lunes, 10 de diciembre de 2007

¿Qué nos salva... la fe o las obras...?

Por esta bondad inmerecida, en verdad,
ustedes han sido salvados mediante fe;
y esto no debido a ustedes: es dádiva de Dios.
No, no es debido a obras,
a fin de que nadie tenga base para jactarse.

Efesios 2:8, 9.

El apóstol es claro: Somos salvos mediante fe, que es dádiva de Dios, no mediante obras para que nadie pueda gloriarse. ¿Significa eso que para ser salvo no necesitamos las obras..?

Para entender el asunto, lo primero que hay que definir, es el significado de "obras"y de "fe". Ya hemos visto que la fe bíblica significa creer en lo que dice la Palabra, así que, dando por sentado esto, podemos afirmar que –básicamente- "fe" es lo que creemos mientras que "obras" es lo que hacemos.

También hemos visto que hay un tipo de obras, las "obras muertas", que no agradan a Dios puesto que no están basadas en la fe. Esto nos lleva a otra pregunta: Si existen obras "muertas", las que conducen a muerte, ¿es posible que existan "obras vivas", aquellas que puedan conducir a vida eterna..?

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras..? ¿Podrá la fe salvarle..? (....)..? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14,26)

Santiago compara el cuerpo con la fe y el espíritu con las obras, y añade que así como un cuerpo sin espíritu está muerto, la fe sin obras también está muerta.

Sabemos por experiencia que un cuerpo sin espíritu, sin vida, es un cadáver que se descompondrá hasta convertirse en polvo. De igual manera, una fe sin obras (de fe) está muerta e inservible. Un cuerpo sin espíritu no es nada; una fe sin obras no es nada.

Lo que el apóstol nos quiere mostrar aquí, es que no puede existir una fe sin obras. Santiago le dice a quienes profesan tener fe pero no tienen obras, que corroboren tal afirmación. Cuando un creyente recibe a Cristo, el Espíritu inicia una operación en él proveyéndole de la fe necesaria para seguir adelante en su perfección. Sin embargo, muchos cristianos dejan apagar ese espíritu de fe haciendo que ésta sea una proclamación vacía e inútil. No tienen obras de fe.

Cuando Cristo murió en la cruz dijo: "Consumado es.", es decir, con su muerte cumplió todo lo que se necesitaba para pagar el castigo de los pecados de los hombres y para comprar la salvación de toda la humanidad, todo quedó consumado por los sufrimientos y la muerte de Cristo en la cruz. El intentar sugerir que un hombre pueda hacer algo más, o necesitar algo más de lo que Cristo ya hizo y proveyó, es repudiar el testimonio de la bendita Palabra de Dios y desacreditar la virtud del sacrificio expiatorio de Cristo. Sugerir, como lo hacen ciertos predicadores, que hay que hacer ciertas obras buenas como diezmar u ofrendar generosamente, u obedecerlos ciegamente para lograr la salvación, es anular el sacrificio de Cristo.

En otras palabras, cualquier intento del hombre por ganar su salvación por medio de sus "buenas obras" es, literalmente, UN ULTRAJE PARA DIOS, un desprecio por el sacrificio de Cristo. Una afirmación de este tipo lleva en sí la implicación de que el sacrificio de Cristo fue incompleto, imperfecto... y que se necesitaría algo más para hacerlo perfecto.

Pablo enseña lo siguiente:

Pero al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. (Romanos 4:4-5)

Pablo afirma que a quien obra se le debe un salario. Y ¿cuál es el salario de todo pecador que pretenda, por sí mismo, conseguir la salvación..?

porque la paga del pecado es muerte, (Rom 6:23)

Todo lo que haga una persona que no haya sido salva mediante la gracia, recibe el pago de la muerte. Ese es el salario merecido.

Así que lo primero que tiene que hacer un hombre, para ganar su salvación, es dejar de obrar. Debe dejar de intentar ganarse la salvación mediante sus obras. La salvación viene únicamente por la fe, sin hacer nada más que creer.

Ir tras la salvación por obras fue el gran error de Israel:

Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué..? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras. (Romanos 9:31-32)

Los israelitas no alcanzaron la salvación que Dios había dispuesto para ellos, debido a que ellos mismos intentaron conseguir esta salvación mediante sus propias obras; intentaron lograr la justicia excluyendo a Dios y, obviamente, no la consiguieron.

Lamentable y terriblemente, ese es el mismo caso de millones de cristianos hoy día. Multitudes de creyentes creen firmemente que deben hacer algo más para ganar su salvación. Se esfuerzan por orar, por ayunar, por hacer obras de misericordia, por obedecer ciegamente a sus líderes religiosos; cantan salmos, lloran, claman, trabajan en lo que les ordenen sus pastores.... Pero todo es en vano. Ellos jamás obtendrán la salvación mientras sigan buscándola por obras y no por fe.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

El escritor inspirado nos dice que ya somos salvos por medio de la fe. No hay necesidad de hacer nada más. Dios nos da ese inmerecido regalo de la salvación a cambio solamente de que creamos; Pablo es enfático en afirmar que no se debe a "obras", para que nadie se gloríe.

Nos salvó, (Dios) no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. (Tito 3:5)

Todas nuestras "obras de justicia" deben quedar excluidas primero, antes de poder recibir la inmerecida salvación por medio de la misericordia de Dios.

Fijémonos que Pablo asegura que la salvación nos llega mediante una regeneración, o nuevo nacimiento, que produce a su vez nuestro lavamiento –la limpieza de nuestros pecados-, y que todo es una obra del Espíritu Santo en nuestra vida.

Entonces, si no necesitamos obras para ser salvos; si, por el contrario, debemos dejar de actuar para poder recibir la salvación, ¿qué papel desempeñan las obras en la vida de un cristiano...?

Las obras de fe
Santiago es enfático al afirmar que la fe sin obras está muerta. ¿Hay alguna contradicción con lo anteriormente expuesto, que no somos salvos por obras sino por fe..?

Empecemos por analizar el texto de Santiago:

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras..? ¿Podrá la fe salvarle..? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha..? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces: También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta..?¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar..? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino..? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2:14-26)

Como se mencionó al principio de este escrito, tenemos la seguridad de que una persona está viva cuando tiene su espíritu dentro de sí. Cada movimiento o acción es una manifestación visible del espíritu invisible que vive dentro de ella. Cuando el espíritu abandona ese cuerpo, éste deja de actuar y queda inanimado, inerte. La ausencia de actividad, de obras y actos de ese cuerpo, nos asegura que su espíritu ya no está allí.

De igual manera sucede con el espíritu de fe dentro del verdadero cristiano, quien ha nacido de nuevo. Ese espíritu de fe está vivo y activo, y funciona con vida del mismísimo Dios:

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)

La semilla incorruptible del Creador permanece en quien ha nacido de nuevo.

Cuando la semilla incorruptible, la vida de Dios entra en el corazón del creyente, inmediatamente toma control –es evidente que el creyente lo permite- de toda la vida de éste, de todos sus deseos, sus actos, sus pensamientos y sus palabras. Debido a esto, el creyente nacido de nuevo empieza a pensar, hablar y actuar de un modo enteramente diferente a como lo hacía antes.

El creyente nacido de nuevo –con el Espíritu de Dios controlando su vida- empieza a vivir de una manera diferente a la que llevaba antes; empieza a hacer "obras" nuevas, obras que son la evidencia de que tiene fe en su corazón; obras que muestran que el Espíritu de Dios vive dentro de él.

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)

Una persona con la simiente de Dios dentro de él, tendrá que manifestar obligatoriamente que en realidad ha nacido de Dios. No solamente se apartará del pecado sino que la semilla de Dios lo moverá a hacer cosas que su Salvador haría. Una persona nacida de nuevo pensará como Cristo pensaría, y actuará como Cristo actuaría. Y es una verdad incuestionable que nuestro Señor no solamente se apartó del pecado, sino que también hizo el bien. Hizo obras de fe.

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)

Un creyente nacido de nuevo, renovado en el espíritu de su mente y vestido del nuevo hombre actuará justicia de ahí en adelante.

Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago 1: 23-25)


Ejemplos de fe
Observemos los ejemplos de fe citados por Santiago.

¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar..? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. (Santiago 2:21-23)

Santiago nos dice que Abraham creyó a Dios y esto le fue contado por justicia. Quienes afirman que la sola fe (sin obras) de Abraham lo salvó, tienen razón. Sin embargo, Abraham manifestó en acciones que tenía fe en su corazón. No se quedó inerme sino que su fe lo impelió a actuar, a ponerse en acción. Su fe lo movió a salir de Ur; su fe lo movió a ofrecer a Isaac en un altar, en obediencia a Dios. Cada paso de obediencia preparaba a Abraham para el siguiente, fortaleciendo así su fe.

La fe de Abraham fue puesta cuando Dios le ordenó sacrificar a su hijo Isaac: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; (...) pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos. (Hebreos 11:17-19)

Para ese momento, Abraham había obedecido en todo a Dios, había ejercitado su fe paso a paso, y ésta se había fortalecido hasta el grado de estar absolutamente convencido de que Dios podía resucitar a su hijo y regresárselo. Por esta razón, Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac y sólo la intervención directa de Dios impidió que lo matara.

Fue la última vez que su fe estuvo sometida a prueba. Después de esto, Dios lo bendijo prometiéndole que en su descendencia serían benditas todas las naciones de la tierra.

El otro caso que menciona Santiago es el de Rahab:

Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino..? (Santiago 2:25)

Rahab era una prostituta cananea que vivía en Jericó, ciudad que Dios había condenado a la destrucción en manos de Josué. Como todos los pueblos vecinos, los habitantes de Jericó habían escuchado acerca de la manera en que Dios libro a Israel de las manos de faraón. Al contrario de los demás habitantes de Jericó, Rahab estaba convencida de que ese Dios Yahvé era el verdadero Dios y tenía la seguridad de que así como había vencido al poderoso faraón, entregaría a Jericó en manos de los hebreos. Pero no solamente creía eso; Rahab también creía que Yahvé era misericordioso y que podría salvarla a ella y su familia de la destrucción. Rahab no ofrecía sacrificios a Dios puesto que no era israelita, no hacia ceremonias, no diezmaba, no guardaba el sábado... pero su fe la llevó a actuar.

Cuando Josué envió sus espías a Jericó, Rahab los hospedó, los escondió y luego los obligó a escapar a riesgo de su vida y la de su familia. Debido a este acto de fe, Rahab y su familia fueron salvos. Rahab no se contentó con saber que había un Dios verdadero, sino que esa fe la movió a realizar obras y así pudo salvarse.

Santiago también nos habla de otros seres que creen en Dios:

Tú crees que Dios es uno; bien haces: También los demonios creen, y tiemblan. (Santiago 2:19

Los demonios creen en Dios. Y tiemblan de terror. Ellos saben que Dios existe pero esa creencia no les trae salvación sino destrucción. No tienen fe, solo tienen la certeza de que Dios existe pero su carencia de fe hace que no sean movidos a obras de fe. De hecho, es imposible que ellos tengan fe, ya que –como hemos visto- la fe la produce Dios en cada corazón arrepentido.

De igual manera que saber que Dios existe no les trae beneficio a los demonios, en los creyentes que creen pero no actúan su confesión de fe es una falsedad. No tienen fe porque la fe siempre produce actos que la evidencian y la perfeccionan.

Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha..? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Santiago 2:15-17)

El "creyente" que ve en necesidad a un hermano y no le provee lo necesario –pudiendo hacerlo- no tiene fe. Sus palabras de "Id en paz, calentaos y saciaos", son una confesión vacía; ellos están en la misma posición de los demonios que saben que Dios existe pero eso no los salva. El "creyente" que no actúa en beneficio de un hermano necesitado está demostrando que no tiene fe. Lo más grave de todo es que si el "cristiano" no se siente impelido a actuar está evidenciando que no ha nacido de nuevo, y por tanto es necesario que acuda a Dios en oración y suplique su misericordia, que lo provea del regalo de la fe.

La fe siempre, siempre, produce el querer y mueve hacia el actuar:

Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12-13)

Si bien es cierto que no recibimos la salvación por las obras, éstas son la prueba de que tenemos fe. Es mediante las obras que nuestra fe se perfecciona.

Si usted no se siente movido a ayudar a su prójimo, eso quiere decir que Dios no está actuando en su corazón. Por tanto, ocúpese de su salvación urgentemente porque no la ha experimentado. Pida a Dios que lo ayude a fortalecer la fe que produce salvación.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto (la fe) no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

La fe es un regalo de Dios; búsquela. Busque a Dios y verá que él no lo rechazará.

"Al que viene a mí, no le echo fuera.." (Juan 6:37)

¡Qué tremenda promesa de misericordia y amor....!

Dios los bendiga abundantemente.


Ricardo Puentes Melo
Julio 2007.

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