domingo, 13 de enero de 2008

VATICANO, EDUCACIÓN Y POBREZA PARTE 3

VATICANO, EDUCACIÓN, POBREZA Y SOCIALISMO
Parte III


Como era de esperarse, tras la guerra de independencia de las colonias españolas, toda la región quedó sumida en la ruina, lo cual favorecía a la Compañía de Jesús, como ya vimos. Los bandoleros, antiguos militantes patriotas que se habían quedado sin trabajo, merodeaban, atracaban y asesinaban; la situación era dramática. Junto a las clases dominantes, surgió otra: la oligarquía militar. Refiriéndose a ésta, el general Páez escribió: “los militares aspiraban a ver premiados con usura sus servicios a la patria, a que se les conservaran sus fueros y exenciones..” Y para ellos buscaban que frente al gobierno estuvieran individuos de su misma clase.

En Colombia, luego de las administraciones de Santander y José Ignacio de Márquez Barreto, presidente procedente de una familia latifundista con cercanos vínculos sanguíneos con altos prelados del clero, la iglesia Católica resultó fortalecida. Márquez permitió nuevamente que los bienes de la iglesia fueran desamortizados e hizo posible otra vez que la iglesia pudiera adquirir tierras.

La situación para el pueblo vino a resultar peor que la que tenía bajo la corona española. La aristocracia criolla perpetuó las instituciones coloniales y, bajo la excusa de la nueva situación, sometió al pueblo a impuestos más altos y elevados niveles de segregación.

De ahí en adelante, las consecuentes administraciones le dieron cada vez más prebendas a la iglesia Católica y, aunque se tenía cierta tolerancia hacia los demás grupos religiosos, era evidente la preponderancia de la iglesia Católica y su injerencia en todos los asuntos del Estado. Durante la administración de Pedro Alcántara Herrán, su ministro del Interior, Mariano Ospina Rodríguez –en 1842- agenció el regreso de los jesuitas. Igual que lo han sabido los aristócratas de todo el mundo, Ospina sabía que si quería un pueblo sujeto y servil, nadie mejor que los jesuitas para lograrlo. Por ello le entregó a la Compañía de Jesús la educación en el país, con la misión especial de abrir colegios en los lugares apartados de la nación, para consolidar el poder central y la obediencia a éste. Se creó una policía escolar y se uniformó al estudiantado de los colegios más pudientes. Valga la pena recordar que los descendientes de Ospina Rodríguez se dedicaron al narcotráfico desde tiempos bien tempranos a mediados del siglo XX; otro de sus descendientes fue secretario general de la administración de Lucho Garzón en Bogotá, del partido socialista Polo Democrático.

El método de enseñanza de los jesuitas

Igual que siempre lo ha hecho, la Compañía de Jesús utiliza el misticismo –cargado de temor- para instruir a sus alumnos y prepararlos para una vida de obediencia ciega a las órdenes de las autoridades eclesiales. El sacerdote jesuita F. Charmot escribió: “El método pedagógico de la Compañía, consiste en rodear primeramente a los alumnos con una gran cadena de oraciones.. (...) ¡No nos preocupemos de dónde y cómo se inserta el misticismo en la educación..! No se hace por medio de un sistema o una técnica artificial, sino mediante infiltración por ‘endósmosis’. Las almas de los niños son impregnadas por estar en estrecho contacto con maestros que están literalmente saturados con el misticismo..” También escribió este jesuita que: “el objetivo del profesor jesuita es que por medio de su enseñanza se propone formar, no una élite cristiana intelectual, sino cristianos elitistas”. (F. Charmot, S.J., “La pedagogie des Jesuites”)

Esto, respecto a la educación que impartían en las clases altas. En cuanto a las clases bajas, la gente del pueblo, la técnica también les funcionó bastante bien, pero con otro propósito: el de esclavizarlos y someterlos para manejarlos como sirvientes. Cuando subyugaron a los indios guaraníes bajo las Reducciones en Paraguay, donde ensayaron los primeros pasos del moderno socialismo, allí, los jesuitas pusieron en evidencia el tipo de educación que impartían: los sacerdotes eran paternalistas, todo era de propiedad de la iglesia y nada era de los indios; los jesuitas les ordenaban qué hacer y cómo hacerlo y hasta elegían las parejas para el matrimonio. Ninguno de los indios podía ser sacerdote y mucho menos jesuita. Los hacían levantar muy temprano, iban a misa y luego a trabajar. En su camino al trabajo, tenían que cantar himnos religiosos y siempre iban precedidos por alguna imagen religiosa. En la noche, después de la jornada laboral, los indios regresaban a la Reducción, también cantando himnos religiosos y los ponían a rezar el rosario. El sistema de castigo para los “errores” de los indios, era usando el látigo, el ayuno y la prisión; también los avergonzaban públicamente. Los padres jesuitas convirtieron al indio en un católico muy devoto, supersticioso al extremo, que imaginaba apariciones y milagros por todos lados y que encontraba cierto placer en la autoflagelación. El indio aprendió a obedecer a los sacerdotes y creyeron que su palabra era la palabra de Dios, un Dios que jamás conocieron.

El propósito de la educación jesuita era, es y será, impedir que sus alumnos piensen por sí mismos y que su cotidianidad esté cargada de un profundo temor supersticioso. Como lo escribió un jesuita contemporáneo: “El jesuita no olvidará que la virtud característica de la Compañía es obediencia total de la acción, la voluntad y aun del criterio... Todos los superiores estarán obligados de la misma forma a otros superiores a ellos, y el Padre General lo estará al Santo Padre...”

Los mismo principios que usaron con los indios guaraníes los han aplicado siempre, en todos los países y pueblos donde han estado. Los mismos principios que se inculcan en las iglesias “evangélicas” donde la obediencia ciega a los pastores es una ley y quien la viole, dicen, se expone al castigo de Dios y a cientos de maldiciones para el desobediente y su descendencia. La misma obediencia que exigen los líderes socialistas bajo amenazas de fusilamiento. Ya no es la virgen María sino la “madre Rusia”, “la madre Cuba”, “la madre Venezuela” o la “madre Patria”, en todos los casos se ordena ciega obediencia. La obediencia ciega es, definitivamente, un precepto jesuita.

Pero, ¿cómo ‘inoculan’ el misticismo en sus alumnos..? ¿Cómo es que forman esos ‘cristianos elitistas’ de los que habló el jesuita Charmot..?

Algo sumamente importante en los jesuitas, es la adoración a la virgen María. Es su sello distintivo. Aunque la Biblia no menciona nada de adorar a la madre de Jesús, sí nos cuenta que los pueblos paganos y espiritistas adoraban a la “Reina del Cielo”, una deidad que siempre aparecía con un niño en brazos y que tiene su origen en la religión babilónica. Los mismos teólogos y estudiosos católicos han asegurado, con muchísima razón, que la verdadera religión de los jesuitas es la adoración a la virgen María.

Ignacio de Loyola aseguraba que la virgen María lo había inspirado cuando escribió sus famosos “Ejercicios Espirituales”, una versión antigua de los “Encuentros Espirituales” que César Castellanos y su esposa Claudia aseguran que Jesús les dictó palabra por palabra. Encontramos relatos de jesuitas que tenían visiones de la virgen, y otro –en 1851- que cuenta la historia de un novicio que luchaba constantemente contra los deseos de la carne y al cual la virgen se le aparecía constantemente para fortalecerlo y “darle a probar la sangre de su Hijo y el consuelo de sus pechos” (J. Huber, “Les jesuites”)

Este misticismo jesuítico también es aplicado en las iglesias evangélicas pentecostales. Sus adeptos viven escuchando todo el día música de Marcos Witt o cualquier otro cantante, amanecen escuchando emisoras “cristianas” o canales de televisión “cristianos”; viven ayunando y flagelando continuamente su cuerpo mediante la abstención de alimentos, sin ningún propósito aparte de obtener milagros ya que sus pastores les enseñan que dando dinero y ayunando se “obliga” a Dios para que haga el milagro. Estos pastores también inducen a sus fieles a un constante temor de satanás y los demonios y enseñan que el diablo y demás potestades espirituales pueden controlar nuestras vidas a menos que se diezme y ofrende, y se castigue la carne. Las instrucciones de los pastores alcanzan hasta el lecho matrimonial. Dice César Castellanos que, debido a que las relaciones sexuales pueden ser poco santas, la pareja, inmediatamente antes de cada relación, debe arrodillarse a orarle a Dios para tener su permiso y, de paso, impedir que los demonios controlen los pensamientos de la pareja durante la relación. Increíble pero cierto.

Cuando la doctrina de la “inmaculada concepción” fue inventada por el franciscano Juan Duns Escoto, la Orden la aceptó con entusiasmo y se dedicó a propagarla por el mundo. También lograron los jesuitas que Pío IX la convirtiera en dogma de la iglesia en 1854.

Cuando llegaron a la iglesia de San Miguel, en Munich”, relata Bucher en sus ‘Obras completas’, “los jesuitas presentaron toda clase de reliquias de la madre de Dios, ofrecieron a los fieles algunos trozos del velo de María, varios mechones de su cabello y pedazos de su peine, y se instituyó un culto especial para adorar tales objetos.. (...) Esta adoración degeneró en manifestaciones inmorales y sensuales, especialmente en los himnos que el padre Jacques Pontanus le dedicó a la virgen María. El poeta expresaba que no había nada más hermoso que el seno de María, nada más dulce que su leche, y nada más agradable que su abdomen..”

Ese fetichismo erótico hizo que los jesuitas tuvieran bastante éxito en la educación de los indígenas americanos.

En Italia, donde la Orden echó raíces antes de expandirse, vemos su influencia en los artistas del renacimiento cuyas obras están cargadas de un pronunciado sensualismo religioso. Desde el principio, “los alumnos de los jesuitas son demasiado clericales, devotos y absortos como para preservar estas cualidades. Las visiones e iluminaciones extáticas los dominan; literalmente se embriagan con las pinturas de las aterradoras mortificaciones y los tormentos atroces y de los mártires”, cuyos rostros reflejan –en las pinturas- un rictus masoquista de placer causado por el dolor. Toda esta teatralidad y pompa religiosa tenía y tiene por objeto el impactar las mentes.

Los jesuitas propagan sus prácticas idólatras gracias a que controlan el trono papal. El fin justifica los medios, es la máxima jesuítica que ellos han implementado en la religión, la política, la economía y, en general, en todos los aspectos de la vida de sus alumnos. El padre Barri decía que no era importante la manera de entrar al Reino de Dios, sino que lo vital era entrar. En su teología, el padre Barri dice que no interesa el conocimiento de la Biblia ni su estudio, sino que al paraíso se entra por medio de rezar constantemente el rosario, día y noche, en esas oraciones repetitivas, llevando siempre un rosario como brazalete, o una imagen de María, una medallita o una estampa y, por supuesto, obedeciendo ciegamente al clero católico en la tierra.

Así, pues, tenemos que los colegios jesuitas impregnan las mentes de los niños con este misticismo, con los escapularios, las imágenes, las reliquias, el relato de los milagros y apariciones de la virgen María –Lourdes y Fátima-, la adoración del Sagrado Corazón y otras cosas que nos dan una idea de la manera en que los niños y jóvenes son trabajados durante años. Eso es parte de la manera en que se forman “cristianos elitistas”.

Aunque enseñan filosofía y ciencias, los jesuitas se cuidan para que el sistema de aprendizaje imponga subrepticiamente a sus alumnos la obediencia completa a la iglesia. La “cadena de oraciones” con la que son ‘rodeados’ los alumnos de los jesuitas, no son otra cosa que lo mismo de las oraciones de santeros y chamanes, cargadas de brujería y espiritismo.

Como dice Boehmer de los jesuitas: “Ellos no creían en la libertad, lo que resultó fatal para la enseñanza”.

Por esta razón es que entendemos que los independentistas, educados por jesuitas, jamás pretendieron aliviar las cargas del pueblo. Los maestros de la Orden los habían educado para sentir profundo desprecio por las “castas inferiores” o por los blancos pobres. Los oligarcas, entonces y ahora, han considerado que quienes no son de su clase no son sus iguales y no merecen los mismos privilegios y derechos. Al respecto, recuerdo que escuché en una reunión social a un ministro de educación que hablaba con sus “iguales” acerca de la educación en Colombia, más exactamente refiriéndose a la Universidad Antonio Nariño, que ha hecho papel importante en permitir el acceso de gente sin recursos a educación de alta calidad. En ese entonces, se estaba ejerciendo una presión enorme por parte de los dueños de otras universidades privadas, para que cerraran la Antonio Nariño. Dijo el ministro a sus amigos, en medio de carcajadas: “Vamos a cerrarla.. Es que esa vaina de que los pobres se eduquen no puede ser... Nos friegan a nosotros, caray...”

En Estados Unidos, donde a comienzos de su vida independiente de la corona británica, los jesuitas no controlaban la educación, las personas tenían igualdad de acceso al sistema educativo y a los cargos públicos. Con los años, esta pretendida libertad se ha perdido y ahora, la educación controlada por los jesuitas, ellos han pervertido esos principios negando el derecho a la igualdad educativa. Universidades como Harvard, Yale, Cornell y Georgetown, entre otras, son controladas por la Orden y es de allí que han emanado los dirigentes del país que se han encargado de seguir las normas elitistas de los jesuitas.

Aprovechándose de la libertad de enseñanza en los países protestantes, como Estados Unidos, donde la educación existe como un derecho real de los ciudadanos, los jesuitas inculcan los principios de obediencia ciega a sus alumnos. Por este motivo, los egresados que llegan a gobernar les dispensan protección a los jesuitas y les ofrecen beneficios a cambio de que la Orden siga inculcando en la juventud la obediencia y el sometimiento a este nuevo tipo de monarcas. Los jesuitas tienen bajo su control a los opresores de los pueblos. Y cabe pensar que si el sistema educativo de los jesuitas es bueno para que los tiranos se beneficien de la obediencia de los desamparados, eso quiere decir que los educados por la Compañía de Jesús no están preparados para ejercer la libertad, ni para respetarla.

Es increíble, sin embargo, que siempre se recomendará a los jesuitas como educadores. Los opresores lo hacen porque les conviene, mientras que los oprimidos aspiran ilusamente a entrar –por medio de la educación de los jesuitas- a formar parte de la clase dirigente. El record de presidentes, ministros, obispos, jueces y empresarios que han pasado por sus aulas es verdaderamente impresionante. Así que esto deslumbra a todos los padres quienes imaginan que el sistema de enseñanza de los jesuitas hace que los alumnos aprendan más y mejor. Eso es falso. Si bien el sistema educativo en Colombia, y en especial en ciudades como Bogotá, está bajo el control de FECODE, el sindicato de maestros, FECODE, a su vez, está bajo el control de los jesuitas. A ellos no les interesa que el pueblo tenga una educación de calidad. Y la prueba está en el bajísimo y vergonzante nivel que demostraron nuestros estudiantes en la reciente prueba en la que se compararon las competencias de los alumnos con las de otros países. Fue un verdadero fiasco. Abel Rodríguez, el responsable de la educación en Bogotá, fue ratificado por el nuevo alcalde quien, entre otras cosas, defiende la tesis de que la educación pública debe ser totalmente controlada y dirigida en pénsum y demás, por FECODE, el sindicato que está en manos de los jesuitas. Y Samuel Moreno defiende esta tesis a pesar de que él se educó fuera del control de FECODE, en otro colegio elitista controlado por curas. Moreno y todos los socialistas saben que debe haber dos tipos de educación: Uno para los futuros gobernantes y otro para los gobernados. Los jesuitas saben que, de cualquier manera, teniendo ellos el control en ambos tipos de establecimientos beneficiarán su causa.

Si echamos una rápida mirada a los países donde la Compañía ejerció predominio en la educación, vemos sus efectos: atraso e ignorancia. Todos los países católicos estuvieron a la cola del progreso y la ciencia: España, Sudamérica, Nápoles, los cantones italianos, Suiza y Francia fueron naciones atrasadas y supersticiosas bajo en control católico. Por otro lado, Holanda, Inglaterra, Alemania, de donde los jesuitas fueron expulsados a finales del siglo XVI, progresaron e impulsaron fuertemente la ciencia.

Mientras las naciones liberales avanzaban, las católicas se sumían en la oscuridad. Pero los jesuitas no pudieron frenar durante mucho tiempo la penetración de las ideas liberales en sus vastos dominios. Mientras los métodos de educación, basados en un concepto de libertad, progresaban, la influencia de los jesuitas mermaba. A pesar de que durante el siglo XVI los jesuitas llevaban la delantera, a partir del siglo XVIII se volvieron anacrónicos.

El dogma de la “infabilidad papal”, inventado por los jesuitas, ya no tenía tanta preeminencia como antes. Sin embargo, en los países católicos, este dogma continúa vigente y es altamente conveniente para los intereses de la Orden. Gracias a los concordatos, y a las representaciones diplomáticas (otro “acierto” de los jesuitas cuando apoyaron que el Vaticano ejerciera como Estado político), en cada país del mundo el Vaticano tiene un representante acreditado que ejerce como líder espiritual, moral y político. Con la excusa de la moral, el dogma de la infabilidad papal es tremendamente conveniente para ellos. Prácticamente el papa ejerce hoy una autoridad ilimitada sobre la conciencia de sus fieles.

Y donde quiera que no tengan preeminencia religiosa, o donde las ideas reformistas hayan penetrado, el Vaticano crea los famosos partidos católicos. Mismos que han llevado al poder a Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Salvador Allende y varios más. La iglesia Católica, por medio de estos partidos, no ha dudado en apoyar tiranos de la peor clase, siempre que sirvan a sus intereses. Tienen a Fidel Castro controlando la educación y las finanzas de la isla; tienen a Hugo Chávez quien, bajo la mentira de la revolución, ahora controla constitucionalmente todo el sistema educativo de Venezuela, excluyendo cualquier tipo de educación que no se apegue a sus dogmas, controlando lo que la gente debe leer y lo que no.

Aquí, en Colombia, sucede algo parecido –igual que en todos los países con Concordato, pretendidamente ‘democráticos’. Las personas no tienen opciones. Están obligadas a leer lo mismo, no les han enseñado otro idioma –lo que limita sus posibilidades-. Solamente tenemos El Tiempo que nos informa lo que sucede. A propósito, este periódico está dirigido por los Santos, masones –que son controlados por jesuitas- y socialistas; mientras unos miembros de esta familia patrocinan al partido de la oposición, el Polo Democrático, apoyado también por las FARC, otros miembros están con el gobierno. Aunque el mismo Tiempo editorializa jocosamente sobre el asunto, haciéndolo ver como algo cómico y garante de la “democracia”, lo cierto es que ellos ya tuvieron presidente y quieren colocar otro en 2010. Eduardo Santos, masón y presidente de Colombia, dueño de El Tiempo, durante su presidencia abrió las puertas del país a los asesinos nazis y los asiló proveyéndoles de dinero y empresas, gracias a la solicitud directa del papa.

Por otro lado, los “protestantes” -que no lo son de ninguna manera- prefieren leer libros de Benny Hinn, K. Kuhlman, César Castellanos o cualquier otro de esos timadores, que verificar sus creencias y dogmas. Estos “protestantes” prefieren seguir ignorando que el Vaticano está infiltrado en sus iglesias, que sus pastores repiten como loros preceptos jesuíticos, que la música “cristiana” no es más que otro negocio lucrativo y que la televisión y las editoriales “cristianas” –todo junto- no les deja ver la verdad; ellos quieren seguir ignorando que los jesuitas están asesorando al mismo tiempo al gobierno y la guerrilla, que están en los medios de comunicación, que son dueños de bancos y entidades financieras que cada día –mediante la usura- sumen más y más en la miseria a los colombianos pobres que no ven otra salida que acudir a ellas para obtener una casa paupérrima que terminan pagando hasta seis y siete veces su valor, y que, en caso de que no puedan seguir pagando, la vivienda les es expropiada sin importar que ya hayan cancelado el 70% o el 100% del valor original.

No es exagerado afirmar que la raíz de todos los males de Latinoamérica se encuentra en Roma. Tampoco es exagerado afirmar que nuestros países jamás saldrán del atraso, la ignorancia y la pobreza. Estamos bajo el yugo del Vaticano y éste jamás permitirá que los latinoamericanos abran sus ojos y vean que tanto la izquierda socialista como la derecha conservadora están, igualmente, bajo control de los jesuitas. Esta es la razón, la verdadera razón por la cual no hay escapatoria.

A quien le parezca exagerado este deprimente cuadro, lo remito a las palabras del jesuita Bartoli, quien escribió una historia de la Compañía de Jesús: “No tiene la Compañía ningún vestido particular, y donde hay razón para ello, o la costumbre del lugar lo reclama, podemos cambiar el que usemos.” “Habiendo excitado los nuevos herejes, en el norte de Europa, antipatías hacía el hábito religioso, se consideró prudente que los miembros de la Compañía usaran trajes que no les impidieran vivir familiarmente con los que debían convertir. Por esta misma razón nuestros misioneros en la China y en la India, se visten de Mandarines y de Brahmanes, que son los más respetables en aquellos países; y en las naciones heréticas los transformamos en mercaderes, médicos y artistas, y hasta en criados, para poder desempeñar nuestras misiones sin despertar sospechas.”. (El énfasis es mío)

Sí. La Compañía de Jesús es una institución política y religiosa, acaparadora de la riqueza, esclavista y mercantil. Ellos actúan donde pueden obtener lucro económico.

Un japonés que disfruta de visitar continuamente Perú y Colombia, asegura que se siente realmente sorprendido de que nuestros países latinoamericanos –en especial Colombia- tengan tanta miseria. Dice él que, literalmente, estamos muriéndonos de hambre mientras estamos sentados sobre la riqueza.

Eso es cierto y no es casual. Pero es que la Orden, dominando todos los ámbitos de la vida, incluso a los grandes “pensadores” y escritores han impedido que las personas entiendan que la verdadera causa de nuestra situación son ellos, los jesuitas, “los hijos de Satanás”, como los describieron acertadamente algunos sacerdotes católicos valientes que se retiraron de la Compañía.


Ricardo Puentes M.
Enero 12 de 2008