domingo, 26 de octubre de 2008

LA BIBLIA Y CRISTO: UNO SOLO


LA RELACIÓN ENTRE CRISTO Y LA BIBLIA
Un asunto de salvación

El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amara,
y vendremos a él, y haremos morada con él.

(Juan 14:23)

La ley mosaica fue dada al pueblo de Israel por varios motivos, entre ellos el preparar al pueblo para la llegada del Mesías. También, puso de manifiesto la maldad y la incapacidad del hombre para librarse del pecado, necesitando para ello un Redentor –Jesús el Cristo- que a la postre, mediante su sacrificio expiatorio, terminaría con el yugo de la Ley e introduciría al pueblo de Dios –la Iglesia- a una nueva forma de relacionarse con el Creador, muy diferente al Viejo Pacto. Esta nueva relación es la que conocemos con el Nuevo Testamento.


La Ley era una “sombra” simbólica, que apuntaba a mostrar la realidad que el Mesías habría de enseñar, había de traer. Mientras que la Ley estaba llena de signos visibles de los tratos de Dios con Israel, Cristo enseñaría que los cristianos estábamos llamados a establecer una relación personal con Dios a través de Jesucristo –no de hombre alguno-, y que tal relación no sería igual que en el Israel antiguo, donde eran como una masa, sino que la comunicación se establecería como personas individuales. De igual manera, bajo el Nuevo Pacto ya no entraríamos en esa relación basados en una descendencia carnal que nos hiciera pertenecientes al pueblo hebreo, sino que lo haríamos de acuerdo a nuestras motivaciones y condiciones de nuestro corazón.
Jesucristo dijo que ya no necesitábamos de un conjunto de leyes ni normas para llegar a Dios, sino que mediante la fe en su sacrificio seríamos regresados a nuestro Padre espiritual. Es decir, ya no estamos bajo ley sino bajo gracia.

Con todo, millones de cristianos desprecian esta libertad que nos trajo el Señor Jesús, y voluntariamente deciden esclavizarse bajo la “cobertura” –tiránica o no- de pastores y demás jerarcas “cristianos”. Han perdido de vista el significado del verdadero evangelio y han preferido someterse a la voluntad de hombres que toman el lugar de Cristo y se hacen llamar “pastores”, e intermediarios entre Cristo y los hombres. Son hombres que dicen que quienes los desobedecen a ellos desobedecen a Dios, y someten a los creyentes a la tiranía espiritual desdibujando a Cristo, viviendo a costillas de las congregaciones y guiando a otros ciegos hacia el hoyo.

Jesucristo jamás enseñó que hubiera que someternos a la autoridad espiritual de pastores. La única autoridad era él mismo, y así se lo hizo saber en numerosas ocasiones a sus discípulos. Cuando él se fuera, ésta autoridad recaería en su Palabra… lo que hoy conocemos como la Biblia.

¿Cuál es la relación entre Cristo y la Biblia..?
¿Qué es la Biblia...? La palabra de Dios. Lo que muchos ignoran es que a Jesucristo también se le conoce como la Palabra de Dios.

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (Juan 1:1)

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre) (Juan 1:14)

(Cristo) Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. (Apocalipsis 19:13)

El asunto es bastante sencillo: La Biblia es la Palabra de Dios, y Cristo es el verbo (o la palabra) de Dios. La Biblia es la palabra escrita de Dios y Cristo es la palabra encarnada de Dios. La Biblia es una revelación autorizada y perfecta de Dios; y Cristo es también una revelación autorizada y perfecta de Dios. La Biblia y Cristo concuerdan a la perfección. La Biblia revela perfectamente a Cristo; Cristo cumple la Biblia revelándose como cumplimiento de las Escrituras. El Espíritu Santo revela a Dios mediante su palabra escrita, y también revela a Dios hecho carne: nuestro Señor Jesús.

Así que tener a Cristo es tener la palabra de Dios. Aceptar a Cristo es aceptar la palabra de Dios, es decir, la Biblia.

Increíblemente, los llamados cristianos no aceptan la Biblia (es decir, a Cristo) porque prefieren creerles a los hombres que a Jesús. Cuando se les muestra con las Escrituras que Cristo no ha nombrado co-pastores ni delegados, y que solamente Él dirige a su pueblo de manera invisible, estos hombres quieren seguir creyéndoles a sus pastores y líderes religiosos quienes les aseguran que ellos –los pastores- han sido nombrados por el mismísimo Jesús para guiarlos hacia Dios. A estos esclavos de hombres no les importa lo que diga la Biblia, no quieren creer en ella.

También, cuando se les muestra lo que dicen las Escrituras acerca de las mujeres que enseñan a la congregación, estos malos hombres (y mujeres) dicen que eso que está escrito (que las mujeres no deben enseñar a la iglesia) es machismo, y que tal cosa no es válida para los tiempos modernos del feminismo. Invalidan la palabra de Dios; invalidan a Cristo.

Quien desprecia la Biblia, desprecia a Cristo; quien desobedece la Biblia, desobedece a Cristo. Quien escucha la Palabra y no la obedece, está en serio peligro:

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. (Mateo 7:24)

Edificar sobre la roca significa escuchar y hacer lo que Cristo dice sin importar la época en que se viva. Cuando colocamos el fundamento –Cristo, la Roca- en nuestra vida, debemos empezar a edificar sobre ese fundamento escuchando y cumpliendo la palabra de Dios –la Biblia-, aplicándola diligentemente en nuestra vida.

Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros. (Hechos 20:32)

El asunto es clarísimo: Solamente la bendita palabra de Dios –no la obediencia a los pastores-, conforme la oímos, la estudiamos, la cumplimos y la aplicamos, es capaz de levantar dentro de nosotros un edificio de fe fuerte y seguro asentado sobre el fundamento del mismo Cristo. Es la Biblia –no pastor o líder religioso alguno- la que tiene poder para sobreedificar en nosotros un edificio de fe, necesaria para nuestra salvación.

Si sabemos que Cristo es perfectamente uno con la Biblia, entenderemos que nuestra relación con Cristo debería ser la misma que nuestra relación con la Biblia. Cristo –al igual que la Biblia- es uno ayer, hoy y siempre.

La Biblia es el medio de comunicación entre Cristo y sus discípulos
En el capítulo 14 de Juan, Jesús les dice a sus discípulos que él está a punto de ir al cielo, y que ellos significará una separación en términos de presencia física. Pero Jesús agrega algo más: les dice que desde ese momento en adelante, desde el instante en que él se separe de ellos, establecerá un nuevo tipo de relación.

El asunto es difícil de comprender por los discípulos. Ellos no entienden cómo podrán verlo y tener comunión con él, si está a punto de irse.

Repasemos el pasaje. Cuando los discípulos le piden a Jesús que les muestre al Padre, Cristo se revela como uno con el Padre; Cristo les dice que quien lo ve a él, ve al Padre. Les asegura que el Padre está en él y que todas las cosas que habla, las habla en nombre del Padre, quien es el que hace las obras. Luego les dice que quien pida al Padre en nombre de Jesús, tendrá lo que recibe puesto que el mismo Cristo lo hará. ¿Cómo…? Mediante el Espíritu Santo que el mundo no puede recibir porque ni lo conoce ni lo ve.

Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis. (Juan 14:19)

Jesús es claro al afirmar que el mundo no lo verá pero que sus discípulos sí lo harán. Supremamente confundido, Judas (no el Iscariote, sino el otro), pregunta: “Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo..?” (Juan 14:22).

Aquí, Judas le está preguntando a Jesús: “¿Señor, cómo es posible que te manifiestes a nosotros, tus discípulos, y al resto, quienes no lo son, no te manifiestes..?” “¿Qué clase de comunicación mantendrás con nosotros y no con el mundo..?”

Jesús contesta:

El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amara, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan 14:23)

Fíjense bien. Judas le pregunta a Jesús cómo se manifestará a sus discípulos, y Jesús le dice que solamente se manifestará a quienes guarden su palabra. Discípulo es quien guarde la palabra de Dios, la Biblia. La única manera de ser discípulo, es guardando la palabra de Dios.

Así que, “Mi palabra guardará”, es la diferencia entre el verdadero discípulo y quien no lo es. Los verdaderos discípulos de Cristo guardan la palabra de Dios.

Cuando confronté a un pastor de Asambleas de Dios acerca del diezmo, éste al no tener argumentos bíblicos para demostrar la vigencia del diezmo bajo el Nuevo Pacto, solamente atinó a decir: “Yo obedezco lo que dice la cartilla de Asambleas de Dios”. Le pregunté de nuevo si estaría dispuesto a obedecer esa cartilla antes que la Biblia, y me contestó con descaro: “Sí. Obedeceré a Asambleas de Dios antes que a la Biblia”.

En otras palabras, este pastor –al igual que todos los pastores- están dispuestos a obedecer a los hombres antes que a Dios. Están dispuestos a seguir tradiciones y doctrinas de hombres antes que los mandamientos de Dios. La razón del pastor en mención, al preferir obedecer a Asambleas de Dios antes que a la Biblia, fue rampante codicia; me dijo ‘conciliadoramente’: “hermano.. le acepto el hecho de que el diezmo no es obligatorio bajo el Pacto de la Gracia… pero si la gente, creyendo que el diezmo es obligatorio, lo da difícilmente…. Imagínese si se enteraran de que no lo es: No lo darían…!

Esta misma codicia, sea de dinero o de poder, es lo que lleva a los pastores y líderes religiosos a enseñar –contrariamente a las Escrituras- que Dios ha designado co-pastores de Cristo, hombres a quienes se les debe la misma obediencia a nuestro Señor.

Entonces, sabemos que guardar y cumplir la palabra de Dios es la característica suprema que distingue al discípulo de Cristo del resto del mundo. Guardar la palabra de Dios es la prueba suprema del amor del discípulo por Dios y la causa suprema del favor de Dios por el discípulo. De esta manera, Cristo se manifiesta al discípulo a través de la palabra de Dios, cuando es guardada y obedecida.

Y es entonces cuando ocurre una maravillosa promesa: El Padre y el Hijo vienen a la vida del discípulo y establecen su morada permanente con él a través de la palabra de Dios.

Esto significa que quien asegura ser discípulo y no obedece la palabra de Dios –la Biblia-, no tiene absolutamente ninguna relación con el Señor. Muchos “cristianos” con quienes hablo, me contestan defendiendo a sus pastores: “Si mi pastor está haciendo mal, Dios se encargará de enderezarlo…” Y la verdad, tristemente, es que Dios no tiene por qué “enderezar” nada, ya que estos que se llaman a sí mismos “co-pastores con Cristo”, son anticristos, hijos de Satanás que están extraviando a muchos. Y quienes se dejan extraviar, prefiriendo obedecer a estos hombres antes que a Cristo (la Biblia), correrán la misma suerte de sus pastores, a quienes Jesús catalogó como “ladrones y salteadores, de quien no son propias las ovejas”.

El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos con él. (1 Juan 2:4-5)

Obedecer la palabra de Dios es lo que nos distingue como discípulos de Cristo. Esta es la prueba de que amamos a Dios.

Únicamente cuando guardamos la palabra de Dios hacemos posible que Cristo se manifieste. Únicamente obedeciendo la Palabra de Dios hacemos posible que el Padre y el Hijo vengan a nuestra vida y hagan su morada en nosotros.

En resumidas cuentas, nuestra actitud hacia la palabra de Dios debe ser la misma que nuestra actitud hacia Dios. No podemos amar más a Dios que a su palabra; no podemos respetar más a Dios que a su palabra.

No podemos obedecer más a Dios que a su palabra. Quien asegure que ama a Dios y que le obedece, pero prefiere obedecer más a su pastor o a su cantante “cristiano” preferido, está mintiendo. No podemos honrar más a Dios que a su palabra; no podemos dar más lugar a Dios que el que estamos dando a su palabra.

Si usted pertenece al grupo de millones de creyentes que están diezmando, que se colocan bajo autoridad espiritual de pastores y/o apóstoles, ancianos, obispos y demás; o si pertenece a aquellos que creen estar sirviendo a Dios de manera correcta, es bueno que revisen sus creencias a la luz de las Escrituras, dedicándose diligentemente a buscar al verdadero Dios, no a aquél que sus líderes les dicen que es Dios. Cuando lo hagan, cuando busquen -de manera individual- al Dios de la Biblia, se darán cuenta de que habían estado adorando a un dios diferente a nuestro omnipotente y misericordioso Creador. Si lo hacen, podrán entender –tal y como Pablo lo hizo- que estaban sirviendo a Satanás y no a Dios.

Y que Dios se revela a quienes verdaderamente lo buscan

Ricardo Puentes M.
Octubre 26 de 2008.