lunes, 10 de diciembre de 2007

"HÁGASE TU VOLUNTAD"

¿En realidad deseamos esto...?
(Mateo 6:10)

- Llamo para decirte que de hoy en adelante no puedo volver a hablarte. Eso que estás haciendo es apostasía. Nunca más podremos volver a vernos y espero de todo corazón que regreses a la verdad para que podamos vernos en el Nuevo Orden-. Y colgó el teléfono sin esperar respuesta.

Quien así habló fue una octogenaria tía mía que pertenece a los Testigos de Jehová. Le hizo la llamada a mi madre que por esos días estaba en búsqueda de Cristo en la iglesia de César Castellanos, la Misión Carismática Internacional, y que por obvias razones descubrió que nuestro Salvador no se encontraba en la pirámide del G12. Mi madre no continuó la búsqueda y decidió regresar de cuando en vez a los Salones del Reino de los Testigos de Jehová. Por supuesto, mi tía volvió a hablarle y le quitó el rótulo de "apóstata" que le había colgado antes. De vez en cuando –solo de vez en cuando- mi madre acepta algunas explicaciones bíblicas que refutan sus creencias impuestas por el Cuerpo gobernante de los Testigos de Jehová mediante publicaciones como La Atalaya, Despertad y otros libros y folletos.... pero aún así no actúa conforme a lo que aprende de la Biblia.

Al igual que mi madre, muchos Testigos de Jehová perciben que "algo anda mal" en su religión pero no se atreven a hacer manifiesto esa inquietud por temor a ser tachados de apóstatas y de –sinceramente lo creen- ser rechazados por el mismísimo Creador.

Este temor, sin embargo, no es exclusivo de los Testigos de Jehová; también forma parte de las creencias de los llamados "cristianos evangélicos" pertenecientes a las denominaciones más diversas. Todos ellos se sienten en la obligación de permanecer donde están –en sus denominaciones- porque están convencidos de que Dios los colocó allí y que es la voluntad Suprema que permanezcan en esas iglesias o sectas.

Es conmovedor ver a estos creyentes sinceros luchar contra sus conciencias mientras se aferran angustiosamente a su religiosidad tratando de ocultar la gran verdad: No tienen fe.

Por supuesto, la falta de fe de las personas no se debe a que "no hacen lo suficiente" para desarrollarla. La verdad es exactamente lo contrario: Si una persona quiere tener fe, debe –primeramente- dejar de actuar y permitir que Dios lo haga. Un creyente que se esfuerce por lograr una medida de fe sin haberse arrepentido antes, sin haber tomado la decisión de regresar a Dios, está arando en el mar; sus esfuerzos nunca fructificarán.

¿Qué es la fe..?
Como ya lo hemos visto antes, fuera de las Escrituras la palabra fe tiene varios significados. Pero nos interesa conocerla desde el punto de vista de las Escrituras, la fe bíblica tiene dos características bien definidas: La fe siempre se origina en la palabra de Dios y 2) La fe siempre está relacionada en forma directa con la palabra de Dios.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1)

Muchos cristianos que no conocen bien la Palabra, están convencidos de que fe es la certeza de lo que se espera, cualquier cosa, incluso si lo esperado no tiene nada que ver con la voluntad de Dios registrada en la Biblia. Nada más falso. Esa "certeza de lo que se espera" únicamente está relacionada con la Palabra de Dios, esa "convicción de lo que no se ve" es únicamente lo que se nos ha revelado en las benditas Escrituras.

Esta "falsa fe" que se nos enseña a tener en las diversas denominaciones y sectas, tiene que ver más con nuestras propias expectativas y deseos, que con la voluntad divina. Se nos dice que debemos tener fe en que Jesús le habla audiblemente a César Castellanos ordenándole que le exija a cada creyente ofrendar uno o dos millones de pesos para que él compre un jet o construya un gran complejo de edificios; se nos enseña a comprar milagros con nuestros diezmos y ofrendas, se nos dice que si ofrendamos generosamente, Dios multiplicará por mil nuestra "inversión"; pero esto no sucede para muchos creyentes que se frustran al ver que a otras personas aparentemente sí les funciona esta especie de negocio con Dios. Otros ven cómo personas se sanan físicamente mientras ellos mismos no encuentran remedio para sus propios males y se culpan entonces de su poca fe. Sea cual sea el caso, en la mayoría de las ocasiones, el creyente tiene una falsa idea de lo que es la fe.

Sabiendo que la fe solamente se origina en la Palabra de Dios, y que está relacionada con ella, podremos entender que únicamente lo que está contenido en las benditas Escrituras es susceptible de nuestra fe. Si la Biblia nos dice que por la herida de Cristo hemos sido sanados, hay que creerle a ella, no a nuestra experiencia física; si la Palabra de Dios nos asegura que ningún cristiano será abandonado ni su prole tendrá que mendigar por pan, pues hay que creer firmemente en ello; de igual manera, si la Biblia nos dice que quien busque primeramente el reino y su justicia tendrá por añadidura las otras cosas necesarias, no hay otro camino válido que creerle al Señor; si la bendita Palabra de Dios nos dice que todas las cosas las recibimos de Dios de manera gratuita, sin necesidad de comprarlas con nuestros diezmos y ofrendas, pues esa es la verdad.

Naturalmente, es muy difícil que un recién convertido tenga fe en estas cosas. Un bebé espiritual, que no haya andado en el camino de la fe, jamás podrá experimentar lo que es descansar en las promesas del Señor. Mientras solamente le crea a su pastor o líder religioso, su fe jamás podrá perfeccionarse; solamente será posible hasta que aplique la instrucción bíblica de: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:17). Solamente el mensaje de la Palabra de Dios puede producir la fe. Ningún discurso humano, de ningún líder espiritual, puede lograr producir un céntimo de fe. De esta manera, podemos ver la importancia de cotejar con la Palabra de Dios lo que nos enseñan tales líderes.

Muchos que se llaman a sí mismos "cristianos" consideran que escuchar a un pastor, anciano o líder religioso, es lo mismo que escuchar la Palabra de Dios. Asisten a sus oficios religiosos, escuchan una predicación, leen brevemente algunos textos bíblicos y creen que eso es escuchar la palabra de Dios. Por supuesto, no todos los mensajes predicados desde los púlpitos están alejados de la Biblia; la mayoría de nosotros hemos empezado nuestro camino en la fe gracias a un mensaje escuchado en una denominación, en la calle o a través de un medio de comunicación. Ese primer acercamiento a Dios donde alguien nos ha hablado de su existencia y de algunos de sus propósitos, nos lleva a tener una pequeña medida de fe. Pero tal pequeña medida pronto se extinguirá si no avanzamos en el estudio personal de las Escrituras, cual es la única manera en que el Espíritu Santo entrará en nuestras vidas para guiarnos a "toda verdad".

Tristemente, millones y millones de "cristianos" jamás dejan de ser "bebés espirituales". No importa que lleven años y años asistiendo a una iglesia denominacional, nunca avanzan hacia la perfección en Cristo simplemente porque prefieren ser guiados por pastores, ancianos, líderes religiosos o concilios, que por el Espíritu Santo de manera personal e invisible.

Esta clase de "cristianos" no permite que su fe crezca. Y ésta no puede crecer simplemente porque no avanzan en ella fijando su vista en el Invisible, aceptando la guía del Espíritu de Dios. En cambio, depositan su fe en lo que los líderes religiosos les obligan a creer. A su vez, los pastores y demás líderes no están interesados en que los feligreses conozcan realmente las Escrituras ya que es ese "conocimiento" lo que les da a estos guías espirituales el poder que detentan sobre el resto de fieles. Su "autoridad espiritual" está sustentada en el desconocimiento escritural del resto de los creyentes. Y, hay que decirlo, su sustento económico depende de la sujeción de los fieles a su autoridad humana.

De esta manera, la fe inicial que Dios siembra en el recién convertido, pronto se va extinguiendo hasta que se apaga totalmente para convertirse en una serie de meros servicios religiosos sin ninguna aprobación de Dios. La acción sobrenatural del Espíritu Santo va perdiendo fuerza debido a nuestra comodidad, a nuestro miedo a ser guiados por Él hacia Cristo.

No apaguéis al Espíritu. (1 Tesalonicenses 5:19-21)

¿Qué es la verdad..?
A lo largo de muchos siglos, filósofos, antropólogos y psicólogos han afirmado que el testimonio de nuestros sentidos físicos es variable y subjetivo. Lo que para una persona puede ser de color verde, para otra puede ser azul; lo que para una persona puede ser peligroso, para otra puede ser un juego; lo que para un grupo cultural es pecado, para otra cultura puede ser sagrado. Debido a este "relativismo cultural" es que se han desarrollado sangrientas guerras y asesinatos fraticidas. Simplemente, lo que para uno puede ser verdad, para otra persona no lo es.

Por esto, Pilato le preguntó a Jesús: "¿Qué es la verdad...?" (Juan 18:38)

Jesús no le respondió en esta ocasión puesto que ya lo había dicho: "Tu palabra es verdad..". (Juan 17:17)

Ese es el meollo de todo. Reconocer que solamente la bendita palabra de Dios es la verdad, y actuar conforme a ella, es lo que verdaderamente se define como fe. Creer que solamente la palabra de Dios es la verdad, es lo que nos dará la salvación.

Increíblemente, ni Testigos de Jehová ni cristianos denominacionales, ni católicos, quieren considerar lo que la palabra de Dios dice. Ellos solamente quieren creer en lo que les dice el Cuerpo Gobernante, el Concilio, el pastor, el "profeta" o cualquier otro líder, sin sentarse a considerar personalmente lo que Dios enseña en su Palabra. Y es que esta actitud es mucho más fácil y cómoda.

Tristemente, además de cómoda, esta postura también es sumamente peligrosa.

La clave de la fortaleza espiritual de los primeros cristianos, estaba precisamente en que ellos no daban por sentado ni siquiera lo que los apóstoles les enseñaban. Ellos acudían a las Escrituras para corroborar lo dicho. Tenían la experiencia de la fe, que producía un conocimiento definido de lo que ellos habían creído.

Yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. (2 Timoteo 1:12)

Note que Pablo no dijo: "Yo sé en qué he creído". Dijo: "Yo sé a quién he creído".

Pablo no tenía depositada su fe en ningún humano; el fundamento de su fe no era una iglesia, un credo o una denominación, sino que su fe se centraba en una persona a quien él conocía en una relación personal y directa: Jesucristo. Una relación personal y directa que también se hace posible para nosotros hoy. Cuando le creemos a Cristo, reconocemos que solamente él es la verdad: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". (Juan 14:6)

Alrededor del mundo existen personas que prefieren depositar su fe en lo que les dice un líder espiritual, en las reglas y dogmas dictados por una iglesia o concilio, despreciando de esta manera la personal e invisible guía del Espíritu Santo.

La enseñanza bíblica de la salvación que proviene de la fe en el sacrificio de rescate de Jesucristo ha sido complementada con enseñanzas de hombres que le han añadido detalles que sobrepasan lo que enseña la propia Escritura. Nadie puede ser salvo, aseguran, si no permanece dentro de la iglesia denominacional, sujeto al obispo, anciano, pastor o superintendente. El papel distintivo del Hijo de Dios con respecto a la salvación pierde su exclusividad. Los líderes religiosos involucran dentro de este papel salvador a otros hombres –ellos mismos-, o a los superintendentes, pastores, ancianos y a la propia organización eclesiástica, usurpando el papel dador de vida de Cristo, y auto-convirtiéndose también en algo necesario para la salvación.

Ellos sencillamente no saben explicar el verdadero significado de las palabras inspiradas y resumidas en esta gran verdad:

El justo por su fe vivirá. (Habacuc 2:4)

Esta declaración de Habacuc se cita 3 veces en el Nuevo Testamento: Romanos 1:17; Gálatas 3:11; y en Hebreos 10:38.

Esta corta oración contiene una verdad tan grande e intensa, que ha sido capaz de impactar de una manera sobrenatural la historia de la humanidad.

Esta verdad hizo posible que la iglesia apostólica, siendo una minoría despreciada, haya puesto de rodillas, derrotado, al mismo emperador romano, la cabeza del imperio más poderoso que haya existido jamás. Esta verdad fue la que hizo posible que otro puñado de cristianos, al colocar Lutero la Biblia al alcance de todos, lograra hacer temblar a la poderosa y demoniaca iglesia Católica al verse expuesta y desenmascarada por la misma palabra de Dios.

Cuando el pasaje menciona la palabra "vivirá", lo que nos quiere decir es que el justo depende de la fe para todos los ámbitos concebibles de su existencia. "Vivir" abarca todas las dimensiones de la personalidad y el diario vivir del ser humano. "Vivir", involucra cualquier actividad física, mental y espiritual del hombre. Así que podemos ir dándonos una idea de la grandeza de esta verdad: "El justo por su fe vivirá.."

El justo por su fe vivirá, quiere decir ni más ni menos que todas las facetas de nuestra vida deben estar motivadas y controladas por la fe. Si esto no sucede, la persona no será aceptada por Dios.

Hasta un sencillo acto, como dormir o comer, debe hacerse con fe.

Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado. (Romanos 14:23)

Como ya sabemos que la fe es creer en lo que la palabra de Dios nos dice, podemos entender que "comer con fe" sencillamente significa reconocer que Dios nos provee el alimento (Santiago 1:16,17; Filipenses 4:19; Salmo 136:25; Lucas 12:24); sabiendo que Dios es nuestro proveedor, actuamos conforme a esto y le damos gracias antes de comer (1 Timoteo 4:4,5; Mateo 26:26; 1 Samuel 9:13; Mateo 14:19; Hechos 27:35; 1 Corintios 10:30); también, sabiendo que el alimento viene de Dios, inferimos que la fortaleza y salud que éste provee, debe ser utilizada consecuentemente en el servicio a Dios (1 Corintios 6:13)

Todo lo que no proviene de fe, es pecado. (Romanos 14:23); puede sonar un tanto exagerado pero de ninguna manera lo es. No hay ninguna otra manera de ser acepto a los ojos de nuestro Dios. Toda nuestra existencia debe estar gobernada por el principio supremo de la fe. Toda nuestra existencia debe estar controlada por el Espíritu Santo ya que solamente Dios nos provee la fe necesaria para poder vivir de acuerdo a su santa voluntad;

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

Esta verdad es muy simple. El único camino que nos da vida eterna es Jesucristo, no hombre u organización religiosa alguna. Cuando el hombre busca la dirección y guía divinas en cada acto de su vida, cualquiera que éste sea, experimentará esta verdad tan sencilla como maravillosa de "el justo por su fe vivirá". Esa es la gran respuesta de Dios para todas las dificultades del hombre. Esa es la respuesta de Dios a las oraciones del hombre.

Si las personas aplicaran este principio en sus vidas podrían superar confiadamente cualquier tipo de problema. Lamentablemente ese no es el caso para la mayoría de personas –ni siquiera de creyentes. Incluso quienes ya han recibido a Cristo en sus vidas, han puesto su esperanza en otros hombres desatendiendo el consejo divino y despreciando el don gratuito e inmerecido que Dios ha preparado para ellos.

En "El justo por su fe vivirá", la palabra hebrea traducida por fe incluye al mismo tiempo las ideas de lealtad y firme confianza. ¿Lealtad a quién...? A Dios. ¿Confianza en quién..? En Dios; confianza en que Él hará lo que ha prometido en su palabra.

Y ahora, Señor, que la palabra que tú has hablado acerca de tu siervo y acerca de su casa, sea afirmada para siempre, y haz según has hablado. (1 Crónicas 17:23)

HAZ SEGÚN HAS HABLADO. En esa petición se concreta nuestra fe. Ni más ni menos.

Esta es la misma clase de fe que manifestó la joven virgen María cuando el ángel Gabriel la visitó con un mensaje procedente de Dios. Ella dijo:

Hágase conmigo conforme a tu palabra. (Lucas 1:38)

Ese es el secreto, grande y simple a la vez, de la fe bíblica: Hágase conforme a tu palabra. Una vez que la fe bíblica se ha formado dentro en nuestro corazón escuchando la palabra de Dios, nuestra reacción siguiente producida por el Espíritu Santo, es el rendirnos totalmente a Dios expresándole nuestro deseo de que se haga Su voluntad en nosotros, no la nuestra.

Vosotros, pues, oraréis así: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén". (Mateo 6:9-13)

Y conocer cuál es la voluntad de Dios solamente es posible mediante escudriñar las Escrituras; la voluntad de Dios no se nos revelará acudiendo a falsos profetas o pronosticadores de sucesos, pastores, o cualquier otro tipo de líderes religiosos. Sean o no hombres temerosos de Dios, ningún ser humano puede convertirse en el camino, ningún hombre puede obligar a otros a hacer su voluntad.

La tendencia de los hombres a buscar la imposición de su propia voluntad sobre otros, es una disposición contra la que Jesucristo vio necesario hacer frecuentes y contundentes advertencias a sus discípulos.

Si todos los cristianos nos despojáramos de creencias preestablecidas y nos centráramos en estudiar la Palabra de Dios prescindiendo de la influencia de organizaciones y de la imposición autoritaria de pastores y líderes religiosos, podríamos comprobar la certeza escritural de que el Espíritu Santo nos guiará a toda verdad (Juan 16:13), es decir, a Jesucristo mismo. Podríamos comprobar entonces que la jefatura legítima y única de nuestro Señor es la vía para obtener la verdad, el conocimiento de Dios, y la verdadera unidad cristiana.

Esa es, a mi modo de ver, la fe que nos da vida eterna y que nos permite clamar gozosamente a nuestro Padre celestial: "Hágase tu voluntad".


Ricardo Puentes M.
Junio de 2007

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