sábado, 10 de noviembre de 2007

LA NACIÓN DE ISRAEL ES EL PUEBLO DE DIOS

¿O... esto es una fábula judaica...?

Por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe,
no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos
de hombres que se apartan de la verdad.

(Tito 1:13-14)

En la mayoría de las denominaciones “cristianas” de hoy día, sus líderes y maestros están enseñando que la nación de Israel, como Estado político, es el pueblo de Dios. Dicen que los judíos son los “hermanos mayores” de los cristianos y que la nación de Israel es la escogida de Dios para gobernar su Reino aquí en la tierra.

También aseguran que al final de los tiempos Dios restaurará la adoración en el Templo de Jerusalén, a la manera del Viejo Pacto, que se reconstruirá para tal efecto. Aseguran que las naciones se enfurecerán porque se ha restaurado la adoración verdadera -a la manera de la ley mosaica- y como consecuencia de ello atacarán a Israel. Y que en ese momento es cuando ocurre el fin del mundo.

Como resultado de esta interpretación, millones de creyentes observan con interés cómo se desenvuelven los acontecimientos en el Oriente Medio y esperan ansiosamente a que un hombre (el anticristo, dicen) haga la paz entre Israel y las naciones árabes, porque eso marcaría –aseguran ellos- el inicio del tiempo del fin descrito en el libro de Apocalipsis. Alrededor del mundo, los líderes de la cristiandad evangélica teorizan sobre quién puede ser este hombre que será el anticristo, y especulan sobre varias personalidades del ámbito de la política actual. Han convertido sus especulaciones en doctrina de Dios y condenan al infierno a quienes vemos con escepticismo cómo dan tumbos de aquí para allá, como ciegos que guían a otros ciegos.

Un conocido escatólogo nos dice lo siguiente:

¡Todavía Jesucristo, el León de la tribu de Judá ha de volver en gloria y reinar desde Jerusalén sobre el Israel nacional e histórico, y sobre el resto de las naciones que queden después del Armagedón! El Reino universal sobre la tierra, el visible, tangible, establecido; la verdadera Teocracia sobre este mundo, todavía no ha llegado. Todavía debemos orar: “Venga a nosotros tu Reino”. Esta bendición fue prometida a Israel, al Israel nacional. Las promesas de dominio y paz sobre esta tierra pertenecen a los judíos, lo cual nos lleva a la fácil conclusión de que no son para la Iglesia ni para este tiempo. (Miguel Rosell, “¿Es el Israel de la Biblia la iglesia de Jesucristo..?”, en www.centrorey.org)

Básicamente, esta teología afirma que el Israel, como entidad político-geográfica, tiene la promesa de Dios de gobernar toda la tierra. También afirma que Jesús establecerá su centro de gobierno desde Jerusalén y que la adoración en el Templo de Salomón será restaurada. Además aseguran que los judíos tienen el derecho de despojar a las naciones gentiles de sus riquezas y que estas naciones gentiles serán finalmente destruidas como naciones y sus gentes servirán a los israelitas. Ninguna de estas afirmaciones tiene sustento neotestamentario, están basadas en interpretaciones sesgadas del Antiguo Testamento.

Debido a esto, los líderes evangélicos enseñan a sus seguidores que quien se atreva a hablar en contra de un judío –como individuo o como nación-, sufrirá todo el castigo de Dios, recaerán sobre él maldiciones y tragedias, y acarreará sobre su descendencia vejaciones e infortunios. Por el contrario, se le enseña al creyente que debe orar por Israel con especial devoción. Cientos de miles de cristianos utilizan palabras en hebreo como “shalom”, creyendo que esto les da un cierto toque de distinción espiritual que le agrada a Dios. Es interesante notar que Benny Hinn, César Castellanos, Cash Luna, Antonio Bolainez, Dawlin Ureña y otros falsos maestros de la teología de la prosperidad enseñan a sus incautos seguidores sobre esta exaltación especial de Israel y fomentan el odio contra las naciones musulmanas que están en conflicto con este país. También enseñan que los judíos son los “hermanos mayores” de los cristianos y que, como tal, hay que rendirles especial reverencia. Es notable que Juan Pablo II dijo esto mismo.

Antes de seguir adelante, sin preconcepciones de ningún tipo, creo que vale la pena aclarar que, llevando sangre judía en mis venas, no soy antisemita, no comparto masacres de judíos ni musulmanes y creo que todos los seres humanos somos iguales ante Dios, sin distingo de raza, nacionalidad, lengua, nivel de educación ni estrato socioeconómico.

Con esta necesaria aclaración, sigamos adelante.

Quienes aseguran que la nación de Israel es el pueblo de Dios, se enfrentan a un problema teológico importante. Por un lado aceptan que Jesús fue el comienzo de un Nuevo Pacto, pacto que uniría a gentiles y judíos como un solo pueblo; y, por el otro, al asegurar que los judíos son el pueblo de Dios, están afirmando que a Dios no le interesa que hayan rechazado y asesinado a Jesús y que esto no sería importante a la hora de ser llamados “pueblo de Dios”. Esto no tiene sentido. Al defender esta extraña creencia, de que la nación de Israel es el pueblo de Dios, quienes lo afirman están diciendo que el sacrificio de Cristo no sirve; si fuera cierto que Israel es el pueblo de Dios, esto significaría que Cristo murió solamente por los gentiles ya que los judíos estarían bajo otro pacto, el viejo pacto mosaico. Si fuera cierto que Israel fuera el pueblo de Dios, esto significaría que Jesús murió en vano y que los dos pactos, el Antiguo y el Nuevo, ambos están vigentes. La Biblia dice todo lo contrario.

Por otro lado, si fuera cierto que Dios tuviera como propósito el que los judíos, como nación, gobernaran la tierra y despojaran a los gentiles de sus riquezas, es de suponer que Jesús nos hubiera hablado del asunto, o que hubiera hecho referencia a esto. Veamos lo que dijo Jesús acerca de los judíos y de la salvación.

Jesús y los judíos
Es de todos sabido que Jesús nunca se llevó bien con los judíos. Habiendo nacido como judío el Señor mismo, su pueblo lo rechazó y lo mató prefiriendo la vida de Barrabás a la del Mesías.

Si los lazos de sangre hubieran sido importantes para Dios, él nos lo hubiera dicho. Su madre, María, y sus hermanos tendrían un lugar preferencial para el Señor. Pero no fue así. Al contrario, Jesús dejó bien en claro que no tiene preferencias:

Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre. (Mateo 12:46-50)

Si fuera cierto que ser judío confiere una relación especial con Dios, cuánto más especial debería ser la relación de la madre y los hermanos de Jesús, escogidos para que el Señor naciera en medio de ellos. Pero Jesús dejó muy claro que solamente haciendo Su voluntad tendremos su favor, seremos su familia. ¿Sería la voluntad del Padre el que negaran al Hijo...?

Jesús dijo a los judíos: “Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.” (Juan 5:42) ¿Puede alguien que no tenga el amor de Dios, ser aceptado por Él y destinado para gobernar su Reino...? Lo dudo mucho.

Tal vez, el mejor ejemplo de lo que pensaba Jesús acerca de los judíos de su tiempo, se encuentra registrado en Juan 8:22-59:

Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir? Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. (vv22-23)

Jesús dejó muy claro que los judíos y él tenían profundas diferencias. Estos judíos jamás podrían estar donde está Jesús. Ellos procedían de las tinieblas de este mundo bajo el dominio de Satanás. Jesús venía del Padre y no formaba parte del mundo al que pertenecían los judíos.

Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo. Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada. Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él. (vv. 24-30)

Jesús advierte que quien no crea en él, morirá en condenación. No menciona nada de un trato especial por el mero hecho de ser judíos, no menciona que el Viejo Pacto también seguirá vigente. Dice que solamente quien crea en él será salvo. Y, efectivamente, “muchos creyeron en él”.

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (vv. 31-32)

Jesús es muy claro al afirmar a quienes creyeron en él, que si permanecían en su palabra, serían verdaderamente sus discípulos. Que esa permanencia en la palabra los haría conocer la verdad y, sólo entonces, serían libres. No basta, pues, ni siquiera creer en Jesús; hay que creer y permanecer en la palabra.

A continuación, los judíos que creyeron en él, le esgrimen su condición de judíos, de hijos de Abraham, de poseedores legítimos de la promesa. Los judíos tratan de decirle a Jesús que es más importante ser judíos que seguidores suyos. Ellos le dicen al Señor lo mismo que aseguran hoy día los líderes evangélicos: que Dios tiene un trato especial y preferente con los judíos, así que el creer en Cristo no es vital; ellos consideran que, de una u otra manera, la promesa que Dios hizo a Abraham se cumplirá obligatoriamente en ellos por el sencillo hecho de llevar en sus venas la sangre del patriarca. Miremos qué contesta Jesús:

Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (vv. 33-36)

Ciertamente, los descendientes de Abraham que obedecieron a Dios, tuvieron el cumplimiento de la promesa del antiguo pacto acerca de bienes y libertad terrenales. Estos judíos estaban diciendo que nunca habían sido esclavos de nadie, así que no entendían cómo podía Jesús liberarlos. La respuesta de Jesús es una gran enseñanza: En realidad, los judíos son esclavos, no hijos de Dios.

La única manera de constituirse en hijo de Dios, es colocando fe en el sacrificio de Jesús. Los judíos no han colocado fe en Cristo, por tanto no pueden ser considerados ni hijos, ni pueblo de Dios. Al respecto, Pablo nos dice que el sacrificio de Cristo es necesario para redimir a quienes están bajo ley mosaica, es decir, a los judíos. Solamente mediante esa redención, los judíos podrían ser considerados como hijos de Dios. En caso de negar a Cristo, seguirán siendo esclavos.

Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. (Gálatas 4:4-7)

Los que están bajo ley, los judíos, necesitan ser redimidos de la esclavitud. La única manera de recibir las promesas de Dios, es siendo hijo suyo. Y la única manera de ser hijo suyo, es aceptando a Cristo. Los judíos no recibirán nada de Dios hasta que no se conviertan a Cristo. Así que es espurio afirmar que Dios les dio la nación de Israel a ellos y que los bendice continuamente apabullando a las naciones enemigas. Bíblicamente, la nación de Israel no es el pueblo de Dios porque no acepta a Cristo; no puede recibir bendiciones de Dios porque niegan al hijo; son esclavos, no hijos de Dios.

Pablo nos explica esto. Nos dice que los judíos son esclavos, hijos de la esclava; mientras que los cristianos somos hijos de Dios, herederos de la promesa hecha a Abraham:

Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. (Gálatas 4:21-25)

¿Alguien necesita más claridad...?

Pablo nos está diciendo que los judíos, el pueblo de Israel, fueron prefigurados por la esclava Agar. El apóstol nos dice que el pacto de la ley mosaica, hecho en el monte Sinaí, produjo esclavos. Pablo nos está diciendo que la Jerusalén actual, al igual que todos sus hijos, son esclavos, no hijos de la promesa.

Al contrario de lo que afirman los falsos maestros del evangelio de la prosperidad, la actual nación de Israel no es el pueblo de Dios sino una nación de esclavos del pecado que serán condenados al infierno si no se arrepienten.

A continuación, Pablo nos habla de la verdadera nación de Israel, la Israel espiritual a la que pertenecen quienes colocan su fe en Cristo.

Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; Porque más son los hijos de las desolada, que de la que tiene marido. Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre. (Gálatas 4:26-31)

Los verdaderos cristianos somos hijos de la Jerusalén de arriba, somos libres. Somos los herederos de la promesa dada a Abraham. Por otro lado, los hijos de la esclava, los judíos bajo ley, serán echados fuera; no heredarán nada. La nación de Israel, a pesar de ser la novia “natural” de Cristo, prefirió fornicar con los reyes de la tierra. Más que esposa, se ha comportado como ramera; ha negado al Hijo y alega tener derechos que en realidad no posee. Es sintomático que tanto el papa como los jerarcas evangélicos mientan descaradamente asegurando que los judíos bajo ley son el verdadero pueblo de Dios. Lo que vemos aquí es a los hijos de la ramera, los hijos de la fornicación, tratando de desviar al pueblo verdadero de Dios, los cristianos. Jesús pudo identificar correctamente que estos judíos bajo ley eran, en realidad, hijos del diablo.

Después de decirles a los judíos que solamente si el Hijo los libertara serían verdaderamente libres, Jesús les habló acerca de una supuesta posición favorable por el mero hecho de ser descendientes carnales de Abraham:

Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre. Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios. (Juan 8:37-41)

Jesús está a punto de soltarles la verdad. Ellos, los judíos, no son hijos de Abraham; no son hijos de Dios.

Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. (Juan 8:42-44)

A pesar de estar bajo ley, los judíos no son libres, son esclavos; no son hijos de Dios sino hijos del diablo.

El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios. (Juan 8:47)

Los judíos no oyen la palabra de Dios, niegan a Cristo. ¿Cómo, pues, pueden ser el pueblo de Dios y, al mismo tiempo, no pertenecer a Dios...?

Al ser hijos del diablo y querer obedecer a su maligno padre, los judíos mataron al Hijo de Dios, a su propio Salvador. La nación judía, como nación, negó a Jesucristo y lo entregó a muerte (Juan 18:14,35,36)

Hasta el día de hoy, los judíos niegan a Cristo y propagan mentiras acerca de él. Tratan de hacer creer al mundo que Cristo no existió, o que no resucitó... que no era el Hijo de Dios. Ellos quieren hacer creer a la humanidad que siguen siendo el pueblo de Dios.

Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy. (Mateo 28:12-15)

Hasta el día de hoy, las mentiras judaicas, las fábulas judaicas siguen negando a Cristo. Y, como todos sabemos, quien niega a Cristo es el anticristo. Son mentirosos, igual que su padre el diablo:

¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo. (1 Juan 2:22)

Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. (1 Juan 4:3)

¿Cómo puede un anticristo –puesto que niega a Cristo- ser el pueblo de Dios...?

¿Dios tiene preferencia por los judíos...?
Si reconocemos que los judíos no pueden ser el pueblo de Dios, ¿al menos son merecedores de algún tipo de simpatía especial por parte del Creador...? Dejemos que el mismo Espíritu Santo sea quien responda:

Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos, los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres (1 Tesalonicenses 2:14-15)

En este texto hay varias verdades profundas e importantes:
Los cristianos han padecido a manos de los judíos, no al revés.
Los judíos mataron a Jesús.
Los judíos no agradan a Dios. (¿Cómo pueden ser su pueblo si no agradan a Dios...?)
Los judíos se oponen a todos los hombres.

La gran verdad, es que los verdaderos cristianos no persiguen ni han perseguido a los judíos. Como cristianos, no somos llamados a perseguir a nadie por sus creencias ni sus actuaciones pasadas o presentes, sino a predicar el evangelio; los cristianos no matamos bajo el nombre de Jesús, son los judíos quienes han propiciado las matanzas usando el nombre de Cristo, ellos no agradan a Dios y se oponen a todos los hombres. Pablo explica luego que los judíos han tratado de impedir que el nombre de Jesús sea predicado en todo el mundo. Ciertamente, ellos se “oponen a todos los hombres” haciendo que estos se lleven una falsa idea del verdadero cristianismo. Han traído oprobio sobre el nombre de Dios y han hecho que la humanidad no crea en Jesús.

Si echamos una mirada al Talmud, nos daremos cuenta que los judíos “se oponen a todos los hombres” asegurando que son el pueblo de Dios y que, gracias a esto, pueden hacer cualquier cosa con las naciones gentiles porque –dicen- Dios aprobará cualquier acción en contra de los no judíos.

Es notable mencionar que exactamente lo mismo aseguran los “cristianos” seguidores de la teología de la prosperidad. César Castellanos, Benny Hinn, Cash Luna, Marcos Witt, Ricardo Rodríguez y los demás, enseñan que los cristianos han sido llamados a apropiarse de las naciones. Por eso se hacen a puestos políticos en posiciones de gobierno. Personalmente, he conocido muchos cristianos de estas iglesias que hacen trampa y cometen fraudes sin mostrar remordimiento; dicen que Dios aprueba el que los cristianos les quiten a los impíos sus riquezas. La misma teología de los judíos. Y no es casualidad.

Así, quienes defienden una pretendida superioridad espiritual de los judíos sobre los no judíos, están demostrando que desconocen totalmente el plan de salvación de Dios, y que están escuchando fábulas judaicas en vez de la palabra de Dios. Y, repito, les habla alguien que tiene sangre judía en sus venas, igual que la tenía Pablo pero que, sin embargo, esto no fue obstáculo para que pudiera escribir a Tito que:

Por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. (Tito 1:13-14)

En el siguiente artículo analizaremos qué papel juegan los judíos en el plan de salvación de Dios.

Dios los bendiga,

Ricardo Puentes M.
Noviembre 7 de 2007