo y judicial.. en fin.. Ya pueden ustedes entender que la presencia de ciertos apellidos en la vida nacional no llega de la noche a la mañana por favor de Dios, sino que surge de la rapiña que se hizo a los pobres. Igual podemos ver cómo nació la dinastía de los Rojas Moreno; su abuelo Gustavo Rojas Pinilla se enriqueció enormemente cuando fue dictador de Colombia y hoy podemos ver a su hija y nietos apropiados de una enorme tajada del poder. Ah.. y todo con la anuencia de los curitas, como siempre.

Los jesuitas, queriendo vengarse de Mosquera buscando derrocarlo para poder regresar al país, agudizaron la guerra conduciendo a los conservadores a formar guerrillas para combatir a Mosquera. Al final de ésta, aunque ganaron los liberales, el país quedó mucho más sumido que antes en la miseria y la desesperanza.

Una vez adjudicados los bienes de la iglesia a los ricos liberales, Mosquera se sintió más seguro y se reunió con algunos de ellos en Bogotá para reorganizar el país. Se convocó la Convención de Rionegro donde se aprobó la Constitución de 1863. Esta Constitución ha sido, en opinión de la mayoría de expertos, la más liberal de todas las que han existido. En ella se consagraron los derechos individuales, se abolió la esclavitud, se eliminó la pena de muerte, se implantó la libertad de pensamiento, de imprenta y de palabra y la libertad religiosa, entre otras. Tan ambiciosa era esta Constitución que Víctor Hugo, el gran pensador y escritor francés, defensor de las libertades individuales y civiles, dijo que ésta era una Constitución “para un país de ángeles”. Y de ella surgieron los Estados Unidos de Colombia.

Entonces, el Vaticano instó al ecuatoriano Juan José Flórez a invadir Colombia y tomar Túquerres. Esto obligó a Mosquera a desplazarse hacia Nariño, situación que aprovecharon los jesuitas para instar a un levantamiento militar de los conservadores en Antioquia contra el gobierno liberal de Pascual Bravo en ese Estado. Ganaron los conservadores quienes derrocaron a Bravo y nombraron a Pedro Justo Berrío como presidente de ese Estado, uno de los nueve que conformaban la nación. Manuel Murillo Toro, presidente de la confederación después de Mosquera, reconoció el gobierno de Berrío. De ahí en adelante, durante la duración de los Estados Unidos de Colombia, la iglesia instigó y patrocinó continuamente el accionar de las guerrillas conservadoras.

Y no solamente eso. La iglesia también penetró los círculos liberales que habían inspirado la Constitución de Rionegro, y sembró en las mentes de algunos caudillos liberales, como la de Manuel Murillo Toro, ideas del socialismo que los curas habían ensayado con los indios Guaraníes en las Reducciones paraguayas. No en vano Murillo había sido alumno de los jesuitas, igual que José María Rojas Garrido y Manuel María Madiedo, quien fuera el precursor del socialismo católico en Colombia.

Tomás Cipriano de Mosquera había abandonado la presidencia en 1864, debido a la obligación constitucional. Pero fue elegido de nuevo en 1866. En este, su cuarto mandato, Mosquera propuso una revisión de los remates de los bienes desamortizados de la iglesia ya que no se había cumplido el objetivo de que estos quedaran en manos de campesinos y no de terratenientes y comerciantes. Para infortunio de Mosquera, el Congreso estaba compuesto en su mayoría por estos comerciantes, terratenientes y curas, así que el presidente comenzó a ser atacado desde todos los frentes buscando torpedear su gestión y desacreditarlo ante la opinión pública. Mosquera atacó al Congreso en una alocución pública y éste respondió con medidas que limitaban el poder presidencial. La iglesia, que estaba deseosa de venganza debido a la expulsión de los jesuitas y del arzobispo Arbeláez, apoyó el golpe de Estado que le propinó el general boyacense Santos Acosta, familiar de los Samper, dinastía de comerciantes.

En 1870, los ricos comerciantes iniciaron la era de los bancos. Se fundó el primer banco privado, el Banco de Bogotá, con 107 accionistas procedentes de las mismas familias de siempre, entre las cuales estaban los Samper, obviamente. Los jesuitas también estaban entre los principales accionistas.

En Antioquia, familias poderosas como los Ospina, los Uribe, los Vélez y los Restrepo se hicieron a cientos de miles de hectáreas estableciendo sus haciendas en las márgenes del río Cauca. Al contrario del modelo norteamericano, que no permitía la posesión de la tierra por encima de la capacidad de la familia para trabajarla, aquí –y en toda Latinoamérica- el modelo a seguir fue la apropiación de grandes extensiones de tierras, cosa que agravó el tema agrario perpetuando la desdicha y la pobreza de los eternos malogrados: el pueblo común y corriente, ignorante y católico.

Por su parte, la iglesia se valió también de la Constitución liberal de Rionegro para fortalecerse en las regiones – estados de la nación. Como la Constitución decía que el Estado Central no podía intervenir en las guerras “internas” de cada Estado de la Unión, el clero pudo instigar el levantamiento conservador en Antioquia para derrocar la autoridad legítima con la seguridad constitucional de que el gobierno central no intervendría. Otra consecuencia de esta constitución liberal, “hecha para ángeles” no para hombres educados por jesuitas, fue que el ejército del gobierno central se debilitó mientras que los ejércitos de algunos Estados de la Unión se hicieron muy poderosos. Alvaro Tirado Mejía calcula que durante la vigencia de la Constitución de Rionegro ocurrieron cerca de 40 rebeliones y levantamientos regionales, y una guerra a nivel nacional, la de 1876-1877, auspiciada por la iglesia Católica, ¡por quién más habría de ser..! que insurreccionó a los conservadores en contra del gobierno central liberal. La guerra fue acaudillada por los Estados de Antioquia y Tolima, ambos conservadores pro eclesiales.

Entretanto, en la Francia derrotada por Prusia, los jesuitas ganaban con la conquista. Mediante una ley se les autorizó a construir la basílica del Sagrado Corazón en la colina de Montmartre, en París, en pleno corazón de la Revolución Francesa. Era el cumplimiento de las palabras del clérigo que había anunciado que esos principios inspiradores de la revolución serían pisoteados. La basílica era el símbolo de la victoria de la Compañía de Jesús. El cura Olivier dijo en esa ocasión que: “la basílica del Sagrado Corazón simboliza el arrepentimiento de Francia y expresa nuestra firme intención de reparar los errores. Es un monumento de expiación y reparación.” Inmediatamente, los jesuitas empezaron a trabajar en la restauración de la Orden y de la monarquía, esto último infructuoso a pesar de las continuas y remozadas peregrinaciones organizadas por ellos hacia los santuarios de la virgen de la Medalla Milagrosa en París, y al de Lourdes. El pueblo francés, no obstante su apariencia externa de piedad y devoción católica, internamente mantenía un obstinado rechazo contra las pretensiones de poder político de la iglesia. A pesar de que los jesuitas estaban controlando la educación de los niños hijos de las clases medias que tenían el poder, tratando de que estos aborrecieran la república y ansiaran la monarquía, otra cosa les enseñaban los padres en sus hogares, los mismos que habían luchado para derrocar la tiranía monárquica pro eclesial.

Mientras en Francia ocurría esto, en Colombia los jesuitas, proscritos pero presentes, organizaron la guerra de 1876-1877 bajo la excusa de “problema religioso” causado por la enseñanza laica que algunos Estados de la Unión querían implantar. Los Estados de Antioquia y Tolima, conservadores y clericales, armaron fuertes ejércitos con armas modernas y los curas encabezaron la lucha “revolucionaria” a favor de la moral y la religión. Sin embargo, los mismos ideales egoístas implantados por los jesuitas en sus alumnos, produjo el fracaso de estos ejércitos. Los líderes de Antioquia querían gobernar cuando ganaran la guerra, y los líderes tolimenses y del Cauca buscaban lo mismo. Los antioqueños esgrimían su superioridad racial como garante del derecho a gobernar, mientras que los “negros del Cauca”, también conservadores, no estaban dispuestos a que los antioqueños los dejaran sin parte del botín. Por conveniencia, se firmó la paz.

Pero los jesuitas ya tenían adelantada la redacción del Concordato que afirmaría el poder papal en la región. Pero, para que éste se firmara, la Constitución de Rionegro debía terminarse. ¿Cómo lograrían anular la Constitución y establecer otra que se acomodara a sus ambiciones...? Como siempre lo han hecho. Con su especialidad: La guerra.


Ricardo Puentes M.
Enero 16 de 2008.

domingo, 13 de enero de 2008

VATICANO, EDUCACIÓN Y POBREZA PARTE 3

VATICANO, EDUCACIÓN, POBREZA Y SOCIALISMO
Parte III


Como era de esperarse, tras la guerra de independencia de las colonias españolas, toda la región quedó sumida en la ruina, lo cual favorecía a la Compañía de Jesús, como ya vimos. Los bandoleros, antiguos militantes patriotas que se habían quedado sin trabajo, merodeaban, atracaban y asesinaban; la situación era dramática. Junto a las clases dominantes, surgió otra: la oligarquía militar. Refiriéndose a ésta, el general Páez escribió: “los militares aspiraban a ver premiados con usura sus servicios a la patria, a que se les conservaran sus fueros y exenciones..” Y para ellos buscaban que frente al gobierno estuvieran individuos de su misma clase.

En Colombia, luego de las administraciones de Santander y José Ignacio de Márquez Barreto, presidente procedente de una familia latifundista con cercanos vínculos sanguíneos con altos prelados del clero, la iglesia Católica resultó fortalecida. Márquez permitió nuevamente que los bienes de la iglesia fueran desamortizados e hizo posible otra vez que la iglesia pudiera adquirir tierras.

La situación para el pueblo vino a resultar peor que la que tenía bajo la corona española. La aristocracia criolla perpetuó las instituciones coloniales y, bajo la excusa de la nueva situación, sometió al pueblo a impuestos más altos y elevados niveles de segregación.

De ahí en adelante, las consecuentes administraciones le dieron cada vez más prebendas a la iglesia Católica y, aunque se tenía cierta tolerancia hacia los demás grupos religiosos, era evidente la preponderancia de la iglesia Católica y su injerencia en todos los asuntos del Estado. Durante la administración de Pedro Alcántara Herrán, su ministro del Interior, Mariano Ospina Rodríguez –en 1842- agenció el regreso de los jesuitas. Igual que lo han sabido los aristócratas de todo el mundo, Ospina sabía que si quería un pueblo sujeto y servil, nadie mejor que los jesuitas para lograrlo. Por ello le entregó a la Compañía de Jesús la educación en el país, con la misión especial de abrir colegios en los lugares apartados de la nación, para consolidar el poder central y la obediencia a éste. Se creó una policía escolar y se uniformó al estudiantado de los colegios más pudientes. Valga la pena recordar que los descendientes de Ospina Rodríguez se dedicaron al narcotráfico desde tiempos bien tempranos a mediados del siglo XX; otro de sus descendientes fue secretario general de la administración de Lucho Garzón en Bogotá, del partido socialista Polo Democrático.

El método de enseñanza de los jesuitas

Igual que siempre lo ha hecho, la Compañía de Jesús utiliza el misticismo –cargado de temor- para instruir a sus alumnos y prepararlos para una vida de obediencia ciega a las órdenes de las autoridades eclesiales. El sacerdote jesuita F. Charmot escribió: “El método pedagógico de la Compañía, consiste en rodear primeramente a los alumnos con una gran cadena de oraciones.. (...) ¡No nos preocupemos de dónde y cómo se inserta el misticismo en la educación..! No se hace por medio de un sistema o una técnica artificial, sino mediante infiltración por ‘endósmosis’. Las almas de los niños son impregnadas por estar en estrecho contacto con maestros que están literalmente saturados con el misticismo..” También escribió este jesuita que: “el objetivo del profesor jesuita es que por medio de su enseñanza se propone formar, no una élite cristiana intelectual, sino cristianos elitistas”. (F. Charmot, S.J., “La pedagogie des Jesuites”)

Esto, respecto a la educación que impartían en las clases altas. En cuanto a las clases bajas, la gente del pueblo, la técnica también les funcionó bastante bien, pero con otro propósito: el de esclavizarlos y someterlos para manejarlos como sirvientes. Cuando subyugaron a los indios guaraníes bajo las Reducciones en Paraguay, donde ensayaron los primeros pasos del moderno socialismo, allí, los jesuitas pusieron en evidencia el tipo de educación que impartían: los sacerdotes eran paternalistas, todo era de propiedad de la iglesia y nada era de los indios; los jesuitas les ordenaban qué hacer y cómo hacerlo y hasta elegían las parejas para el matrimonio. Ninguno de los indios podía ser sacerdote y mucho menos jesuita. Los hacían levantar muy temprano, iban a misa y luego a trabajar. En su camino al trabajo, tenían que cantar himnos religiosos y siempre iban precedidos por alguna imagen religiosa. En la noche, después de la jornada laboral, los indios regresaban a la Reducción, también cantando himnos religiosos y los ponían a rezar el rosario. El sistema de castigo para los “errores” de los indios, era usando el látigo, el ayuno y la prisión; también los avergonzaban públicamente. Los padres jesuitas convirtieron al indio en un católico muy devoto, supersticioso al extremo, que imaginaba apariciones y milagros por todos lados y que encontraba cierto placer en la autoflagelación. El indio aprendió a obedecer a los sacerdotes y creyeron que su palabra era la palabra de Dios, un Dios que jamás conocieron.

El propósito de la educación jesuita era, es y será, impedir que sus alumnos piensen por sí mismos y que su cotidianidad esté cargada de un profundo temor supersticioso. Como lo escribió un jesuita contemporáneo: “El jesuita no olvidará que la virtud característica de la Compañía es obediencia total de la acción, la voluntad y aun del criterio... Todos los superiores estarán obligados de la misma forma a otros superiores a ellos, y el Padre General lo estará al Santo Padre...”

Los mismo principios que usaron con los indios guaraníes los han aplicado siempre, en todos los países y pueblos donde han estado. Los mismos principios que se inculcan en las iglesias “evangélicas” donde la obediencia ciega a los pastores es una ley y quien la viole, dicen, se expone al castigo de Dios y a cientos de maldiciones para el desobediente y su descendencia. La misma obediencia que exigen los líderes socialistas bajo amenazas de fusilamiento. Ya no es la virgen María sino la “madre Rusia”, “la madre Cuba”, “la madre Venezuela” o la “madre Patria”, en todos los casos se ordena ciega obediencia. La obediencia ciega es, definitivamente, un precepto jesuita.

Pero, ¿cómo ‘inoculan’ el misticismo en sus alumnos..? ¿Cómo es que forman esos ‘cristianos elitistas’ de los que habló el jesuita Charmot..?

Algo sumamente importante en los jesuitas, es la adoración a la virgen María. Es su sello distintivo. Aunque la Biblia no menciona nada de adorar a la madre de Jesús, sí nos cuenta que los pueblos paganos y espiritistas adoraban a la “Reina del Cielo”, una deidad que siempre aparecía con un niño en brazos y que tiene su origen en la religión babilónica. Los mismos teólogos y estudiosos católicos han asegurado, con muchísima razón, que la verdadera religión de los jesuitas es la adoración a la virgen María.

Ignacio de Loyola aseguraba que la virgen María lo había inspirado cuando escribió sus famosos “Ejercicios Espirituales”, una versión antigua de los “Encuentros Espirituales” que César Castellanos y su esposa Claudia aseguran que Jesús les dictó palabra por palabra. Encontramos relatos de jesuitas que tenían visiones de la virgen, y otro –en 1851- que cuenta la historia de un novicio que luchaba constantemente contra los deseos de la carne y al cual la virgen se le aparecía constantemente para fortalecerlo y “darle a probar la sangre de su Hijo y el consuelo de sus pechos” (J. Huber, “Les jesuites”)

Este misticismo jesuítico también es aplicado en las iglesias evangélicas pentecostales. Sus adeptos viven escuchando todo el día música de Marcos Witt o cualquier otro cantante, amanecen escuchando emisoras “cristianas” o canales de televisión “cristianos”; viven ayunando y flagelando continuamente su cuerpo mediante la abstención de alimentos, sin ningún propósito aparte de obtener milagros ya que sus pastores les enseñan que dando dinero y ayunando se “obliga” a Dios para que haga el milagro. Estos pastores también inducen a sus fieles a un constante temor de satanás y los demonios y enseñan que el diablo y demás potestades espirituales pueden controlar nuestras vidas a menos que se diezme y ofrende, y se castigue la carne. Las instrucciones de los pastores alcanzan hasta el lecho matrimonial. Dice César Castellanos que, debido a que las relaciones sexuales pueden ser poco santas, la pareja, inmediatamente antes de cada relación, debe arrodillarse a orarle a Dios para tener su permiso y, de paso, impedir que los demonios controlen los pensamientos de la pareja durante la relación. Increíble pero cierto.

Cuando la doctrina de la “inmaculada concepción” fue inventada por el franciscano Juan Duns Escoto, la Orden la aceptó con entusiasmo y se dedicó a propagarla por el mundo. También lograron los jesuitas que Pío IX la convirtiera en dogma de la iglesia en 1854.

Cuando llegaron a la iglesia de San Miguel, en Munich”, relata Bucher en sus ‘Obras completas’, “los jesuitas presentaron toda clase de reliquias de la madre de Dios, ofrecieron a los fieles algunos trozos del velo de María, varios mechones de su cabello y pedazos de su peine, y se instituyó un culto especial para adorar tales objetos.. (...) Esta adoración degeneró en manifestaciones inmorales y sensuales, especialmente en los himnos que el padre Jacques Pontanus le dedicó a la virgen María. El poeta expresaba que no había nada más hermoso que el seno de María, nada más dulce que su leche, y nada más agradable que su abdomen..”

Ese fetichismo erótico hizo que los jesuitas tuvieran bastante éxito en la educación de los indígenas americanos.

En Italia, donde la Orden echó raíces antes de expandirse, vemos su influencia en los artistas del renacimiento cuyas obras están cargadas de un pronunciado sensualismo religioso. Desde el principio, “los alumnos de los jesuitas son demasiado clericales, devotos y absortos como para preservar estas cualidades. Las visiones e iluminaciones extáticas los dominan; literalmente se embriagan con las pinturas de las aterradoras mortificaciones y los tormentos atroces y de los mártires”, cuyos rostros reflejan –en las pinturas- un rictus masoquista de placer causado por el dolor. Toda esta teatralidad y pompa religiosa tenía y tiene por objeto el impactar las mentes.

Los jesuitas propagan sus prácticas idólatras gracias a que controlan el trono papal. El fin justifica los medios, es la máxima jesuítica que ellos han implementado en la religión, la política, la economía y, en general, en todos los aspectos de la vida de sus alumnos. El padre Barri decía que no era importante la manera de entrar al Reino de Dios, sino que lo vital era entrar. En su teología, el padre Barri dice que no interesa el conocimiento de la Biblia ni su estudio, sino que al paraíso se entra por medio de rezar constantemente el rosario, día y noche, en esas oraciones repetitivas, llevando siempre un rosario como brazalete, o una imagen de María, una medallita o una estampa y, por supuesto, obedeciendo ciegamente al clero católico en la tierra.

Así, pues, tenemos que los colegios jesuitas impregnan las mentes de los niños con este misticismo, con los escapularios, las imágenes, las reliquias, el relato de los milagros y apariciones de la virgen María –Lourdes y Fátima-, la adoración del Sagrado Corazón y otras cosas que nos dan una idea de la manera en que los niños y jóvenes son trabajados durante años. Eso es parte de la manera en que se forman “cristianos elitistas”.

Aunque enseñan filosofía y ciencias, los jesuitas se cuidan para que el sistema de aprendizaje imponga subrepticiamente a sus alumnos la obediencia completa a la iglesia. La “cadena de oraciones” con la que son ‘rodeados’ los alumnos de los jesuitas, no son otra cosa que lo mismo de las oraciones de santeros y chamanes, cargadas de brujería y espiritismo.

Como dice Boehmer de los jesuitas: “Ellos no creían en la libertad, lo que resultó fatal para la enseñanza”.

Por esta razón es que entendemos que los independentistas, educados por jesuitas, jamás pretendieron aliviar las cargas del pueblo. Los maestros de la Orden los habían educado para sentir profundo desprecio por las “castas inferiores” o por los blancos pobres. Los oligarcas, entonces y ahora, han considerado que quienes no son de su clase no son sus iguales y no merecen los mismos privilegios y derechos. Al respecto, recuerdo que escuché en una reunión social a un ministro de educación que hablaba con sus “iguales” acerca de la educación en Colombia, más exactamente refiriéndose a la Universidad Antonio Nariño, que ha hecho papel importante en permitir el acceso de gente sin recursos a educación de alta calidad. En ese entonces, se estaba ejerciendo una presión enorme por parte de los dueños de otras universidades privadas, para que cerraran la Antonio Nariño. Dijo el ministro a sus amigos, en medio de carcajadas: “Vamos a cerrarla.. Es que esa vaina de que los pobres se eduquen no puede ser... Nos friegan a nosotros, caray...”

En Estados Unidos, donde a comienzos de su vida independiente de la corona británica, los jesuitas no controlaban la educación, las personas tenían igualdad de acceso al sistema educativo y a los cargos públicos. Con los años, esta pretendida libertad se ha perdido y ahora, la educación controlada por los jesuitas, ellos han pervertido esos principios negando el derecho a la igualdad educativa. Universidades como Harvard, Yale, Cornell y Georgetown, entre otras, son controladas por la Orden y es de allí que han emanado los dirigentes del país que se han encargado de seguir las normas elitistas de los jesuitas.

Aprovechándose de la libertad de enseñanza en los países protestantes, como Estados Unidos, donde la educación existe como un derecho real de los ciudadanos, los jesuitas inculcan los principios de obediencia ciega a sus alumnos. Por este motivo, los egresados que llegan a gobernar les dispensan protección a los jesuitas y les ofrecen beneficios a cambio de que la Orden siga inculcando en la juventud la obediencia y el sometimiento a este nuevo tipo de monarcas. Los jesuitas tienen bajo su control a los opresores de los pueblos. Y cabe pensar que si el sistema educativo de los jesuitas es bueno para que los tiranos se beneficien de la obediencia de los desamparados, eso quiere decir que los educados por la Compañía de Jesús no están preparados para ejercer la libertad, ni para respetarla.

Es increíble, sin embargo, que siempre se recomendará a los jesuitas como educadores. Los opresores lo hacen porque les conviene, mientras que los oprimidos aspiran ilusamente a entrar –por medio de la educación de los jesuitas- a formar parte de la clase dirigente. El record de presidentes, ministros, obispos, jueces y empresarios que han pasado por sus aulas es verdaderamente impresionante. Así que esto deslumbra a todos los padres quienes imaginan que el sistema de enseñanza de los jesuitas hace que los alumnos aprendan más y mejor. Eso es falso. Si bien el sistema educativo en Colombia, y en especial en ciudades como Bogotá, está bajo el control de FECODE, el sindicato de maestros, FECODE, a su vez, está bajo el control de los jesuitas. A ellos no les interesa que el pueblo tenga una educación de calidad. Y la prueba está en el bajísimo y vergonzante nivel que demostraron nuestros estudiantes en la reciente prueba en la que se compararon las competencias de los alumnos con las de otros países. Fue un verdadero fiasco. Abel Rodríguez, el responsable de la educación en Bogotá, fue ratificado por el nuevo alcalde quien, entre otras cosas, defiende la tesis de que la educación pública debe ser totalmente controlada y dirigida en pénsum y demás, por FECODE, el sindicato que está en manos de los jesuitas. Y Samuel Moreno defiende esta tesis a pesar de que él se educó fuera del control de FECODE, en otro colegio elitista controlado por curas. Moreno y todos los socialistas saben que debe haber dos tipos de educación: Uno para los futuros gobernantes y otro para los gobernados. Los jesuitas saben que, de cualquier manera, teniendo ellos el control en ambos tipos de establecimientos beneficiarán su causa.

Si echamos una rápida mirada a los países donde la Compañía ejerció predominio en la educación, vemos sus efectos: atraso e ignorancia. Todos los países católicos estuvieron a la cola del progreso y la ciencia: España, Sudamérica, Nápoles, los cantones italianos, Suiza y Francia fueron naciones atrasadas y supersticiosas bajo en control católico. Por otro lado, Holanda, Inglaterra, Alemania, de donde los jesuitas fueron expulsados a finales del siglo XVI, progresaron e impulsaron fuertemente la ciencia.

Mientras las naciones liberales avanzaban, las católicas se sumían en la oscuridad. Pero los jesuitas no pudieron frenar durante mucho tiempo la penetración de las ideas liberales en sus vastos dominios. Mientras los métodos de educación, basados en un concepto de libertad, progresaban, la influencia de los jesuitas mermaba. A pesar de que durante el siglo XVI los jesuitas llevaban la delantera, a partir del siglo XVIII se volvieron anacrónicos.

El dogma de la “infabilidad papal”, inventado por los jesuitas, ya no tenía tanta preeminencia como antes. Sin embargo, en los países católicos, este dogma continúa vigente y es altamente conveniente para los intereses de la Orden. Gracias a los concordatos, y a las representaciones diplomáticas (otro “acierto” de los jesuitas cuando apoyaron que el Vaticano ejerciera como Estado político), en cada país del mundo el Vaticano tiene un representante acreditado que ejerce como líder espiritual, moral y político. Con la excusa de la moral, el dogma de la infabilidad papal es tremendamente conveniente para ellos. Prácticamente el papa ejerce hoy una autoridad ilimitada sobre la conciencia de sus fieles.

Y donde quiera que no tengan preeminencia religiosa, o donde las ideas reformistas hayan penetrado, el Vaticano crea los famosos partidos católicos. Mismos que han llevado al poder a Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Salvador Allende y varios más. La iglesia Católica, por medio de estos partidos, no ha dudado en apoyar tiranos de la peor clase, siempre que sirvan a sus intereses. Tienen a Fidel Castro controlando la educación y las finanzas de la isla; tienen a Hugo Chávez quien, bajo la mentira de la revolución, ahora controla constitucionalmente todo el sistema educativo de Venezuela, excluyendo cualquier tipo de educación que no se apegue a sus dogmas, controlando lo que la gente debe leer y lo que no.

Aquí, en Colombia, sucede algo parecido –igual que en todos los países con Concordato, pretendidamente ‘democráticos’. Las personas no tienen opciones. Están obligadas a leer lo mismo, no les han enseñado otro idioma –lo que limita sus posibilidades-. Solamente tenemos El Tiempo que nos informa lo que sucede. A propósito, este periódico está dirigido por los Santos, masones –que son controlados por jesuitas- y socialistas; mientras unos miembros de esta familia patrocinan al partido de la oposición, el Polo Democrático, apoyado también por las FARC, otros miembros están con el gobierno. Aunque el mismo Tiempo editorializa jocosamente sobre el asunto, haciéndolo ver como algo cómico y garante de la “democracia”, lo cierto es que ellos ya tuvieron presidente y quieren colocar otro en 2010. Eduardo Santos, masón y presidente de Colombia, dueño de El Tiempo, durante su presidencia abrió las puertas del país a los asesinos nazis y los asiló proveyéndoles de dinero y empresas, gracias a la solicitud directa del papa.

Por otro lado, los “protestantes” -que no lo son de ninguna manera- prefieren leer libros de Benny Hinn, K. Kuhlman, César Castellanos o cualquier otro de esos timadores, que verificar sus creencias y dogmas. Estos “protestantes” prefieren seguir ignorando que el Vaticano está infiltrado en sus iglesias, que sus pastores repiten como loros preceptos jesuíticos, que la música “cristiana” no es más que otro negocio lucrativo y que la televisión y las editoriales “cristianas” –todo junto- no les deja ver la verdad; ellos quieren seguir ignorando que los jesuitas están asesorando al mismo tiempo al gobierno y la guerrilla, que están en los medios de comunicación, que son dueños de bancos y entidades financieras que cada día –mediante la usura- sumen más y más en la miseria a los colombianos pobres que no ven otra salida que acudir a ellas para obtener una casa paupérrima que terminan pagando hasta seis y siete veces su valor, y que, en caso de que no puedan seguir pagando, la vivienda les es expropiada sin importar que ya hayan cancelado el 70% o el 100% del valor original.

No es exagerado afirmar que la raíz de todos los males de Latinoamérica se encuentra en Roma. Tampoco es exagerado afirmar que nuestros países jamás saldrán del atraso, la ignorancia y la pobreza. Estamos bajo el yugo del Vaticano y éste jamás permitirá que los latinoamericanos abran sus ojos y vean que tanto la izquierda socialista como la derecha conservadora están, igualmente, bajo control de los jesuitas. Esta es la razón, la verdadera razón por la cual no hay escapatoria.

A quien le parezca exagerado este deprimente cuadro, lo remito a las palabras del jesuita Bartoli, quien escribió una historia de la Compañía de Jesús: “No tiene la Compañía ningún vestido particular, y donde hay razón para ello, o la costumbre del lugar lo reclama, podemos cambiar el que usemos.” “Habiendo excitado los nuevos herejes, en el norte de Europa, antipatías hacía el hábito religioso, se consideró prudente que los miembros de la Compañía usaran trajes que no les impidieran vivir familiarmente con los que debían convertir. Por esta misma razón nuestros misioneros en la China y en la India, se visten de Mandarines y de Brahmanes, que son los más respetables en aquellos países; y en las naciones heréticas los transformamos en mercaderes, médicos y artistas, y hasta en criados, para poder desempeñar nuestras misiones sin despertar sospechas.”. (El énfasis es mío)

Sí. La Compañía de Jesús es una institución política y religiosa, acaparadora de la riqueza, esclavista y mercantil. Ellos actúan donde pueden obtener lucro económico.

Un japonés que disfruta de visitar continuamente Perú y Colombia, asegura que se siente realmente sorprendido de que nuestros países latinoamericanos –en especial Colombia- tengan tanta miseria. Dice él que, literalmente, estamos muriéndonos de hambre mientras estamos sentados sobre la riqueza.

Eso es cierto y no es casual. Pero es que la Orden, dominando todos los ámbitos de la vida, incluso a los grandes “pensadores” y escritores han impedido que las personas entiendan que la verdadera causa de nuestra situación son ellos, los jesuitas, “los hijos de Satanás”, como los describieron acertadamente algunos sacerdotes católicos valientes que se retiraron de la Compañía.


Ricardo Puentes M.
Enero 12 de 2008

lunes, 7 de enero de 2008

VATICANO, TERRORISMO Y EVANGELIO PARTE II

EL VATICANO, EL NARCOPARACOTERRORISMO,
LA GUERRILLA, LOS EVANGÉLICOS
Y EL POLO DEMOCRÁTICO.
Todos bajo una sola cobija
PARTE II


Desde su llegada al continente americano de mano de las coronas española y portuguesa, fieles al papa, los jesuitas se involucraron activamente en las políticas internas y externas de los países donde estaban, afectando negativamente las condiciones de vida de los pueblos y haciendo un esfuerzo feroz para que las ideas renovadoras del racionalismo y la ciencia no llegaran a sus dominios ya que esto haría muy difícil la permanencia de su yugo sobre tales naciones.

Los jesuitas participaban y controlaban todas las áreas de la vida de los individuos. Política, educación, religión, asesoría matrimonial.. nada escapaba a su influjo. La economía tampoco. Se consagraron al comercio y a la bolsa de valores. Incluso su Colegio Romano, rector de los colegios y universidades jesuitas en el mundo, se dedicó a hacer grandes cantidades de telas en Macerata, Italia, que luego vendía a cómodos precios por todo el mundo donde tenían dominio. Sus negocios en la India y en América eran prósperos e influyentes. A ellos no les molestaba defender la causa de los esclavos negros en Cartagena de Indias y, al mismo tiempo, tener vastas plantaciones en Martínica, cultivadas por esclavos negros. Esa ha sido una constante del Vaticano. La iglesia Católica jamás ha despreciado la oportunidad de obtener ganancias económicas mediante sus conquistas “espirituales”. Tal y como sucedió en Paraguay –con las famosas reducciones- y en otras partes del mundo, los jesuitas aprovechaban al máximo la mano de obra de los paganos o, como diría Hitler (al servicio del papa), la mano de obra de las castas inferiores para hacerlos trabajar gratis.

Los hijos de Loyola tenían refinerías de azúcar, minas de plata, plantaciones de cacao, fábricas de alfombras, haciendas ganaderas, servicios de préstamos, etc.. Igual que hoy: son dueños de bancos, empresas de televisión, periódicos, industrias, equipos de fútbol, equipos de básquetbol y de béisbol, editoriales, sellos discográficos y, por supuesto, también controlan los principales partidos políticos. Están en todas partes, ya sea mediante fundaciones y organizaciones no gubernamentales “sin ánimo de lucro” que defraudan al fisco, o como columnistas obligados en los grandes periódicos; pueden estar al lado del presidente y, al mismo tiempo, asesorando a la oposición ideológica y armada. En Colombia conocimos el caso del padre Cancino, miembro del “grupo de los seis”, quienes controlan y orientan el accionar de los paramilitares; también sabemos del cura jesuita Francisco de Roux, cercano a la izquierda, cuyo hermano es cabecilla del Polo Democrático, partido político de orientación socialista que es apoyado por la guerrilla de las FARC. El sacerdote Castro, de la Conferencia Episcopal, bien puede un día estar asesorando al presidente Uribe y, al siguiente, alojar como invitado al guerrillero Granda para luego acompañarlo a Cuba donde Fidel, fiel católico, a quien le estrecha la mano y le da el parte de victoria. Muy diversificados los padrecitos.

Una de las maniobras que usaban los jesuitas durante la Colonia para estafar al fisco, se evidenció en la conocida historia de las famosas cajas de chocolate que eran ingresadas por la Orden a Europa. En realidad, las cajas no contenían chocolate sino oro en polvo. Por algo, el obispo Palafox, enviado por el papa Inocencio VIII como visitador apostólico, le escribió al pontífice que: “toda la riqueza de Sudamérica está en manos de los jesuitas”.

Fue precisamente la inmoralidad y la codicia de la Orden, sus intrigas políticas y sus frecuentes crímenes, lo que les ha ganado que una y otra vez sean expulsados de los países donde han sido acogidos. En Paraguay, por ejemplo, donde instituyeron las Reducciones (comunas) de indios guaraníes bajo su control total, los jesuitas habían hecho el ensayo de lo que posteriormente instaurarían en Rusia: el comunismo.

Fue allí donde los jesuitas armaron por primera vez una guerrilla revolucionaria. Sucedió así:

España y Portugal firmaron un tratado en 1750 para establecer los límites de sus colonias en Sudamérica. El tratado firmado le concedía a Portugal el territorio donde, precisamente, los jesuitas trabajaban explotando y esclavizando a los indios guaraníes. Los jesuitas no iban a renunciar tan fácilmente a sus dominios y sus vastas plantaciones, así que armaron a sus conversos guaraníes y libraron una prolongada guerra de guerrillas que finalmente obtuvo la victoria para los jesuitas ganando ese territorio “para la corona española”. ¿Por qué no movieron sus influencias para que el rey de Portugal los dejará seguir con su negocio..? Pues porque el primer ministro de Portugal, el marqués de Pombal, a pesar de ser discípulo de jesuitas, había acogido ideas de filósofos franceses e ingleses que eran contrarios al papado. Poco después de finalizada la guerra en Paraguay, el marqués expulsó a todos los jesuitas de Portugal y sus dominios y logró que el papa Benedicto XIV investigara a la Compañía de Jesús.

El error de los Jesuitas en Paraguay, dejándose llevar por su codicia, tuvo fuertes repercusiones en Europa que llevó a la Orden al borde de su desaparición. Lo de Portugal tuvo un efecto dominó. En Francia se confiscaron sus propiedades, en España los Borbones prohibieron todos los establecimientos de los jesuitas en la península y en sus colonias. Los gobiernos de Parma, Nápoles y Malta los desterraron. El rey Carlos III apresó a 6.000 jesuitas y los envió al papa Clemente XIII quien estaba siendo presionado por las principales cortes europeas para que suprimiera la Orden. “Por fortuna” para los jesuitas, cuando el papa Clemente XIII estaba a punto de acceder a esa exigencia, y había ya convocado un consistorio donde anunciaría a los cardenales su decisión de suprimir definitivamente la Orden, el pontífice murió envenenado.

Pero el papa Clemente XIV, el sucesor del difunto, finalmente firmó la disolución en 1773. Poco después, este papa también murió envenenado.

Así, los jesuitas, aunque legalmente no existían, siguieron funcionando en Rusia, el único país que no los había proscrito. Conocido es de todos que el zar era defensor de la libertad religiosa. Los jesuitas lo enfrentaron por este motivo, buscando que la educación de los rusos quedará en sus manos. Lograron convertir al catolicismo a varios miembros de la familia del zar, y algunos de sus ministros, y todo esto llevó al zar a firmar el decreto que los expulsaba de Rusia, en diciembre de 1815. Finalmente, en 1820 los desterraron de toda Rusia. Pero ellos juraron volver. Como en efecto lo hicieron vengándose sobre la casa del zar: trajeron la revolución bolchevique a Rusia y sumieron al valiente pueblo ruso en la esclavitud socialista, misma que habían ensayado ya en Paraguay.

Los jesuitas en el siglo XIX
Durante los años de su proscripción, los jesuitas permanecieron en el anonimato y se mezclaron con el clero común y con otras órdenes, lo cual los ayudó a sobrevivir. Siguieron viviendo en Francia, Austria, España e Italia. En 1794, en Bélgica, fundaron la Sociedad del Sagrado Corazón, un cuerpo docente, y fundaron órdenes alternas, como la de los Hermanos de la Fe, que en 1799 se fusionarían, uniéndose a su vez con los jesuitas rusos. Poco a poco fueron cobrando vida de nuevo, para desventura de las naciones.

La Revolución Francesa le dio un nuevo aire a la Compañía de Loyola. Las monarquías, temerosas de que lo sucedido en Francia les ocurriera a ellos, recurrieron de nuevo a los jesuitas ya que sabían de sus capacidades para manipular a las masas. El mismo Napoleón I, quien había prometido que bajo su imperio no habría cabida para los jesuitas, una vez coronado como emperador, se valió de la ayuda de ellos para el establecimiento de un sistema educativo que mantuviera al pueblo sometido y alejado de las ideas revolucionarias protestantes.

Los jesuitas idearon la famosa “Congregación”, una hermandad precursora del Opus Dei, formada por eclesiásticos y laicos prestantes que lograron colocarse en posiciones influyentes en el ejército, la docencia, la administración, el comercio y la magistratura. La Congregación realizaba “misiones” a diferentes partes, incitando al pueblo a la rebelión y a la defensa armada de los intereses del papa. Cualquier parecido con el partido comunista clandestino colombiano, no es mera coincidencia.

En resumen, durante todo el siglo XIX, la Orden sufrió muchos altibajos. Fue expulsada y restituida varias veces en diferentes países. Donde quiera que los defensores de la mentalidad liberal ganaban el poder político, de allí eran expulsado; pero si ganaban los conservadores, nuevamente eran reestablecidos.

En países donde el protestantismo era mayoría, increíblemente los jesuitas vivían en relativa calma. Y esto se debía a que en esas naciones esa maléfica organización no podía –en esa época- ejercer control político ni financiero. Estos países donde permanecieron sin ser molestados fueron: Estados Unidos, Inglaterra, Suecia y Dinamarca.

Pero en estos países los jesuitas también encontraron la forma de influir. Paulatinamente, de manera serpentina, desplegaron una actividad constante y fructífera, gracias a que no eran restringidos por la ley, y penetraron todos los estamentos religiosos, políticos y económicos de estas naciones protestantes.

John Adams, el presidente de la Unión, le escribió en 1816 a Thomas Jefferson: “Muchos de ellos se presentarán bajo más disfraces de los que haya usado jamás un jefe de los bohemios: como impresores, escritores, editores, maestros de escuela, etc. Si alguna asociación de personas ha merecido condenación eterna en esta tierra y en el infierno, es esta Sociedad de Loyola. Sin embargo, debido a nuestro sistema de libertad religiosa, sólo podemos ofrecerle refugio”.

Los temores de Adams estaban justificados. Los jesuitas, cien años después, ya controlaban la política estadounidense, colocando presidentes que han servido a sus fines, como Clinton, Roosevelt, Nixon, Reagan, Bush padre, Bush hijo y otros más de los cuales ya hablaremos. Los jesuitas lograron, gracias a su control sobre la educación de Sudamérica y otras partes del mundo, que los niños y jóvenes odiaran todo lo que encarnaba el ideal de la Constitución de los Estados Unidos: las libertades individuales. No es gratuito el odio visceral hacia todo lo que tenga color gringo. Y es que esta tenebrosa orden, controlando los grandes capitales norteamericanos, han hecho que sus empresas siembren el terror y exploten la mano de obra de latinoamericanos en nuestra propia tierra logrando el objetivo doble de lucro para ellos y odio hacia el pueblo norteamericano vulgar y llano de ideas protestantes. Ese es el modus operandi de ellos.

Así, en el siglo XIX, la Orden pudo mantener su control en los sistemas educativos de los países bajo su influencia. Pero hagamos un paréntesis de la situación de los jesuitas en el mundo, y veamos qué sucedía en Colombia después de la guerra de Independencia.

Los jesuitas en Colombia después de la Independencia
Como ya vimos en la primera parte de esta serie de ensayos, la independencia surgió debido al descontento de la aristocracia criolla que buscaba una serie de prebendas que les eran negadas por el virreinato. No es cierto que, como nos lo han enseñado los historiadores eclesiales, la independencia haya surgido de las entrañas del pueblo iletrado y pobre. Mírese por donde se mire, desde el mismo movimiento comunero, la lucha ha estado liderada e ideada por apellidos de familias poderosas que aún hoy se mantienen vigentes en el dominio. Berbeo, Plata, Monsalve, Nariño, Caldas, Acevedo y Gómez, Torres, Vargas, Zea, Galán, entre otros, todos eran apellidos prestantes y de familias adineradas.

Durante los pocos años de la Gran Colombia, el Estado siguió permitiendo el cobro del diezmo y tributos para la manutención del clero. La única medida radical que se tomó fue la supresión de la Inquisición con la subsecuente transferencia de sus bienes y rentas a manos del Estado.

La aristocracia esclavista y latifundista solamente tomó partido cuando supo quiénes eran los ganadores; sólo cuando los patriotas ganaron, dejaron sus vestidos realistas y se convirtieron entonces en republicanos; pero tanto ellos como los comerciantes (la naciente burguesía) querían para sí el poder estatal una vez los españoles se fueran.

Durante estos años fue que llegaron las familias Lleras y Samper, por nombrar algunas, quienes se dedicaron al comercio y que, gracias a los convenientes matrimonios de algunos de sus miembros con la aristocracia, pronto entraron a formar parte de la vida política de la nación. Tanto estos comerciantes, como la aristocracia rancia prolongaron durante varias décadas las instituciones que les ayudaban a mantener el control del Estado y sus rentas.

El asunto es que la rapiña de los independentistas los hizo olvidarse de que los jesuitas estaban al asecho, esperando la más mínima oportunidad para reencaminar a los libres hacia la cobertura papal. Portugal y España consiguieron el apoyo de Roma para recuperar las colonias perdidas; así firmaron lo que se conoce como la “Santa Alianza”, un pacto para impedir que en ninguna de sus colonias perdidas se estableciera un régimen de libertades semejante al norteamericano.

Los monarcas europeos y los jesuitas se congregaron para definir su plan de acción en contra de las nuevas naciones “libres”. Se reunieron en Viena y definieron volver a encontrarse en dos congresos más.

El siguiente Congreso ocurrió en Verona, 1822. Durante esta reunión, se decidió que Estados Unidos sería el blanco de los emisarios jesuitas encubiertos y que los principios constitucionales de esta nación serían destruidos a cualquier precio. Se buscaba que el papa ejerciera su poder allí y, al mismo tiempo, que los monarcas de Portugal y España estuvieran seguros de que los protestantes norteamericanos no influirían ideológicamente en Sudamérica, donde durante siglos se había adiestrado al pueblo en la obediencia y sometimiento total y ciego al poder temporal del papa.

La siguiente reunión se llevó a cabo en Chieri, Italia, en 1825. Allí, “se discutieron planes para el avance del poder Papal en todo el mundo, la desestabilización de gobiernos que representaran obstáculos y la destrucción de cualquier esquema que se interpusiera en su camino y sus ambiciones. “Esa es nuestra meta, los Imperios del Mundo. Debemos hacerles entender a los grandes hombres de la tierra que la causa del mal, levadura leuda, existirá en cuanto exista el protestantismo. Se abolirá el Protestantismo …los herejes son los enemigos que estamos dispuestos a exterminar completamente... Y la Biblia, esa serpiente que con su cabeza erecta y sus ojos relampagueantes nos amenaza con su veneno mientras se arrastra en la tierra, debe ser transformada en un bastón tan pronto podamos apoderarnos de ella” (Hector Macpherson, Los Jesuitas en la Historia , Ozark Book Publishers,1997)

Estas tres reuniones (Viena, Verona y Chieri) se llevaron a cabo en medio del mayor sigilo posible. Sin embargo, George Canning, ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, había asistido a las reuniones y, siendo un defensor de los movimientos independentistas de América, escribió al gobierno de Estados Unidos para alertarlo sobre los planes de los monarcas de Europa quienes buscaban destruir las instituciones libres del continente americano.

Thomas Jefferson apoyó decididamente al presidente James Monroe quien, en su mensaje anual al Congreso de los Estados Unidos, en 1822, declaró que “el más leve intento de las coronas europeas de extender su dominación política a cualquier parte del territorio americano, será visto como un acto de agresión contra los Estados Unidos de Norteamérica”, y que “el continente no podrá ser objeto de futuras colonizaciones”.

Los jesuitas juraron no cejar hasta destruir los principios democráticos que inspiraron la independencia norteamericana; pocos años después, iniciarían su dominio subrepticio en Estados Unidos usando la conspiración y valiéndose de los mismos principios de la Constitución norteamericana para expandir el delito y el caos en Estados Unidos. Ellos se han infiltrado en todos los estamentos de poder en Norteamérica y han logrado lo que precisamente la doctrina Monroe trataba de evitar. El poder del Vaticano se encuentra hoy sobre Estados Unidos y el papa ha sabido utilizar astutamente el ejército norteamericano para conseguir por la fuerza lo que su poder financiero no ha alcanzado. Y bien temprano en la historia de ese país, la Compañía de Jesús empezó su trabajo. Fueron ellos quienes asesinaron a Abraham Lincoln en 1865. Más adelante hablaremos de ello.

En una carta al Presidente Monroe, Thomas Jefferson le hizo las siguientes observaciones: La pregunta que me presentas en las cartas que me has enviado, es la más profunda que me han hecho después de la relacionada con la Independencia. Ella nos hizo una nación y ha marcado el ritmo y la dirección en la que navegaremos a través del océano del tiempo a medida que el mismo se abre ante nosotros. Y nunca podríamos navegarlo en condiciones más apropiadas. Nuestra primera y más fundamental regla debe ser el no envolvernos en los asuntos de Europa. La segunda debe ser nunca utilizar a Europa como intermediaria en los asuntos de este lado del Atlántico. América, Norte y Sur tienen unos intereses completamente diferentes de los de Europa, intereses que le son particulares. Por tanto debe tener un sistema propio, separado y completamente aparte del sistema Europeo. Aunque los europeos traten de convertirse en el hogar del despotismo nuestra tarea debe ser hacer de nuestro hemisferio, un hemisferio de libertad. . . [Es nuestra obligación] declarar nuestra protesta en contra de las violaciones atroces de los derechos de las naciones, por la interferencia de cualquiera de ellas en los asuntos internos de la otra, intervención que comenzó con Bonaparte y que hoy día continúa por parte de aquellos que llevan a cabo alianzas ilegales llamándose a sí mismos Santos. (Archivos de la Universidad de Mount Holyoke).

Toda buena intención quedó malograda. Los jesuitas colocarían a sus hombres en posiciones de riqueza y poder ya que tenían los medios para hacerlo. Lograrían que sus infiltrados usaran su influencia para inducir a los norteamericanos a la subversión, a la inmoralidad y a la destrucción de cualquier principio cristiano incluido en la Constitución de Estados Unidos.

Entretanto, en Sudamérica, con la batalla de Ayacucho en 1824 –dos años después de la declaración de Monroe- el territorio hispanoamericano (excepto Cuba y Puerto Rico) quedaba totalmente libre del yugo de la monarquía española.

Después, los enfrentamientos ideológicos entre Santander y Bolívar llevaron a que éste último se convirtiera en dictador. La diferencia básica entre Santander y Bolívar radicaba en que Bolívar y sus seguidores (principalmente militares venezolanos) querían que fueran los militares quienes ejercieran el poder; ellos veían con recelo que los civiles –que no habían tomado las armas en la guerra- fueran a gobernarlos a ellos. Por su parte Santander y sus seguidores defendían una tradición civilista, donde los civiles ejercieran el control creando un sistema de leyes bajo las cuales todos –militares y civiles- quedaran sujetos. Los bolivarianos no querían que se ejercieran libertades individuales ya que sentían temor de posibles excesos. Era obvio que los bolivarianos estaban influenciados por las doctrinas jesuíticas.

Otra diferencia era que Santander era partidario de un gobierno federalista, donde cada región tuviera autonomía presupuestaria (algo inspirado en el proceso estadounidense), y Bolívar prefería un gobierno centralista con concentración del poder en una sola persona. Otra principio jesuítico.

Este era el conflicto cuando fue convocada la Convención de Ocaña de 1828, donde se buscaba reformar la constitución boliviana de 1821. Una minoría bolivariana, 17 contra 54 santanderistas, logró sabotear la decisión democrática de la mayoría. Las reuniones de la convención estuvieron cargadas de insultos y amenazas... la Gran Colombia quedó dividida en dos bandos opuestos, bolivarianos y santanderistas, y Bolívar asumió como dictador. Pronto, el “Libertador” colocó nuevamente la educación en manos de la Iglesia Católica reforzando su poder político y financiero para que el clero, a su vez, lo apoyara a él, subió los impuestos (tributos) a los indígenas y benefició grandemente los intereses de los aristócratas latifundistas, que eran de su misma clase.

Así, surgió nuevamente la guerra civil de la cual salió fortalecida la iglesia Católica y, como no, las clases dominantes que consolidaron su poder apoyadas por el clero.

Básicamente, durante la Gran Colombia, la iglesia católica había perdido su control directo sobre el sistema educativo. Aunque durante el gobierno de Santander, él expropió a los jesuitas del Colegio Mayor de San Bartolomé y éste pasó a manos del Estado, a los sacerdotes se les permitió seguir enseñando –tremendo error- y se utilizaban métodos de sacerdotes para la enseñanza; fue evidente para los jesuitas que si no lograban retomar el control del sistema educativo, pronto quedarían excluidos de éste. La Universidad Central fue creada y se nombró como rector al conservador católico Rufino Cuervo Barreto y como vicerrector a su primo, el obispo Silvestre Indalecio Barreto y Martínez; se fundaron universidades públicas.

Sin embargo, como también vimos antes, la posición de Santander cambió durante un posterior gobierno suyo (1832-1835) debido a la presión directa que ejerció el papa quien aceptó reconocer la independencia de Colombia siempre y cuando Santander no tocara los privilegios de la Iglesia. Santander claudicó y, así, todo tuvo un buen resultado para los jesuitas.

Por otro lado, si bien Bolívar intentó congraciarse con los jesuitas, ellos jamás le perdonaron su intentona para librarse del control de la Orden. Aunque en los años de su dictadura –que fueron los últimos de su vida- Bolívar había restituido el control total de la educación a la Iglesia, amén de las prebendas ya mencionadas, el 17 de diciembre de 1830, finalmente, Simón Bolívar, el gran tirano de Sudamérica, muere traicionado por los mismos a quien él intentó traicionar. No obstante sus ideas siguen vivas bajo las banderas de Hugo Chávez quien aspira, con una clarísima política jesuítica, revivir la Gran Colombia para llevar las cinco naciones –bajo las banderas socialistas del Vaticano- a ofrecerlas como ofrenda expiatoria al papa nazi Ratzinger. Sí.. como dijo, Schmaus, el prelado alemán en tiempos de Hitler, “las leyes del nacional socialismo y las de la Iglesia Católica tienen el mismo objetivo”. No es casualidad que Ratzinger haya sido seguidor de Hitler. No es casualidad que Chávez sea un socialista católico, represor de las libertades individuales. En realidad, nada ocurre por casualidad.

En 1831, después de la muerte de Bolívar y disuelta la Gran Colombia, nace la Nueva Granada. Doce años después de la batalla de Boyacá aún no había ocurrido la independencia de los pobres, no se habían roto sus cadenas, ni jamás se romperían. Con una Iglesia Católica reforzada y aliada con las clases dominantes para continuar con la subyugación de los pobres, los ideales de verdadera libertad y democracia se diluyeron de inmediato dejando vigente la misma estructura económica y social de la Colonia. La única diferencia fue el cambio de mando de los europeos a los criollos, los oligarcas nacidos en suelo americano. Todo el armazón de dominación siguió intacto: los privilegios de clase, los diezmos a la iglesia católica, los monopolios, la dominación de la oligarquía y su derecho para legislar y para establecer las condiciones económicas, políticas y sociales que redundaran en su propio beneficio y que aseguraran su permanencia en el poder durante generaciones hegemónicas, todo eso sirvió a los propósitos del Vaticano que pudo dominar fácilmente a los nuevos dueños de las repúblicas.

Nada había cambiado. Los jesuitas habían ganado.


Ricardo Puentes M.
Enero 4 de 2008

miércoles, 2 de enero de 2008

VATICANO, NARCOTERRORISMO Y GUERRILLA

EL VATICANO, EL NARCOTERRORISMO, LA GUERRILLA
Y EL POLO DEMOCRÁTICO.


Todos bajo una sola cobija


Para un observador desinformado, no deja de ser algo extraño que Samuel Moreno Rojas, recién elegido alcalde de Bogotá, católico practicante, supersticioso al extremo, adorador de la virgen María y socialista cofundador del Polo Democrático, haya asistido a una multitudinaria reunión de “cristianos evangélicos” de una de las mega-iglesias –Avivamiento, de Ricardo Rodríguez- que han surgido en Colombia de un tiempo hacia acá.

A esto se suma que Samuel Moreno fue elegido con el apoyo de la guerrilla de las FARC, narcoterroristas que también apoyaron al ultracatólico Andrés Pastrana.para la presidencia de Colombia

Sin duda alguna, catolicismo, socialismo, brujería, terrorismo, narcotráfico y “cristianismo” pueden estar aparentemente tan alejados como mercurio de neptuno. Pero no es así. Están mucho más unidos de lo que algunos quieren aceptar.

Conozco muy de cerca las minucias y argucias de las iglesias “cristianas” de Avivamiento, de Ricardo Rodríguez y Patricia R.; a la Misión Carismática Internacional G12, de César Castellanos y su esposa Claudia Rodríguez –senadora de la República-; y a Manantial de Vida Eterna, de Eduardo Cañas y su esposa Fulvia. En todas ellas, para mi sorpresa, siempre se habla del papa de Roma como “un hombre de Dios”, y se hace referencia a los obispos y arzobispos como “nuestros hermanos en Cristo”.

Tiempo atrás, cuando era ignorante en los manejos de estos estafadores y mercachifles de la fe, yo no podía concebir cómo era posible que líderes “cristianos” aseguraran que el papa Juan Pablo II, el mayor idólatra de toda la historia, un hombre sanguinario y corrupto, fuera un “hombre de Dios”. Tampoco entendía qué hacían pastores “cristianos” en las filas socialistas del Polo, un partido pretendidamente ateo por lo comunista. También me preocupaban los extraños vínculos de Claudia Rodríguez de Castellanos y de César, su esposo, con el narcotráfico y el lavado de activos. Y ni qué decir de la constante insistencia para mostrar a los fieles que los jesuitas, esa siniestra orden, eran algo así como la mano derecha de Cristo en la tierra, un cuerpo de soldados de Cristo, indescifrable pero aprobado por Dios. ¡Qué barbaridad..!

De todos es sabido que los amos y dueños de estas iglesias evangélicas, pastores poderosos a quienes sus fieles obedecen como borregos a la hora de elecciones políticas, últimamente son buscados por quienes sueñan con ser elegidos para cargos públicos. Estos pastores se han convertido en políticos aviesos que no dudan en hacer alianzas con quien sea si esto redunda en beneficio propio; para el caso en Colombia tenemos a César y Claudia Castellanos, Enrique Gómez, Eduardo Cañas, Ricardo Rodríguez, Lucho Salas, Chucho Bernal, Luis Felipe Barrios, Clara Sandoval, Orlando Castañeda, Angélica Tovar (estos tres últimos, al servicio de los Castellanos) y muchos más. Muchos políticos van a sus cultos durante las épocas preelectorales con el ánimo de ganar simpatías, pero jamás se había visto que un socialista –pretendidamente ateo-, ya encaramado en el poder, acudiera a una de ellas.... hasta ahora.

Los inocentes pueden suponer que esto se debe a que se está llegando a una etapa de acercamiento entre catolicismo y protestantismo, o entre socialismo y ultraderecha, o entre superstición y “genuinos milagros”, o entre idolatría y fe. Pero la verdad es que lo que hemos visto es la prueba de que los jesuitas han cumplido perfectamente con el trabajo propuesto cuando nacieron en las entrañas del movimiento de los Iluminados en España, con Ignacio de Loyola.

El primer objetivo de la Orden jesuita, era –desde el principio- acabar con la Reforma Protestante de Lutero de dos maneras: con la confrontación frontal, mediante la Inquisición, con el asesinato de cristianos verdaderos, y mediante la infiltración de los grupos protestantes por parte de jesuitas sin sotana que fingieran y fungieran como líderes espirituales evangélicos. Por eso, no nos resulta extraño que César Castellanos y demás pastores evangélicos hayan acudido a Roma para pedir la bendición papal de manos del jerarca romano. Allá han ido famosos predicadores evangélicos como Billy Graham, Benny Hinn, K. Kulman, Marcos Witt y muchos más; todos jesuitas sin sotana.

Sin embargo, los jesuitas no buscan simplemente colocar a los protestantes bajo el yugo papal, o eliminarlos definitivamente; esta demoniaca orden, eufemísticamente llamada “Compañía de Jesús” va mucho más allá. Busca ubicar al papa romano como cabeza espiritual y política del mundo. Y para lograrlo, la Orden está dispuesta a hacer cualquier cosa... en realidad, ha hecho de todo para lograrlo. Desde pasar como pastores “cristianos” para engañar a quienes buscan a Jesús, hasta crear monstruos como Hitler y asegurar de ellos que son “siervos defensores de la fe cristiana”.

Michael Schmaus, sacerdote, profesor de la facultad de Teología de Munich dijo lo siguiente durante el ascenso de Hitler en el poder: “Las leyes del nazismo y las de la Iglesia Católica tienen el mismo objetivo”. Pío XII no solamente no lo reprendió, sino que alabó al sacerdote refiriéndose a él como “príncipe de la Iglesia”.

Schmaus también afirmó: “Imperio e iglesia es una serie de escritos que deberían contribuir al desarrollo del tercer Reich porque une a un estado nacional socialista con el cristianismo católico.”

El Vaticano es el poder internacional más antiguo del mundo y, como tal, ha ejercido su influencia para consolidar regímenes totalitarios –que luego firmarán Concordato con la Santa Sede; y para esto no ha dudado en urdir y promocionar las guerras más sangrientas y las masacres más infames que la humanidad haya visto jamás. Apoyaron y patrocinaron a Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Stalin y muchos más dictadores que han traído la guerra y la miseria a las naciones. ¿Por qué..? Porque las guerras consolidan el poder del Vaticano.

Después de cada guerra, de cada desastre, el Vaticano aprovecha porque es el tiempo preciso para tomar control sobre las masas dominadas por el miedo y la desesperanza. La Iglesia Católica siempre, siempre se ha beneficiado de la muerte, las masacres y la miseria ya que la gente que ha sufrido indefectiblemente se mueve a buscar el falso consuelo de las prácticas religiosas que no hacen otra cosa que sumir más al pueblo en la ignorancia, la pobreza y la esclavitud.

En Colombia, las iglesias católicas y las denominaciones “cristianas” (que no son más que instrumentos del papa) se llenan hasta reventar y sus pastores y sacerdotes viven llenos de lujos desvergonzados que contrastan con la pobreza de los fieles, verdaderas víctimas de los reales instigadores de nuestro conflicto armado. Mientras en los templos católicos se dice que la pobreza es sinónimo de santidad, en las iglesias evangélicas se enseña que la riqueza es prueba de santificación. Como es evidente que la casi absoluta mayoría de los fieles “cristianos” pasan trabajos económicos, los pastores –que viven en la opulencia- aducen que las dificultades financieras de sus feligreses se deben a pecados ocultos de ellos o de sus antepasados hasta la décima generación. La manera de romper las maldiciones financieras, dicen estos timadores, es dando más y más dinero a los pastores. ¡Cómo pisotean el nombre de Dios..!

El conflicto colombiano, auspiciado por el Vaticano, ha sido aprovechado inteligentemente por los jerarcas católicos para consolidar su poder político y espiritual en el país. Los jefes de Estado los consultan, los nombran como mediadores entre el gobierno y la guerrilla ignorando -a propósito o inocentemente- que los creadores de las guerrillas colombianas han sido precisamente sacerdotes católicos quienes desde los púlpitos alientan al pueblo a tomar las armas, o las toman ellos mismos para pelear como “adalides” de la libertad. Una libertad que es despreciada desde las entrañas mismas del trono papal.

Durante el siglo XX, el Vaticano gobernó la política exterior e interior de la mayoría de los países. Mediante los partidos católicos controló cada paso en búsqueda de sus intereses. Recordemos que fueron partidos políticos católicos los que subieron al poder a Hitler, Mussolini, Franco y Pinochet entre otros. Pavelic, el líder terrorista que masacró al pueblo croata con la anuencia de Pío XII, recibió de manos de este pontífice un pasaporte –junto a su comando de asesinos donde había varios jesuitas con sotana- para ir a una de las “naciones amigas” del Vaticano: Argentina. Perón protegió a este sicario hasta cuando su régimen colapsó. Igualmente, muchos de estos asesinos nazis (jesuitas y masones) tuvieron acogida en Colombia bajo las presidencias de Eduardo Santos –dueño de El Tiempo-, y de Alfonso López Pumarejo, ambos pertenecientes a poderosísimas familias colombianas.

Donde quiera que los jesuitas han puesto su mano, también colocan su firma: consagran ejércitos, ciudades y países al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María. Esta es una práctica cargada de sentido mágico impuesta por los jesuitas; ellos son los inventores de la adoración al Sagrado Corazón ya que fue desde la Basílica del Sagrado Corazón, ubicada en la colina de Montmartre donde Ignacio de Loyola y sus compinches partieron para conquistar el mundo.

Y, recuerden, Colombia fue en el pasado consagrada al Sagrado Corazón; tenemos la marca de los asesinos. Y desde antes de la consagración, los jesuitas, los asesinos al servicio del papa han tenido a nuestro país en continuas guerras. Pocos años después de la independencia -cuando se establecía la República- el Vaticano, previendo el peligro de la democracia para sus intereses organizó y llevó a cabo las cruentas guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX.

Pero, miremos un poco los antecedentes de la Iglesia Católica en la empresa conquistadora y el establecimiento de las colonias españolas.

Colonialismo es catolicismo
Es sabido de todos que el catolicismo es una religión que fue utilizada grandemente –aún lo es- para conseguir el sometimiento de grupos incultos como fueron los indios, mestizos y negros. Fue un instrumento del imperio para la conquista y la explotación logradas inculcando en la mente de los infelices la creencia de que la resignación y el sometimiento eran virtudes cristianas, así como la aceptación de la clase dominante que, dice la teología católica, ha sido puesta por el mismo Dios para probar los corazones de los creyentes.

Cualquier creencia religiosa diferente al dogma católico ha sido vista como evidencia de rebelión y desafío contra el orden divino en el cielo y en la tierra y, por tanto, suficientemente legitimadora de una respuesta opresora por parte de la clase dominante. En realidad, el ejército español fue usado por el papa para establecer su dominio en el Nuevo Mundo; se sabía que era Dios –mediante el papa- quien confería el poder terrenal a príncipes y reyes y, a cambio, estos príncipes debían obediencia y lealtad al pontífice romano. Donde quiera que los monarcas y gobernantes no se sujetaran a la autoridad papal, los jesuitas impugnaban esa autoridad y la combatían por todos los medios. Y así ha sido hasta hoy.

Como quiera que el sistema colonial empezaba a hacer crisis los jesuitas instaron al clero a tomar partido a favor de cualquier de los dos bandos, el realista o el patriota, con la certeza de que, ganara quien ganara, el papa terminaría beneficiado. Por supuesto, la Compañía de Jesús veía con mejores ojos la permanencia de la monarquía que sustentaba al mismo tiempo el poder temporal del papa; pero las ideas reformadoras provenientes de los pensadores protestantes llegaron pronto a la aristocracia criolla y sembraron en ellos el deseo de independizarse del yugo español pero, y eso fue una constante, a su vez someter al pueblo “libertado” bajo su propio yugo.

Así, aunque tanto Pío VII como León XII instruían a sus arzobispos y obispos para que predicaran la obediencia debida a Fernando VII, los jesuitas se colocaron también al lado de los patriotas en espera de retomar el camino de la obediencia al papa, que es su máximo fin.

Como lo previeron los jesuitas, la independencia no tenía el mismo espíritu cristiano de la independencia de los Estados Unidos, país de mayoría protestante. Por el contrario, se hizo evidente que la mayoría abrumadora de los dirigentes políticos de la guerra independentista despreciaban la causa de los humildes, es decir, de los pobres, negros, indios y mestizos que fueron desdeñados tan pronto terminó la guerra y no se necesitó más de que lucharan por la clase gobernante.

Cualquier parecido con la actual situación no es coincidencia. El Polo Democrático, que cacarea a los cuatro vientos la defensa de los humildes, no bien sube al poder se olvida de ellos clavándoles impuestos impagables para sustentar su medio de vida y la perpetuidad de su poder. En el Polo también hay jesuitas, consejeros espirituales de sus líderes, y no faltan los evangélicos que engañan a los fieles a cambio de los contratos y prebendas del régimen. Mientras, por un lado, el Vaticano tiene a las FARC y los carteles de la droga sembrando el terror, por el otro tiene al socialismo y los partidos tradicionales. De cualquier forma salen ganando.

Así, pues, la Independencia de la corona española, realmente beneficio en exclusiva a los ricos oligarcas descendientes de españoles pero nacidos en suelo americano. Simón Bolívar era un oligarca que pretendió coronarse como rey de la Gran Colombia; Santander y otros granadinos frenaron sus aspiraciones pero ellos mismos no trajeron mejoría a los pobres de estos cinco países de la Gran Colombia.

En la rapiña que surgió después de la Independencia, a la clase dominante no le interesaba para nada ofrecer participación política ni económica a las clases populares, quienes fueron las que pusieron la mayor cuota de sacrificio y sangre en la lucha. A pesar de los discursos de igualdad, los “padres de la patria” extrajeron ideas de aquí y allá que les permitieran adueñarse de tierras y de control político y económico. Y así fue.

Debido a que parte del clero católico había participado en la lucha patriota, éste ejerció presión desde púlpitos y curules para que la Constitución de la naciente república decretara que la religión católica seguiría siendo la religión del Estado.

Para infortunio de la Iglesia Católica, no todos estaban de acuerdo con ello y, a pesar de que Bolívar y Santander conocían y temían el poder del clero sobre el pueblo, los partidarios de mermar la influencia de la iglesia pronto tomarían partido decisivo en esta pugna. Entretanto, los estadistas empezaron a considerar cómo conciliar los poderes civiles y eclesiásticos. Y los jesuitas empezaron a redactar el concordato.

Los liberales que se inclinaban por las tesis norteamericanas y francesas no sopesaron suficientemente el poder de la iglesia católica y se dieron a la tarea entusiasta de promover la erradicación del control papal en la vida de la república. Los jesuitas, y en general el clero, sacaron el as que tenían oculto bajo su manga: El control del sistema educativo.

No en vano el clero llevaba educando a ricos y pobres desde el mismo momento en que desembarcaron los europeos. Su influencia en el pueblo era indiscutible. Durante más de 300 años habían sembrado en las masas el temor y el fanatismo religiosos. Es más, fueron precisamente estas armas las que usaron para influenciar sobre el pueblo para que éste se persuadiera de combatir por la causa patriota. El influjo de los curas sobre el pueblo era muy superior al de los liberales libertarios. La iglesia católica había hecho bien su trabajo de penetrar en todas las esferas de la sociedad granadina y colocarse como confesores adiestrando las mentes de mujeres y niños, los futuros hombres que tendrían en sus manos el destino de la nación.

Y no solamente el clero tenía influencia en la educación y desde los confesionarios.... también era sumamente poderoso económicamente hablando. Y para colmo, también tenían puestos de control político claves desde los primeros años posteriores a la Independencia.

El exagerado lujo y las inmensas riquezas de los sacerdotes contrastaban –igual que hoy- con las enormes penurias económicas del pueblo raso. Los líderes anticlericales criticaban a la Iglesia por sus exorbitantes riquezas y la acumulación de ellas en manos del clero, pero implícitamente buscaban que esas mismas riquezas, una vez fuera despojado el clero, pasaran a sus propias manos.

Santander, civilista convencido, era partidario de la exclusión de la Iglesia del control del sistema educativo. Bolívar, por otro lado, y debido a las continuas pugnas con Santander que hacían peligrar su poder en la Gran Colombia, decidió apoyar a la iglesia mostrándose partidario de que el clero siguiera controlando colegios y universidades.

Como era innegable el poder enorme del papa, y la necesidad de éste que tenía la clase gobernante colombiana, Santander buscó por todos los medios que el pontífice reconociera la independencia colombiana. Tan solo hasta 1835 se efectuó el reconocimiento de la independencia por parte del papa, pero el Estado colombiano se vio obligado a comprometerse en la firma de un concordato. Nadie quiso escuchar a Robert McAfee, diplomático norteamericano protestante, cuando advirtió del peligro que entrañaba para las libertades individuales y el desarrollo económico en justicia de la nación, la firma de un concordato. Nadie quiso escucharlo porque nuestros dirigentes estaban más interesados en conseguir beneficios y prebendas para ellos, que en regresar al pueblo el justo pago por su sangre derramada en esa lucha patriota: Libertad y derechos fundamentales.

Igual que hoy, los dirigentes solamente buscaban sus propios intereses.

En la siguiente parte veremos cómo la iglesia Católica gestó la guerra civil que ha mantenido a Colombia –hasta el día presente- bajo el yugo del Vaticano y sus esbirros. Veremos de qué manera inventó el socialismo como otra forma de subyugar al pueblo y mantener el poder de una clase dominante, fiel al papa romano.


Ricardo Puentes M.
Enero 2 de 2008