viernes, 5 de septiembre de 2008

EL NUEVO NACIMIENTO




EL NUEVO NACIMIENTO…
¿QUÉ ES..?


De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de nuevo,
no puede ver el reino de Dios.
(Juan 3:3)

Como primera medida, es interesante tener en cuenta que la palabra griega para “de nuevo”, se debería traducir literalmente como “de arriba..” El texto de Juan 3:3, quedaría así:

De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de arriba, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3)

¿Qué significa, entonces, nacer de arriba, o nacer de nuevo..?

Antes de contestar esto, remontémonos a algunos antecedentes.

Nicodemo, un principal entre los fariseos, se había acercado a Jesús y le dijo que reconocía que él venía de Dios porque hacía muchos prodigios. Jesús le contestó que, realmente, Nicodemo no podía entender cabalmente que el reino de Dios había llegado. Y no podía entenderlo porque no había nacido de “arriba”, no había sido iluminado desde el cielo para comprenderlo totalmente.

Como el resto de judíos, Nicodemo creía sinceramente que cuando llegara el Mesías y su reino fuera establecido, él estaría automáticamente dentro, sin hacer nada para ganarlo. Nicodemo creía que, por ser descendiente de Abraham, tenía derecho legal para formar parte del Reino prometido de Dios. Pero Jesucristo le dijo que eso no era así, que era necesario tener un nuevo nacimiento, un nacimiento “de arriba” para poder entrar al Reino esperado durante miles de años.

Jesús le estaba diciendo a Nicodemo que de nada valía su nacimiento como judío, descendiente de Abraham, para ser salvo. De nada serviría pertenecer a la comunidad religiosa del momento. Él al igual que el resto de la humanidad, había nacido en pecado y no alcanzarían por sí mismos la salvación:

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (Romanos 5:12)

Nadie en el mundo ha nacido exento de pecado. Todos nacemos con la marca indeleble del pecado heredado de Adán.

Porque la paga del pecado es muerte, (Romanos 6:23)

El salario merecido por nacer con pecado, es la muerte.

Quien asegure que no tiene pecado es un mentiroso, y está llamando mentiroso a Dios, tal y como asegura la Biblia:

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. (1 Juan 1:8,10)

Así que, habiendo nacido bajo pecado, merecemos la muerte y no hay posibilidad de salvación….. A menos que pudiéramos nacer de nuevo. Y la única manera de hacerlo es por medio de un poder sobrenatural, no para nacer de nuevo mediante la reencarnación, otra vez de un ser humano pecador, sino que este poder sobrenatural, ciertamente puede hacer que nazcamos de arriba.

Nacer de arriba… ¿Cómo…?
La frase, “nacer de nuevo”, como ya lo vimos, estaría correctamente traducida como “nacer de arriba” e indica la intervención directa y sobrenatural, como es la obra del Espíritu Santo.

Según las doctrinas básicas del cristianismo, registradas en Hebreos 6, después del arrepentimiento, el siguiente paso hacia la salvación es la fe; y ésta se logra únicamente mediante escuchar atentamente y obedecer la bendita Palabra de Dios. La fe no se obtiene escuchando a un pastor, ni escuchando una emisora “cristiana” ni viendo algún canal de televisión pretendidamente cristiano. La fe únicamente se consigue mediante el estudio personal de la Biblia, sin intermediarios de ninguna clase; sólo usted y las Escrituras. Nada más.

Mientras se está consolidando la fe –mediante nuestro estudio personal y sincero de la Biblia-, siempre orando a Dios para que nos guíe, algo dentro de nosotros se va gestando, algo va siendo implantado: La semilla de Dios:

Pedro describe a los cristianos como “siendo nacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre..” (1 Pedro 1:23)

Pedro nos está diciendo que los cristianos somos nacidos de simiente (semilla) incorruptible; y también nos dice que éste nacimiento lo produce las santas Escrituras, la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Como todos sabemos, es un principio de la naturaleza que el tipo de semilla sembrada determinará el tipo de vida que nacerá de ésta. Una semilla corruptible de frijol hará que nazca una planta corruptible de frijol. De igual manera, la semilla incorruptible y eterna de la Palabra de Dios, hará que produzca en nosotros vida divina, incorruptible y eterna.

Ese nuevo nacimiento, ese nacimiento “de arriba” es producido por la Palabra de Dios:

Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.. (Santiago 1:18)

Dios, por su propia iniciativa y deseo, hace posible que nosotros no llevemos la simiente corruptible de Adán y Eva sino que, por su acción sobrenatural, nazcamos de nuevo, “de arriba” por medio de su Palabra –la Biblia- para que seamos salvos. Sin ese nuevo nacimiento nunca podremos ser salvos. Sin estudiar y obedecer la Palabra de Dios, nunca podremos ser salvos.


Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)

Juan está relacionando directamente la vida victoriosa del cristiano que ha vencido al pecado, con la naturaleza incorruptible y sobrenatural de la semilla que produce esa vida dentro de él: es la mismísima semilla de Dios. Como la simiente es incorruptible, la vida que genera también lo es; así como la simiente es pura y santa, también lo es la nueva naturaleza del renacido, del nacido de arriba.

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)

Cuando un creyente está permitiendo que la Palabra de Dios actúe dentro de él, en su interior surge una naturaleza completamente nueva: Pablo la llama el nuevo hombre, y la compara con la “vieja naturaleza”, la que tenía antes de escuchar la Palabra de Dios. Esa vieja naturaleza es corrupta, depravada y caída, y domina totalmente a aquella persona que NUNCA ha nacido de nuevo.

Muchos creyentes sinceros consideran que han nacido de nuevo cuando el pastor, u otra autoridad jerárquica eclesiástica los ha tocado. Esto es falso. El nacimiento “de arriba” no puede provenir por la acción de ninguna persona. Es una acción sobrenatural originada en el mismo Dios y transmitida directamente a quien lo busca. No hay intermediarios humanos en el proceso. El único que lo hace posible es Cristo.

La clase de vida que lleve cualquier cristiano nacido de nuevo, es el resultado de esa interacción o lucha entre los dos hombres o naturalezas: la vieja naturaleza del pecado y la nueva naturaleza incorruptible, “de arriba”. Mientras el viejo hombre sea mantenido en sujeción, y el nuevo hombre ejerza apropiado control sobre él, hay rectitud, hay victoria y paz. Por otro lado, cuando se permite al viejo hombre tomar el control, el resultado es el fracaso, la derrota, el pecado y el remordimiento.

El éxito o el fracaso en esta lucha, depende de cuánto estemos dispuestos a obedecer a Cristo. Las buenas noticias son que quien quiera conservar su nuevo nacimiento, tendrá toda la ayuda sobrenatural que requiera para salir victorioso. La posibilidad de éxito es real; las luchas eternas y tormentosas que experimentan millones de creyentes (que no han nacido de nuevo) serán cosa del pasado cuando experimenten REALMENTE, el Nuevo Nacimiento que solamente es posible cuando escuchamos la Palabra de Dios –la Biblia- y la obedecemos.

Una vez esa semilla ha sido implantada, y una vez hemos nacido de “arriba”, la labor continúa. Nuestro crecimiento hacia la perfección, hacia la total salvación sigue. No se trata de pensar: “Bueno… ya estudié algo de la Biblia y experimenté ese nuevo nacimiento… Ya hice todo.. Soy salvo..”

El escritor de Hebreos advierte contra el peligro de pensar así:

Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. (Hebreos 5:12-14)

Aunque es apenas natural que en los primeros días de nuestro acercamiento a Dios necesitemos de alguna guía humana, la Biblia nos dice que esa dependencia perpétua no es sana y que todos deberíamos ser maestros en la Palabra. Sin embargo, en todo el mundo vemos que millones y millones de creyentes siguen necesitando de guía humana; acuden donde los pastores y demás jerarcas pidiendo dirección para todos los actos de su vida. Además, los pastores –que no son nombrados por Dios sino que son “salteadores y ladrones”, como bien los describió Jesús, se llenan los bolsillos con la dependencia total de las personas hacia ellos. Y, cuando no es el dinero lo que los mueve a mantener bajo obediencia a las personas (ellos lo llaman “cobertura”), es el deseo de sentirse importantes… es el deseo de poder, es la codicia de ocupar un lugar que no les corresponde: el lugar de Cristo.

Solamente quien escuche a Cristo –no a los pastores y demás anticristos-, tendrán potestad de ser llamados hijos de Dios, serán nacidos de “arriba”.

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engrendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:11-13)

Ningún ser humano tiene potestad ni voluntad para hacer que otro nazca de nuevo. Ni siquiera tiene voluntad para nacer él mismo de nuevo. El único que tiene esa voluntad y poder es Dios. Cuando los jerarcas religiosos dan “toques de nuevo nacimiento”, están burlándose de Dios y suplantándolo. Recibir a Cristo es nacer de nuevo, nacer de “arriba”. Y esto solamente se produce, como ya lo vimos mediante la acción sobrenatural del Espíritu Santo que actúa cuando la persona escucha la Palabra de Dios, la acepta y la obedece. No se puede nacer de nuevo mediante el toque de un pastor ni escuchando sus predicaciones. Se nace de nuevo escuchando atentamente la Palabra de Dios.

La clave está en recibir personalmente a Cristo. El ser engendrados por Dios significa que se ha “nacido de nuevo”. Sin esta experiencia definida, nadie puede esperar nunca entrar en el reino de Dios, porque dice:

De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios
. (Juan 3:3)

El reto de responder al evangelio, recibiendo personalmente a Cristo, es respaldado por una promesa de Jesús mismo:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. (Apocalipsis 3:20)

Siempre se requiere de una respuesta personal, basada en la fe. Y no se puede tener fe si no se ha estado estudiando la Palabra de Dios durante un tiempo –que puede ser de horas o días, pero no de meses, según nos muestra el ejemplo bíblico-.

“Nacer de arriba” no es caerse al piso y retorcerse y babear como endemoniado cuando un predicador sopla sobre nosotros o nos toca teatralmente con su índice. Tampoco es hacer una “oración de fe” porque las palabras contenidas en este tipo de oraciones no están basadas en una respuesta originada en la fe que se produce mediante entender y obedecer la Palabra de Dios.

Tampoco se puede salvar a otras personas. Cada uno recibe su propia salvación, que depende de la respuesta ante el evangelio. Cada uno debe realizar ese acto por sí mismo.

“Nacer de arriba” es un regalo de Dios
La muerte nos llega como salario merecido; la salvación nos llega como regalo inmerecido de Dios. La gracia comienza con una operación milagrosa del Espíritu Santo dentro del corazón de cada creyente.

El resultado de esta operación se llama NACER DE NUEVO, o NACER DEL ESPÍRITU. Y esta experiencia se describe proféticamente en el Antiguo Testamento cuando el Señor dice a los israelitas:

Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne.
(Eze 36:26)

Al tener un corazón nuevo, cambiado y transformado por la acción sobrenatural del Espíritu Santo, mediante la exposición del creyente a la Palabra de Dios, se produce un cambio interior, un NUEVO NACIMIENTO, cuyos efectos son también descritos en Jeremías:

He aquí, vienen días -declara el Señor- en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, (Jer 31:31)

Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días -declara el Señor-. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. (Jer 31:33) (BLA)

Ese “nuevo pacto” prometido por el Señor, es ese pacto de la gracia mediante la fe en Jesucristo, que hoy llamamos el Nuevo Testamento.

Ese Nuevo Pacto –o Nuevo Testamento- eliminó totalmente el Viejo Pacto de la Ley con todas sus ordenanzas, sacrificios, sistemas de adoración y demás. Bajo ese Nuevo Pacto ya no tiene vigencia el diezmo, la clase sacerdotal especial, los pastores (gobernantes), los templos hechos de manos humanas, los sacrificios, los días sabáticos y demás. Todo eso quedó atrás y ahora, bajo el Nuevo Pacto, es Dios –en persona- quien conduce a cada creyente en particular y a su iglesia en general, hacia la verdad. Ya no se necesitan de pastores porque, además, ellos estaban desangrando a las ovejas del Señor, engordándose a costa de ellas y maltratándolas enseñoreándose sobre ellas sin haberse ganado ese derecho porque nunca habían muerto ni morirían por ellas.

Así, quien quiera estar guiado solamente por el Espíritu Santo, demostrará que ha nacido de nuevo:

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (Romanos 8:14)

Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. (Gálatas 5:18)

Esto quiere decir que los verdaderos creyentes, los verdaderos hijos de Dios, son guiados por el Espíritu de Dios, no por líderes religiosos; eso es lo que los distingue como hijos de Dios. Y el hecho de que estén guiados por el Espíritu de Dios, significa que tales personas no están bajo la ley.

En otras palabras, la prueba de ser un verdadero hijo de Dios –uno que ha nacido de “arriba”- por la fe en Jesucristo, es que uno sea guiado por el Espíritu de Dios. Si uno es guiado por el Espíritu de Dios, entonces no está bajo la ley. Por lo tanto, es imposible ser un hijo de Dios y, al mismo tiempo, estar bajo la ley. En otras palabras, quienes están bajo ley, no son hijos de Dios. Quienes estén bajo sujeción espiritual de otros hombres, no son hijos de Dios, no han nacido de nuevo.

Y usted… ¿está dispuesto a nacer de “arriba”…?

Si la respuesta es afirmativa, tome su Biblia y empiece.



Ricardo Puentes M.
Septiembre 05 de 2008.